Helena Ospina* (¿Quién fue esta gran poeta?)
Catedrática, Universidad de Costa Rica
Miembro de la Asociación Española de Personalismo
Miembro del Círculo de Newman,
[email protected]
II Coloquio Internacional sobre John Henry Newman
Ciencia y Fe
¿Qué es filosofía? ¿Y para qué sirve?
Universidad Católica de Maule
Talca, Chile
Octubre, 2017
Resumen: El presente trabajo intenta mostrar la perennidad en el pensamiento cuando las grandes mentes –como la de John Henry Newman en su obra La idea de una universidad y la de Juan Pablo II en su encíclica Fides et Ratio– abordan temas esenciales. Mostraré la afinidad que presentan estas dos personalidades cuando hablan sobre fe y razón; sobre conocimiento universal y la fe capaz de iluminar el intelecto. Newman esgrime en la obra mencionada argumentos en defensa de la enseñanza de las Humanidades, de las Artes Liberales, y en concreto del acto de filosofar. Juan Pablo II inicia su encíclica con la hermosa metáfora: la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.
Palabras clave: John Henry Newman, La idea de una universidad, Juan Pablo II, Fides et Ratio, ciencia, fe.
Sumario
Introducción
- JOHN HENRY NEWMAN
La idea de una universidad
Prefacio
Primera parte: La enseñanza universitaria considerada en 9 Discursos (Dublín 1852)
Discurso I: Introductorio
Discurso II: La teología, una rama del conocimiento
Discurso III: La incidencia de la teología en los otros conocimientos
Discurso IV: La incidencia de otros conocimientos en la teología
Discurso V: El conocimiento como fin
Discurso VI: El conocimiento visto en relación con la enseñanza
Discurso VII: El conocimiento visto en relación con la destreza profesional
Discurso VIII: El conocimiento visto en relación con la religión
Discurso IX: Los deberes de la Iglesia hacia el conocimiento
Segunda parte: Temas universitarios discutidos en Lecciones ocasionales y en Ensayos (1854-1858)
- JUAN PABLO II
Fides et Ratio (1998)
Reflexiones finales
Introducción
Newman y Juan Pablo II hablan de la importancia que tiene la razón. Juan Pablo II en su encíclica, en el capítulo II, Credo ut Intellegam habla sobre la preeminencia de la sabiduría sobre la inteligencia: la sabiduría todo lo sabe y entiende; y en su capítulo III, Intellego ut Credam habla sobre el papel de intelecto que refuerza la fe.
- JOHN HENRY NEWMAN: LA IDEA DE LA UNIVERSIDAD
Cuando Newman se pregunta sobre el fin de la universidad y ¿para qué sirven la filosofía, las artes liberales, las humanidades y, en concreto, el acto de pensar? Estos temas los contesta ampliamente Newman en su obra The Idea of a University[1]. Aborda este tema en el marco de la definición de lo que es una universidad, ante el encargo recibido de fundar una universidad católica en Dublín. Dedica varios años y ensayos a esta cuestión. Esta reflexión es un esfuerzo por repensar la formación que la universidad está llamada a impartir a través de valores y presupuestos que prueban la herencia del cristianismo y su transmisión en las instituciones educativas.
Newman define la universidad como el lugar donde se enseña el conocimiento universal. La argumentación más memorable la encontramos en la distinción que establece entre educación e instrucción. Le interesa subrayar la diferencia que existe entre una educación liberal y la que prepara para el ejercicio de un oficio o profesión. La universidad tiene que ver principalmente con la formación del Gentleman que Newman define como aquel que está en posesión de un conocimiento vasto, de una inteligencia crítica, de una decencia moral y de una gran sensibilidad social. La educación liberal es la que forma el hábito filosófico. La filosofía ocupa un lugar preeminente en su idea de la universidad. Pasaré ahora a hacer el recorrido del pensamiento de Newman sobre algunos aspectos relacionados con el tema que nos ocupa en este Coloquio. Los tomaré del Prefacio y de los Discursos.
Prefacio
He retomado el Prefacio de su obra, donde Newman plantea los temas medulares de sus discursos, lecciones y ensayos sobre el cometido de la universidad: el conocimiento universal, el cultivo del intelecto y la educación liberal –las humanidades– donde la Filosofía ocupa un puesto relevante.
El conocimiento universal. La universidad es el lugar donde se enseña el conocimiento universal[2]. Cuando la Iglesia católica funda una universidad –como era el caso de Dublín–, no está valorando el talento, la genialidad o el conocimiento por sí mismos, sino el bien de sus hijos con miras a su bienestar espiritual, a su influencia y servicio, con el objetivo de formarlos para un desempeño mejor de sus respectivas responsabilidades en la vida y hacerlos miembros más inteligentes y capaces para la sociedad.
El cultivo del intelecto. El desiderátum de la enseñanza universitaria es el cultivo del intelecto. El verdadero cultivo del intelecto consiste en el desarrollo de la fortaleza, de la perseverancia, de la comprensión, de la versatilidad, del señorío sobre sus propios poderes, del juicio “instintivo” sobre las cosas –juicio que a veces es un don, pero las más de las veces se conquista con el esfuerzo y el ejercicio de años–[3].
La educación liberal. Esta educación no solo logra ese cultivo del intelecto, sino que pone a la mente “en forma”. La mente –dice– es como el cuerpo: necesita entrenamiento, disciplina, formación. Una vez que el intelecto se entrena y se forma debidamente para que tenga una visión “conectada” (a connected view) de las grandes realidades, estará en capacidad de desplegar sus poderes con mayor éxito, de acuerdo a la capacidad de cada individuo. El fruto de este cultivo de la mente se deja ver –en la mayor parte de los individuos– en su buen sentido, sobriedad de pensamiento, razonabilidad, candor, señorío de sí y solidez de percepción. Este ejercicio le permite entrar con más facilidad en cualquier tema del pensamiento y abordar con aptitud cualquier ciencia o profesión. Le da una consistencia en la percepción de las cosas (consistency of view: viewiness) y un intelecto capaz de aprehensión consecuente (consecuent grasp of the intellect)[4].
Primera parte: La enseñanza universitaria
Los 9 Discursos (Dublín 1852)
Discurso I: Introductorio
Newman confiesa que el tema de la educación liberal –y de los principios que deben regirla– ha ocupado su reflexión durante años. Su visión de este tipo de educación –dice– ha crecido como parte de todo su sistema de pensamiento y forma parte integrante de su personalidad. Esta filosofía de la educación se funda en verdades de orden natural[5]. Recalca la unión que existe entre la teología y las ciencias seculares. Insistirá en la altura que la visión teológica confiere a la universidad.
Discurso II: La teología, una rama del conocimiento
Newman recuerda que si el propósito de la universidad es la enseñanza del conocimiento universal, la teología es parte de ese conocimiento[6]. La teología es una ciencia. En el conocimiento existen diferentes esferas: la humana, la divina, la sensible y la intelectual. Si del conocimiento se mutila la esfera divina, se produce una fragmentación en el círculo del conocimiento secular. Asevera que la teología también es conocimiento.
Discurso III: La incidencia de la teología en los otros conocimientos
Newman afirma que la teología y las ciencias humanas son dos cosas diferentes: poseen campos de conocimiento respectivos, contiguos, pero no idénticos[7]. La verdad es el objeto del conocimiento, de cualquier conocimiento. Cuando nos preguntamos sobre lo que es la verdad, suponemos –indica– que estamos hablando de hechos (facts) y de sus relaciones, como el sujeto y el predicado en la lógica. El conocimiento es la aprehensión de esos hechos. Las visiones parciales o abstracciones –mediante las cuales la mente mira su objeto– se llaman ciencias. Estas ciencias –al ser abstracciones– tienen que ver más con la relación entre las cosas que con las cosas mismas. Nos dicen lo que las cosas son por sus relaciones; nunca podría decirnos todo lo que se puede decir de una cosa. Pone de ejemplo al ser humano: se puede ver mediante una variedad de relaciones; de acuerdo a ellas existen las ciencias que lo estudian; y de la familiaridad que se tenga de ellas dependerá la posesión del conocimiento verdadero del hombre. El conocimiento forma un “todo”, porque su materia (subject-matter) es uno.
Discurso IV: La incidencia de otros conocimientos en la teología
Asegura Newman que todas las ramas del conocimiento están íntimamente relacionadas. Forman un “todo”. Existe una relación entre lo secular y lo divino. Si se descarta una ciencia del circulo del conocimiento, su lugar no puede dejarse “vacante” porque esa ciencia se olvida y las otras ciencias se cierran en sí mismas o exceden sus propios límites, comenzando a hacer “intromisiones” que no les corresponden. Newman defiende que la teología completa y corrige las otras ciencias. Si la teología se elimina del conocimiento universal –como sucede en algunas universidades– se causa un gran perjuicio a la enseñanza de las ciencias. Su campo será “usurpado” por otras ciencias, las cuales empezarán a enseñar –sin fundamento– conclusiones en un terreno que requiere sus propios principios para su debida formación y disposición[8].
Discurso V: El conocimiento como fin
Todas las ramas del conocimiento están vinculadas (connected) porque la materia (subject-matter) del conocimiento está íntimamente unida por ser “actos” y “obra” del Creador (76). En la educación liberal, el “habito” de la mente que se forma dura toda la vida. Sus atributos son la libertad, la serenidad, la moderación y la sabiduría. Newman llama este acto “habito” filosófico (77). ¿Para qué sirve este hábito? ¿Qué ganamos con este hábito filosófico? ¿Cómo somos mejores personas gracias a esta percepción “maestra” de la realidad? ¿En qué consiste el arte de esta “ciencia de las ciencias”? ¿Cuál es el fin de la enseñanza universitaria, del conocimiento liberal o del conocimiento filosófico que imparte? Posee –alega– un fin tangible y real, aunque su fin no puede separarse del conocimiento. El conocimiento es su propio fin. Para la mente humana todo conocimiento es su propia recompensa. Y si esto es cierto de todo conocimiento, también los es del conocimiento filosófico, el cual define como una percepción comprehensiva de la verdad en todas sus ramas, de la relación de la ciencia con la ciencia, de sus mutuas dependencias y respectivos valores[9].
El conocimiento “liberal” –las artes y los estudios liberales, la educación liberal– constituye la especial característica y el terreno propio de la universidad y del Gentleman. ¿Qué entiende Newman por “liberal”? En sentido gramatical, “liberal” se opone a “servil”. Por “servil” se refiere al trabajo corporal –mecánico– en el cual la mente tiene poco que ver. La educación liberal y las investigaciones liberales son ejercicios de la mente, de la razón, de la reflexión. Newman contrasta la educación liberal con la “comercial” o de “profesiones”, sin descartar el hecho de que el comercio y las profesiones también aportan un terreno para los más altos y diversificados poderes de la mente. ¿Por qué Newman hace esta distinción? El conocimiento liberal se sostiene por sí solo; no tiene otro fin que sí mismo[10]. Este tipo de conocimiento –que Newman llama especialmente Filosofía o ciencia en su sentido más amplio– tiene que considerarse un “bien”.
Cuando Newman habla de conocimiento se refiere a algo intelectual, algo que es captado y percibido por los sentidos, algo que sobrepasa lo que aportan los sentidos, capaz de razonar sobre lo que ve mientras lo ve, y de conferirle –otorgarle, concederle, dotarle– de una “idea”. La educación es superior a la mera instrucción. Implica una acción sobre nuestra naturaleza mental y la formación del carácter; es algo individual y permanente que está en relación con la religión y la virtud. La educación liberal es la que forma al Gentleman poseedor de un intelecto cultivado, de un gusto delicado, de una mente serena, cándida, desapasionada, de un tenor noble y cortés en su conducta diaria. Todas estas cualidades son connaturales del gran conocimiento que constituye el objetivo de la universidad[11]. Esta educación liberal es sencillamente el cultivo del intelecto y su objetivo es la excelencia intelectual. Newman hace un elenco de propiedades que esa excelencia procura: abre la mente, la corrige y la refina; la capacita para conocer, asimilar, gobernar, usar ese conocimiento y conferir poder a sus propias facultades; otorga aplicación, flexibilidad, método, exactitud crítica, sagacidad, recursos, expresión elocuente…, y logra todo esto tan inteligible como lo es el cultivo de la virtud[12].
Discurso VI: El conocimiento visto en relación con la enseñanza
Newman llama Filosofía a la perfección o virtud del intelecto. La califica como conocimiento filosófico, ensanchamiento de la mente o iluminación. Lo propio de la universidad es hacer de este cultivo del intelecto su propio fin: dedicarse a la educación del intelecto. La universidad tiene por objetivo y misión el ejercicio de la mente, la cultura del intelecto; educa al intelecto para que razone bien en todos los campos, y sea capaz de buscar y captar la verdad[13]. Este cultivo del intelecto encuentra en sí mismo su fin[14]. El conocimiento es la condición indispensable para el ensanchamiento de la mente y el instrumento para lograrlo. Este ensanchamiento de la mente –propio del hábito filosófico– es la acción de un poder formativo que trae orden y sentido a los conocimientos; los hace propios; es una asimilación de lo que recibimos e incorporamos a la sustancia de nuestro previo estado de conocimiento. Posee el conocimiento no solo de las cosas, sino de sus mutuas relaciones; es un conocimiento considerado no solo como “adquisición” sino como filosofía[15].
Define el conocimiento universal como el poder ver –como un “todo”– muchas cosas a la vez, de remitirlas a su verdadero lugar en el sistema universal, y de comprender sus respectivos valores y mutuas dependencias[16]. El verdadero fin de la formación intelectual y de la universidad no es el “·aprendizaje” ni la “adquisición” de conocimientos, sino el pensamiento o la razón que se ejerce sobre el conocimiento. Newman llama a esto Filosofía –“knowledge… thought through and thought out”–, un conocimiento “pensado” –en y a través–, capaz de ir desde lo interno hasta lo externo[17]. La educación es una palabra de gran altura: prepara para el conocimiento e imparte el conocimiento necesario para esa preparación, porque se requieren ojos “intelectuales” para conocer, así como los ojos “corporales” para ver.
Discurso VII: El conocimiento visto en relación con la destreza profesional
La verdad es el objeto propio del intelecto. El cultivo del intelecto implica hacerlo apto para aprehender y contemplar la verdad. El intelecto no discierne la verdad de manera intuitiva. Conocemos, no por un simple “vistazo”, sino paso a paso, acumulando a través de un proceso mental, dándole vueltas a un objeto mediante la comparación y la combinación, la mutua corrección, la continua adaptación de muchas partes, el empleo, concentración y acción conjunta de muchas facultades y ejercicios de la mente. Tal unidad y concierto de los poderes intelectuales, tal ensanchamiento de la mente, tal aprehensión requiere necesariamente un entrenamiento –“sifting out the grains of truth from the mass”– capaz de separar de la masa los granos de la verdad. Se trata de construir “ideas”. Tal poder es el resultado de la formación científica de la mente; es un poderío adquirido de juicio, una clara visión de las cosas, sagacidad, sabiduría, alcance filosófico de la mente, señorío y reposo intelectual…, cualidades que no provienen de la mera “adquisición” de conocimientos[18].
Newman lo explica así: el órgano del “cuerpo” –el que usamos para aprehender los objetos materiales– nos es provisto por la naturaleza, pero el ojo de la “mente” –cuyo objeto es la verdad– requiere disciplina y formación de hábitos. La educación liberal es precisamente la que se ocupa de esta formación; consiste en el proceso de entrenamiento del ojo “mental” por medio del cual el intelecto –en vez de aplicarse a lo particular y accidental, a un oficio o profesión, estudio o ciencia– se disciplina a sí mismo con el fin de percibir su propio objeto con miras a una cultura elevada. Este es el oficio de la universidad. La cultura intelectual es su propio fin[19].
Newman luego inicia la argumentación sobre lo “bueno” y lo “útil”, en defensa de la educación liberal. Lo que tiene su fin en sí mismo –dice– también tiene su uso en sí mismo[20]. Lo que constituye su fin encuentra también en sí mismo su utilidad. La educación liberal es verdadera y plenamente útil. Si bien es cierto que no todo lo “útil” es bueno, lo “bueno” siempre es útil. Lo propio de lo “bueno” es reproducirse. Todo lo excelente, bello, perfecto, deseable está llamado a difundirse; se excede, ansía comunicarse para dejarlo todo impregnado de su aroma. El “bien” es prolífico. No solo nos atrae, sino que se nos comunica; suscita primero nuestra admiración y amor, luego nuestro deseo y gratitud en grado proporcional a su intensidad y plenitud. Un gran bien imparte, genera y produce un gran bien. Si el intelecto constituye una parte tan excelente de nuestro ser y si su cultivo es tan excelente, podemos deducir que no solo es bello, perfecto, admirable y noble –en sí mismo–, sino que es útil para quien lo posee y para quienes lo rodean. Es útil, no de una manera mecánica –en sentido mercantil–, sino como un bien difusivo que se torna bendición, regalo, poder. Es un tesoro para quien lo tiene y –a través de él– para el mundo entero[21]. Newman concluye que si la educación liberal es un bien, también es útil. En este discurso aparece la gran defensa de las Humanidades que hace el pensador oxoniense.
Para Newman la universidad debe enseñar todas las ramas del conocimiento. Fuera de la universidad, el individuo corre el peligro de ser reducido a su propio oficio. La universidad es la que le ayuda a saber dónde está parado y dónde lo está su propia ciencia. Ha podido llegar a este conocimiento desde una altura, gracias al recorrido hecho por todas las ramas del conocimiento que le ahorran caer en las extravagancias y rivalidades propias de los distintos conocimientos. Gracias a la cultura adquirida, ha ganado una “iluminación” especial, una mente y una libertad “ensanchadas”, un “señorío” de sí que le capacitan para tratar su propia rama del conocimiento de acuerdo a una filosofía y a unos recursos que no pertenecen al conocimiento en sí, sino a la educación liberal[22]. Un semejante cultivo del intelecto –puesto que es “bueno” en sí– trae consigo una gran fuerza y gracia para cada trabajo que emprende, y le permite ser “útil” –prestar un mayor servicio– a una gran cantidad de personas[23]. Para Newman es preciso ir a la fuente de las cosas con un “compás” ancho y liberal, reflexionando sobre muchas cosas, sin otro fin que el ejercicio que le hace ser más racional e inteligente. Ese tipo de ejercicio –de entrenamiento– es el que mejor le permite ejercer sus deberes hacia la sociedad[24]. Si tuviésemos que asignar un fin “práctico” a la enseñanza universitaria, Newman afirma que sería la de “entrenar” –formar– buenos ciudadanos. Su arte sería el de la vida social, y su fin sería el hacer ciudadanos “aptos” para el mundo. Esta formación universitaria constituye el gran medio “ordinario” para un gran fin “ordinario”. Tiene como cometido elevar el tono intelectual de la sociedad, cultivar la mente del ciudadano público, purificar el gusto nacional, dotar de verdaderos principios y metas permanentes al entusiasmo y aspiraciones populares, otorgar apertura de miras y sobriedad a las ideas de su tiempo, facilitar el ejercicio del poder político y refinar la convivencia en la vida privada. Este tipo de formación da al ser humano una perspectiva clara y consciente de sus opiniones y juicios, una verdad en el desarrollo de ellos, una elocuencia en su expresión, y una fuerza para urgir su acatamiento. Esta educación enseña al individuo a “ver las cosas como son”, ir “directo” al grano, “desenredar” un pensamiento, “detectar” los sofismas, y “descartar” lo irrelevante. Esta formación le hace idóneo para desempeñar con credibilidad cualquier puesto y dominar cualquier tema con facilidad. Le enseña a acomodarse a los demás, a ejercer una influencia sobre ellos, a llegar a un entendimiento con ellos y saber cómo sobrellevarlos. Forma ciudadanos que son capaces de “sentirse a gusto” en cualquier sociedad; “tocar terreno” con cualquier clase social; saben cuándo callar y cuándo hablar; son buenos conversadores que saben escuchar; hacen preguntas pertinentes; siempre están dispuestos sin ser inoportunos; su compañía es placentera, se puede uno fiar de ellos; saben cuándo estar serios y cuándo no; tienen tacto para argumentar con gracia y producir efecto. Una persona así tiene –atestigua Newman– un “reposo de la mente” que le acompaña mientras vive; recursos para estar feliz en casa, cuando no puede viajar. Tiene un don que le asiste durante la vida pública y en su jubilación, sin el cual toda riqueza se torna vulgar, y todo fracaso tiene su encanto[25].
Discurso VIII: El conocimiento visto en relación con la religión
En este discurso Newman habla específicamente de la filosofía como “la forma” propia del conocimiento de la educación liberal. Es la que hace posible que aquello que ingrese a la mente no lo haga de manera pasiva, sino que sea “apropiado” como un sistema que consiste de partes relacionadas entre sí, susceptibles de interpretación y que forman un “todo”. Aquella contemplación filosófica del conocimiento como un todo puede llamarse “iluminación” –“ensanchamiento de la mente”–, capaz de dar al intelecto una percepción de las cosas como son –de la verdad–, y que presupone e involucra la perfección de sus diferentes poderes. Es el tipo de conocimiento que merece ser buscado por sí mismo, aún cuando no prometa ninguna ventaja ulterior.
Discurso IX: Los deberes de la Iglesia hacia el conocimiento
En este Discurso Newman habla de dos atributos de la verdad: la belleza y el poder. Mientras el conocimiento “útil” posee la verdad como “poder”, el conocimiento “liberal” aprehende la verdad como “belleza”. Cuando se persigue la verdad, ya sea como belleza o como poder, ambos caminos conducen a lo eterno e infinito, a lo íntimo de la conciencia, a la Buena Nueva de la Iglesia.
Segunda parte: Temas universitarios
Lecciones ocasionales y Ensayos (1854-1858)
De la segunda parte de The Idea of a University, me referiré solamente a dos Lecciones: “Cristianismo y Letras” y “Cristianismo e investigación científica”.
Cristianismo y Letras. En esta Lección, impartida en la Escuela de Filosofía y Letras (1854), Newman reitera la necesidad de métodos que llama “augustos” y que son los propios de la educación liberal –el ensanchamiento de la mente, el cultivo del intelecto, el refinamiento de los sentimientos–, que han caracterizado el proceso de la civilización.
Cristianismo e investigación científica. En esta Lección, escrita para la Escuela de Ciencias (1855), Newman vuelve a hacer el elogio de la enseñanza universitaria como aquella capaz de atraer todas las cosas hacia un todo, no mediante reglas, sino gracias a la sagacidad, la sabiduría, y la profunda percepción que tiene de la materia del conocimiento. Lo que un Imperio es para la historia política, tal es la importancia de la universidad para la sociedad, en sus esferas de la filosofía y de la investigación. Estas esferas constituyen su poder más alto y protector de todo conocimiento y ciencia, hechos y principios, búsquedas y descubrimientos, experimentos y especulaciones. Habla de la máxima, por excelencia, que caracteriza la filosofía: “la verdad no puede ser contraria a la verdad”. Hace el encarecimiento del hábito filosófico que facilita la búsqueda de la verdad. Defiende la soberanía de la verdad: el error puede florecer por temporadas, pero la verdad acaba por prevalecer al final. El único efecto del error es la promoción de la Verdad. Teorías, especulaciones, hipótesis pueden comenzar, pero están destinadas a morir, hasta que surjan ideas mejores, impulsadas por otros, y si bien no todas llevan a la verdad, se aproximan a ella, haciendo avanzar el conocimiento. Newman tiene una visión esperanzadora sobre este avance del conocimiento. Todo avance es ganancia para la verdad, aunque solo sea el haber aprendido lo que no es verdadero.
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En toda la obra La idea de una universidad Newman hace la defensa del hábito filosófico como lo propio de la educación liberal que la universidad debe impartir. Vincent Ferrer Blehl habla del rasgo personalista de su manera de pensar[26]. Este estilo personalista lo expuse en un Coloquio sobre Newman en el 2015[27], al hablar sobre su concepto de la literatura.
En el I Coloquio del Círculo de Newman (2015) tuve conocimiento del estudio de Juan Carlos Mayorga Enríquez[28] donde se destaca otro rasgo personalista: la importancia que da Newman a la subjetividad humana para evitar el “objetivismo” excesivo[29].
La editorial Promesa –que dirijo en Costa Rica– ha dado especial importancia a escritores que se caracterizan por su enfoque personalista, publicando la obra colectiva La filosofía personalista y la literatura[30], obra reseñada recientemente en el primer número Quién, Revista de filosofía personalista[31]. También publicó en el 2016 la obra de Mauricio Albornoz Ciencia positiva y Fe religiosa: caminos hacia el conocimiento: un diálogo con John Henry Newman. Agradezco al Círculo de Newman en su I Congreso (celebrado en la Universidad Panamericana de Guadalajara, México de 2015) y a la Universidad Católica de Maule en su II Congreso (2017) la oportunidad que me da de retomar esta temática de Newman.
- JUAN PABLO II: FIDES ET RATIO
La hermosa comparación con que Juan Pablo II inicia su encíclica Fides et ratio[32] –la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad–, nos indica de antemano la inseparabilidad que quiere establecer entre ellas, para sobrevolar lo finito y ver las posibilidades hacia las cuales se puede elevar la razón para no reducir la verdad a la sola razón.
Empieza por una exhortación fundamental Conócete a ti mismo como inicio del camino hacia la verdad dentro del horizonte de la autoconciencia personal (1a). Luego menciona cómo en distintas culturas brotan siempre las preguntas de fondo que caracterizan el recorrido de la existencia humana: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo y a dónde voy?, ¿por qué existe el mal?, ¿qué hay después de esta vida? Estas preguntas reflejan la necesidad de sentido que tiene el corazón humano. Y de la respuesta que se dé a tales preguntas depende la orientación de cada existencia humana (1b).
Coincide con Newman en la responsabilidad que tiene el ser humano de adquirir los conocimientos universales que le permitan comprenderse mejor y progresar en la realización de sí mismo (4a). Comparte con Newman la preeminencia de la filosofía, propia de la inteligencia humana, para elaborar un pensamiento lleno de sabiduría (4b). Como Newman, señala la importancia de la teología porque el ser humano está llamado a una verdad que lo trascienda. Hace también como Newman la distinción entre el criterio pragmático que reduce la inteligencia al dato experimental, a la técnica…; y lo contrapone al saber humanístico capaz de levantar la mirada hacia lo alto para alcanzar la verdad del ser (5b). Sintoniza con Newman cuando subraya la necesidad de responder a las preguntas radicales sobre el sentido y el fundamento de la vida humana, personal y social (5c).
A Juan Pablo II le mueve el testimonio de los testigos de la verdad divina y católica que constituyen la verdadera sabiduría (6a, 6b). Newman, Ratzinger y Karol Wojtyla, entre otros, constituyen un ejemplo de esta búsqueda.
Capítulo I: La Revelación de la sabiduría de Dios
Juan Pablo II verifica que la historia es el lugar donde podemos constatar la acción de Dios a favor de la humanidad (12a). La encarnación de Hijo de Dios permite ver realizada la síntesis definitiva que la mente humana puede alcanzar, porque el Eterno ha entrado en el tiempo y asume un rostro humano. Fuera de esta perspectiva el misterio de la existencia personal resulta un enigma insoluble (12b). El conocimiento de fe no anula el misterio si no que lo hace más evidente: manifiesta plenamente el hombre al propio hombre. Newman también desarrolla estas ideas en los Discursos VIII (Knowledge Viewed in Relation to Religious Duty) y en el Discurso IX (Duties of the Church Towards Knowledge). El conocimiento de fe no anula el misterio. Lo manifiesta y hace evidente como hecho esencial para la vida del hombre (13e).
Capítulo II: Credo ut Intellegam
En este capítulo Juan Pablo II valora la razón, pero no la sobrevalora (20). La apertura al misterio, que le viene de la Revelación, se convierte en la fuente del verdadero conocimiento: da consentimiento a la razón para entrar en el ámbito de lo infinito (21a). Revela la capacidad metafísica del hombre (22a). La razón no puede vaciar este misterio de amor (23b). La relación entre fe y filosofía encuentra en Cristo el escollo que le permite desembocar en el océano sin límites de la verdad (23c). En los Discursos de Newman también encontramos la valoración de la razón pero advierte sus limitaciones, ante las cuales el hombre es libre de elegir entre la unidad que puede existir entre la fe y la razón o la negación de la fe (23c).
Capítulo III: Intellego ut credam
Juan Pablo II define al hombre como aquél que busca la verdad (28). La sed de verdad está radicada en el corazón del hombre (29b). Señala las diversas formas de verdad: las que se apoyan sobre evidencias inmediatas o confirmadas experimentalmente (verdades propias de la vida diaria y de la investigación científica); las verdades de carácter filosófico, a las que el hombre llega mediante la capacidad especulativa de su intelecto; y las verdades religiosas que hunden sus raíces en la filosofía (30a). Cada hombre al creer confía en los conocimientos adquiridos por otras personas (32a). El conocimiento por creencia se funda sobre la confianza interpersonal. Esta en relación con la verdad. El hombre creyendo confía en la verdad que el otro le manifiesta.
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Reflexiones finales
Las grandes mentes, como las de Newman y Juan Pablo II, sintonizan en su búsqueda de la verdad. Establecen los diferentes estatus por los cuales el hombre puede navegar y confiar que llegará a la verdad última. Lo hacen en el contexto de su cultura y de la riqueza de su personalidad. Los matices que establecen son como los colores que tienen las dos alas del pájaro para surcar su tiempo, siendo testigos valientes que sobrevuelan el horizonte de la filosofía y de la teología.
*Catedrática de literatura de la Universidad de Costa Rica, poeta miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua, miembro de la Asociación Española de Personalismo, miembro del círculo de John Henry Newman de la Universidad Panamericana de Guadalajara, México. Fundadora y directora de la empresa cultural Promesa: Editorial, Encuentros, Interrelación de las Artes www.promesacultural.com
[1] He consultado la edición de Yale University Press. Cfr. J. H. Newman, The Idea of a University, Yale University Press, New Haven & London, 1996. Esta obra se divide en dos partes: la primera, “La enseñanza universitaria considerada en 9 Discursos” (1852); y la segunda, “Temas universitarios discutidos en Lecciones ocasionales y en Ensayos” agrupados en cuatro secciones (1854-1855). Me referiré a ella con las siglas IU.
He adaptado y revisado la síntesis que hice sobre The Idea of a University de un trabajo anterior presentado en la X Jornada de la Asociación Española de Personalismo, Madrid, 2016.
La traducción del inglés al español es mía.
Cfr. J. H. Newman, La idea de una Universidad: Traducción editada de pasajes escogidos, P. Jullian (ed.), Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 2015.
[2] “The view taken of a University in these Discourses is the following: -That it is a place of teaching universal knowledge”, IU, 3.
[3] Our desideratum is… the force, the steadiness, the comprehensiveness and the versatility of the intellect, the command over our own powers, the instinctive just estimate of things as they pass before us, which sometimes is a natural gift, but commonly is not gained without much effort and the exercise of years… This is the real cultivation of mind…, IU, 7.
[4] In the case of most men it makes itself felt in good sense, sobriety of thought, reasonableness, candour, self-command, and steadiness of view… In all it will be a faculty of entering with comparative ease into any subject of thought, and of taking up with aptitude any science or profession, IU, 8-9.
[5] “…the philosophy of Education is founded on truths in the natural order”, IU, 16.
[6] “A University… by its very name professes to teach universal knowledge: Theology is surely a branch of knowledge”, IU, 25.
[7] “Theology and human sciences are two things, not one, and have their respective provinces, contiguous it may be and cognate to each other, but not identical”, IU, 40.
[8] “… supposing Theology be not taught, its province will not simply be neglected, but will be actually usurped by other sciences, which will teach, without warrant, conclusions of their own in a subject matter which needs its own principles for its due formation and disposition”, IU, 75.
[9] “Knowledge is capable of being its own end”, IU, 78. “…Knowledge…is its own end, liberal knowledge, or a gentleman’s knowledge, when I educate for it, and make it the scope of a University”, IU, 83.
[10] “Why this distinction? …liberal knowledge stands on its own pretensions, …expects no complement, refuses to be informed… by any end, or absorbed into any art, in order duly to present itself to our contemplation”, IU, 81.
“…what is really meant by the word [liberal]?” “…in its grammatical sense it is opposed to servile; and by ‘servile work’ is understood, …bodily labour, mechanical employment, and the like,…”. “…liberal education and liberal pursuits are exercises of mind, of reason, of reflection.” …”we cannot contrast a liberal education with a commercial education or a professional; yet no one can deny that commerce and the professions afford scope for the highest and most diversified powers of mind”, IU, 81. “Liberal Education…is simply the cultivation of the intellect… and its object is … intellectual excellence, IU, 90.
[11] “Liberal Education makes…the gentleman”. “It is well to be a gentleman, it is well to have a cultivated intellect, and a delicate taste, a candid, equitable, dispassionate mind., a noble and courteous bearing in the conduct of life; -these are the connatural qualities of a large knowledge; they are the objects of a University, IU, 89.
[12] “There is a physical beauty and a moral: there is beauty of person, there is beauty of our moral being, which is natural virtue; and in like manner there is a beauty, there is a perfection, of the intellect”. “To open the mind, to correct it, to refine it, to enable it to know, and to digest, master, rule and use its knowledge, to give it power over its own faculties, application, flexibility, method, critical exactness, sagacity, resource, address, eloquent expression, is an object as intelligible… as the cultivation of virtue”, IU, 90.
[13] “… it is the business of a University to make this intellectual culture its direct scope… to employ itself in the education of the intellect”. “…a University…has this object and this mission; … it professes to exercise the mind…; its function is intellectual culture; … It educates the Intellect to reason well in all matters, to reach out towards truth, and to grasp it”. “I have called the perfection or virtue of the intellect by the name of philosophy, philosophical knowledge, enlargement of mind…”, IU, 92.
[14] “…the cultivation of the intellect is an end distinct and sufficient in itself… it is an enlargement or illumination… I proceed to inquire what this mental breadth, or power, or light, or philosophy consists in…” “…investigate those qualities and characteristics of the intellect in which its cultivation consists, IU, 93.
[15] “It is the action of a formative power, reducing to order and meaning the matter of our acquirements; it is a making the objects of our knowledge subjectively our own…”. “…it is a digestion of what we receive, into the substance of our previous state of thought; and without this no enlargement is said to follow”, IU, 98.
[16] “…the enlargement of mind which is the power of viewing many things at once as one whole, of referring them severally to their true place in the universal system, of understanding their respective values, and determining their mutual dependence. This is… Universal Knowledge…”, IU, 99.
[17] “…the true and adequate end of intellectual training and of a University is not Learning or Acquirement, but rather, is Thought or Reason exercised upon Knowledge, or what may de called Philosophy”, IU, 101.
“Knowledge… is the indispensable condition of expansion of mind, and the instrument of attaining t. “Knowledge… thought through, and thought out”, IU, 102.
[18] “Truth… is the proper object of the intellect; its cultivation then lies in fitting it to apprehend and contemplate truth”. “Now the intellect in its present state,… does not discern truth intuitively, or as a whole. We know, not by a direct and simple vision, not at glance, but, as it were, by piecemeal and accumulation, by a mental process, by going round an object, by the comparison, the combination, the mutual correction, the continual adaptation, of many partial notions, by the employment, concentration, and joint action of many faculties and exercises of mind”. “Such a union and concert of the intellectual powers, such an enlargement and development, such a comprehensiveness, is necessarily a matter of training…”. “… sifting out the grains from the mass…”. “…building up ideas”. “Such a power is the result of scientific formation of mind; it is an acquired faculty of judgment, of clear sightedness, of sagacity, of wisdom, of philosophical reach or mind, and of intellectual and self-possession and repose, -qualities which do not come of mere acquirement”, IU, 109.
[19] “The bodily eye, the organ for apprehending material objects, is provided by nature; the eye of the mind, of which the object is truth, is the work of discipline and habit”. “This process of training, by which the intellect, instead of being formed and sacrificed to some particular or accidental purpose, some specific trade or profession, or study or science, is disciplined for its own sake, for the perception of its own proper object, and for its own highest culture, is called Liberal Education…”, “… this I conceived to be the business of a University”, IU, 109-110.
[20] “… intellectual culture is its own end; for what has its end in itself, has its use in itself also.”, 115. “Liberal Education consists in the culture of the intellect…”, IU, 115.
[21] “… I will show you how a liberal education is truly and fully a useful, though it be not a professional, education. ‘Good’ indeed mean something, and ‘useful’ means another… though the useful is not always good, the good is always useful. Good is not only good, but reproductive of good; this is one of its attributes; nothing is excellent, beautiful, perfect, desirable for its own sake, but it overflows, and spreads the likeness of itself al around it. Good is prolific; it is not only good for the eye, but to the taste; it not only attracts us, but it communicates itself; it excites first our admiration and love, then our desire and our gratitude, and that, in proportion to its intenseness and fullness in particular instances. A great good will impart great good. If then the intellect is so excellent a portion”, IU, 117.
[22] “…[the University]… it teaches all knowledge by teaching all branches of knowledge,…”. “… out of a University he is in danger of being absorbed and narrowed by his pursuit…whereas in a university he will just know where he and his science stand, he has come to it … from a height, he has taken a survey of all knowledge, he is kept from extravagance by the very rivalry of other studies, he has gained from them special illumination and largeness of mind and freedom and self-possession, and he treats his own in consequence with a philosophy and a resource, which belongs not to the study itself, but to his liberal education”, IU, 118.
[23] “…a cultivated intellect because it is good in itself brings with it a power and a grace to every work and occupation which it undertakes, to every work and occupation which it undertakes, and enables us to be more useful, and to a greater number”, IU, 119.
[24] “…we must go to the fountain of things…”. “…taking a wide and liberal compass…”, “thinking a great deal on many subjects with no better end in view than because the exercise was one which made them more rational and intelligent beings”. “…that training of the intellect which is best for the individual himself, enables him to discharge his duties to society “. Its then a practical end must be assigned to a University…, I say it is that of training good members of society. Its art is the art of social life, and its end is fitness for the world, IU, 125.
[25] “…a University training is the great ordinary means to great ordinary end; it aims at raising the intellectual tone of society, at cultivating the public mind, at purifying the national taste, at supplying true principles to popular enthusiasm and fixed aims to popular aspiration, at giving enlargement and sobriety to the ideas of the age, at facilitating the exercise of political power, and refining the intercourse of private life”, IU, 125-126. “It is the education which gives a man a clear conscious view of his own opinions and judgments, a truth in developing them, eloquence in expressing them, and a force in urging them. It teaches him to see things as they are, to go right to the point, to disentangle a sea of thought, to detect what is sophistical, and to discard what is irrelevant”, IU, 126.
[26] Cfr. V. Ferrer Blehl, The Essential Newman, Mentor Omega Books, New York 1963. “Newman’s viewpoint, then, is at once historical and personalist, and the link between the two in the quest for truth anticipates present-day philosophies of existence. Morever, Newman’s lifelong hostility to rationalism in all its forms made him conscious of the fundamental mystery of God, nature and human existence. All reality has a light and dark side. The dark side is the sphere of mystery. Truth then is not, as Descartes believed, a product of clear and distinct ideas; it is a quality of mind that is grown into. It is the outcome of person al decision and choice amid the mysteriousness of the human condition” (Preface vi).
[27] Cfr. H. Ospina, Newman y la literatura. La unidad entre pensamiento y palabra: el “two-fold logos”, Coloquio Internacional John Henry Newman y los desafíos contemporáneos, Universidad Panamericana, Campus Guadalajara. 8 al 10 octubre 2015.
[28] Cfr. J. C. Mayorga Enríquez, Creemos porque amamos: El acto de fe en la visión del beato John Henry Newman, Ediciones Paulinas, 2015.
[29] Cfr. H. Ospina, Arte y Persona. Una propuesta teórica y un método de análisis personalista para la estética y la literatura, en Revista multidisciplinaria semestral Academia. Número especial: III Congreso Internacional de la Asociación Iberoamericana de Personalismo (AIP), Loja-Ecuador (Julio-Diciembre 2015): 33-43. Web. 26 febrero 2016.http://www.saber.ula.ve/handle/123456789/41181
[30] Cfr. H. Ospina y G. Quesada Mora (eds.), Literatura y personalismo. Una mirada profunda. Promesa, San José 2014.
[31] http://www.personalismo.org/sobre-nosotros/revista-quien/
[32] Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et ratio, en Encíclicas de Juan Pablo II, Vol. I, Madrid, Edibesa, 8ª ed., 2011.