Historia

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Paula Jullian

En febrero de 2019, el Vaticano aprobó la canonización del cardenal inglés John Henry Newman (1801-1890). Pero más allá de su santidad de vida, Newman es reconocido como uno de los intelectuales más célebres de la Inglaterra victoriana. Su figura despierta un creciente interés, como lo confirman numerosas publicaciones sobre su persona y pensamiento en los últimos años, sin embargo, permanece aún bastante desconocido en el mundo hispanohablante.  

Probablemente muchos católicos, particularmente de habla castellana, han oído de John Henry Newman por su santidad de vida y su célebre conversión, pero su nombre es quizá poco conocido como un intelectual de categoría. 

Newman es uno de los pensadores más versátiles del siglo XIX, cuyo legado trasciende el mundo católico. Es considerado como un humanista en el más pleno sentido de la palabra: teólogo, filósofo, historiador, educador, ensayista, poeta y músico. La fecundidad de su vida intelectual puede abrumar. Su vasta obra quedó plasmada en 90 gruesos volúmenes, de los cuales 32 corresponden a sus cartas. Se suman los innumerables documentos personales y de trabajo sin publicar, conservados en el Birmingham Oratory Archives (BOA) hoy en proceso de digitalización.   

Newman estudió y trabajó en la universidad de Oxford, el centro del anglicanismo y la discusión intelectual del momento, donde se desempeñó como clérigo y profesor de historia, literatura y lenguas clásicas, disciplinas pertenecientes al centro del currículo universitario, por las que tenía una especial pasión.

Para ello se remontó al estudio de las fuentes del cristianismo en los Padres de la Iglesia, lo que no hizo más que llevarlo a su conversión en Roma, a pesar de que durante años la había repudiado públicamente. 

Si bien ya en su tiempo era un destacado personaje, su nombre se difundió más aún con su bullada conversión en el entorno académico. Así, tras 27 años de residencia en Oxford, debió renunciar a una posición de prestigio, incompatible con su condición de católico. Más tarde en su vida, como sacerdote fundaría una universidad, una congregación secular y un colegio, en los cuales actuaría como rector, director y profesor. 

HOMBRE DE LETRAS

Su pasión por las humanidades brotaba de su asombro ante el misterio inefable del ser humano y su incansable búsqueda de la verdad. Platón, Aristóteles y Cicerón eran sus maestros y figuras centrales en su enseñanza, con quienes ‘dialogaba’ tanto en sus clases como en sus escritos. 

Los clásicos eran para él obras donde podía vislumbrar las profundidades de la naturaleza humana, lo más sublime y lo mas decadente dentro de uno mismo. De ahí que sostenía que “el libro del hombre es llamado literatura”[1], lo que dejó bellamente expresado en el noveno discurso de “La idea de Universidad”: “La Literatura declama e insinúa, es multiforme y versátil, persuade en vez de convencer; seduce, cautiva, apela al sentido del honor, fomenta la imaginación y estimula la curiosidad. Se abre paso por medio de la alegría, la sátira, el romance, lo bello y lo placentero”[2].  

A fin de encontrar respuestas, exploró en todas las áreas del saber de sus días. Era un ávido lector de todos los temas, desde la historia y teología hasta las ciencias y la lógica formal. Su amigo James Froude escribió de él,“Su mente era universal, se interesaba por todo lo que ocurría en las ciencias, en la política o en la literatura. Nada era demasiado grande o demasiado trivial para el, en cuanto todo daba luces a la cuestión central: que era realmente el Hombre y cual era su destino”[3]

Su genialidad se ve reflejada en su enorme producción de escritos literarios, académicos y personales, que incluyen novelas, poemas, ensayos, columnas, editoriales, y unas 20.000 cartas. La riqueza de sus publicaciones radica tanto en el contenido como en el estilo. Dada la diversidad de géneros que abarcó, se le puede encajar cómodamente en una variedad de temas y estilos.

A pesar de su amor por las letras, Newman escribió poco por placer como el hubiera querido. Su obra se compone mayormente de compilaciones de sus innumerables discursos y escritos que fueron recogidos y publicados años mas tarde. A causa de esto, sus escritos se han calificado de ‘asistemáticos’ y efectivamente lo son. Se comprende ya que sus colecciones tomaron forma a lo largo de años, a menudo con prolongadas pausas de tiempo entre una parte y otra y en circunstancias disímiles. Aun así, tomaba especial cuidado en la edición y estilo para dar cohesión a textos aislados de modo que el conjunto adquiera una mayor unidad, lo que no fue siempre igualmente logrado. 

Como en el caso de todo artista, su obra solo se comprende a la luz de su historia personal. El no se consideraba a si mismo mas que un “un escritor ocasional”, cuyo trabajo fue casi siempre motivado por una “llamada a escribir”[4], es decir por una provocación a causa de circunstancias del momento o deberes que recaían sobre el. A menudo se trató de defender cuestiones filosóficas o teológicas, ataques personales o falsas acusaciones. De ahí que llego a declarar “Envidio a quienes han podido seguir su línea de interés, como tantos escritores y poetas lo hacen hoy”[5].

El POLEMISTA 

La Europa del siglo XIX destaca por las numerosas corrientes de pensamiento racionalista y liberal que se imponían en el mundo de las ideas. En el contexto británico, esta tendencia se caracterizó por las fuertes expresiones secularistas, empiristas y utilitaristas que tuvieron un gran impacto en la esfera social. Newman reaccionó y las confrontó atendiendo a argumentos filosóficos, teológicos, educacionales e incluso políticos a fin de exponer sus errores antropológicos. 

Durante su vida, dialogó básicamente con todas las manifestaciones ideológicas dominantes, objetando sus posturas por medio de cartas y editoriales en diarios y revistas, donde abría discusiones públicas que generaban acalorados debates. Esto explica la naturaleza dialógica de su obra, que se podría resumir en una gran respuesta a cuestiones en torno a la persona y la religión. 

Dentro de la diversidad de sus escritos, se distinguen su retórica directa e incisiva -característica de la prosa británica del siglo XIX- que lo convirtió en un reconocido polemista que se involucró en abiertas disputas con personajes públicos, intercambiando correspondencia incluso con los primeros ministros William Gladstone y Robert Peel y con destacados intelectuales como Charles Kingsley y Thomas Arnold, a cuyas réplicas les debemos algunas de sus obras mas prominentes. 

Sus contiendas en los medios prácticamente estrenaron una nueva forma literaria; “la literatura de la controversia”[6]. El mismo llegó a declararse un “controversialist”, cuyos agudos comentarios -propios del humor flemático inglés- hoy en día serían tildados de políticamente incorrectos. No en vano el círculo literario lo calificó como “un genio de la sátira y uno de los grandes maestros del sarcasmo de la lengua Inglesa”[7]. Sin embargo, por su calidad moral y lucidez intelectual, era respetado incluso entre sus adversarios, quienes muchas veces optaron por no replicar. 

Pero lo que definitivamente movía a Newman no era una mera confrontación de opiniones. Todo su pensamiento está fundado en su convicción de la existencia de una verdad objetiva e inmutable y la capacidad de la mente humana de aprehenderla. Argumentaba que esta no era un mero pensamiento, sino que una realidad externa a nosotros, “que existe por si misma, no porque sea comprendida por nosotros ni por dependencia de nuestra voluntad. Se refiere a la naturaleza misma de las cosas”[8]. Este principio se encuentra en el trasfondo de toda su obra.

 CONFESION DEL CORAZÓN

La obra de Newman también revela su exquisita sensibilidad, recogida en poemas y en sus miles de cartas, en que deja ver su corazón en toda su hondura; el hombre de muchos amigos, de tierno cariño por su familia y constante preocupación por sus estudiantes y cuantos se acercaban a él.

Entre las obras que nos muestran su exquisita sensibilidad se encuentra la Apologia Pro Vita Sua, una obra maestra de la literatura espiritual que ha sido comparada con Las Confesionesde San Agustín. Durante años Newman había sido objeto de calumnias y descrédito públicos a causa de su conversión y había callado, pero ante la acusación de faltar a la verdad optó por responder en un sincero y desapasionado relato del proceso de su conversión, en el que abre su alma exponiendo los motivos que le llevaron a ella, los sufrimientos por los que pasó y la paz que descubrió en la Iglesia Católica. 

Esta humilde confesión le ganó el cariño de muchos ingleses que cambiaron radicalmente su actitud hacia él. Cientos de cartas vinieron a llenar su buzón expresándole su afecto. Entre ellas la de George Elliot, quien además de celebrarle por su obra literaria, lo elogió por su valentía. La Apologíaes una joya de la mas fina prosa inglesa. 

Aunque la vida no le permitió a Newman dedicarse a la literatura como él hubiera querido, la razón de todos sus trabajos fueron un profundo amor a Dios y su intensa vida de oración. Fue él quien penetró en la realidad de la conciencia como nadie lo había hecho hasta entonces, definiéndola como la “recámara en lo mas profundo del alma, donde se encuentran Dios y el hombre cara a cara”. No es de extrañar que su lema cardenalicio fuera “cor ad cor loquitur”. Es decir “El Corazón habla al corazón’.

FUENTE: 

Suplemento Artes y Letras (p. 6) del diario ‘El Mercurio’. Domingo 10 marzo, 2019


[1]Idea of a University, discourse 9 http://www.newmanreader.org/works/idea/discourse9.html

[2]Idea of a University, discourse 9http://www.newmanreader.org/works/idea/discourse9.html

[3]James Anthony Froude. Longmans, Green & Co., London http://www.newmanreader.org/biography/jafroude.html

[4]To the Academia of the Catholic Religion http://www.newmanreader.org/works/addresses/file3.html

[5]To the Academia of the Catholic Religion. http://www.newmanreader.org/works/addresses/file3.html

[6]Ker, Ian. The Achievement of John Henry Newman, Collins, 1990, (p. 153)

[7]Richard Holt Hutton, Letters and Diaries, xxi. 61. http://www.newmanreader.org/biography/ward/volume2/chapter20.html

[8] Idea de Universidad. Parte II. Temas Universitarios. Conferencia impartida en la facultad de Filosofía y Letras universidad de Dublín.http://www.newmanreader.org/works/idea/discourse9.html

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John Henry Newman promovió la Universidad Católica de Irlanda (1852–1858) y fue su primer Rector (1854–1858). Su interés fue responder a la pregunta ¿cómo formar la inteligencia de jóvenes laicos con el fin de fortalecer su estructura mental y proporcionarles una visión amplia de la realidad? Su respuesta fue: el saber ha de ser el fin de la universidad, con la promoción del conocimiento de las humanidades, por el gusto de aprender, además de la preparación profesional correspondiente a la disciplina a ejercer. De esta manera Newman logra aunar la educación tradicional con aquella que busca su impacto práctico.

El objeto del artículo es mostrar la trascendencia, por medio de la vida y obra de John Henry Newman, que conlleva una adecuada formación intelectual humanista y el impacto que alcanza una persona culta, en su contexto y en las siguientes generaciones.

1. Introducción

La tesis que se desea defender en el presente artículo es que la adecuada formación intelectual humanista pone en condiciones al universitario para llegar a ser una persona culta, capaz de influir positivamente en favor de sus contemporáneos y de las siguientes generaciones. Dicha tesis parece contraponerse a la tendencia actual de las autoridades que, a nivel global, proponen los lineamientos que ha de seguir la educación universitaria.

El Consejo Europeo y su Parlamento aprobó el año 2012 como fecha límite para que sus Estados miembros adoptaran el nuevo modelo de educación superior, conocido como el Plan de Bolonia. Su objetivo ha sido unificar los criterios de medición y facilitar que los títulos universitarios sean válidos en cualquiera de sus países miembros. Este sistema de créditos se ha ido adoptando paulatinamente en muchos otros países, fuera de Europa. A partir de entonces, los profesores universitarios, especialmente los que imparten asignaturas humanísticas, coinciden con las observaciones y advertencias que se exponen en el libro Adiós a la universidad: el eclipse de las humanidades (Llovet 2011Llovet, Jordi. 2011. Adiós a la universidad. El eclipse de las humanidades. BarcelonaGalaxia Gutemberg. [Google Scholar])1, quien advierte que los fines que proponen desde el Consejo Europeo, deja de lado los estudios de las materias que ayudan a comprender al ser humano y que configuran propiamente a la universidad.

Tomando en cuenta el fin de la educación superior, se distinguen dos concepciones en franca oposición. Por un lado, quienes conciben la universidad como un espacio donde se reúnen profesores y estudiantes para buscar, de manera conjunta, la sabiduría. Se busca como fin el saber universal, por lo que se reflexiona desde las distintas ciencias para luego dialogar y llegar a una mayor comprensión de la realidad. De esta manera la formación intelectual, la habilitación de la inteligencia comprende una visión de conjunto, universal y armónica, que capacita la mente para distinguir lo verdadero de lo falso, lo propio y lo ajeno, lo distinto y lo semejante. De igual manera, se le prepara para la acción prudencial y sagaz en la toma de decisiones, que comprende todas las implicaciones de sus actos. Desde esta perspectiva, las humanidades tienen un lugar, como las demás ciencias, entrando al debate con igualdad de oportunidad la visión teológica, la filosófica y la científica, con una escucha respetuosa de la jerarquía de la realidad y del saber (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]).

En contraposición, se concibe el plantel de la educación superior como un espacio de capacitación para el trabajo con un cierto nivel de estudios para la toma de decisiones reducido a un ámbito inmediato y técnico. Desde esta perspectiva, el fin es el trabajo, mientras que el aprendizaje es sólo un medio, relacionado con los centros económicos que demandarán trabajadores especializados. Los contenidos quedan reducidos a lo que se puede prever para efectos prácticos. La mente de los alumnos se capacita sólo en un ámbito específico, sin el cultivo de su amplia gama de capacidades. Este diseño considera al egresado como un ‘homo faber’, y su valor dependerá de la calidad de su producción, lo mismo aplica en caso de que su actividad sea la de un investigador o de un ingeniero. En tal caso, no le corresponde ya el título de ‘universidad’, sino el de instituto tecnológico (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]).

El debate entre estas dos perspectivas estaba ya presente en Oxford, durante la primera mitad del siglo XIX. Tradicionalmente el conjunto de College vinculados a la Universidad de Oxford se distinguía por el cultivo de las humanidades, unido al desarrollo de las ciencias y las artes. Sin embargo, ante la revolución científica e industrial, así como los cambios sociales y políticos, comenzó a influir también en la enseñanza universitaria una visión más productiva.

Unas décadas después, la postura pragmática en la educación se fue consolidando y ganando terreno. Desde los Estados Unidos, John Dewey (1859–1952)2 centra su atención en los resultados, en la resolución de problemas, en las capacidades para incorporarse a la vida social. Se podría resumir su pensamiento en la expresión: ‘aprender, haciendo’. Si es verdad que trata de evitar la decadente concepción de que aprender es memorizar, desde otra perspectiva, cabe el peligro de reducir la educación y el desarrollo personal de los educandos a la instrucción del saber hacer. A través de la globalización, no sólo se ha unificado la comunicación gracias al uso de la lengua inglesa, sino que a través de ella han llegado también sus paradigmas, incluido el pragmatismo en la academia.

John Henry Newman ofrece una solución armónica que le da a las humanidades la importancia que merecen, sin olvidar el impacto práctico que conlleva. Él se propuso ‘el gran cometido del conocimiento liberal, la razón de ser y auténtico fin de la Universidad. Tal conocimiento es un bien en sí mismo, y por sí mismo debe ser buscado. Y posee también gran utilidad profana, pues constituye la mejor y más alta capacitación del intelecto para la vida social y política’ (Morales 1996Morales, José. 1996. ‘Introducción’ a los Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria, PamplonaEUNSA. [Google Scholar], 10). A través de las siguientes líneas se mostrará la propuesta de Newman respecto a las humanidades, así como la actualidad e incluso la urgencia de dicha propuesta.

La falta de formación intelectual y el rigor mental queda patente en la incapacidad para distinguir lo verdadero de lo ficticio, lo real de la opinión o suposición. Tal situación es objeto de la crítica que ofrece Umberto Eco en su libro Número Cero. Él reúne ideas críticas, vertidas hacia la realidad de la información y de la Internet. La novela presenta a un joven talentoso al que contratan para redactar la experiencia de promover un nuevo ‘diario dispuesto a decir la verdad sobre todo’ (Eco 2015Eco, Umberto2015. Número Cero. MéxicoLumen. [Google Scholar], 27). La propuesta final de Eco está centrada en el aporte del periodismo como un medio para discernir la verdad entre el cúmulo ingente de información que aparece en la Red. La intención del Commendatore, quien promueve la redacción de una novela dentro de la novela de Eco, era ‘entrar en los altos círculos de las finanzas, de los bancos e incluso de los grandes periódicos’ (Eco 2015Eco, Umberto2015. Número Cero. MéxicoLumen. [Google Scholar], 27). El plan consistía en el diseño e impresión de 12 números cero de un periódico llamado Domani para demostrar que él podía poner en apuros a los altos círculos financieros y políticos a través de sus publicaciones; entonces le rogarían que dejara esa iniciativa y, a cambio, obtendría el pase para las altas esferas. La novela recogería, a manera de ficción, el experimento real.

A partir de la propuesta literaria de Eco y mirando el mensaje de fondo que propone el lingüista y novelista, podemos cuestionarnos —por ejemplo—, acerca de la veracidad de la información que circula hoy en la Red, y particularmente sobre el nivel de dominio sobre la propia lengua y de la capacidad lógica de las mentes a las que llega tal información. Asimismo, preguntarnos por la capacidad crítica que tiene o debiese tener un lector para interpretar, asimilar y juzgar sobre su veracidad. Eco comparte el diagnóstico educativo actual que reporta una incapacidad crítica de los lectores para navegar en una sociedad desinformada; y de la misma manera, se une a la propuesta de solución: la formación humanística.

En toda esta discusión, John Henry Newman, no sólo ha tenido el acierto de avizorar y comentar esta necesidad de formación en las humanidades, sino que en su obra The Idea of a University (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]) hace una descripción de cómo puede enfrentarse el reto de la formación intelectual de los universitarios. Su propuesta, la educación liberal, ofrece las claves concretas para la formación de las jóvenes inteligencias con el fin de que sean capaces de reconocer la verdad y contextualizarla. Estas claves las describe principalmente en los Discursosdictados en Dublín, en preparación a la apertura para la primera Universidad Católica de Irlanda. Newman inicia dichos Discursos en el año 1852 (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]), durante los preparativos de su fundación y hasta 1858 en que fungió como su primer Rector, respondiendo a la petición del episcopado local. Tomando como eje dichos escritos, se han redactado las siguientes líneas.

En este artículo, una vez que se expone la noción de Newman de la ‘educación liberal’ (n. 2) y se aborda el tema de la Universidad como lugar donde se promueve la cultura (n. 3), se centra la atención en el tema de la forja del hombre culto (n. 4), porque la asimilación de la cultura no se reduce a un asunto teórico, argumentativo y lógico, sino que la persona educada, además de ser capaz intelectualmente, ha de saber conducirse con libertad, gentileza y acierto, en un mundo complejo, y aún adverso. Por ello, la propuesta educativa de Newman resulta particularmente actual (n. 5).

2. La Educación liberal

La expresión ‘educación liberal’ se refiere en general a un curso o sistema de educación adecuado para el cultivo de un ser humano en tanto que libre. Se basa en el concepto medieval de las artes liberales. Durante la época de la ilustración dicha expresión tomó un sentido que enfatiza más la independencia que en sí la libertad. La ‘Association of American Colleges and Universities’ ha descrito la educación liberal como una filosofía educativa que capacita a las personas con amplios conocimientos y habilidades transferibles, con un mayor énfasis en los valores éticos y el compromiso cívico; se caracteriza por el método de debates sobre asuntos importantes; más que una forma de estudiar que un curso o campo de estudio específico la considera una manera de pensar. Por lo general, de alcance global y plural, puede incluir un plan de estudios de educación general que proporciona una amplia exposición a múltiples disciplinas y estrategias de aprendizaje, además de un estudio en profundidad en al menos un área académica. La educación liberal fue defendida en el siglo XIX por pensadores como John Henry Newman (1801–1890), Thomas Huxley (1825–1895) y Frederick Maurice (1805–1872). Sir Wilfred Griffin Eady definió la educación liberal como educación por sí misma y enriquecimiento personal, con la enseñanza de valores (Hughes 1885Hughes, Thomas1885‘What is a Liberal Education?’ The American Catholic Quarterly Review, Vol. X, January/October. [Google Scholar]).

El declive de la educación liberal a menudo se atribuye a la movilización durante la Segunda Guerra Mundial. La prima y el énfasis puesto en las matemáticas, la ciencia y la capacitación técnica causaron la pérdida de su destacada posición en los estudios universitarios. Sin embargo, se convirtió en el centro de una gran parte de la educación de pregrado en los Estados Unidos a mediados del siglo XX a través de la figura de los College. En los primeros años del siglo XXI, muchas universidades y facultades de humanidades revisaron sus planes de estudios para incluir una educación liberal o para promover una educación universitaria más amplia, impregnada de su espíritu.

Una vez que se han mencionado algunos antecedentes de lo que aquí se va a exponer, se enfoca ahora la atención a las aportaciones de Newman, y en particular aquellas sobre la educación superior que se pueden aplicar a la formación de los nuevos alumnos que llegan a las aulas universitarias. Hoy día sus palabras cobran una importancia central ante la tendencia pragmática de reducir la instrucción a la preparación para el trabajo, dejando en segundo plano lo referente al desarrollo de la inteligencia y del universitario en su propia persona. Tales aportaciones, no sólo se basan en su experiencia como educador, sino que se muestran en él habiendo sido educado como un humanista. Él destacó como un excelente orador y escritor, en tiempo de paz y en épocas de francos ataques a su persona y a sus reflexiones en torno a su forma de pensar y de vivir. Newman no sólo fue polemista, fue un connotado predicador, poeta, teólogo y filósofo, novelista, corresponsal de miles de cartas, lo que le ha convertido en un clásico de la lengua inglesa. Todo ello muestra su esmerada preparación intelectual y sus grandes dotes. La fuerza e impacto de sus palabras iba además avalada por su experiencia, por su convicción, por su compromiso y búsqueda incondicional de la verdad; su estilo y forma era llamativamente amable, poética, enfática, poniendo en juego su amplia y profunda cultura, recibida principalmente durante sus años en Oxford. En sus Discursos Universitarios de 1852–1858, Newman retoma y sistematiza el estilo que le imprimieron esos años como estudiante en Trinity College, y más tarde como profesor en Oriel College (Ker 2010Ker, Ian. 2010. John Henry Newman Una biografía. MadridPalabra. Trad. Rosario Athié y Josefina Santana Villegas. [Google Scholar]).

Este estilo de formación universitaria, basado en la tutoría personal estilo Oxford y enriquecida con su propia reflexión como educador, Newman lo transmite en The Idea of a University(Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]), donde describe lo que él llama ‘la educación liberal’ en la universidad, término tomado de la tradición, que considera a la Filosofía, las Letras y las humanidades en general como estudios libres, de ahí que en muchas universidades se incluya una facultad de Artes Liberales. Esta educación tiene por fin la formación humana a partir de una profunda formación intelectual, cuya consecuencia es la configuración de la persona verdaderamente culta, que Newman denomina como ‘gentleman’, ampliando el concepto de ‘caballero’, que por cierto no tiene una connotación sexista, sino que responde a la usanza de las universidades desde sus comienzos hasta mediados del siglo XX, en donde solo los varones tenían acceso a la educación superior.

Para nuestro autor las personas con una inteligencia habituada a discernir entre la realidad y la verosimilitud, entre la verdad y la falacia, podrán hacer frente a retos semejantes, superando la superficialidad y la credulidad. Alcanzar un nivel mental y moral de tal calidad, supone una larga y constante formación de la inteligencia. Sin embargo, si tal fin está claro, el problema recae en la cuestión de cómo formar a una persona verdaderamente culta.

Dar solución a tal problema es un ambicioso objetivo. No se trata sólo de conocimientos teóricos, sino también de conocimientos prácticos, de habilidades mentales y de actitudes. En su Idea (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]) compara los medios para formar inteligencias humanistas, mentes amplias y profundas. Como sucede en el adiestramiento de los músculos, que a base de ejercicios en un gimnasio y con una disciplina adecuada, el adiestramiento de la mente requiere igualmente de ejercicio y disciplina. Newman ofrece una explicación sobre el cultivo del intelecto y la aprehensión de la verdad en el Discurso 7, número 4, de la Parte I (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]). En la Lecture 4 de la Parte II de Idea (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]), se detiene a explicar cuáles son los elementos básicos de esa formación intelectual: Gramática, composición, escritura latina y conocimiento religioso en general. En otro momento se refiere también a la importancia de la literatura, la geografía, la historia… Lejos estará de esta formación humanista el pretender un aprendizaje impuesto, o atento sólo a cumplir con los contenidos de unos buenos programas. Se trata de aprehender, de hacer propio el mundo en el que nos encontramos, lo que requiere del uso de la libertad e incluso el gusto por el saber. En definitiva, para responder a las dificultades con veracidad y certitud, se requiere, hoy como entonces, de una sólida formación en humanidades. De manera que, para educar realmente, se ha de comenzar desde la cabeza.

Es necesario resolver cómo formar intelectualmente desde las humanidades, hasta lograr una formación íntegra. Importa tener en cuenta que el objetivo que se busca, no solo se alcanza transmitiendo el qué —o los contenidos a enseñar—, sino que Newman hace hincapié en el cómo se forma a los alumnos universitarios. Tal estilo de educación está centrado en el esquema del College. Éstos están diseñados de manera que todo lleva a la mejora de los alumnos en un sistema de internado, con habitaciones amplias y cómodas, con un comedor en común donde las comidas son un momento de encuentro de alumnos y profesores, con un servicio adecuado. En todo momento los alumnos se hallan en un ambiente intelectual que se presta a seguir comentando, de manera cercana y cordial, lo que se ha aprendido, descubierto e incluso ideado en las aulas. También la capilla se considera un lugar de encuentro, en este caso para rezar juntos. La biblioteca es un ámbito privilegiado y central. Los jardines, los salones comunes para tomar el té, también son espacios de diálogo intelectual y de participación de nuevos hallazgos. Pero lo más importante en el modelo educativo de Oxford-Cambridge es la labor tutorial, personal: los alumnos son cultivados uno a uno según sus capacidades. Es necesario destacar que dicho método requiere del previo compromiso, de parte de profesores y alumnos, para favorecer el diálogo abierto y el deseo de crecimiento personal; por ello, se requiere de una estricta selección y la Universidad de Oxford explica a los alumnos interesados en ingresar a sus aulas desde su primer contacto en su página Web: http://www.ox.ac.uk/admissions/undergraduate/why-oxford/studying-at-oxford/tutorials.

Al promover la educación universitaria basada en una visión humanista se pretende evidenciar las herramientas intelectuales y morales que comprometan a orientar a los demás en el hallazgo de la verdad, entre la abundancia de datos y contradicciones. Una mente amplia puede, con visión de conjunto, dar jerarquía y valor a lo que es realmente importante de lo que no lo es. En palabras de Frederick D. Aquino, en An Integrative Habit of Mind, se trata de favorecer la formación humanista cristiana en la perspectiva que John Henry Newman nos propone (Aquino 2010D. Aquino, Frederick. 2010. An Integrative Habit of Mind. IllinoisNIU Press. [Google Scholar]). Si bien este estilo de educación cuenta con una larga tradición en Inglaterra y los países de influencia anglosajona, las necesidades de desarrollo personal de los universitarios de cualquier latitud, requieren de la formación intelectual humanista y del seguimiento cercano de parte de un maestro al que se le pueda considerar como gentlperson.

3. Universidad y cultura

A través de sus nueve Discursos (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]) explica la naturaleza y objetivo de la educación superior. En esos años de mitad del siglo XIX su objetivo inmediato era captar el interés de los católicos de Dublín y fincar las bases del nuevo proyecto universitario. Para las autoridades irlandesas de la Iglesia Católica Romana y gran parte de los irlandeses, este proyecto de Universidad era la única alternativa posible para dar una respuesta educativa a los centros universitarios no-confesionales de Cork y Galway, pues eran considerados como peligrosos para la conservación de la fe de los alumnos católicos. El modelo a seguir era Lovaina, reactivada en 1830. Newman no compartía esta opinión, pues consideraba que si la universidad —la que fuera—, buscaba la verdad, no habría peligro alguno. Esta diferencia de puntos de vista entre los patrocinadores del proyecto y su primer Rector fueron una fuente de tensiones y malos entendidos. La esencia misma de la universidad requiere, insiste Newman, que se otorgue a la ciencia el lugar que le corresponde. Por tanto, la razón de ser del nuevo plantel debía centrarse en la fusión armónica del saber humano y el saber teológico. Ello constituye la matriz de los nueve Discursos (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]), aunando las exigencias del arzobispo Culllen —prelado que encabezaba a los obispos irlandeses en la promoción de la universidad—, y la filosofía educativa de Newman.

Él había de definir con claridad la finalidad de la educación superior que estaba proponiendo. En su mente queda el deber de dar una respuesta humanista a la postura pragmática, presente en el siglo XIX, que reduce los estudios superiores a la capacitación específica en un área del conocimiento, de manera inconexa con el resto de saberes. Dadas las dimensiones del centro educativo que le propusieron, deja de lado la opción de tomar el modelo alemán de universidad como centro de investigación, por lo que, de momento, se plantea sólo la transmisión de los conocimientos. Newman no considera universidad a las instituciones que sólo capacitan para el trabajo, e insiste en que sólo pueden llevar este nombre aquellas cuya existencia tenga por fin la búsqueda del saber en sí mismo y que ofrezcan un conocimiento interdisciplinario y bien articulado. Esta afirmación tiene su explicación en el quinto Discurso de The Idea of a University que se titula ‘El saber como fin en sí mismo’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 123), en el cual expone que el cultivo del intelecto es un fin preciso y suficiente: la amplitud de mente, con unidad y concierto. Con estas palabras expresa cuál ha sido, desde el principio, el fin de la universidad. Esa educación posee un objetivo tangible, real y suficiente, que no puede separase del saber mismo. El saber es capaz de ser su propio fin, porque la mente humana está hecha de tal modo que cualquier clase de saber, si es auténtico, constituye su propio premio (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 126).

Si bien se refiere a todo saber, Newman desea ser más específico al explicar que una ciencia particular y aislada no es suficiente para el cabal cultivo del intelecto. ‘Las ciencias particulares son la base respectiva de actividades concretas, que llevan a resultados tangibles’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 126). Añade que las escuelas profesionalizantes no forman científicos, sino técnicos, que aplican lo que otros han descubierto y desarrollado. He aquí el problema que nuestro autor intentaba enfrentar, dada la segmentación del conocimiento que se producía desde el siglo XIX con la exclusión de un saber más integral, como señalábamos. El saber unitario y abarcante que Newman propone como fin de la universidad, sin excluir la teología, las ciencias y las tecnologías, es lo que él llama hábito filosófico: ‘un hábito de la mente que dura toda la vida, y cuyas características son libertad, sentido de la justicia, serenidad, moderación y sabiduría’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 125).

Newman dedica tres discursos más para exponer en qué consiste esa amplitud mental que se constituye en una potencia, una luz, un amor a la sabiduría. Su Discurso cuarto lo tituló: ‘El saber considerado en relación con la cultura’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 143). La cultura mental se suele asociar a la mera adquisición de conocimientos. Desde luego que sin los conocimientos no existe verdadera cultura (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 129), pues sin ellos ‘la mente más original puede tal vez deslumbrar, divertir, refutar, confundir, pero no llega a un resultado útil o a una conclusión fehaciente’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 147). Sin embargo, es necesario interconectar el conocimiento de las diversas disciplinas. Esto es lo que otorga a la mente una visión más integral de la realidad y, en consecuencia, un conocimiento más completo que se interconecta a su vez con los nuevos descubrimientos. Así el avance del conocimiento es directamente proporcional a la integración de disciplinas.

Newman recuerda que Cicerón consideraba que el saber es el primer objeto al que somos atraídos después de solucionar las necesidades materiales (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 127). Es condición indispensable para la expansión de la mente, más allá de la mera adquisición de conocimientos, una actitud y una intervención activa en el proceso de parte de los alumnos para superar la cómoda posición de ser meros receptores de un cúmulo de ideas nuevas para ellos, de manera que se esfuercen por mantener activa su mente hacia el conocimiento de la realidad. La apropiación del saber es un continuo proceso que supone hacer subjetivamente propios los objetivos de conocimiento, asimilarlos y articularlos con otros conocimientos, pasando a ser parte de nuestra situación mental en la que nos encontramos: captamos que ‘nuestras mentes crecen y se expanden no sólo cuando aprendemos sino cuando referimos lo aprendido a lo que ya sabíamos’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 151).

El resultado es una mente que adopta una visión conexa y armónica de lo viejo y de lo nuevo, lo pasado y lo presente, lo lejano y lo próximo, y que percibe la influencia de todas estas realidades unas sobre otras, sin lo cual no habría ni un todo ni un centro. Este intelecto posee un conocimiento no sólo de las cosas, sino de las relaciones que se dan entre ellas, lo que genera a su vez un mayor conocimiento. Más aún, es la forma normal en que el conocimiento avanza y genera cultura. ‘Es un saber, no sólo considerado como una adquisición cuantitativa, sino como filosófica’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 151).

Para Newman, la Universidad no persigue primariamente la formación técnica —pues la universidad sería entonces una escuela tecnológica—, o la orientación moral, o la promoción del arte o el deber; sino que su función principal es impartir cultura intelectual. Este es el punto capital. Podemos tratar hoy con personas muy informadas, incluso, al día, que van siguiendo determinados acontecimientos, pero no se les puede llamar propiamente personas con cultura intelectual porque ‘sólo es extensión de la mente la capacidad de ver muchas cosas a la vez como una totalidad, de referirlas a su lugar apropiado en el sistema universal del saber, de entender su respectivo valor, y de determinar su dependencia recíproca’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 153).

A pesar de que sus Discursos ocasionaron cierta polémica, Newman quedó satisfecho y han sido expresión de uno de los grandes temas del pensamiento occidental por la nitidez y determinación con que su autor formula sus concepciones (Morales 1999Morales, José. 1999. Teología, experiencia, educación. PamponaEUNSA. [Google Scholar], 140). Años más tarde, en 1863, Newman deja escrito en su Diario lo importante que fue para él su dedicación a la formación intelectual: ‘desde el principio al final, la educación ha sido mi línea’ (Newman 1957Newman, John Henry. 1957. Autobiographical Writtings. New YorkTristam. [Google Scholar], 259).

Siendo la educación un término muy amplio, una manera concreta de educar se ha denominado formación, un concepto clave acuñado en el ambiente intelectual del siglo XVIII como elemento que desarrolla las ciencias del espíritu durante el siglo XIX. Aunque Newman no fue del todo consciente, su pensamiento educativo se sitúa en una tradición que se tradujo con grandes dificultades a la vida práctica, y que en el caso de Dublín sufrió grandes traspiés (Ker 2010Ker, Ian. 2010. John Henry Newman Una biografía. MadridPalabra. Trad. Rosario Athié y Josefina Santana Villegas. [Google Scholar]), no obstante, la relevancia que desde su tiempo han cobrado sus ideas y la valoración intelectual que ha desarrollado su trabajo es clave sobre todo en las últimas décadas.

Existe una correlación entre la formación recibida y el modo en que el conocimiento se alcanza. El adecuado entendimiento, la capacidad de juicio y la inferencia prudencial son elementos esenciales que en cada propuesta formativa necesitan validarse y consolidarse. Esto hace que el conocimiento genere cultura, y posibilita el desarrollo crítico sobre la formación e información recibida. La educación liberal que tiene por objetivo el llevar a los educandos a la forja de una personalidad consolidada por una cultura amplia y profunda tiene un camino que recorrer con unos modos determinados. Sobre ello se comenta a continuación.

4. Para forjar un hombre culto

El fin de la universidad, afirma Newman, es la promoción del saber, de la cultura. Por ello, él afirma que la educación es una palabra más elevada. Implica una acción que afecta a nuestra naturaleza intelectual y a la formación del carácter. Es algo individual y permanente. Esto es lo que hace que el decir de algo o de alguien se manifieste con propiedad. La formación de la mente en la universidad ha de comenzar por lo más básico: saber leer y hablar correctamente y en el contexto adecuado, lo que supone la profundización en la gramática, la literatura y el ejercicio de los debates. Es decir, para pensar con propiedad se han de tener en la mente las herramientas adecuadas: la gramática, el dominio de la lengua y la lógica (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]).

Cuando hablamos de la transmisión del saber como elemento central de la educación, estamos afirmando que el saber es un estado o condición de la mente. Y dado que el cultivo del intelecto es, sin duda, algo que merece la pena por sí mismo, llegamos de nuevo a la siguiente conclusión: las palabras liberal y filosofía, en la terminología de Newman, se utilizan con el fin de enfatizar que ‘un saber es deseable, por ser él mismo un tesoro y un premio suficiente después de años de esfuerzo, aunque nada se derive de él’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 135).

El resultado de la educación, que debe esperarse en los individuos según la medida de cada uno, ha de ser aquella perfección del intelecto, ‘visión y comprensión clara, serena y precisa de todas las cosas, en cuanto pueden ser abarcadas por una mente finita, cada una en su lugar, y con las características propias que le corresponden’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 155). La visión realista de Newman identifica que el inicio de esta formación intelectual comienza con el dominio de la propia lengua. ‘Pensamiento y palabra son inseparables uno del otro. El fondo y la forma son dos partes de lo mismo: el estilo es pensar con palabras’ (Newman 2014Newman, John Henry. 2014. La idea de la universidad. MadridEncuentro. [Google Scholar], 58). Por ello, toda la formación universitaria depende del suficiente aprendizaje previo de los estudios elementales (Newman 2014Newman, John Henry. 2014. La idea de la universidad. MadridEncuentro. [Google Scholar], 109 y ss.) que explica en la Lección 4 de la segunda parte de Idea (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]), primeramente, publicada en la Catholic University Gazette y en My Campaign in Irelandentre 1854–1856. La atención de Newman se centra en la educación del intelecto para pensar con rigor y saber interrelacionar los conocimientos que se van adquiriendo y asimilando.

El primer peldaño para andar el camino hacia el saber es la Gramática o análisis científico de la lengua. Dominar la propia lengua lleva a ser capaz de entender el significado de las frases y su fuerza comunicativa, cuando uno se enfrenta a determinados párrafos. El alumno podrá, entonces, construir una frase o analizarla.

Una vez dominada la Gramática, se puede subir al peldaño de la composición, lo que requiere previamente el haber sido constante en la lectura guiada, con un método apropiado para adquirir rigor, yendo al fundamento y al verdadero sentido de las cosas. Este ejercicio forma en la mente la capacidad de análisis. Para componer, es necesario pensar antes de escribir, y no redactar hasta que se tenga algo que decir. El tema sobre el que se escribe ha de ser concreto y la composición ha de versar sobre el tema, con un enfoque amplio y no sólo una parte del él sin su contexto. Newman enumera los cuatro requisitos para la buena composición de la siguiente manera: ‘buena dicción o corrección de vocabulario, sintaxis, idioma y elegancia. El punto que exige especial atención es la propiedad idiomática. Por idioma se entiende el uso de las palabras que es peculiar a una lengua correcta’ (Newman 2014Newman, John Henry. 2014. La idea de la universidad. MadridEncuentro. [Google Scholar], 139).

Para ello recomienda de nuevo el latín, y su correcta escritura, lo que considera el tercer peldaño para la formación intelectual elemental. Dicho adiestramiento de la mente capacita a quien ha sido universitario a enfrentar la vida social y política con un marco amplio de referencia, y a abordar el estudio de las ciencias específicas con una mente integradora de todos los conocimientos. En la educación que Newman recibió, la cultura latina y por tanto su lengua y literatura se consideraba una pieza esencial en la formación intelectual. Él mismo consideraba que su estilo de escritura en inglés la había aprendido de los textos latinos de Cicerón. El latín es una lengua muy lógica y por ello forma de manera eficaz la mente. A pesar de no ser el inglés una lengua romance, Newman anota como un resultado de buen aprendizaje de la Gramática inglesa el saber traducir una frase inglesa al latín, construyendo una nueva frase, lo que prueba que el alumno ha sabido distinguir entre una construcción latina y una inglesa. En el caso de quienes piensan y hablan en una lengua romance, se impone mucho más el estudio y dominio de la lengua latina para su adiestramiento mental (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]).

Una vez que se ha explicado los elementos básicos que Newman considera para una adecuada formación intelectual en la universidad, nos centraremos en su resultado, es decir, en el perfil del egresado de una universidad que imparte una educación liberal. Newman ofrece la descripción del hombre culto y de cómo se conduce la persona que ha cultivado su inteligencia en el saber —distinto de la erudición o del conocimiento especializado en un tema aislado—, y cuya personalidad le lleva a ser dueño de sí mismo y de cada situación en la que se encuentra. Él utiliza una expresión común en su época, para calificar a una persona cabal: el gentleman(Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 210).

Durante la época victoriana, el hecho de que las personas se supieran conducir como ‘caballeros’ era esencial. El concepto de ‘gentleman’ es una invención esencialmente inglesa. El francés Hippolyte Taine intentó describir el alcance del significado de lo que se considera un ‘gentleman’ (Taine 1872Taine, Hippolyte. 1872. Notes sur l’ Angleterre. ParisLieu d’ edition. [Google Scholar]). Se trata de un constante cultivo del principal de los ideales típicamente ingleses. La clave de la cuestión es que un hombre ha de cuidar su conducta para que siempre y en todo momento se le pueda considerar un caballero, lo que corresponde a decir de las mujeres: ‘es una Lady’. Ello significa un verdadero noble, un hombre apto para mantenerse en pleno dominio de sí, con orden y mando, imparcial, correcto, capaz de exponerse a sí mismo a todos los sacrificios, ser un hombre de conciencia, cuyo generoso instinto es confirmado por su sano juicio, por lo que se comporta siempre bien con toda naturalidad, guiado por sus principios. Con esta imagen se reconoce el modelo de líder, con el típico matiz inglés de su autocontrol, su indefectible mente fría, perseverante en la adversidad, naturalmente serio, de maneras dignas, que rehúye toda afectación o fanfarroneo, que llega al nivel más alto cuando logra reunir las aspiraciones de las personas y su obediencia. El modelo de gentleman inglés queda mejor y elocuentemente retratado en el Duque de Wellington, quien se opuso militarmente a Napoleón y murió en 1852, o en algunos protagonistas prefigurados en las novelas costumbristas de Jane Austen.

Si bien Newman asimila el término inglés y su significado, él imprime a la palabra gentleman un contenido más profundo que el que transmite la figura de Wellington. A través de ‘algunos rasgos del carácter ético formado por un intelecto cultivado’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 212), la mente de Newman podría evocar la figura de William Wilberforce (1759–1833), quien desde el Parlamento británico logró la abolición de la esclavitud, e incluso a una personalidad tan amable, íntegra y sólida, de hombre cabal, como la de Jesús de Nazareth.

Su interés es capital es señalar que el fin de la universidad que propone es el saber en sí mismo, y que su consecuencia subjetiva da como resultado al verdadero universitario, profesor y alumno, que habrá de ser un hombre culto, un gentleman. Haremos a continuación un análisis breve de la descripción de cómo se conduce la persona verdaderamente cultivada.

Newman utiliza las siguientes palabras: ‘Es casi una definición de gentleman decir que es un hombre que nunca infringe dolor. Esta descripción es cuidadosa y, dentro de lo posible, precisa. Un caballero se ocupa, en gran medida, en remover los obstáculos que impiden la actividad libre y desenvuelta de quienes le rodean, y se suma a sus movimientos más bien que tomar él mismo la iniciativa’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 210). Para graficar estas palabras consideremos, en contraste, aquellos medios impresos de información que explotan comercialmente la tragedia de otros. Si por el contrario el editor se detuviera a pensar, antes de redactar una nota, que lo que publicará va a ser leído por la familia de aquel sobre quien informa, sin lugar a dudas cambiaría el tono de la noticia. Al respecto Newman había tomado como máxima el tratar a todos con tal delicadeza que incluso respecto a sus enemigos encontraba la frase amable considerando que quizá algún día podrían llegar a ser sus amigos.

La vasta cultura permite ‘evitar todo enfrentamiento de opiniones, toda colisión de sentimientos, todo retraimiento, recelo, melancolía o resentimiento, porque su gran preocupación es que todos se hallen a su gusto y como en casa. Están pendientes de todos y de cada uno’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 211). Para ello es necesario conocer y tener un profundo respeto por los interlocutores. Ser capaz de entender la posición desde donde otros captan aquella realidad y lograr comprender su postura, para localizar los puntos en los que pueden estar de acuerdo y a partir de ahí, exponer y argumentar. Es decir, el hombre culto ‘sabe bien con quien habla, se guarda de alusiones inoportunas o temas que puedan molestar’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 211).

Newman expresa una síntesis de lo que se ha dicho cuando menciona la transformación que los nuevos alumnos experimentarán en sus aulas: de ser sólo unos muchachos, pasarán a ser verdaderos hombres. Estas fueron sus palabras durante el discurso inaugural de la Universidad Católica de Irlanda, en marzo de 1854: ‘Un gentleman, si he de mencionar la diferencia entre un niño y un verdadero hombre, debo decir que un niño vive de lo que aún no es y atento a lo que le circunda de manera inmediata, depende de otros que le instruyen y con medidas impuestas; mientras que el hombre se conduce con gran mesura y en sus decisiones depende de sí mismo’. En aquella ocasión, Newman añadió: aquí vendrás a aprender cómo pasar de ser un niño a convertirte en un verdadero hombre’ (Shrimpton 2014Paul Shrimpton2014. The ‘Making of Men’. The Idea and Reality of Newman’s University in Oxford and Dublin. EnglandGracewing. Foreword of Ian Ker [Google Scholar], 177).

5. Actualidad de su propuesta

La educación liberal que propone Newman responde a una serie de debates e inquietudes en la educación superior actual. Siguiendo su punto de vista, es pertinente comenzar por devolver a la palabra ‘universidad’ su sentido original. Es decir, denominar universidad a aquellas instituciones que buscan el saber como fin en sí mismo. Y por ello, desarrollan los distintos ámbitos del saber, no de manera aislada, sino en diálogo constante. Por el contrario, aquellas instituciones de educación superior que no cultiven los ideales y prácticas propias de una verdadera universidad, no deben denominarse como tales, sino que pueden utilizar títulos como el de instituto o tecnológico, centro de educación superior o academia, donde el fin es la profesionalización, la transmisión de conocimientos restringidos a la acción externa de un trabajo. Con ello se dejará claro que, para que se llegue a una verdadera formación intelectual, los jóvenes deberán recibir una ayuda complementaria, con el fin de aprender a reflexionar y ser personas críticas (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]).

La universidad debe enseñar a pensar, de otra manera no cumple con su función educativa. El aprender a pensar es una tarea ardua, que perfecciona a quien lo logra, al mismo tiempo tiene un impacto práctico. Así, la educación liberal, el gusto por aprender que propone Newman, es la adecuada respuesta de que los estudios universitarios sean también útiles a la sociedad.

La inclusión de las humanidades en los estudios universitarios no es una cuestión opcional e irrelevante. De ello depende, en buena parte, que la institución pueda llamarse legítimamente una universidad. Las humanidades, si bien son indispensables en la idea o diseño originario de una universidad, hoy día resultan ser una necesidad urgente para la formación de las nuevas generaciones que requieren de un pensamiento crítico para saber discernir lo verdadero de lo falso, lo que concuerda con la realidad y está expresado con suficiente rigor y lo que es verbosidad.

Cabe aclarar que no se trata simplemente de incluir unas cuantas asignaturas más al plan de estudios profesionales. La meta es lograr un conocimiento unitario. No basta abarcar toda la gama de saberes, no es una cuestión cuantitativa, sino que se requiere el diálogo positivo, la formación apropiada para que en la mente del universitario se vayan articulando las distintas facetas de la única realidad. Para ello hace falta la vinculación entre las propuestas de las diversas ciencias hasta armar una formulación verosímil y verdadera de la realidad en la que cada objeto de estudio y enfoque de las ciencias aporta sus propios elementos de ese todo armónico y jerárquico. Finalmente, el universitario reconocerá el lugar que a cada cosa le corresponde. Se requiere entonces la promoción del intercambio interdisciplinario (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]).

La formación intelectual, la capacitación de la mente, requiere de una guía personal. Porque la formación humanista que ofrecen los libros escritos que transparentan la naturaleza humana, se facilitan con la cercanía de un tutor. Newman se refiere a la acción tutorial. Cuando él comenzó a trabajar como fellow en Oriel College a los 22 años fue Richard Whately, quien le transmitió de manera personal su experiencia en el trabajo intelectual y el uso de las herramientas que desarrollan la mente, por ello dejó escrito que fue él la primera persona que abrió su mente, le enseñó a pensar, a utilizar su razón e imprimió las ideas y principios de conocimiento que le ayudaron a conformar su propia forma de pensar (Ker 2010Ker, Ian. 2010. John Henry Newman Una biografía. MadridPalabra. Trad. Rosario Athié y Josefina Santana Villegas. [Google Scholar]).

Hoy día se puede con facilidad constatar en los egresados de una institución superior si llegaron a ser verdaderos universitarios. Si realmente han logrado ser personas cultas, en quienes se puede confiar por tener criterio, carácter y rigor mental. Se trata de un efecto personal, una condición y una manera de estar en el mundo. Cuánta necesidad se tiene hoy, tanto en el ámbito social como laboral, de personas gentiles, con dominio de sí, que sepan cuál es su verdadero bien y lo que les corresponde decir y hacer en cada momento, conscientes de sus limitaciones y responsabilidades, dispuestos a aportar con generosidad lo que son capaces de hacer por el bien de la sociedad a la que pertenecen.

Así la formación humanista tendrá un rol clave en la universidad, para formar mujeres y hombres cultos, capaces de aportar al mundo postmoderno la verdadera innovación: desde una visión que respeta lo que puede ser de otra manera, sin perder lo que es ineludible.

6. Conclusión

La propuesta de Newman responde al reclamo de devolver a la universidad la orientación que le corresponde, de recordar que su fin es primordialmente el saber universal, objeto de la inteligencia. En el proceso de formación de la inteligencia se comienza por la capacitación de la mente de los estudiantes, con la disciplina que se require, gracias a la promoción de las habilidades que proporcionan las matemáticas, el dominio de la propia lengua y las leyes de la lógica, es posible pensar con rigor, corrección y verdad. Con esta preparación, la mente se abre a la búsqueda del conocimiento de la realidad, articulando las distintas áreas del saber, distinguiendo unas de otras y completando el horizonte que ofrece el mundo natural y el mundo cultural.

La educación liberal, basada en la formación a traves del conocimiento profundo de la realidad humana y de su entorno, posibilita el logro de una visión amplia de lo que es esencial, gracias al diálogo interdisciplinario con los expertos de las distintas áreas de conocimiento y la guía del tutor. De esta manera se alcanzan otros dos objetivos de la educación superior: primero la promoción de la cultura, de la verdadera cultura que proporciona las condiciones para el desarrollo de las personas como tales; y segundo, la promoción de mujeres y hombres cultos que sean dueños de sí mismos, que sepan estar en el lugar que les corresponde y aportar a su entorno lo mejor de sí.

Entonces, como universitarios comprometidos con sus contemporáneos y con las generaciones futuras, sabrán ser ciudadanos participativos, positivamente críticos, no susceptibles de corrupción, ni fáciles presa de quienes pretenden manipularlos. Sólo así se puede hablar legítimamente de democracia y de promoción de la paz, tan urgente en nuestros propios países y en las relaciones con los demás.

 

 

Artículo de Rosario Athié, publicado en la revista Church, Communication and CultureVolume 3 Issue 1, ya está disponible a través de: tandfonline.com

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I would like to talk about a topic which is closely related to the theme of this year: John Henry Newman: Teacher and Minister in a University Setting. The fundamental thesis of my presentation refers to the continuity of Newman’s thought over the years; from his time at Oriel College as a Tutor (1826) to his time at Birmingham in the 1870’s.

Even though he became a Roman Catholic in 1845, the key pieces of his teaching display a coherent development over the years.

This development can be seen in Newman’s University Sermons VII and VIII as well as in his Letter to the Duke of Norfolk. These three texts possess a magisterial value, both academic and pastoral — especially his reflections about temporal matters and matters of the faith.

 

For Newman, temporal matters include education, political organization, civil law and civil authorities. On the other hand, matters of the faith include dogmas, the correct interpretation of Holy Scripture, moral matters, and the legitimate authority of the Church in religious matters.

 

These two spheres are present together in the human beings, specifically in our personal conscience. The harmony between temporal matters and faith-matters ought to be independent in its authority and organization. However, in the life of citizens, and believers, these two spheres ought to be perfectly harmonized. We are responsible for the use of our freedom in both spheres as well as in the cases in which our decisions affect both spheres.

Antecedents

Before discussing the content of the three writings that I have selected, I will briefly

Summarize the context in which Newman wrote these three works.

 

  1. Context of University Sermons VII and VIII

 

Even as a young Anglican clergyman, Newman knew how to combine his roles as pastor and educator — roles which he exercised at Oriel College as well as at St. Mary’s.  Newman had the opportunity to give these University Sermons between 1826 and 1832, when he was named Select Preacher for Oxford University.

 

During this time, University sermons were surrounded by formalities and delivered by preachers designated ad hoc by academic authorities.  Whether such designation was based on a recognition of Newman’s abilities or obtained by the influence of his friends has been variously interpreted.

 

In any case, Newman’s life can be summarized as that of a great pastor and a great academic. This dual effort is perhaps best seen in his role as preacher, where he combined spiritual theology and pastoral concern.  So highly regarded was his pulpit eloquence that  important people attended often attended his sermons.

 

His sermons had a recurrent theme: the relationship between reason and faith. The sermons effectively functioned as a platform for presenting his theological-philosophical reflections. Sermons VII and VIII focused on the abuses of worldliness and irresponsibility. These Sermons seem to respond to Newman’s discovery or a special insight into the mystery of human iniquity.

 

The social-political context of Newman’s sermons is an added factor. In 1828, Irish Catholics requested to be admitted to Parliament. Parliament approved The Emancipation Act because of Daniel O’Connell, a very charismatic lawyer and expert in English law;  O’Connell sought civil freedom for the Irish so that they could also have religious freedom.

 

The presence of Roman Catholics in Parliament was an apparent contradiction.  While Newman felt that every citizen should be represented in Parliament, he did not deem it appropriate that Catholics be members of Parliament because it was also responsible for certain decisions affecting the Church of England.

 

Furthermore, Newman felt that Catholics were not obliged by conscience to support the decisions made by Parliament that favored the interests of the Anglican Church.

 

This contradiction between the right of parliamentary representation and the anomaly of members of one church making decisions affecting another church led Newman to his conviction that Church-State  separation was essential;  in other words, the Church had to be independent from the Government.

 

 

  1. Context of the writing of the Letter to the Duke of Norfolk — 43 Years Later

 

The Letter to the Duke of Norfolk was written in 1875 in light of a concrete problem: relations between civil authority and religious authority.  In 1869, the First Vatican Council was convened by Pope Pius IX.

 

One of the issues discussed at the Council was the definition of the «infallible magisterium of the Roman Pontiff.»  The eventual definition stipulated  the conditions under which the Pope could define a doctrine concerning «faith and morals» ex cathedra.

 

After reading the definition, which was promulgated on 18 July 1870, Newman personally did not consider this definition to be problematic for the Catholics;  he felt that the new definition re-stated what the Church had basically taught for centuries.

 

However, the definition radically affected relations with other churches. Newman soon realized that the definition was being misinterpreted  both by Catholics and non-Catholics. For example, some people interpreted the definition to mean that the Pope could never sin.  However, infallibility is not the same as impeccability.  The declaration on infallibility did not refer to the personal life — and sinlessness — of the  Pope but to papal teaching about the interpretation of revelation in view of his responsibility to safeguard the doctrine given by God to the Church.

 

Even though many Catholic citizens of the United Kingdom felt that a definition might jeopardize their position within the country, a  group known as the Ultramontane, which

Included the Archbishop of Westminster, strenuously supported the definition of the dogma.  Subsequently, however, Newman’s foresight about the potential ill effects of the dogma was confirmed.

 

One of the most serious reactions against infallibility came from William Ewart Gladstone, who in 1874 published an article in the Contemporary Review which stated: “No one can be her (Rome’s) convert without renouncing his moral and mental freedom and placing his civil loyalty and duty at the mercy of another”. In effect, Gladstone’s statement charged that the doctrines of the Roman Church prevented Catholics from thinking and deciding freely in temporal matters. This was a direct attack on the civil loyalty of Catholics.

 

In replying to the former Prime minister, Newman not only had to defend himself but also had to defend the freedom of conscience of the Catholics of his country as well as their freedom to exercise their civic  responsibilities. In January 1875, Newman published A Letter Addressed to His Grace the Duke of Norfolk on Occasion of Mr. Gladstone’s Recent Expostulation. The Duke of Norfolk, a well-known Catholic layman, was the ranking peer of the realm outside the royal family. Newman’s response, intended to refute Gladstone’s accusations, presented a treatment of the nature of conscience.

 

Newman’s Letter emphasized that the Catholic interpretation of church authority in general and infallibility in particular was not identical with that of the small group of Ultramontanes. In particular, Newman insisted that each person is responsible for his/her own words because everyone isl free and so responsible.

 

Gladstone gratefully replied: “Thank you for the genial and gentle manner in which you have treated me” and commented, “Your spirit has been able to invest even these painful subjects with something of a golden glow”.  Newman’s discussion of conscience is still valid today, even though the original context of 1875 is long past.

 

 

Newman’s Doctrine about the Relation between Temporal Matters and Matters of Faith

 

After mentioning the circumstances under which Newman wrote Sermons VII and VIII in 1832 and his Letter to Duke of Norfolk in 1875, it seems helpful to indicate their central theme:

 

   Sermon VII presents the characteristics of a worldly mentality; Sermon VIII describes the operation of conscience; The Letter to the Duke of Norfolk explains the compatibility of acting according to conscience both as a member of civil society and as a member of a religious society.

 

These three aspects can be connected in a philosophy that had been developed through the years under Newman’s influence. In general, from 1832, when he wrote his University Sermons. Newman considered it necessary for the church and the state to be independent from each another.

 

At that time, he referred to the Anglican Church as having its own authority, just as the British crown and Parliament had their supreme authority. Although Newman as an Anglican, opposed the participation of Irish Catholics in Parliament, he recognized the difficulties that derived from the interference of the Crown in religious matters. The arguments he presented in his Letter are basically the same ones that he utilized during the Oxford Movement.

 

The two fundamental assertions of Newman’s thoughts are:

First, in regard to church and state, they must be regarded as two independent institutions with their own objectives and means; each has a right to freedom so that it can fulfill its mission with the means it deems necessary.

 

Second, in the internal conscience of a person loyal both to God and to his/her country, a divided allegiance should not exist;  rather there should be complete harmony. One cannot be a believer of the church and forget about patriotism nor can one be a good citizen and leave religious convictions aside.

 

Thus the principal topics in these texts are freedom and responsibility.

 

 

  1. Independence of Both Church and State in External Matters

 

The issue that Newman discussed as an Anglican preacher at St. Mary’s was treated again 43 years later when he defended the Roman Catholic position in civil matters. Some of the principal points of his exposition clarify what the independence of the church and the state is all about. This independence in external matters allows the freedom of church members in civil matters. Newman’s Letter explains the issues that are important to understand the situation of Catholics in a civil society.

 

 

Newman presumably remembered the events of 1829 and similar events in 1873 when the Irish bishops took steps to oust some Ministers of Parliament. Newman wanted to explain that the bishops had a right to intervene in civil matters insofar as they were exercising their rights as citizens[1]. The bishops did not act in their role as religious authorities; rather they legitimately participated as citizens in the affairs of their country.

 

In regard to the external and real authority of the Pope, Newman explained that his mandate refers to the definitions of  supernatural truth, which ought to be believed. The pope also legitimately interprets natural moral law because the author of this law is God and if the pope is understood as being enlightened by God in interpreting the Holy Scriptures, this teaching becomes easier to understand.

 

One interesting clarification is that the decisions of the Pope in matters of  faith are only about essential doctrinal issues on a theoretical level, not judgments about specific concrete cases. Similarly, in moral matters, the legitimate interpretation of the Church referring to natural law is only theoretical. Newman[2] emphasized that the definition of «the infallible magisterium» of the Pope extends solely to the doctrinal area and not to concrete solutions to problems. This is the reason why it has been said that “the infallibility may affect a theologian, a philosopher or a man of science, but a politician has a distant relation with it’[3]. In practical matters, ecclesial authority and its guidelines do not decrease the freedom of people. On the contrary, people have the liberty to choose responsibly the way they will apply general norms to their concrete circumstances.

 

 

  1. Responsibility as the Harmonizing Element between Temporal Matters and Matters of Faith

 

Newman’s primary interest was to demonstrate that there is no reason for a citizen to have divided loyalties: civic and religious. The nucleus of this issue is found in responsibility. This is the point that harmonizes the diverse spheres of a person as citizen and believer.

 

   Sermon VIII, preached on Sunday December 4, 1832, was entitled “Human responsibility, as independent of circumstances”.

 

Newman takes from Aristotle the notion of actions: all actions are voluntary if we are their ultimate end or their active beginning in one way or another. Consequently, we will receive blame or praise for the results of our actions because of our behavior and not for the circumstances in which these actions occurred[4].

 

In Sermon VIII, Newman pointed out the relation between the responsibility acquired from an act and the circumstances, which are not an excuse to exempt a person from responsibility. In some cases, circumstances can increase or decrease guilt or increase or decrease the motives for praise Each person is the cause of his own improvement or misfortune and not external assistance or obstacles. Newman pointed out that not even divine grace can annul freedom. Each person should carry his/her own load… «Don’t deceive yourself: what you sow is what you reap»[5].

 

The responsibility that Newman referred to in this Sermon is concretized by two factors: first, our freedom does not exclude the dependence on our divine origin since we exist because of God, who is the one who keeps us in existence. Second, the influence of the circumstances on our acts has a secondary importance.

 

Excuses are ways of deceiving our conscience with sophistic reasoning in different situations in life.  Excuses originate when we consider freedom as a synonym for independence and the lack of independence is viewed as slavery.

 

Newman mentioned some of the most common excuses. One excuse is when we imagine that the concrete situation is especially difficult and in order for one to be better and happier, the situation must change. A second excuse is based on the sophism of apologizing on a specific occasion because we felt that we were victims of a particular coincidence of circumstances. Yet another excuse refers to the lack of education to justify a disorderly way of life. The list of excuses and sophisms goes on and on but they all distort reality to one’s own self-satisfaction and to justify the lack of responsibility.

 

To Newman, our imagination can easily assume duties abstractly. The difficult part is understanding and committing oneself to the real and concrete duty. When responsibility is acquired in a precise and effective way, when it comes to us surrounded by problems that must be solved, then this responsibility becomes arduous and distressing.

 

If we apply the doctrine discussed in Sermon VIII to a concrete situation, the issue is very delicate. It is even more delicate when the rights of minority citizens are at stake, especially when society wants to take away their human rights such as freedom of religion and of speech and the right to be represented in civil proceedings.

 

If their freedom is limited in external affairs, it is also possible to attack them with the sophism that their obedience to the Pope is loss of their freedom. However, it is not the obedience but the manipulation and deceit, which unconsciously influence their conduct and limit their freedom. Obedience is identifying one’s will with the will of those who govern. In this case, obedience presupposes liberty and people do not lose their responsibility.

 

When the accusation spread in England that Roman Catholics could not be good citizens because they were “constrained” by the decisions of the Pope, the rumor became stronger when the Catholic Church dogmatically defined the infallible magisterium» of the Pope. However, this definition did not give the Pope more authority, nor did it suffocate the freedom of thought of Catholics[6]. Roman Catholic citizens were still personally responsible for their behavior before civil authority.

 

In his Letter to the Duke of Norfolk, Newman emphasized that good citizens are necessary for society; these citizens should be loyal and committed to their faith. Consequently, Newman pointed out the areas of conscience that are governed by the authority of the church and the areas where Catholics are free to decide on their own. The basic principle of his explanation is that authority informs the conscience and makes it whole without replacing it or ignoring it. When a legitimate authority governs, obedience to its suggestions contributes to the freedom of those who obey that authority.

 

The objective separation of the two authorities — civil and religious — allows sufficient space for those who participate in both;  in a civil society as in a religious society, persons may exercise their freedom completely. Internal harmony is the result of assuming that one’s self is the beginning and cause of his/her own acts, and so responsible for their effects.

 

 

  1. Four Deviations in the Relation between Temporal and External Matters

 

One can consider four vices in regard to temporal and eternal matters.

 

The first two transgress the principle of independence of the authorities who represent each of these areas.

 

The other two transgress the principle of interior harmony in the conscience of a person who is simultaneously a member of civil society and a religious believer.

In regard to the present study, these last two vices are of interest insofar as they were treated directly by Newman in his University Sermons and in his Letter to the Duke of Norfolk.

 

Before treating these tendencies, it may be helpful to recall some historical events that exemplify the collision of the two powers.

In England, some monarchs tried to impose their will over conscience, over the Church, and even over the natural law.  This collision of power resulted in the deaths of Thomas à Becket and Sir Thomas More.  Likewise there have been occasions when church officials have tried to meddle  indiscriminately in matters that come under the competency of the state.

 

Such was the case of the liberators of Mexico, Miguel Hidalgo and José María Morelos, both of whom were parish priests yet rose up in arms to start a war, which was strictly political.

 

The next section will explain the two vices that separate loyalty to the faith and to the Church from patriotism — loyalty to one’s country.

 

Newman spoke extensively of these last two vices that internally separate the temporal and the eternal;  these will be mentioned in the final two points of this presentation.

 

 

  • The Worldly

 

For Newman, «a worldly mentality» is one which is more interested in things of this world than those that are eternal.

 

When worldly interests prevail, our conscience loses its focus.

 

A person who pays more attention to the exterior than the interior gradually becomes restless and disoriented.

 

Newman thoroughly explained «worldliness»: its causes, its different nuances, the sophisms that justify it and the procedures  that help the conscience to overcome the reduction of one’s life to merely temporal goods. This is the central issue of his University Sermon VII, which was preached on Easter Sunday May 27, 1832, with the  title: Contest between Faith and Sight”.

 

The three causes[7] of «worldliness» according to Newman are:

  • The loss or deterioration of the conscience regarding religious and ethical principles which give us the capacity to use our freedom responsibly
  • The obscuring of reality in relation to the effort and resignation that the virtuous way demands
  • The contradiction between life and faith, thereby subverting the interests of society and people toward material goods. In their profession, they act as if they were atheists, but in their families they act as believers.

 

In the end, a «worldly outlook» is privileged because the idea that a revealed religion is a serious handicap to their aspirations becomes fixed in their mind. Since they do not want to abandon their plans, nor do they want to offend other people, they just let life go by[8] When a problem arises, they are doubtful and easily choose immediate gratification in preference to more substantial goods.

 

«Worldliness» has several degrees:

  • First, those who relegate religion to a private sphere of their lives.
  • Second, those who acquire the habit of distinguishing and separating their public and private obligations and passing judgments about them without harmonizing the two obligations.
  • Third, those who theoretically accept a series of affirmations as doctrinal truths but in reality are not convinced enough to be firm and conscientious about the religion they profess.

 

  • Fourth, those who maintain the fundamentals of the faith but lose its importance. They trim dogma in order to seek unity of feelings with others, not in order to achie doctrinal unity.

 

The most frequent sophisms used by worldliness to justify itself are:

  • Evil should be accepted because it exists
  • To consider an elevated morality is extravagant
  • Not to believe that society can be improved and so to live for oneself
  • Religion is an obstacle to free decisions
  • Not to identify any restriction to one’s own plans
  • Each person has the right to create new ideas that will satisfy himself/herself
  • Something cannot be false if it is said all the time and everywhere
  • The number of people who perform an act indicates the dignity of that act until it demands the acceptance of it as a law.

 

This last sophism seems like a prophecy. During the last couple of years, there have been a great number of cases in which if an evil act were committed by an isolated person, it would clearly be robbery or assassination. However, it is considered “good if this same act is supported by  coalitions of different authorities or of the majority”. In other words, worldliness is the result of  darkening reality.

 

As to solutions, Newman returned to a recurrent theme. The influence of imagination in regard to worldliness is an important element to consider because if we focus our imagination on higher goods, we have a concrete and efficient method at hand to overcome worldliness. We have won the battle when we learn to keep our own convictions even if we have to go against the stream. Accordingly, we will not blindly follow the majority. There is one more very efficient solution that is not always considered: do not trust yourself too much.

 

By knowing the causes of the inclination to the worldliness and having the firm determination to overcome them, it is possible to avoid the clouding the vision of reality, to understand the value of what is worthwhile goods and to use other goods only as a means.

 

 

3.2. Ultramontanism

 

The “ultramontane mentality” is the tendency to neglect temporal duties because they are considered to be irrelevant when compared to religious duties. This is another vice. In this case, the word “ultramontane” is being used generically because the “Ultramontanes” that Newman originally knew were a group of English Catholics (usually converts) who unnecessarily exaggerated the conciliar teaching on Infallibility and caused severe social problems in regard to the civil and religious relations of Catholics with people of other religions.

 

However, this term «ultramontane» is more appropriate for those who unnecessarily persist in a matter of faith in detriment to the temporal order. In an excessive form, it can become an injustice and imprudence. It is not the lack of good will but a matter of rigidity.

 

Ultramontanism is the vicious extreme totally opposed to worldliness. It is the situation when the conscience considers temporal matters to be of no importance thus focusing on the interests of ecclesiastical authority. Ultramontanism is an abuse committed by some people, not by the church as a whole. In reality, it cannot be completely achieved because no one can deny that there is a temporal condition to human life.

 

Ultramontanism is more common in people who serve as religious authorities. When they have some authority in religious matters, which may also include some consequences in temporal matters, confusion is caused among their followers because the limits between their civil  obligations and religious responsibilities cannot be defined.

 

Perhaps this extreme position has its origins in the lack of understanding of what the Sovereignty of the Church and the Pope really means. Ecclesiastical sovereignty extends geographically around the world and faith has no frontiers nor is it affected by cultural differences. Accordingly, it can be falsely concluded that this sovereignty has no limits either in the external aspect nor in regard to internal human actions.

 

If Newman vigorously rejected worldliness  from the time he was young, even to the extent of isolating himself from many customs of his colleagues, when he was older he challenged the narrow minds of those who intended to benefit the Church in detriment of its relations with other religions.

 

 

Conclusions

 

First:

The continuity of Newman’s thought in constant development is shown in his comments on the separation of civil and religious authorities.

 

Second:

From an historical perspective, the Irish situation made Newman reflect about these issues. In his youth, he understood the right of all citizens to participate in Parliament, no matter what religion they professed. Later, when he became a Catholic, he understood that the freedom of every citizen should be respected, whether this person was a soldier or an ecclesiastical authority.

 

Third:

Dogmatic and general moral teachings serve as a guide for everyone. In everyday life, each person must make his/her own decisions guided by theoretical norms in relation to a concrete problem.

 

Fourth:

When a person, besides being an authority, acts as a citizen, he/she should respect the rights and obligations of all citizens. He/she may express his/her opinions about civil or religious matters, but not as an authority. Every citizen must take responsibility for his/her own acts without involving third parties. If a bishop of a diocese votes for a certain political party, no one else has to know or even more, imitate him.

 

Fifth:

According to these principles, Newman rejected the confessional state for a country. In a confessional state, there would be discrimination against those who do not share the same faith as the government. Furthermore, aggression against the right to freedom of religion could be fostered.

 

Sixth:

Newman’s concern about moral issues led him to write about abuses of true freedom. A free person knows how to relate to reality. A worldly person attempts to reconstruct reality for personal advantage. An ultramontane tries to universalize her/his vision of reality.

 

Seventh:

Worldliness is associated with a lax conscience just as ultramontanism is associated with a scrupulous one. In the former case, religious goods are considered subordinate to temporal goods by the conscience while in the latter, the conscience is willing to sacrifice important temporal goods for the sake of a religious ideal that may not be all that relevant.

 

Eighth:

Worldliness seeks efficiency, immediate results and gratifications in accordance with pragmatism, superficiality and comfort. Ultramontanism forgets the importance of historical realities.

 

Ninth:

Both these deformations of the soul are overcome by a right conscience, which is personally responsible for the use of  freedom in making decisions, both common and spiritual ones.

 

Tenth:

Truly free decisions conscientiously search for and achieve harmony between the temporal and the eternal. This is the teaching that Newman offered to his contemporaries in Oxford and in Birmingham. He fulfilled his ministry of preaching and teaching in a way that is still applicable.

 

[1] Cf. NEWMAN, J. H., Carta al Duque de Norfolk, Rialp, Madrid 1996, pp. 33-35.

[2] Cf. NEWMAN, J. H., Carta al Duque de Norfolk, Rialp, Madrid 1996, p. 108

[3] NEWMAN, J. H., Carta al Duque de Norfolk, Rialp, Madrid 1996, p. 111.

[4] Cf. ARISTÓTLE, Éth. Nic.

[5] Cf. NEWMAN, University Sermon VIII, n. 6 & ss.

[6] Cf. NEWMAN, J. H., Carta al Duque de Norfolk, Rialp, Madrid 1996, pp. 110-111.

[7] NEWMAN, J. H., University Sermon VII, n. 8.

[8] NEWMAN, J. H., University Sermon VII, n. 9.

 

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Rosario Athié [1]

John Henry Newman nació en la ciudad de Londres, Reino Unido, el 21 de febrero de 1801. Es el mayor de seis hermanos, hijos del banquero John Newman y de Jemima Fourdrinier, quienes los bautizaron en la Iglesia Anglicana.

El primero de mayo de 1808, ingresa en la Escuela de Ealing, donde el Director del plantel lo consideró el mejor alumno que hubiera pasado por sus aulas.

El 8 de marzo de 1816, su padre sufre una crisis financiera que le obligó a vender sus posesiones y reducir considerablemente el gasto familiar.

Durante el curso escolar de 1816, Newman recibió la influencia evangelista del Rev. Mayers y experimenta una profunda conversión espiritual en la que decide tomarse en serio su relación con Dios, definiendo que lo único importante para él a partir de ese momento serí­a Dios y su alma.

El 14 de diciembre de ese mismo año, se matricula en Trinity College, Oxford, con gran esfuerzo por parte de su familia. Su padre tení­a la ilusión de que su hijo mayor fuera abogado. Cursó bien sus estudios, pero decide hacerse clérigo anglicano y dejar la abogací­a. Continuó sus estudios en el mismo College.

El 12 de febrero de 1822, es elegido Fellow de Oriel College tomando en consideración su gran talento. Este cargo académico le facilitó los recursos económicos que necesitaba, le acercó a un grupo de intelectuales destacados en el ámbito filosófico y teológico de Oxford y le ofreció el medio para influir positivamente en sus alumnos.

El 16 de mayo de 1824, trabajó temporalmente en la parroquia de San Clemente, con el fin de darse cuenta en qué consistí­a el trabajo propio de un clérigo.

El 13 de junio de 1824, recibe la ordenación diaconal en la Iglesia Anglicana. En septiembre de ese mismo año, muere su padre a consecuencia de las preocupaciones económicas. Newman se hace cargo de sacar adelante los estudios de sus hermanos y el sustento de su madre y sus hermanas.

En 1825, colaboró con artí­culos sobre Cicerón, los milagros y Apolonio de Tyana, para la Enciclopedia Metropolitana, en medio de su trabajo pastoral y docente. El 29 de mayo de ese mismo año, es ordenado sacerdote anglicano. A pesar de la costumbre de la clerecí­a anglicana de tomar esposa, y particularmente en esos momentos, él decide dedicar su tiempo y su corazón por completo al ministerio, viviendo el celibato por el Reino de los Cielos.

El 21 de marzo de 1826, fue nombrado Tutor de Oriel College, con un mejor sueldo y una mayor influencia académica entre sus colegas y alumnos.

Entre los meses de octubre y noviembre de 1827, le aqueja una grave enfermedad que le hace temer por su vida. Al año siguiente, el 5 de enero de 1828, muere repentinamente su hermana menor, Mary, de un apendicitis. John Henry tení­a gran afinidad con ella por lo que sufrió aún más que con la muerte de su padre.

El 8 de diciembre de 1832 se embarca hacia Italia con los Froude, padre e hijo. De esta manera conoce Roma y otros lugares de interés, impresionándole grandemente la solidez que manifestaba la Iglesia Católica Romana aun en sus edificios. Permanece en Italia varios meses donde enfermó de nuevo. Volvió a Inglaterra decidido a dar solidez doctrinal a la Iglesia Anglicana. Su amigo Hurrell Froude pertenecí­a a la High Church[2], y tenía la costumbre de rezar el breviario de los sacerdotes católicos, siendo sacerdote anglicano, pues ambos amigos tení­an un gran deseo de promover una liturgia más piadosa. Hurrell murió al poco tiempo y le heredó a Newman su breviario.

El 14 de julio de 1833, fundaron el Movimiento de Oxford, Newman, John Keble y Edward B. Pusey. El modo como dieron difusión a sus propuestas fue publicando unos pequeños folletos llamados Tract of the Times. Con estas publicaciones, los miembros del Movimiento daban a conocer de manera sencilla las conclusiones de sus investigaciones teológicas; continuaron hasta 1841.

El 8 de julio de 1833, Newman publicó su primera obra: Los arrianos del siglo IV, lo que muestra sus investigaciones sobre los debates sobre temas cristológicos y las respuestas a las herejí­as basado en el estudio de los Primeros Padres de la Iglesia.

Entre los años 1834 y 1834, trabajó en una explicación sobre la verdadera Iglesia de Cristo. La solución dada en La ví­a media de la Iglesia Anglicana era que la Iglesia original tení­a tres ramas: la Anglicana, la Ortodoxa y la Católica Romana.

Los sermones compendiados bajo el tí­tulo Parroquial and Plain Sermons los escribió entre los años 1834 y 1842, en los que se recoge su predicación como párroco de la Iglesia de St. Mary’s en Oxford, cargo que ocupó desde 1828. Este nombramiento era un reconocimiento, no sólo a su ministerio, sino a su capacidad intelectual pues sus sermones debí­an tener una alta calidad académica. La parroquia atendí­a tanto a los miembros del claustro de la Universidad de Oxford, como a los habitantes de las poblaciones de Oxford y Littlemore, de humilde condición.

En 1838, publicó dos obras que también eran compendio de su trabajo académico: Lectures on Prophetical Office of the Church y Lectures on Justification.

Con la guí­a del estudio y profundización de los escritos de los Primeros Padres de la Iglesia, Newman fue dándose cuenta que la Iglesia Anglicana no habí­a conservado í­ntegro del depósito de la fe que habí­a recibido la Iglesia primitiva, por lo que pasó por una crisis respecto a sus convicciones religiosas entre los años de 1839 y 1841, lo cual comenzó a vislumbrarse en sus escritos, particularmente en los Tract. Hasta que al escribir el Tract 90 recibió una amonestación de parte de su obispo.

En abril de 1842 le pidió permiso a su obispo de pasar una temporada de oración y estudio para retirarse a Littlemore, a nueve kilómetros de Oxford. Con un grupo de amigos que pasaban por una situación similar, conforma una especie de comunidad. Mientras tanto, muchos de sus alumnos que habí­an seguido el proceso intelectual de su profesor, avalado por la profundizar en la doctrina de los Padres de la Iglesia, habí­an decidido incorporarse a la Iglesia Católica Romana.

En Littlemore pasó Newman más de tres años. Ahí­ revisó los Sermones universitarios y Ensayo sobre los milagros. El 18 de septiembre él es removido de su cargo como párroco de St. Mary’s.

El año de 1844, fue un año muy atormentado, pues teniendo claro desde el punto de vista teológico que la única Iglesia que habí­a conservado í­ntegra la doctrina de Cristo era la Iglesia Católica Romana, mantení­a una serie de objeciones sobre las prácticas piadosas y el papado. Ese mismo año escribió y publicó La vida de los santos ingleses.

Un trabajo de investigación notable durante sus años en Littlemore fue El desarrollo del dogma, en el que fue mostrando la unidad entre el depósito de la fe y la necesidad de definir dogmas por motivos pastorales concretos, de manera que se fueran aclarando con precisión lo que la Iglesia ha creí­do desde el principio. Este trabajo resultó ser también una aportación para la Iglesia Católica Romana en el ámbito de la Teologí­a y concretamente sobre la Eclesiologí­a y la Dogmática. Terminó el libro en 1845.

El 8 de octubre de 1845, recibió en Littlemore la visita de Domenico Barberi, sacerdote Pasionista italiano. Newman habí­a despejado ya toda duda y le pidió que escuchara su confesión general y en los albores del dí­a 9 de octubre hizo la profesión de fe en la Iglesia Católica Romana. El 22 de febrero se trasladó a Oscott, Maryvale, donde se encontraba el obispo Wiseman para ponerse a sus órdenes y entregarle su escrito sobre el desarrollo del dogma con la disposición de que le objetaran; sin embargo, su investigación no tení­a ningún inconveniente respecto a la fe católica. El obispo lo envió a estudiar a Roma, al Colegio de Propaganda Fidei junto con Ambrose Saint John, un discípulo suyo, converso, que habí­a compartido sus dí­as de estudio en Littlemore. La estancia en Roma fue de unos meses entre 1846 y 1847 con el fin de que completaran los estudios necesarios para recibir el orden sagrado. Newman se encontró con que sus estudios teológicos no eran superados por sus profesores y sólo con un jesuita halló con quien debatir.

El 30 de mayo de 1847, recibió la ordenación sacerdotal y celebró su primera Misa. El Papa Pio IX le sugierió que fundara en Inglaterra el primer Oratorio de San Felipe Neri, por lo que también pasó una temporada como novicio. Se trata de sacerdotes seculares, sin votos, que viven en comunidad para rezar y trabajar pastoralmente juntos. Este estilo de vida era similar a lo que Newman habí­a vivido en los college de Oxford y en Littlemore. Una vez que estudió los estatutos del Oratorio, se trasladó a su paí­s.

El dí­a 1º de febrero de 1848, fue la fecha de fundación del Oratorio de San Felipe Neri en Maryvale. Al año siguiente se trasladó con otros sacerdotes a Birmingham. Poco después publicó la novela Perder y ganar en la que, con notas autobiográficas, narra la conversión de un estudiante de Oxford.

Su obra Discourses Addressed to Mixed Congregations la publicó en 1849. Ese mismo año inicia otro Oratorio en Londres. En 1850 recibe una llamada de atención de parte de la jerarquí­a católica por un mal entendido que le hizo sufrir mucho. A pesar de todo, publicó también Lectures on Difficulties Felt by Anglicans y Lectures on Present Position of Catholics in England.Y recibe del Papa el título de Doctor en Sagrada Teología.

Al año siguiente, los obispos irlandeses solicitaron a Newman que promoviera la primera universidad católica en esa Isla. A manera de preparación, dictó nueve conferencias sobre su propuesta educativa: la naturaleza y fin de la universidad. Dichas conferencias las pronunció sucesivamente entre el 2 de noviembre de 1851 y el 12 de noviembre de 1958. El tí­tulo que los compendia es Discourses on Scope and Nature of University Education, que constituyen la primera parte de lo que más tarde tituló Idea of a University. Los Office and Works of University Newman los escribió entre 1854 y 1858, mismo años en que fue el Rector de la Universidad Católica de Irlanda. En 1856, publicó su segunda novela, Callista: A Sketch of the Third Century en la que expone la vida y las dificultades por las que pasaron los primeros cristianos.

En 1857, publica Sermons Preached on Various Occasions. En los dos años siguientes, 1858 y 1859, sufrió una serie de problemas por artí­culos publicados en la revista Rambler, de la que fue su editor ese último año. Entonces publicó también lo que serí­a la segunda parte de Idea of a University: Lectures and Essays on Uniersity Subjects, así­ como otro compendio de estudios teológicos: On Consulting the Faithful in Matters of Doctrine.

A partir de las dificultades en la revista, tomó la decisión de pasar oculto. Así­ se conocen sus años de silencio entre 1859 y 1864 hasta que las acusaciones públicas a su persona y sus correligionarios de parte de Charles Kingsley le obligaron a hacer también una pública defensa. Escribió por este motivo una serie de folletos en los que narraba la historia de sus convicciones religiosas y, en consecuencia, su personal proceso de conversión en el que hací­a ver su rectitud de intención en la búsqueda de la verdad. El resultado de este trabajo agotador, porque en ocasiones escribí­a hasta 18 horas seguidas, fue su Apologia pro vita sua, que le ganó la simpatí­a de muchos anglicanos de buena voluntad. Pero también dio pié a la serie de controversias que tuvo que mantener con miembros de la Universidad de Oxford.

En 1866, publica El sueño de Gerontio en el que habla de la muerte y la vida eterna. Entre los años 1868 y 1870, reflexiona sobre la certeza de la fe hasta la publicación de su Gramática del asentimiento, en el que explica el proceso gnoseológico por el cual se llega hasta el acto de fe.

En 1872, publica Historical Sketches y al año siguiente le publican la versión definitiva de The Idea od a University, Defined and Illustrated.

El año de 1874, lo dedica a hacer una detallada revisión de todas sus obras y escritos. En 1875 debe enfrentar a una nueva controversia con Gladstone. El fruto de tal polémica fue su obra sobre la conciencia: Letter to the Duke of Norfolk, donde se refiere también a la infalibilidad del Papa y los ámbitos a los que este principio se refiere.

Después de una vida en la que tuvo que enfrentar tantas controversias y dificultades, recibió el reconocimiento que mayor alegrí­a habrí­a de concederle, siendo nombrado Fellow Honorario de Trinity College, donde habí­a sido estudiante cincuenta años atrás, lo que le dio la oportunidad de volver a su amado Oxford con el reconocimiento de sus antiguos amigos y colegas.

Otro merecido reconocimiento le otorgó la Iglesia a la que habí­a servido la segunda mitad de su vida y el 12 de mayo de 1879 el Papa León XIII entrega su primer palio cardenalicio en la persona de Newman, nombrándolo cardenal diácono, tí­tulo honorí­fico por sus méritos. Dad su avanzada edad, no ejerció como tal ni se quedó a vivir en Roma. Su lema fue «Cor ad cor loquitur».

En 1884, publicó Obligations of Catholics Concerning the Inspiration of Scripture.

Pasó sus últimos años en el Oratorio que él fundó en Birmingham y murió, siendo ya muy anciano, el 11 de agosto de 1890. Se le enterró en Rednal, a las afueras de aquella ciudad donde había servido tantos años a los intelectuales y a los más pobres. En su epitafio dejó escrito: «Ex umbris et imagí­nibus in veritatem» (Pasó de las sombras y las imágenes, a la Verdad).

En 1991, fue declarado Venerable por Juan Pablo II, una vez que se comprobó que John Henry Newman habí­a vivido heroicamente todas las virtudes en grado heróico. En el año 2005, se le atribuyó y confirmó el milagro de una curación en la ciudad americana de Boston. El 19 de septiembre de 2010, fue beatificado por el Papa Benedicto XVI en Inglaterra, en medio de gran expectación dado que supone un acontecimiento histórico para la Iglesia Católica en Gran Bretaña. El día de su celebración en la Iglesia Católica se fijó el día 9 de octubre, fecha de su conversión. El segundo milagro reconocido se realizó en la ciudad de Chicago, lo que hizo posible que la canonización se llevara a cabo en Roma el domingo 13 de octubre de 2019.

[1] Profesora de Filosofí­a Social en la Universidad Panamericana (Guadalajara, México) durante 40 años. Presidenta y fundadora del Círculo Newman.

[2] Dentro de la Iglesia Anglicana existen tres tendencias: la High Church, que son los anglicanos cercanos a la doctrina católica; la Low Church, con una clara tendencia protestante; y aquellos anglicanos que viven una religiosidad oficial.

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Por José Morales

Oxford, vinculado durante siglos a la historia de Inglaterra, originó en el medievo la contribución intelectual de teólogos como Duns Escoto y la subversión eclesiástica de predicadores como Juan de Wiclef. Lugar de la ciencia, ha sido por largo tiempo ámbito de la fe y de batallas por la fe. Oxford representa la ciudad santa del Anglicanismo, y recuerda también el movimiento de renovación religiosa de 1833 que lleva su nombre. De allí salió el converso John Newman para iniciar su vida en la Iglesia. Este ensayo evoca los inicios de Newman en el Catolicismo, dentro aún de un marco oxoniense que sus ojos ven alejarse con dolor.

CON CUANTA VIVEZA viene a la memoria el doloroso vacío, la pausa sobrecogedora que descendieron sobre Oxford cuando dejó de resonar aquella voz y nos dimos cuenta de que nunca volveríamos a escucharla.

«Desde entonces pueden haberse oído las voces de maestros poderosos pero de ninguno que penetrara el alma como él»(1).

Retirado a Littlemore desde comienzos de 1843 con un pequeño grupo de seguidores, Newman se había entregado con ímpetu a una vida de oración, penitencia y estudio. Había compuesto el «Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina cristiana», que contenía la justificación intelectual de un cambio de-Credo que juzgaba próximo, y en el otoño de 1845 se disponía finalmente a dar los pasos definitivos de su conversión a la Iglesia Católica Romana.

No eran muchos los anglicanos que, como Shairp, contemplaban con nostalgia y emoción la marcha de Newman. La mayoría conformista del mundo universitario de Oxford saludó con un suspiro de alivio la desaparición de una causa de turbación y posible conflicto. El mundo anglicano al que Newman había pertenecido no podía ni deseaba percibir en aquel momento que pocos hombres en la historia de la Iglesia habían seguido los caminos de la gracia con tanta lealtad, coherencia y olvido de sí mismos.

Los dos años y medio en Littlemore habían sido para Newman y sus compañeros —el grupo más estable estaba formado, además de Newman, por John Dalgairns, Ambrose St. John, Richard Stanton y Albany J. Christie— un tiempo mucho más romano que anglicano. Los hombres de Littlemore habitaban un suelo extraño y vivían en un marco confesional que ya no era el suyo. Habían tenido que procurarse su propio espacio espiritual. La suerte estaba echada y las conversiones eran sólo cuestión de tiempo.

Con tono muy característico, Newman había escrito a Pusey el día 3 de octubre: «cualquier cosa puede ocurrirme en cualquier momento» (Cfr. LD XI,) y lo mismo comunica al fiel Henry Wilberforce: «you may expect anything now any day».

La entrada del diario correspondiente al día 5 dice «estuve todo el día dentro de casa, preparándome para una confesión general» (Cfr. LD XI). El día 7 Newman comienza a redactar y enviar cartas —alrededor de treinta— en las que anuncia definitivamente su conversión a sus familiares y a los amigos más íntimos…

 

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Tomás Baviera
Universidad Internacional de Valencia
[email protected]

John Henry Newman (1801-1890), hacia los años 30’ del siglo XIX, siendo profesor en la Universidad de Oxford y Rector de la iglesia anglicana de St. Mary´s, en esta misma institución, destacó como promotor del Movimiento de Oxford, cuyo objetivo fue la revitalización de la Iglesia Anglicana, a la luz del estudio del pensamiento de la Padres de la Iglesia de los primeros siglos de cristianismo. Este camilo le llevó a su posterior conversión al catolicismo, lo que le señaló en Inglaterra y desde Inglaterra. Más tarde, destacó también por sus propuestas en la educación universitaria, por sus aportaciones a la reflexión sobre el acto de fe, y particularmente por su nombramiento como cardenal de la Iglesia Católica al final de su vida. A pesar de que se ha escrito mucho sobre él, especialmente a raíz de su beatificación en el año 2010, no es frecuente que se mencione un aspecto que se desea destacar en este pequeño artículo: su amor a las almas y su dedicado trabajo pastoral. Pero se trata de un pastor vivo que transmite sus propios descubrimientos, sus propias luchas, su diálogo personal con Dios ante las circunstancias en que vive, y que enfrenta a la luz del Evangelio.

Durante aquellos años como clérigo anglicano, Newman predicó en distintos lugares. Un amigo suyo quiso publicar buena parte de su predicación siendo Newman Vicario de la Iglesia de St. Mary, la capellanía de la Universidad de Oxford (1828-1842). Esta colección salió a la luz bajo el título de Parrochial and Plain Sermons. Estos sermones son un buen testimonio de su sensible corazón de pastor. Sus biógrafos destacan la atracción que estos sermones ejercieron sobre los profesores y los jóvenes estudiantes. Si tenemos en cuenta que muchos de los asistentes llegaron a ser con el tiempo pastores anglicanos y miembros reconocidos de la aristocracia inglesa, podemos hacernos una idea del impacto de su predicación en aquella primera mitad del siglo XIX. Gracias a los trabajos de traducción al español , a pesar de los años que han pasado, la lectura de estos sermones constituye un tesoro que sigue enriqueciendo a quien se aproxima a ellos.

¿Qué ha hecho que estos sermones mantengan su fuerza y atracción? Un elemento estaba marcado por la basta preparación teológica y filosófica del joven expositor; un segundo es que las predicaciones anglicanas en aquel tiempo tenían un tono diferente, más cercano a lo que podría esperarse de una lección magistral. En tercer lugar, Newman era un maestro de retórica, pero sobre todo, su manera de dirigirse a su auditorio estaba colmado de convicción, que interpelaba a cada uno de los asistentes de manera arrolladora. Lamentablemente, la distancia en el tiempo y en el espacio no nos permite gozar hoy de tal espectáculo, pero el carácter y profundidad de los textos de Newman mantienen la fuerza de su profundo intelecto y gran corazón.

A grandes rasgos alcanzo a distinguir tres elementos en el planteamiento de estos sermones. En primer lugar, Newman suele delimitar al inicio un reto o problema concreto que todos debemos afrontar en nuestra vida cristiana. Puede tratarse del comportamiento propio de alguna virtud o de algún aspecto relevante relacionado con el misterio divino. A veces toma la forma de pregunta, otras veces simplemente se resalta cierta perplejidad inherente al problema. En todo caso, Newman apela a la inteligencia de sus oyentes y les invita a una indagación. El segundo elemento es, sin duda, el más rico: Newman presenta relatos bíblicos en los que aparece de alguna manera el problema o reto planteado. Las escenas del Antiguo y Nuevo Testamento son descritas con viveza y finura psicológica y logra acercar a los oyentes a esas realidades. El interior de los protagonistas se desvela progresivamente con el fin de mostrar la acción de Dios en sus vidas. Newman es muy consciente de que solo a la luz divina puede el ser humano reconocerse en toda su profundidad. Así pues, mediante estas imágenes el predicador contribuye a que sus oyentes se conozcan mejor y, sobre todo, conozcan mejor a Dios. Newman crea las condiciones adecuadas para que el corazón sea movido por la fidelidad amorosa de Dios. El tercer elemento consiste en sugerir una respuesta práctica a la pregunta inicial. La cabeza y el corazón de sus oyentes habían sido interpelados con el fin de transformar desde dentro su comportamiento personal. Esta conversión no puede apoyarse ni en una decisión autónoma ni tampoco en un sentimiento inflamado. Tanto la voluntad como la afectividad debían ser movidas por algo real y verdadero, de tal forma que toda la persona sea íntegramente atraída por el amor de Dios. El punto de apoyo auténticamente efectivo para este movimiento es la confianza en Dios. De igual modo que Dios había actuado en las historias bíblicas descritas anteriormente, también los oyentes podían confiar en que Dios les acompañaría y les confortaría en su vida cotidiana.

Tres décadas después, Newman resumiría muy bien el planteamiento de sus predicaciones en su lema cardenalicio: cor ad cor loquitur, el corazón habla al corazón. Ya desde muy joven, el Vicario de St. Mary hablaba al corazón de sus feligreses para transmitirles la grandeza de la vida de la gracia. Y no solo a esos oyentes, sino también a todos los que más tarde leerían sus sermones publicados. En esta capacidad de hablar al corazón radica en última instancia el tesoro de su predicación.

Más allá de los Plain and Parochial Sermons, entre los tesoros de su predicación cabría señalar una joya que brilla con luz propia, se trata del último sermón que Newman predicó como pastor anglicano el 25 de septiembre de 1843, en el suburbio de Littlemore, Oxford, durante una ceremonia en la pequeña iglesia que él mismo mandó construir para la feligresía anglicana del lugar. Con este sermón se despidió de sus amigos y se retiró a rezar y estudiar, con el fin de decidir su propio camino. Estaba cargado de la fuerza de su búsqueda de la verdad y la emoción sin medida del momento crucial, de encrucijada. Este sermón lo tituló “”The Parting of Frinds”. Aunque no forma parte de los Sermones Parroquiales, en la edición en español de la Editorial Encuentro fue incluido en el volumen 7º. Newman traza el marco de este sermón en el contexto de la despedida de Jesús en la Última Cena. El cumplimiento de la voluntad del Padre ha sido su alimento constante, y ahora se encuentra justo a las puertas de llevar a cabo la obra para la que ha sido enviado. En este momento más que nunca necesita del calor de sus amigos. Newman apunta que “se refugia en su amor”, en la amistad de los apóstoles. Por eso, no está rabioso ni violento ni tampoco se muestra temeroso, sino más bien se le ve “tierno, cariñoso, sociable”. A continuación, Newman enhebra una serie de pasajes de la Sagrada Escritura con el hilo del corazón roto: la vacilante aceptación de los males por parte de Job, el reconocimiento de la vanidad de este mundo en boca del Qohelet, la triste salida de Jacob de la casa de su padre hacia un destino lóbrego e incierto, la marcha de Ismael en el desierto con su madre, la triste despedida entre Noemí y su nuera Orpá, la afligida separación entre David y Jonatán debido al odio de Saúl, la inolvidable partida de San Pablo hacia Jerusalén desde la playa de Éfeso y su emocionante carta de despedida a Timoteo.

Estos pasajes conmovedores alcanzan su clímax cuando Newman nos hace ver que también el corazón de Jesús ha pasado por estos sentimientos dolorosos:

Y ¿qué son todos estos ejemplos sino memoriales y prendas del Hijo del Hombre cuando su obra y sus trabajos se acercaban al final? Como Jacob, como Ismael, (…) Él se sentó a la mesa antes de partir, y como David, fue perseguido por los jefes de Israel, y como Noemí, fue abandonado por sus amigos, y como Ismael, clamó “tengo sed” en medio de una tierra estéril y seca, y al final, como Jacob, fue a dormir con una piedra como almohada, en la noche. Y, como San Pablo, ha “terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera” (Jn 17,4) y ha dado el “solemne testimonio” (1 Tm 6,13) (John Henry Newman, Sermones parroquiales /7, Encuentro, Madrid 2014, p. 229).

Newman elige un pasaje del Evangelio, quizá en el que mejor se aprecia el corazón de pastor de Jesús, cuando llora al ver Jerusalén y advertir su dureza interior. En este punto se vislumbra, entre líneas, el corazón del propio predicador. Las preguntas que Newman plantea tras recordar las lágrimas de Jesús se dirigen hacia la “madre de santos”, hacia la “virgen de Israel”, en definitiva, hacia su amada Iglesia de Inglaterra. A ella le plantea lo que más amarga su corazón en esos momentos de soledad: “Oh, madre mía, ¿por qué derraman sobre ti cosas buenas y no puedes guardarlas; tienes hijos, pero no puedes retenerlos? ¿Por qué no eres capaz de aprovecharlos, por qué no tienes corazón para regocijarte en su amor?”

Las polémicas de los meses anteriores en torno a la publicación del Tracto 90 habían terminado de convencer a Newman del giro irreversible de la Iglesia de Inglaterra hacia las tesis protestantes. Su empeño por renovar la espiritualidad de sus compatriotas le había hecho acudir a las fuentes de la Iglesia Antigua. Había sido al beber de esta agua limpia cuando cayó en la cuenta de que probablemente la Iglesia de Inglaterra careciera de la auténtica gracia.

Con un grandísimo dolor de corazón, Newman era consciente que debía abandonar su parroquia para no hacer daño a las almas. Humillado por el anglicanismo oficial, pero sobre todo cuestionado por su propia conciencia, no estaba en condiciones de continuar su labor pastoral. Al igual que Jesús ante la oscuridad de la Cruz la noche de la Última Cena, Newman se despedía de sus amigos poniendo toda su confianza en Dios, con el sincero y único deseo de cumplir la voluntad del Padre. Así lo reflejó, aunque fuera veladamente, en el emotivo final de aquel sermón memorable:

Oh hermanos míos, oh corazones afectuosos y generosos, oh amigos queridos, si sabéis de alguien cuya suerte ha sido, por escrito o de palabra, ayudaros a obrar así en alguna medida; si alguna vez os dijo lo que sabíais sobre vosotros mismos, o lo que no sabíais; si ha sido capaz de discernir vuestras necesidades, o vuestros sentimientos, y os ha consolado con ese discernimiento; si os ha hecho sentir que había una vida más alta que esta vida de todos los días, y un mundo más brillante que este que veis; si os ha animado, si os ha tranquilizado, si ha abierto una vía al que buscaba, o aliviado al que estaba confuso; si lo que ha dicho o hecho os llevó a interesaros por él, y sentiros bien inclinados hacia él; a ese, recordadle en los tiempos que han de venir, aunque ya no le oigáis más, y rezad por él para que sepa reconocer en todo la voluntad de Dios y para que en todo momento esté dispuesto a cumplirla (Ibídem, p. 232).

Estas palabras cargadas de la emoción del momento y ante el panorama aun obscuro para él, mantienen un precioso elenco de las diversas maneras como Newman se acercó hasta entonces a las almas como pastor, para ayudar, aconsejar, guiar, consolar, animar, tranquilizar, y abrir horizontes de fe y de amor a Jesucristo y a su Iglesia.

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John Henry Newman, Sermones Parroquiales, volúmenes 1 al 8, Editorial Encuentro, Madrid 2015, traducción de Víctor García Ruiz.

Littlemore es conocido principalmente por Newman, cuya conexión con esa pequeña población comenzó en 1828 cuando fue asignado a la vicaría de St Mary the Virgin. Ahí comenzó a impartir clases para los residentes de esa zona. Newman fue el que hizo la petición de edificar una nueva iglesia.  De 1842 a 1846, Newman vivió en Littlemore, en una casa del College Lane, bajo la regla de una estricta disciplina monástica. Fue ahí donde se unió a la Iglesia Católica.

Para una descripción detallada de lo que fue Littlemore para Newman, puede leerse: http://www.newmanreader.org/biography/meynell/chapter3.html

 

Video tomado de http://www.newmanfriendsinternational.org

 

Siendo Newman consciente de la intensidad de su vida guardaba con cuidado sus apuntes y cartas personales, sin embargo, no se había planteado la redacción sobre su autobiografía de manera directa, a pesar de que Bremond le llama «el más autobiográfico de los hombres». En su novela Loss and Gane: The Story of a Convert (1847), Newman había relatado la historia de un estudiante de Oxford, Charles Reding. A poco que se conozca la vida de Newman se comprende que detrás del proceso de conversión de aquel personaje se esconde su propia lucha. Pero ha cambiado los nombres y las circunstancias, dando origen a una narración paralela, pero no igual a su vida. Lo que motivó a Newman a escribir sobre su experiencia vital fue el ataque público que hizo el doctor Charles Kingsley (1819-1875) a los católicos en general y directamente a su persona. Kingsley siendo ya un conocido escritor anglicano, escribió en 1864 en una revista que «la religión católica hace peores a los hombres» y que «la verdad no ha sido nunca una virtud del clero católico». Para confirmar sus palabras incluyó en el texto que el «Padre Newman  nos dice que no hace falta eso (virtud), y en general no debe ser así». Ello movió a Newman a hacer una defensa igualmente pública. Para este fin utilizó material que apoyara los hechos por él descritos en cartas y otros documentos que había recogido con antelación.

Como antecedente, Newman se había convertido del anglicanismo al catolicismo en 1845. Antes de tal decisión había padecido grandes dudas, retracciones, calumnias e insultos; en consecuencia, sufría el recelo de muchos católicos y el odio de los anglicanos. Hacia 1864, Newman vivía en el Oratorio de San Felipe Neri en Edgbaston, Birmingham, y quiso aprovechar la oportunidad para devolver la honra a aquellos con quienes compartía su fe. Teniendo él presentes los grandes sacrificios que había pasado, la constante fidelidad a los llamados de su conciencia y las largas temporadas de obscuridad, atestiguados por escritos de conocimiento público, contaba con suficientes pruebas como para demostrar la sinceridad de sus decisiones.

Nuestro autor salió del silencio y comenzó la redacción de siete folletos semanales que fueron publicados sucesivamente entre el jueves 21 de abril y el 2 de junio de 1864 en la revista Macmillan´s Magazine. Los dos primeros los dedicó a examinar las acusaciones. Posteriormente Newman inició el relato y defensa de su vida con aquellos datos que fueron significativos en su proceso de conversión y que le llevaron hasta un acto de asentimiento imprevisto de su parte. Narra desde sus primeros años de juventud hasta 1845; lo restante lo omite porque le parece que el asunto queda resuelto con mostrar el camino de su conversión. Los folletos despertaron el interés en todos los ambientes dentro y fuera de las Islas Británicas. Del lado de Kingsley estaban la Iglesia Nacional, el Parlamento, la Universidad de Oxford (cabeza de la intelectualidad anglicana) y el vulgo, cultos y menos cultos. Desde América, Asia y, sobre todo, de Roma llegaban cartas a Newman. Se enfrentaban en un debate abierto dos grandes concepciones del pensamiento, de la vida intelectual y espiritual de mediados del siglo XIX. Posteriormente fueron publicados como libro bajo el título de Apologia pro vita sua.

Es necesario mencionar algunas circunstancias de su contexto para ayudar a comprender el ambiente que le rodeaba. La vida de Newman abarcó casi por completo el siglo XIX. Éste fue para Inglaterra un siglo de profundas transformaciones, especialmente durante sus primeras décadas. En el ámbito científico y técnico aparecieron brillantes investigadores cuyos descubrimientos estuvieron cuajados de cambios vitales en los campos de la biología, la geología, la química y las ciencias médicas. Aparecen la locomotora y la electricidad. Todo ello trae como consecuencia un progreso industrial nunca antes sospechado. En estrecha relación con estos avances, la sociedad sufrió una serie de profundas transformaciones. Nace el sistema económico capitalista práctico, avalada por unas teorías que se difundieron con facilidad. Se crearon las primeras fábricas y se inició la explotación industrial moderna. Apareció la masa obrera de las ciudades para abastecer las fábricas; al tiempo que se consolidó la burguesía.

En esa misma época, la política inglesa incorporó el derecho al voto y tomó fuerza el poder de las clases medias suplantando el poder de la aristocracia. El mismo Parlamento comenzó a representar las personas en particular, a cualquier ciudadano, en vez de las propiedades de los nobles. La cultura está invadida por el Romanticismo en las artes y en las letras. Se rompe la tradición y la ruptura con el racionalismo es una reacción casi violenta. Como resultado se advierte un resurgimiento comparable a la época de Shakespeare. Los representantes ingleses del romanticismo se manifiestan en tan diversos estilos desde el pesimismo de Lord Byron (1788-1824) hasta la lozanía popular y castiza de Walter Scott (1771-1832). Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) y William Wordsworth (1770-1850) son también interesantes artistas de la época. La cercanía de la Revolución francesa y la influencia de los jacobinos trajeron consigo otros cambios ideológicos. En filosofía se desarrolló el  positivismo; y en detrimento de la religión se popularizaron las tendencias agnósticas. Triunfó el materialismo, la revolución y la  incredulidad.

En cuanto a Newman, fue ministro de la Iglesia Anglicana, comunidad dominada ya en el siglo pasado por una religiosidad formal y casi vacía. La ley tenía el monopolio de las conciencias, mientras que el clero estaba frecuentemente ausente de su trabajo pastoral. Por otro lado, dicha Iglesia sufre la ofensiva de quienes pretendían despojarla de sus privilegios en la vida pública del país y su influencia sobre los fieles. Aparecen, dentro del anglicanismo,  grupos de tendencia protestante por influencia alemana. Eran sectas distintas entre los que destacan los grupos de metodistas, cuáqueros, unitarios y bautistas. Igualmente se introdujeron ideologías secularistas y laicistas dando como consecuencia un paulatino proceso de incredulidad. Y para contrarrestar la fuerza cultural del anglicanismo, se creó la London University en 1828, que pretendía ser la réplica laica de la enseñanza confesional de Oxford y Cambridge. La filosofía utilitarista de Jeremy Bentham (1748-1832) y James Mill (1773-1836) representa el pragmatismo individualista y secularizador en Inglaterra. Desde esta teoría pretenden reducir la religión a una función moralista de la sociedad. El marco histórico en que se desarrolló la vida de Newman tuvo importantes repercusiones hasta nuestros días.

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John Henry Newman es un filósofo y teólogo, precursor del personalismo.

JOHN HENRY NEWMAN

Cronologí­a de su vida y obras

Rosario Athié[1]

John Henry Newman nació en la ciudad de Londres, Reino Unido, el 21 de febrero de 1801. Es el mayor de seis hermanos, hijos del banquero John Newman y de Jemima Fourdrinier, quienes los bautizaron en la Iglesia Anglicana.

El primero de mayo de 1808 ingresa en la Escuela de Ealing, donde el director del plantel lo consideró el mejor alumno que hubiera pasado por sus aulas.

El 8 de marzo de 1816 su padre sufre una crisis financiera que le obligó a vender sus posesiones y reducir considerablemente el gasto familiar.

Durante el curso escolar de 1816, Newman recibió la influencia evangelista del Rev. Mayers y experimenta una profunda conversión espiritual en la que decide tomarse en serio su relación con Dios, definiendo que lo único importante para él a partir de ese momento serí­a Dios y su alma.

El 14 de diciembre de ese mismo año se matricula en Trinity College, Oxford, con gran esfuerzo por parte de su familia. Su padre tení­a la ilusión de que su hijo mayor fuera abogado. Cursó bien sus estudios pero decide hacerse clérigo anglicano y dejar la abogací­a y continuó sus estudios en el mismo College.

El 12 de febrero de 1822 es elegido Fellow de Oriel College pues quienes lo eligen consideran su gran talento. Este cargo académico le facilitó los medios económicos que necesitaba, le acercó a un grupo de intelectuales destacados en el ámbito filosófico y teológico de Oxford y le ofreció el medio para influir positivamente en sus alumnos.

El 16 de mayo de 1824 trabajó temporalmente en la parroquia de San Clemente, con el fin de darse cuenta en qué consistí­a el trabajo propio de un clérigo.

El 13 de junio de 1824 recibe la ordenación diaconal en la Iglesia Anglicana. En septiembre de ese mismo año muere su padre a consecuencia de las preocupaciones económicas. Newman se hace cargo de sacar adelante los estudios de sus hermanos y el sustento de su madre y sus hermanas.

En 1825 colaboró con artí­culos sobre Cicerón, los milagros y Apolonio de Tyana para la Enciclopedia Metropolitana, en medio de su trabajo pastoral y docente. El 29 de mayo de ese mismo año es ordenado sacerdote anglicano. A pesar de la costumbre de la clerecí­a anglicana de tomar esposa, y particularmente en esos momentos, él decide dedicar su tiempo y su corazón por completo al ministerio viviendo el celibato por el Reino de los Cielos.

El 21 de marzo de 1826 fue nombrado Tutor de Oriel College, con un mejor sueldo y una mayor influencia académica entre sus colegas y alumnos.

Entre los meses de octubre y noviembre de 1827 le aqueja una grave enfermedad que le hace temer por su vida. Al año siguiente, el 5 de enero de 1828, muere repentinamente su hermana menor, Mary, de un apendicitis. John Henry tení­a gran afinidad con ella por lo que sufrió más que con la muerte de su padre.

El 8 de diciembre de 1832 se embarca hacia Italia con los Freud, padre e hijo. De esta manera conoce Roma y otros lugares de interés, impresionándole grandemente la solidez que manifestaba la Iglesia Católica Romana aun en sus edificios. Permanece en Italia varios meses donde enfermó de nuevo. Volvió a Inglaterra decidido a dar solidez doctrinal a la Iglesia Anglicana. Su amigo Hurrell Frued pertenecí­a a la High Church[2], por este motivo él rezaba el breviario de los sacerdotes católicos, siendo sacerdote anglicano, pues ambos amigos tení­an un gran deseo de promover una liturgia más piadosa. Hurrell murió al poco tiempo y le heredó a Newman su breviario.

El 14 de julio de 1833 fundaron el Movimiento de Oxford, Newman, John Keble y Edward B. Pusey. El modo como dieron difusión a sus propuestas fue publicando unos pequeños folletos llamados Tract of the Times. Ellos los miembros del Movimiento daban a conocer de manera sencilla las conclusiones de sus investigaciones teológicas. Estas publicaciones duraron hasta 1841.

El 8 de julio de 1833 Newman publicó su primera obra: Los arrianos del siglo IV, lo que muestra sus investigaciones sobre los debates de temas cristológicos y las respuestas a las herejí­as basado en el estudio de los Primeros Padres de la Iglesia.

Entre los años 1834 y 1835 trabajó en una explicación sobre la verdadera Iglesia de Cristo. La solución dada en La ví­a media de la Iglesia Anglicana era que la Iglesia original tení­a tres ramas: la Anglicana, la Ortodoxa y la Católica Romana.

Los sermones compendiados bajo el tí­tulo Parroquial and Plain Sermons los escribió entre los años 1834 y 1842, en los que se recoge su predicación como párroco de la Iglesia de St. Mary’s en Oxford, cargo que ocupó desde 1827. Este nombramiento era un reconocimiento, no sólo a su ministerio, sino a su capacidad intelectual pues sus sermones debí­an tener una alta calidad académica. La parroquia atendí­a tanto a los miembros del claustro de la Universidad de Oxford, como a los habitantes de las poblaciones de Oxford y Littlemore, de humilde condición.

En 1838 publicó dos obras que también eran compendio de su trabajo académico: Lectures on Prophetical Office of the Church y Lectures on Justification.

Con la guí­a del estudio y profundización de los escritos de los Primeros Padres de la Iglesia, Newman fue dándose cuenta que la Iglesia Anglicana no habí­a conservado í­ntegro del depósito de la fe que habí­a recibido la Iglesia primitiva, por lo que pasó por una crisis respecto a sus convicciones religiosas entre los años de 1839 y 1841, lo cual comenzó a vislumbrarse en sus escritos, particularmente en los Tract. Hasta que al escribir el Tract 90 recibió amonestaciones de parte de su obispo.

En abril de 1842 le pidió permiso a su obispo de pasar una temporada de oración y estudio y se retira a Littlemore, a nueve kilómetros de Oxford donde, con un grupo de amigos que pasaban por una situación similar, conforma una especie de comunidad. Mientras tanto, muchos de sus alumnos que habí­an seguido el proceso intelectual de su profesor, avalado por la profundizar en la doctrina de los Padres de la Iglesia, habí­an decidido incorporarse a la Iglesia Católica Romana.

En Littlemore pasó Newman más de tres años. Ahí­ escribió Los sermones universitarios y Ensayo sobre los milagros en 1843. El 18 de septiembre él es removido de su cargo como párroco de St. Mary’s.

El año de 1844 fue un año muy atormentado, pues teniendo claro desde el punto de vista teológico que la única Iglesia que habí­a conservado í­ntegra la doctrina de Cristo era la Iglesia Católica Romana, mantení­a una serie de objeciones sobre las prácticas piadosas y el papado. Ese mismo año escribió y publicó La vida de los santos ingleses.

Un trabajo de investigación notable durante sus años en Littlemore fue El desarrollo del dogma, en el que fue mostrando la unidad entre el depósito de la fe y la necesidad de definir dogmas por motivos pastorales concretos, de manera que se fueran aclarando con precisión lo que la Iglesia ha creí­do desde el principio. Este trabajo resultó ser también una aportación para la Iglesia Católica Romana en el ámbito de la Teologí­a y concretamente sobre la Eclesiologí­a y la Dogmática. Terminó el libro en 1845.

El 8 de octubre de 1845 recibió en Littlemore la visita de Domenico Barberi, sacerdote Pasionista italiano. Newman habí­a despejado ya toda duda y le pidió que escuchara su confesión general y en los albores del dí­a 9 de octubre hizo la profesión de fe en la Iglesia Católica Romana. El 22 de febrero se trasladó a Oscott, Maryvale, donde se encontraba el obispo Wiseman para ponerse a sus órdenes y entregarle su escrito sobre el desarrollo del dogma con la disposición de que le objetaran, sin embargo su investigación no tení­a ningún inconveniente respecto a la fe católica. El obispo lo envió a estudiar a Roma, al Colegio de Propaganda Fidei junto con Ambrose Saint John, amigo suyo converso que habí­a compartido sus dí­as de estudio en Littlemore. La estancia en Roma fue de unos meses entre 1846 y 1847 con el fin de que completaran los estudios necesarios para recibir el orden sagrado. Newman se encontró con que sus estudios teológicos no eran superados por sus profesores y sólo con un jesuita halló con quien debatir.

El 30 de mayo de 1847 recibió la ordenación sacerdotal y celebró su primera Misa. El Papa Pio IX le sugierió que fundara en Inglaterra el primer Oratorio de San Felipe Neri, por lo que también pasó una temporada como novicio. Se trata de sacerdotes seculares, sin votos, que viven en comunidad para rezar y trabajar pastoralmente juntos. Este estilo de vida coincidí­a con lo que Newman habí­a vivido en los college de Oxford y en Littlemore. Una vez que estudió y adaptó los estatutos del Oratorio se trasladó a su paí­s.

El dí­a 1º de febrero de 1848 fue la fecha de fundación del Oratorio de San Felipe Neri en Maryvale. Al año siguiente se trasladó con otros sacerdotes a Birmingham. Poco después publicó la novela Perder y ganar en la que, con notas autobiográficas, narra la conversión de un estudiante de Oxford.

Su obra Discourses Addressed to Mixed Congregations la publicó en 1849. Ese mismo año inicia otro Oratorio en Londres. En 1850 recibe una llamada de atención de parte de la jerarquí­a católica por un mal entendido que le hizo sufrir mucho. A pesar de todo, publicó también Lectures on Difficulties Felt by Anglicans y Lectures on Present Position of Catholics in England.

Los obispos irlandeses solicitaron a Newman que promoviera la primera universidad católica en esa Isla. A manera de preparación, dictó nueve conferencias sobre su propuesta educativa sobre la naturaleza y fin de la universidad. Dichas conferencias las pronunció sucesivamente entre el 2 de noviembre de 1851 y el 12 de noviembre de 1958. El tí­tulo que los compendia es Discourses on Scope and Nature of University Education, que constituyen la primera parte de lo que más tarde tituló Idea of a University. Newman fue el Rector de la Universidad Católica de Irlanda a partir de 1854 y se retiró en 1858. Los Office and Works of University los escribió entre 1854 y 1858. En 1856 publicó su segunda novela, Callista: A Sketch of the Third Century en la que expone la vida y las dificultades por las que pasaron los primeros cristianos.

En 1857 publica Sermons Preached on Various Occasions. En los dos años siguientes, 1858 y 1859, sufrió una serie de problemas por artí­culos publicados en la revista Rambler, de la que fue Editor ese último año. Entonces publicó también lo que serí­a la segunda parte de Idea of a University: Lectures and Essays on Uniersity Subjects, así­ como otro compendio de estudios teológicos: On Consulting the Faithful in Matters of Doctrine.

A partir de las dificultades en la revista, tomó la decisión de pasar oculto. Así­ se conocen sus años de silencio entre 1859 y 1864 hasta que las acusaciones públicas a su persona y sus correligionarios de parte de Charles Kingsley le obligaron a hacer también una pública defensa. Escribió por este motivo una serie de folletos en los que narraba la historia de sus convicciones religiosas y, en consecuencia, su personal proceso de conversión en el que hací­a ver su rectitud de intención en la búsqueda de la verdad. El resultado de este trabajo agotador, porque en ocasiones escribí­a hasta 18 horas seguidas, fue su Apologia pro vita sua, que le ganó la simpatí­a de muchos anglicanos de buena voluntad. Pero también dio pié a la serie de controversias que tuvo que mantener con miembros de la Universidad de Oxford.

En 1866 publica El sueño de Gerontio en el que habla de la muerte y la vida eterna. Entre los años 1868 y 1870 reflexiona sobre la certeza de la fe hasta la publicación de su Gramática del asentimiento, en el que explica el proceso gnoseológico por el cual se llega hasta el acto de fe.

En 1872 publica Historical Sketches y al año siguiente le publican la versión definitiva de The Idea od a University, Defined and Illustrated.

El año de 1874 lo dedica a hacer una detallada revisión de todas sus obras y escritos. En 1875 debe enfrentar a una nueva controversia con Gladstone. El fruto de tal polémica fue su obra sobre la conciencia: Letter to the Duke of Norfolk.

Después de una vida en los que tuvo que enfrentar tantas controversias y dificultades, recibió el reconocimiento que mayor alegrí­a habrí­a de traerle, como Fellow Honorario de Trinity College, donde habí­a sido estudiante cincuenta años atrás, lo que le dio la oportunidad de volver a su amado Oxford con el reconocimiento de sus antiguos amigos y colegas.

Otro merecido reconocimiento le otorgó la Iglesia a la que habí­a servido la segunda mitad de su vida y el 12 de mayo de 1879 el Papa León XIII entrega su primer palio cardenalicio en la persona de Newman, nombrándolo cardenal diácono, tí­tulo honorí­fico por sus méritos pero no ejerció como tal ni se quedó a vivir en Roma. Su lema fue Cor ad cor loquitur.

En 1884 publicó Obligations of Catholics Concerning the Inspiration of Scripture.

Pasó sus últimos años en el Oratorio que él fundó en Birmingham y murió, siendo ya muy anciano, el 11 de agosto de 1890. Se le enterró en Rednal, a las afueras de donde vivió tantos años en servicio de los intelectuales y de los más pobres. Su epitafio dice: Ex umbris et imagí­nibus in veritatem (Pasó de las sombras y las imágenes a la Verdad).

En 1991 fue declarado Venerable por Juan Pablo II, una vez que se comprobó que John Henry Newman habí­a vivido heroicamente todas la virtudes. En el año 2005 se le atribuyó y confirmó el milagro de una curación en la ciudad americana de Boston. El 19 de septiembre de 2010 será beatificado por el Papa Benedicto XVI en Inglaterra en medio de gran expectación dado que supone un acontecimiento histórico para la Iglesia Católica en Gran Bretaña.


[1] Profesora de Filosofí­a de la Educación en la Universidad Panamericana (Guadalajara, México), Miembro de la Asociación Española de Personalismo y de la Newman Association of America (USA), Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (México).

[2] Dentro de la Iglesia Anglicana existen tres tendencias: la High Church, que son los anglicanos catolizantes, sin ser angloromanos; la Low Church, con una clara tendencia protestante; y aquellos anglicanos que viven una religiosidad oficial.

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