Introducción
El pasado 15 de agosto celebramos en nuestra Iglesia Universal la solemnidad de la Asunción, verdad de fe que como cristianos nos recuerda la esperanza a la cual todos estamos llamados, la resurrección. Es evidente que esta realidad no se entiende sin la acción redentora de Nuestro Señor Jesucristo, quien padeció, murió y resucitó para liberarnos del pecado y ganarnos la vida después de que la muerte entrara al mundo.
Por ello este dogma mariano expresa esta realidad en la criatura más íntimamente unida a Cristo quien, padeciendo junto con Él, así también, es resucitada y llevada al cielo. Aunque todavía en el siglo XIX no estaba reconocido por el magisterio como dogma, ya formaba parte del sensus fidei, cuya intuición provenía de la tradición patrística, y considerando que Newman tenía un conocimiento profundo sobre los Padres y su doctrina, que lo llevo a la conversión, no sería para menos que él mismo defendiera esta afirmación mariana.
En el presente artículo se tiene la finalidad de presentar la exposición newmaniana acerca del dogma de la Asunción, sin dejar de lado que la argumentación de Newman está circunscrita en el siglo XIX (antes de la proclamación del dogma mariano) Su reflexión se basa en el criterio de conveniencia que forma parte del desarrollo del dogma y que, para entenderlo mejor, se expondrá de manera breve el criterio que utilizaba Newman para justificar lo que más adelante será una verdad promulgada.
Conveniencia lógica
Sabemos que una de las características muy destacadas de Newman al exponer la doctrina cristiana es mostrando la armonía que hay entre la fe y la razón. Para él no hay contradicción lógica en ninguna verdad de fe, sino al contrario, al mismo intelecto humano no le causa violencia alguna cualquier contenido doctrinal. Pero esto no debe entenderse en un sentido racionalista, pues Newman no reduce la fe a la pura razón, sino que, reconoce que la fe supera al intelecto humano, pero sin contradecir la estructura racional. «Sabemos que en el mundo natural nada hay superfluo, incompleto o independiente, sino que unas partes responden a otras, y que todos los detalles se combinan para formar un estupendo conjunto»[1].
«La revelación no puede romper la estructura lógica de la mente humana, pues el Dios que se revela es el mismo autor de las cosas naturales, creador de la mente humana. La inteligencia del hombre fue creada para conocer la verdad, todo lo que es verdadero puede ser objeto de conocimiento de la razón.
Ocurre lo mismo en relación con el mundo sobrenatural. Las grandes verdades de la Revelación se encuentran todas conexas y forman un conjunto. Cualquiera puede verlo, en cierta medida, incluso a simple vista. Pero captar la entera trabazón y armonía de la doctrina católica exige estudio y meditación»[2].
La armonía es la estructura del criterio de conveniencia (utilizado a lo largo de la tradición de la Iglesia) en el que Newman se apoya para defender lo que posteriormente será un dogma. Debido a la integralidad y unidad de las verdades divinas, la conveniencia es la proyección de la probabilidad de una verdad hacia otra. No debemos entender que la probabilidad que desarrolla el criterio de conveniencia es igual a las probabilidades en las matemáticas.
El hombre no puede conocer toda la revelación en una sola afirmación o factum debido a su limitación intelectual. La conexión que nos muestra una verdad se nos presenta a nosotros en un primer momento a modo de posibilidad, la conexión misma no es en ese instante un hecho, pues no hemos alcanzado todavía la profundización suficiente para afirmar tal posibilidad que inferimos a partir de otro hecho. Pero la probabilidad inferida procede de una proposición totalmente verdadera, por lo que es una probabilidad iluminada por una realidad de fe. Es por ello que si observamos a lo largo de la historia de la iglesia, la mayoría de estas probabilidades (conveniencias) se reconocen más tarde como hechos. Estas conexiones son regidas por la providencia de Dios.
«If Christianity is a fact, and impresses an idea of itself on our minds and is a subject-matter of exercises of the reason, that idea will in course of time expand into a multitude of ideas, and aspects of ideas, connected and harmonious with one another, and in themselves determinate and immutable, as is the objective fact itself which is thus represented. It is a characteristic of our minds, that they cannot take an object in, which is submitted to them simply and integrally »[3].
Newman justifica de esta manera la posibilidad del desarrollo racional de las verdades cristianas. Gracias a esta armonía y conexión que hay entre ellas, el proceso racional nos ayuda a integrar en nuestro intelecto la relación que conecta estas verdades. Considerando que la razón no puede abarcar toda la verdad de una sola vez, sino solamente aspectos de ella encontrando su unidad en la Verdad absoluta, cada aspecto de ella lleva necesariamente a otro. Esto es la conveniencia, la consecuencia lógica de una verdad hacia otra.
«Since, when an idea is living, that is, influential and effective, it is sure to develop according to its own nature, and the tendencies, which are carried out on the long run, may under favourable circumstances show themselves early as well as late, and logic is the same in all ages, instances of a development which is to come, though vague and isolated, may occur from the very first, though a lapse of time be necessary to bring them to perfection. And since developments are in great measure only aspects of the idea from which they proceed, and all of them are natural consequences of it, it is often a matter of accident in what order they are carried out in individual minds;[..]»[4].
El criterio de conveniencia se fundamenta en la lógica como estructura mental y universal del hombre. La verdad revelada al no contraponerse a esta estructura se va desarrollando y ordenando en el hombre por medio de su razonamiento en proposiciones y conclusiones que exhiben su unidad interna (sentido ilativo). Una verdad cristiana nos va dando luz suficiente para descubrir la siguiente. Esta luz conectora que posee una verdad es lo que Newman expresa como una tendencia, posibilidad o conveniencia. De ahí que a partir de una proposición se puede anticipar (inferir) en el futuro ciertas otras afirmaciones.
Newman expone que la Asunción es una conveniencia relacionada con el dogma de la Inmaculada concepción, pues justamente por la conexión que hay entre ambas, la primera tiende a esta otra. En la Inmaculada Concepción se nos enseña que la Virgen al serle otorgada la gracia de concebir en su seno a nuestro Salvador debe ser inmaculada, y así fue. Esta proposición nos conecta a la segunda, que, así como se le anticipo en la gracia, se le debía anticipar en la gloria. Este «debía ser» conveniente busca manifestar la relación y eficacia que hay entre esto hechos de fe.
Para nosotros es más claro entender el fundamento de la conveniencia teológica en este dogma del cual estamos hablando. En el tiempo de Newman se veía todavía como una probabilidad, o una conveniencia, que se terminó reafirmando hasta el año de 1950. Proclamar un dogma no es inventar una verdad, sino reconocer sin miedo al error algo que de alguna manera ya se alcanzaba a inferir gracias a la luz de la fe y de la razón. Gracias a la conexión que existía con las otras verdades de fe, particularmente con lo que refiere a la dignidad de María, nos descubría una luz que nos permitía inferir (sensus fidei) la alta probabilidad de ser elevada en cuerpo y alma. Cuando es proclamado por la Iglesia debido a la providencia de Dios, se confirma dogmáticamente que aquello que entró al hombre como una inferencia, ahora es confirmación de nuestra fe.
La Asunción en Newman
Una vez considerado de una manera muy general el aspecto de la estructura que Newman utiliza para exponer sobre el desarrollo de la doctrina, podremos profundizar el sentido ilativo que mantienen los dogmas marianos entre sí, concluyendo en la conveniencia del dogma de la Asunción.
«Es una verdad que recibimos en la creencia secular de la Iglesia. Pero considerada bajo la luz de la razón, se recomienda persuasivamente a nuestro ánimo, por la conveniencia de que la Virgen María consumase de esa manera su vida terrena. Sentimos que debía ser así; que era propio de Dios -su Señor y su Hijo- actuar de ese modo con una criatura tan singular en sí misma y en su relación con Él. Es algo que esta simplemente en armonía con la esencia y las líneas fundamentales de la doctrina sobre la Encarnación, de modo que sin ella la enseñanza católica exhibe un cierto carácter de incompleta, y podría decepcionar las expectativas de nuestra devoción»[5].
Newman va desarrollando su doctrina mariológica en consonancia con todas las verdades que se predican acerca de la Virgen María, desde su dignidad por ser concebida sin pecado hasta su maternidad. La figura de Nuestra Madre como la segunda Eva es muy importante para Newman pues nos muestra como aún ella que fue creada con una gracia sobreañadida y dones preternaturales fue cómplice del pecado. En cambio, la segunda Eva quien colaboraría para el restablecimiento de la gracia dada por Dios, debería tener una dignidad aún mayor desde el primer momento de su vida.
«Newman alude, naturalmente, a ella en sus escritos mariológicos y la contempla a la luz del papel de María como la segunda Eva, señalando que es una consecuencia lógica de los privilegios de la Inmaculada Concepción la maternidad divina. Por eso, en lo que él se fija de manera especial es en la «conveniencia» de este privilegio mariano: cree que es doctrina «sumamente probable», por cuanto está íntimamente relacionada con las demás verdades reveladas de manera más explícita»[6].
El sentido ilativo en los dogmas marianos es la dignidad del Santísima Virgen María, quien, aunque ella también es hija de Adán, habiendo heredado la culpa del pecado, se les son anticipados los méritos de la redención en su concepción siendo preservada de la mancha del pecado y recibiendo la gracia por parte de Dios.
«Nosotros consideramos que María murió en Adán como los demás; que fue incluida en la sentencia de Adán junto con todo el género humano; que contrajo la deuda de Adán como nosotros, pero que por amor a Aquel que debía de redimirla junto a nosotros en la Cruz, a ella se le remitió la deuda por anticipado, en ella no se cumplió la sentencia, excepto en lo que se refiere a su muerte natural, pues murió cuando llego su hora, como los demás»[7].
La muerte natural o como lo llamaban algunos padres de la iglesia, «la dormición», es parte de la realidad mariológica de la Asunción, que, aunque ella fue redimida antes que cualquier criatura, aun recibiendo la gracia desde la concepción (a diferencia de Juan el Bautista que recibió la gracia después de ser concebido, pero antes de nacer como lo afirma Newman) murió debido a su vivencia en la tierra, pero sin la corrupción de su cuerpo.
«Murió, hermanos míos, porque también murió nuestro Salvador. Murió y sufrió porque vivía en este mundo y estaba sujeto a un estado de cosas donde el sufrimiento y la muerte son regla general. María vivió bajo el dominio externo de ambos, e igual que obedeció al Cesar cuando viajo a Belén para empadronarse, así también cedió, cuando Dios quiso, a la tiranía de la muerte»[8].
La Asunción de la Virgen María, es la consecuencia de su dignidad otorgada en la inmaculada Concepción, por lo que no se entendería la una sin la otra. Utilizando la imagen de María como segunda Eva, lo que se perdió con la primera mujer, en María se restableció desde el primer momento de su existencia. Así como Eva en un acto de desobediencia coopero intrínsecamente con el primer Adán a la corrupción, así la segunda Eva coopero íntimamente con Nuestro Señor para la redención del género humano.
«Así como la gracia fue infundida en Adán desde el primer momento de su creación, de modo que nunca experimentó su pobreza natural hasta que el pecado le redujo a ella, también María recibió desde el principio la gracia en amplia medida, y no incurrió de hecho en la privación de Adán»[9].
La anticipación es una de las características de la dinámica de la revelación, y estrechamente vinculada al criterio de conveniencia, y que muestra la trascendencia temporal de la revelación. Para nosotros en ocasiones es difícil entender como ciertos hechos tiene un efecto en otros, pero como anteriormente se ha dicho, esta conexión esta prevista por la providencia de Dios. Ningún hecho natural, y con mayor razón uno sobrenatural esta fuera del actuar de Dios. María es anticipada en la redención y también en los sus frutos esta, es decir, Dios la resucita en cuerpo y alma de manera adelantada a la escatología esperada por la humanidad.
«Convenía indudablemente que aquella que había vivido una vida de santidad como la suya, fuera al cielo en vez de yacer en el sepulcro hasta la segunda venida de Cristo. Todas las obras de Dios son hechas en admirable armonía y el final de cada una se halla como anticipación en el principio»[10].
La realidad de la Asunción de nuestra madre es posible gracias a esta dinámica de la anticipación, pues ella es la criatura que se nos ha adelantado a nosotros en la vida de gracia y santidad, por lo tanto, no sería para menos que, así como Dios siempre tuvo una predilección por nuestra madre, no lo demostrara de igual manera llevándola consigo en cuerpo y alma.
Conclusión
El dogma de la Asunción fue proclamado en la constitución apostólica Munificentíssimus Deus de su Santidad Pío XII el 1 de noviembre de 1950. Donde dicha constitución aborda la doctrina desarrollada sobre esta verdad y su conveniencia, justo lo que hemos explicado a la luz de la doctrina newmaniana.
Este misterio de fe nos ayuda a profundizar mucho en el tema de la esperanza, siendo muy providente en nuestra época debido al jubileo que transcurre en este año. La esperanza cristiana, a diferencia de la del mundo, no implica esperar en algo totalmente incierto, causándonos confusión, desconfianza y miedo, al contrario, nuestra esperanza se funda de un hecho que, aunque no está realizado en nosotros, porque todavía es futuro respecto a nosotros, sin embargo, ya está realizada en Cristo y en la Virgen María, lo que a la vez lo hace un hecho presente.
Como nos dice San Pablo: «Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14). Por ello, la tradición de la Iglesia aun cuando no era una definición de fe, lo aseguraban en la Santísima Virgen María, pues ella es nuestra modelo de fe, es el arquetipo de la criatura que vive la gracia, por lo tanto, también lo será en la consumación de ella. Por ello Newman nos ilumina mucho con su realidad, demostrándonos como era un hombre de fe, viendo lo que solamente alguien de oración, amor a la verdad, virtud podría ver.
Fernando Moreno Berra
Zapopan, Jalisco.
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Bibliografía
- Newman. J, An Essay on the Development of Christian Doctrine, Notre Dame, U.S.A, 1989.
- ________, Carta a Pusey, Encuentro, Madrid, 2022.
- ________, Discursos sobre la fe, Rialp, Madrid, 1981.
- ________, María-obras selectas, Monte Carmelo, España, 1999.
[1] J. H. Newman, Discursos sobre la fe, 331.
[2] J. H. Newman, Discursos sobre la fe, 332.
[3] J. H. Newman, An Essay on the Development of Christian Doctrine, 55.
[4] J. H. Newman, An Essay on the Development of Christian Doctrine, 195 – 196.
[5] J. H. Newman, Discursos sobre la fe, 349.
[6] J. H. Newman, María – Páginas selectas, 87
[7] J. H. Newman, Carta a Pusey, 77-78.
[8] J. H. Newman, Discursos sobre la fe, 361.
[9] Idem, 342
[10] Idem, 360.