Una lectura de los Sermones Universitarios requiere del esfuerzo por transportarse a las circunstancias en que fueron escritas, de otra manera podrían ser mal interpretados. En primer lugar, hay que tener en cuenta que Newman perseguía una finalidad eminentemente práctica y no una respuesta a un debate teológico determinado. A principios del siglo XIX en Inglaterra predominaban dos posiciones antagónicas sobre el problema de la fe y la razón. La primera era postura la sustentaba la escuela “evidencialista” (Evidential School), que seguía los principios de la Ilustración del siglo XVIII que se podía condensar en este principio: “Es cosa cierta y manifiesta que la única fe que Dios puede valorar positivamente es una convicción sincera fundamentada en un examen diligente e imparcial del conjunto de pruebas”. Con ello eliminaban el espacio para la fe del creyente humilde y sencillo, con el peligro de quedarse en las pruebas y no en la fe. La postura contraria era la tendencia “evangélica” que negaba las relaciones entre la fe y la razón, apelando a una luz interior, completamente sobrenatural, que capacita al creyente para asumir las promesas del Evangelio sin ninguna ayuda de “razonamientos carnales”. Ambas posturas se daban en el ambiente protestante donde se promueve la libre interpretación de la Sagrada Escritura.
Newman tuvo muy presente esta segunda tendencia, ya que perteneció a ella durante sus años adolescentes, y respondió a ella en los sermones parroquiales; pero en los universitarios le dedicó poco espacio. En estos últimos, sus reflexiones se dirigen principalmente a la escuela “evidencialista”, puesto que su público era universitario. Frente a ella, Newman insiste en que la fe es un instrumento de conocimiento y de acción, desconocido antes para el mundo; un principio sui generis, distinto de los que proporciona la naturaleza; un principio independiente de lo que se entiende en general por razón. “Si después de todo resultara que la fe en el Nuevo Testamento consiste meramente en un creer a base de pruebas, o en una especie de conclusión de un proceso racional, una decisión que se ha tomado calculadamente, el texto inspirado no estaría al nivel de la comprensión del lector sencillo, ni serviría para instruirle” (sermón X, 5). Newman corrige así sustancialmente la apología racionalista: la gran mayoría de los creyentes llega a la fe mediante probabilidades antecedentes o presuposiciones; éstas les permiten llegar satisfactoriamente con menos pruebas, o con indicios positivos de menos peso objetivo que para los más preparados. En este aspecto la fe sigue una ley natural de nuestra inteligencia, que la mueve a producir con más prontitud el asentimiento a lo que parece probable de antemano que a lo que no lo parece. Las probabilidades antecedentes de la fe, ya que se basan en testimonios de la conciencia, son accesibles incluso a las personas muy sencillas o carentes de estudios; las cuales, al usarlas como primeros principios, están sirviéndose de algún modo de su razón. Newman en sus reflexiones y sus sermones pesaba en los sencillos, en los intelectuales; y también en los incrédulos. En sus sermones dirigidos a la elite intelectual de Inglaterra deseaba que comprendieran el lugar que corresponde a la fe en la mente y deseaba dar una respuesta sobre el fenómeno de la fe personal a cada uno según sus circunstancias.
Por ello, vale la pena comenzar a estudiar la trayectoria intelectual de Newman a través de sus Sermones Universitarios.
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