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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN………………………………………

Parte 1. Un acercamiento a J. H. Newman

CAPITULO 1

John Henry Newman: Una pequeña introducción a sus escritos John Ford

  • Introducción
  • Su autobiografía

CAPITULO 2

Maurice Nédoncelle, especialista en Newman

Pedro A. Benítez

2.1. Introducción

2.2. Newman presente en Francia durante su vida

2.3. Loisy, Dimnet y Brémond

2.4. Guitton, Bouyer y Nédoncelle

2.5. La fe

2.6. La filosofía personalista

2.7. Humanismo cristiano

Parte 2. Aportaciones de Newman a la Teología Fundamental

CAPÍTULO 3

Desde el sentimiento al dogma. La simpatía antropológica de la fe

Luis Mauricio Albornoz Olivares

  • Introducción
  • Una religión abstracta; contextualización
  • Medios de la realidad invisible
  • La forma real de un credo
  • El contenido de o que se cree como respuesta a la propia fe
  • Una realidad concreta
  • Una aplicación práctica
  • Reflexión final

CAPÍTULO 4

Newman y el desarrollo de la doctrina cristiana: vigencia de una certeza.

Julián Arturo López Amozurrutia

  • Introducción

4.2. Marco del problema

4.3. El desarrollo de la doctrina como reclamo a la objetividad del Cristianismo

4.4. El asentimiento creyente: otro reclamo a la objetividad

  • Objetividad de la idea cristiana: vigencia de la certeza

CAPÍTULO 5

Conciencia y fe en el pensamiento de John Henry Newman

Juan Carlos Mayorga Enríquez

5.1. Introducción

5.2. El beato Newman, Doctor conscientiae

5.3. La conciencia como medio de conocimiento de Dios

5.4. Conciencia y fe

5.5. Conciencia, fe e Iglesia

5.6. Conclusión

Parte 3.  Newman y la poesía

CAPÍTULO 6

La unidad entre pensamiento y palabra: el “two-fold logos”.

Helena Ospina

6.1. Introducción

6.2. Discursos sobre la enseñanza universitaria

6.3. Lecciones y ensayos sobre asuntos universitarios

6.4. El enfoque personalista de Newman sobre la literatura

Parte 4. Reflexiones filosóficas sobre Newman

CAPÍTULO 7

Armonía entre fe y razón en el pensamiento del cardenal J. H. Newman.

Rodrigo Figueroa Weitzman

7.1. Introducción.

7.2. Consideraciones sobre la razonabilidad de la fe en la

visión de J.H Newman

7.3. ¿Razonabilidad débil de la fe?

7.4. Razonabilidad propia de la fe

7.5. Razón y duda

7.6. Conclusión

CAPÍTULO 8

Sobre la certeza moral en cuestiones de fe.

Carlos Gutiérrez Lozano

8.1. Introducción.

8.2. La barra y el cable

8.3. El sentido ilativo

Parte 5.  Newman y Lonergan

CAPÍTULO 9

Las teorías del conocimiento de J. H. Newman y B. Lonergan como referentes de un método de interpretación.

Allan Crhistian Covarrubias Martiñón

9.1. La controversia del problema hermenéutico

9.2. J. H. Newman: de la crítica a la epistemología moderna a la teoría estética de la “Gramática del Asentimiento.”

9.3. El sentido ilativo newmaniano como referente

hermenéutico

9.4. Bernard Lonergan y el método trascendental como referente

de una teoría del conocimiento

9.5. La noción lonerganeana del punto de vista universal como

criterio hermenéutico

CAPÍTULO 10

Newman, mentor y guía de Lonergan.

Francisco Galán

10.1. Introducción

10.2. Semblanza biográfica

10.3. Un vistazo al libro Insight

10.4. Duplicar la estructura

10.5. ¿Está presente Newman en el Insight?

10.6. El juicio es un compromiso personal

10.7. El incondicionado virtual y el sentido ilativo de Newman

10.8. ¿Por qué esto que hago es conocimiento?

10.9. Conclusión

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En nuestros tiempos posmodernos, dominados por el imperio de los medios de comunicación y en los que ya hemos sido testigos de persecuciones “mediáticas” contra la Iglesia católica, es muy conveniente ver la otra cara -más grande y más luminosa- de la moneda: la de tantos hombres y mujeres que viven su fe de manera habitual y otros de manera heroica en medio de nuestro mundo. La aún reciente histórica y gozosa beatificación del Cardenal John Henry Newman, en septiembre de 2010,  ha puesto aún más de manifiesto lo que ya había intuido un buen conocedor del gran converso inglés del siglo XIX, pues Newman no es únicamente un prolijo escritor religioso, un elocuente predicador, un excelso educador o un singular filósofo. “Newman es, en primer lugar, un hombre de la fe y la conciencia, de la misión religiosa y la corresponsabilidad para los hombres de su tiempo”[1]. La presente contribución presenta someramente la aportación del Newman sobre las relaciones entre fe y razón, de manera que se vea, sobre todo en estos tiempos, que se puede creer lo que no se puede demostrar únicamente con la lógica formal, es decir, que la fe es razonable pero no reducible a lo científico y demostrable.

Desde el mismo origen del filosofar, los conceptos de razón y fe y sus mutuas relaciones o bien su respectiva autonomía han sido objeto de reflexión y de estudio por parte del ser humano. En cada época histórica, lejos de tenerlas en un armonioso equilibrio, ha prevalecido la una sobre la otra. Nuestra época se encuentra en un momento bastante problemático: parece que hemos salido de la modernidad, la cual subrayó de manera ilimitada la razón, negando absolutamente todo valor a la fe, y hemos entrado en el posmodernismo, que acentúa otras maneras, no estrictamente racionales, de conocer y transformar la realidad, así como de relacionarse con los demás.

Con todo, esta problemática parece ser una de tantas que en un momento determinado ocupa la mente de los pensadores. Pero son pocos los pensadores que podemos decir que hicieron de esta problemática el centro de su existencia y reflexión. Tal vez Pascal y pocos más. Newman centró la totalidad de su reflexión en la cuestión fe-razón, como queda manifiesto en sus obra de madurez An Essay in Aid of a Grammar of Assent. En su diario puede leerse el siguiente pasaje del 30 de octubre de 1870:

Desde que publiqué a fines de marzo pasado mi Essay on Assent, he pensado escribir algo sobre el libro. Es el resultado final de un prolongado deseo y esfuerzo y no sé el valor que pueda tener, pero me alegro de haberlo al fin concluido, de no tenerlo ya entre manos. A los autores (o al menos a mí) nos resulta tan difícil predecir, antes de escribirlos, como van a ser los libros… es un libro que llevo veinte años proyectando escribir; y ahora que está hecho me cuesta trabajo reconocer en él lo que había pensado que fuese, aunque supongo que sí lo es. Lo he empezado más veces de lo que podría decir. (…) Estas tentativas, aunque estuviesen estrechamente relacionadas unas con otras, fueron, creo, todas diferentes. Pero resultaron algo así como querer penetrar en un laberinto, o encontrar el punto débil de las defensas de una ciudad fortificada, no conseguía avanzar y me vi rechazado, completamente derrotado. Y, sin embargo, me parecía que fuese cual fuese su valor, debía sacar a la luz todo eso que mi mente veía y no llegaba a comprender. No digo que el resultado valga mucho, ahora que ya lo he conseguido expresar, pero no me gustaría que me hubiese sorprendido la muerte sin haberlo dado a conocer. Puede sugerir a otros, cosas mejores y más verdaderas, aunque en sí valga poco. Y así seguí año tras año. Por fin, estando yo en Glion, junto al Lago Lemán, se me ocurrió lo siguiente. ‘Te equivocas al querer partir de la certeza –la certeza no es más que una especie de asentimiento- debes empezar estableciendo la diferencia entre asentimiento e inferencia’. Tomando tal principio como base, y viendo que servía de clave para mis ideas, empecé a trabajar[2].

1. La razón y la fe

Una de las obras más destacadas de Newman sobre razón y fe se titula Sermones Universitarios[3]. Nuestro autor es un hombre que, como en su tiempo san Agustín, buscaba conocer al hombre interior, pero sobre todo a sí mismo. Al mismo tiempo, era un pastor preocupado por sus ovejas, de modo que siempre se preguntaba cómo era posible justificar la fe del hombre sencillo, no la del ilustrado y de mente cultivada. Por ello Newman ofreció sus sermones en la capilla de la universidad de Oxford: para mostrar que la fe, al tiempo que es una virtud sobrenatural que depende de Dios y de nuestra apertura y respuesta a Él, es una posibilidad plenamente humana, pero distinta del razonamiento lógico formal. Cualquier persona es capaz de dar razón de muchas de sus opciones prácticas en la vida, y así también es capaz de dar razón de lo que cree. Newman intenta poner en conceptos aquello que todas las personas vivimos de manera no refleja, sino cotidianamente.

En el prólogo a la tercera edición de sus Sermones universitarios, Newman expone qué es lo que entiende por razón y fe. Pero antes parte de las nociones comunes:

Según este significado corriente, fe es juzgar en materia religiosa basándose en fundamentos débiles, y razón es juzgar con fundamentos sólidos y firmes. Fe implica facilidad para aceptar lo que pide la religión, y razón implica lentitud para lo mismo. <Fe> quiere expresar un sentimiento o experiencia emotiva; <razón>, un acto de sentido común. Fe se aviene con conjeturas o presuposiciones; razón, con pruebas[4].

Así pues, a primera vista, la diferencia entre ambas resulta ser infranqueable. Por eso Newman se ve en la necesidad de precisar el sentido del término razón. Escribe: “Se entiende propiamente por razón cualquier proceso o acto de la mente, mediante el cual, a partir del conocimiento de una cosa ésta avanza hasta conocer otra”[5]. La razón, pues, se caracteriza por su carácter discursivo. Pero la razón puede ejercerse de manera implícita o explícita, pues es claro que todos tenemos razones pero no todos las podemos expresar de manera adecuada. Además, se puede argumentar de dos maneras: a priori, esto es, a partir de probabilidades antecedentes; o a posteriori, es decir, a partir de garantías efectivas o indicios demostrativos[6]. A partir de esto, Newman declara que razón puede tener otros significados. En primer lugar, en contraposición a lo implícito, la razón es “la habilidad o pericia en la argumentación lógica”[7]. Un segundo significado de razón se refiere a su relación con temas religiosos, y entonces es solamente el razonamiento a posteriori, o sea, es la facultad de elaborar demostraciones o garantías. El tercer sentido es el abuso de la razón en relación a las materias religiosas. Esto indica la extrapolación gnoseológicamente indebida de la razón al no aplicar los principios adecuados al objeto religioso[8].

La fe, por su parte, es un asentimiento o una certeza, es “una aceptación de la realidad de algo”. Pero según Newman, la fe “parte de probabilidades, pero termina en afirmaciones absolutas”[9]. Josep Vives comenta a Newman y escribe que “la fe no sólo no se deduce necesariamente de unas premisas, sino que de alguna forma supone unas opciones previas, una manera de situarse personalmente frente a la realidad; sólo el que siente y acoge la exigencia de absoluto (absoluto de verdad, de valor, de sentido, de totalidad, de responsabilidad…) puede llegar a encontrar al absoluto”[10]. Uniendo la fe con los sentidos del término razón, tenemos que ésta “es implícita en sus actos, adopta el método de la verosimilitud, y parte de primeros principios religiosos”[11]. Por tanto, la fe se revela racional, pero no como racionalidad lógica, sino como una racionalidad más total, más omniabarcante de la realidad. Newman subraya que la razón en sentido general nos resguarda del peligro de caer en la superstición.

Todas estas consideraciones, algunas apenas insinuadas, hallarán su desarrollo y plenitud en su obra de madurez, Grammar of Assent, a la que me referiré en otro momento.


 

1. ARTZ, JOHANNES, Newmans philosophische Leistung, p. 169, citado por ROMBOLD, GÜNTER, “John Henry Newman”, en CORETH, E. et. al., Filosofía Cristiana en el pensamiento católico de los siglos XIX y XX, tomo 1: nuevos enfoques en el siglo XIX, Madrid, Encuentro, p. 680.

2. Newman, JOHN HENRY, Escritos autobiográficos, Taurus, Madrid, 1962, pp. 238-242.

3. Para lo que sigue resulta muy oportuno el artículo de ANDREAS KORITENSKI, “Der frühe John Henry Newman über Glaube und Vernunft”, en ThPh 88 (2013), pp. 236.260.

4. NEWMAN, JOHN HENRY, La fe y la razón…, p. 47.

5. Ibídem.

6. Cf. Ibíd., pp. 47-48.

7. Ibíd., p. 50.

8. Cf. Ibíd., p. 51.

9. NEWMAN, JOHN HENRY, La fe y la razón…, p. 52.

10. VIVES, JOSEP, La sombra nos hace ver la luz…, p. 29.

11. NEWMAN, JOHN HENRY, La fe y la razón…, p. 53.

Para poder entender mejor la propuesta de John Henry Newman respecto a la armonía entre razón y fe, abordada en sus Sermones Universitarios es muy conveniente tener en cuenta el ambiente intelectual que se respiraba entonces. Veremos que no es radicalmente diferente del que vivimos hoy.

Es ya un lugar común que con la época moderna la teoría del conocimiento desplazó del centro del filosofar a la metafísica, pues lo importante, desde Descartes, era la forma y manera en que llegamos a conocer, más que la consistencia ontológica de aquello que conocemos. Ahora bien, dentro de la teoría del conocimiento, un aspecto se reveló como fundamental: el problema de la certeza. Este problema puede verse desde diversos puntos convergentes[1]:

Lutero: para el iniciador de la reforma la pregunta por la certeza (en un Dios misericordioso) era clara: sólo por la fe en la palabra justificadora de Dios que sólo puede obtenerse por el testimonio de la Escritura. Esta nueva clase de certeza traía como consecuencia la duda sobre el valor salvífico de las buenas obras, de la mediación sacramental de la gracia y la autoridad de la revelación en la tradición y el magisterio. No es raro encontrarse hoy en día con esa posición, incluso aún entre católicos que asienten, casi siempre inconscientemente, a la proposición “cristianismo si, iglesia y sacramentos no”.

Descartes: es conocida su famosa “duda metódica” de todo conocimiento tanto, racional como empírico, pues puede ser que todo provenga tanto del engaño de los sentidos como de falsas conclusiones lógicas. Pero como no puede dudar de que duda, entonces se descubre una certeza absoluta: si dudo, pienso y si pienso existo (cogito ergo sum). Tomando como fundamento absoluto esa certeza, Descartes va ganando sus ideas claras y distintas a partir del desarrollo lógico del pensamiento, las cuales son más ciertas que los conocimientos basados en la experiencia sensible. Pero las consecuencias de este sistema son de gran peso: los datos del mundo sensible y las contingencias de la historia no pueden ser medios para la certeza en Dios y su revelación, con lo que la revelación perdería su carácter histórico y no podría hablar a la totalidad del hombre concreto, que también necesita de sus sentidos para entrar en contacto con el mundo. Los hombres sencillos no tendrían acceso a la fe, sino sólo aquellos que tienen su intelecto cultivado.

Empirismo inglés, de manera especial Locke: para esta corriente filosófica, la certeza se obtiene por medio de la experiencia sensible. Así, ya no existe certeza razonable sobre la relación entre Dios y su obrar en la historia y su revelación a los hombres. Lo que los hombres ven como obra de Dios, son simples fenómenos accesibles a los métodos de la ciencia y la historia. Ni que decir, que esta manera de pensar sigue estando bastante presente en nuestros días.

Ahora bien, la teología del tiempo de Newman no siempre lograba salir de este callejón sin salida del racionalismo y del empirismo. De hecho, había dos claras tendencias: por un lado, aquellos que buscaban deducir todas las proposiciones de fe de los principios de la razón o las consideraban como verdades supra-temporales venidas directamente del Cielo; por el otro, aquellos que reducían la fe a los acontecimientos demostrables por las ciencias empíricas profanas.

“Pero en realidad –escribe el cardenal Müller, actual Prefecto de la Congregación para la doctrina de fe- la certeza dogmática de la fe descansa en la palabra acaecida históricamente y en los hechos de la historia de la salvación”[2]. Por lo anterior, la contribución decisiva de Newman consiste en haber salido de la alternativa entre racionalismo y empirismo, pues, continúa el Cardenal Müller, “cada persona, no importa el grado de formación o inteligencia, es persona. Y por ello debe ser posible desde el núcleo más íntimo de la persona la inmediatez hacia Dios y la certeza de la fe”[3].

Rombold señala que Newman, al escribir su gramática del asentimiento, está librando una “lucha en un doble frente”. El primer enemigo a vencer es el racionalismo de la Evidential School y del liberalismo. La Evidential School prosigue la línea de Locke, para quien “sólo cree rectamente el que ‘en todo caso cree o no cree como lo ordena la razón’”[4]. El liberalismo afirmaba prácticamente lo mismo. Y es muy conocida la lucha que Newman llevó a cabo durante toda su vida contra el liberalismo en cuestiones de religión. Tanto así, que en su mismo discurso de recepción del cardenalato señaló nuevamente lo peligroso que era esta manera de pensar:

“El liberalismo en religión es la doctrina según la cual no existe una verdad positiva en el ámbito religioso sino que cualquier credo es tan bueno como otro cualquiera. Es una opinión que gana acometividad y fuerza día tras día. Se manifiesta incompatible con el reconocimiento de una religión como verdadera y enseña que todas han de ser toleradas como asuntos de simple opinión. La religión revelada –se afirma- no es una verdad sino un sentimiento o inclinación; no obedece a un hecho objetivo o milagroso. Todo individuo, por lo tanto, tiene el derecho de interpretarla a su gusto. La devoción no se basa necesariamente en la fe. Una persona puede ir a iglesias protestantes y a iglesias católicas, obtener provecho de ambas y no pertenecer a ninguna”[5].

Creo que no hace falta insistir en que la gran mayoría de nuestro mundo ha sido ganado por el liberalismo, pues casi todo el mundo considera que la religión es asunto de opinión y asunto individual, por lo que cada quien puede “creer” lo que así disponga. Veremos que para Newman, la fe es algo muy personal, pero entiende algo muy distinto a como lo entendemos hoy.

Pero la batalla también se libraba simultáneamente contra el irracionalismo, pues si bien, escribe Newman, “la fe es la sencilla elevación del alma hasta el Dios invisible, sin razonamientos conscientes ni argumentos propiamente dichos, la mente puede ocuparse en la reflexión sobre su propia fe… Podemos esforzarnos en investigar los fundamentos y el contenido de la fe, en sacarla a la luz con palabras, sea para defenderla, recomendarla o enseñarla a los demás”[6].

Vemos pues, que el ambiente intelectual de Newman no es muy distinto del que vivimos actualmente, pues también nosotros nos movemos hoy simultáneamente entre racionalismos, empirismos e irracionalismos en cuestiones de fe y religión. Lo único es que la situación se ha ido agravando cada vez más. Así lo expresa el Papa emérito, al tiempo que señala la posición perenne de la Iglesia:

En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad[7].

Si la situación es parecida, entonces las reflexiones de Newman al respecto pueden ser de especial utilidad para nuestros tiempos.

 


 

1. Para lo que sigue cf. MÜLLER, GERHARD LUDWIG, John Henry Newman begegnen, Sankt Ulrich Verlag, Augsburg, 2003, pp. 104-107.

2. Ibíd., p. 106.

3. Ibídem.

4. ROMBOLD, GÜNTHER, “John Henry Newman…, p. 691.

5. NEWMAN, JOHN HENRY, Cartas y Diarios. Biglietto Speech, Selección, traducción y notas de Víctor García y José Morales, Rialp, Madrid, 1996, pp. 162-163.

6. NEWMAN, JOHN HENRY, La fe y la razón…, p. 304.

7. BENEDICTO XVI, Porta Fidei, n. 12.

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1. Dos perspectivas del ser humano

¿Qué significa ser considerado un representante del pensamiento personalista?, ¿qué características distingue a los pensadores personalistas de los que no lo son? John F. Crosby, en la “Introducción” de su libro The Selfhood of the Human Person, explica que al ser humano se le pueden considerar desde dos perspectivas: una cosmológica y otra personalista. En el primer caso podemos citar la visión aristotélica en la cual se caracteriza al hombre desde términos tomados de la filosofía de la naturaleza y que comparte con seres inferiores al hombre; ello conlleva el riesgo de reducirle simplemente a una parte del mundo existente. En el segundo caso, la reflexión filosófica desea reivindicar al hombre haciendo patente su irreductibilidad respecto al mundo, de manera que se le preste especial atención a la subjetividad personal y al desarrollo de las categorías que son exclusivamente aplicables a la persona, como son la interioridad, la presencia ante sí mismo y la propia donación. En este marco de referencia se encuentran tanto la perspectiva de ser humano que propone John Henry Newman.

1.2. Desde el personalismo teológico

Newman destaca por sus aportaciones a la teología, dado que sus reflexiones de tipo filosófico fueron escritas en función a su reflexión teológica. El entonces profesor Joseph Ratzinger considera a Newman un gran teólogo de pertinencia actual ante la controversia espiritual de nuestro tiempo. En 1990, durante el congreso conmemorativo del centenario de la muerte del cardenal inglés, narró su propia experiencia: en el Seminario de Frisinga, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, uno de sus profesores y otros alumnos encontraron en Newman un autor que respondía a sus inquietudes, particularmente en su teología de la conciencia. Acababan de sufrir en Alemania un totalitarismo de partido considerada como la pieza de la historia que negaba la conciencia de la persona pues Hitler pretendía ser la única conciencia del país. Ratzinger afirma que la doctrina de Newman sobre la conciencia divina fue para nosotros como el fundamento de aquel personalismo teológico. Nuestra imagen del hombre, casi como nuestra conciencia de la Iglesia, se constituyó como nuestro punto de partida. Así que esta propuesta fue acogida con entusiasmo en aquel Seminario que debía reconstruir el pensamiento y el ánimo de aquellos jóvenes de postguerra. Newman es considerado como un personalista entre los teólogos contemporáneos.

1.3. Otras referencias marginales de consideración sobre el personalismo

Con el fin de acotar claramente a los filósofos personalistas se ha considerado como punto deferencia temporal a partir de la Segunda Guerra Mundial. Desde esta referencia Newman queda fuera del personalismo contemporáneo ya que su vida terrena se apagó un poco antes del siglo que sufrió tales tragedias. Pero conviene destacar que, a pesar de ello, este autor inglés es cada vez más estudiado como un visionario. Newman se mantuvo al margen de la reflexión anquilosada que encontró lamentablemente en sus años de estudio en Roma y ofreció una serie de aportaciones que se han ido recogiendo un siglo después. Newman mantiene su mente atenta a la realidad concreta, más anclada en la experiencia, en los hechos y en el sentido común que en teorías abstractas. Un elemento importante de su formación intelectual fue que se dedicó seriamente al estudio de los escritos de los Primeros Padres de la Iglesia, especialmente en sus textos trinitarios, en autores como son San Cirilo de Alejandría y San Atanasio cuyas obras buscaban desentrañar algo más sobre las Personas Divinas. Siendo la persona una realidad análoga, el estudio de las Personas Divinas le sirvió de inspiración al contemplar a la persona humana. Esta misma vía de entendimiento la siguieron los místicos clásicos como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, quienes intuyeron la riqueza de la persona desde su contemplación de Jesucristo.

Por otro lado, Newman queda aparentemente excluido del personalismo si se considera el vínculo con el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, así como a los fenomenólogos de los siglos XIX y XX como fundamentos indispensables de esta nueva propuesta. Newman, ciertamente estudió parcialmente el pensamiento tomista durante sus años de estudio en Roma y de ellos extrajo su noción de la fe como un asentimiento. Las fuentes de su reflexión filosófica han estado más relacionadas con el empirismo inglés, la teología calvinista -en sus primeros años-, corrientes de pensamiento que bebieron de las fuentes del pensamiento estoico, más que de las del aristotelismo. Así se comprueba por su tendencia a la filosofía práctica como son la lógica, la ética y la política en sentido clásico. De Aristóteles Newman estudió sobre todo el Órganon y el libro a Nicómaco. En última instancia, Newman resulta ser un pensador independiente, porque a pesar de estar imbuido en un contexto cultural, respondió a los planteamientos del empirismo inmanentista con los que no concordaba.

Se ha dicho que el personalismo es un pensamiento de reacción. Si bien sus autores han reaccionado ante los abusos contra la persona humana, la riqueza de esta reflexión no se agota en dicho aspecto. En un marco actitudinal respecto al ambiente cultural de su tiempo, los personalistas típicos se opusieron tanto al capitalismo como al comunismo de la segunda mitad del siglo XX, los cuales competían por imponerse en el mundo. En el fondo se oponen a la mediatización materialista de la persona. Newman se opuso por razones morales, políticas y educativas, al capitalismo británico de corte pragmático e individualista ya patente en el siglo XIX, como puede comprobarse, por ejemplo, en su discurso sobre el fin y la naturaleza de la universidad.

1.4. En un análisis más detallado

John Henry Newman no reúne todas las características contextuales para ser considerado un representante típico del personalismo porque su pensamiento no se enmarca plenamente dentro del cauce de esta línea filosófica, sin embargo, “su vida reúne una mezcla de acción y reflexión propia de muchos de sus representantes”, como menciona Juan Manuel Burgos. Pero en Newman se encuentran las características fundamentales de fondo: es un pensador realista, comparte el interés por comprender a las personas concretas desde ellas mismas y su método de reflexión está iluminado por su propia acción y experiencia.

A continuación se matizan aquellos aspectos del pensamiento de Newman en el que aparece muy cercano a lo que podría denominarse la familia intelectual personalista.

En primer lugar, Newman es un pensador realista porque en términos generales acepta una realidad extramental que no depende de él ni de su mente. Esta afirmación no está basada en una teoría metafísica sino en su propuesta gnoseológica, resultado de su experiencia y observación. Por ejemplo, cuando se refiere a las características del asentimiento real y su relación con las imágenes representadas, afirma que “la claridad de las imágenes que se requieren para el asentimiento real no es garantía de la existencia de los objetos que representan. Una proposición por más vivamente que sea aprendida puede ser verdadera o puede ser falsa”. Esta misma cita muestra cómo para Newman el hombre es capaz de conocer la verdad, pero no la abarca del todo, ni la posee a la perfección.

Se debe aclarar que Newman siendo realista no es propiamente un filósofo metafísico en el sentido estricto de la palabra, porque si bien acepta todos sus principios básicos no maneja científicamente el lenguaje propio metafísico. Su actitud gnoseológica es realista y mantuvo un rechazo casi connatural al esencialismo y a cualquier enfoque inmanentista. Este fue uno de los motivos que le alejó del protestantismo. Newman destaca como un hombre que buscó la verdad con pasión, aun a costa de su honra y de su prestigio. La buscó con ahínco y la encontró fuera del contexto que él esperaba, y a pesar de su sorpresa que le llevó incluso al desconcierto y el abatimiento ante el mundo que debía abandonar al acoger la verdad con todas sus consecuencias. Entre sus amigos del Movimiento de Oxford, unos optaron por poner entre paréntesis sus descubrimientos como teólogos, su teoría, y siguieron su vida sin modificación alguna. Otros, muchos, siguieron el curso de Newman sin que él lo promoviera por respeto a la conciencia de cada uno y con un sentido delicadísimo de la libertad personal.

En segundo lugar, Newman resulta cercano al personalismo por su consideración sobre la libertad humana. Sus Sermones Universitarios, escritos en sus años anglicanos, muestran la visión de Newman respecto a la libertad. Newman no hizo de este teman un tratado, sino que es un supuesto indispensable que sostiene todo su pensamiento. Años después, luchó a favor de la libertad religiosa en Inglaterra. En su Carta al Duque de Norfork, respondió a sus contemporáneos que pretendían negar dicha libertad a los católicos británicos bajo supuestos más bien de carácter político. Quizá lo más sobresaliente en Newman es que propugna por la libertad de la conciencia, a lo que dedica el capítulo V de esta misma Carta. Y es que sin libertad no hay cabida a la responsabilidad ni a la moralidad.

En tercer lugar, la consideración de la persona como una realidad sustancial es mantenida por Newman, de manera que todos los actos tienen como fundamento a la entidad personal. Así, dice por ejemplo, “el asentimiento real es de naturaleza personal: cada individuo tiene los suyos y por ellos es reconocido”. La filosofía que contextualiza el pensamiento de Newman tiende a la unidad de la persona e insiste en que la imaginación es de cada persona y por tanto en la realidad se contextualiza dependiendo de los datos que cada uno ha recogido con su experiencia. De tal forma que en Newman el hablar de persona, libertad, responsabilidad, naturaleza, sentido ético y religioso forman una especie de unidad. La libertad no es sino la atención a lo que pide la propia naturaleza, y el desarrollo personal supone la moral que guía a la persona en sus decisiones, tomadas conforme a su conciencia. El sentido moral tiene como referencia a Dios, Creador de dicha naturaleza, y a la conciencia, la cual no es sino la voz divina que guía al hombre hacia su bien. Sus Sermones Universitarios, dictados en la Parroquia de Saint Mary’s durante sus años en Oxford, dan clara muestra de tal percepción del hombre y el sentido de su vida. La moral que presenta Newman es muy exigente, y no da cabida a los pretextos que detienen en el seguimiento de la propia conciencia.

Otro punto es la valoración de la dimensión afectiva del hombre. Las afirmaciones de Newman respecto al papel que juegan los afectos a favor de la fe tienden a la integración de las facultades de la persona. Al reflexionar sobre el tema de la fe, considerado como un asentimiento real o como la aceptación de la verdad contenida en una proposición concreta, matiza diciendo que no todos los asentimientos tienen la misma fuerza y atribuye la máxima firmeza al asentimiento que impacta también la misma vida, en la cual media el amor a la persona que ha mostrado dicha verdad. Una cita elocuente al respecto dice: “La fe de tantos miles en nuestros días en la divinidad de Jesucristo no por ser común es necesariamente nocional, sino que puede ser una fe real y personal originada en las diversas almas por diversas experiencias y causas dispositivas combinadas de diversas maneras. Tales son una imaginación cálida y fuerte, una gran sensibilidad, la compunción y el horror al pecado, (…) la familiaridad con cantos y poemas religiosos, (…) la predicación elocuente. En cada caso la imagen mental, con la experiencia de la que ésta procede, sería resultado personal”. Más adelante Newman señala que “sería necesariamente un principio de simpatía y un lazo de comunicación entre aquellos que llegaron por estos caminos diversos a un asentimiento común mucho más fuerte que el que pudiera lograr cualquier número de nociones comúnmente aceptadas”.

En cuanto al valor otorgado a la realidad relacional del hombre, baste referirse a la propia experiencia vital de Newman, quien a los dieciséis años, según narra él mismo, experimentó su primera conversión. A partir de esa edad, él privilegió en su pensamiento y en su vida la certeza de que dos y sólo dos sustancias existentes importaban: su alma y Dios, pasando a segundo termino cualquier otra relación. Sesenta años después, el lema de su escudo cardenalicio fue: “Cor ad cor loquitur”. Esta constante referencia al Otro le prepara para estar atento a las demás personas. No se encontró nunca aislado, sino que las relaciones interpersonales guardaban un especial sentido en su vida, en la medida en que tuvieran tal referencia. Por ello, por ejemplo, la amistad que cultivó exquisitamente con tantas personas era otra manera de vivir el amor a Dios. Y tal convicción aplicaba igualmente para sus amigos varones como para aquellas mujeres a las que guardó lealtad hasta su muerte, como fue el caso de Maria Giberne.

Con este testimonio sobra decir que para Newman tienen primacía absoluta los valores morales y religiosos. En los Discursos en los que ofreció su propuesta educativa para fundar la primera universidad para laicos católicos en Irlanda, muestra explícitamente su pensamiento sobre la armonía e integridad del saber que incluye las distintas ciencias, la filosofía y la teología, lo cual es condición para la formación de una verdadera cultura puesto que sólo en la integridad de los saberes se puede hablar de sabiduría.

En definitiva, con las salvedades antes mencionadas, Newman “surca el mismo ancho mar –como bellamente dice Carlos Díaz- de la reflexión sobre la dignidad inalienable de la persona desde el testimonio activo, que espera avistar un mañana donde la Trascendencia se haga presencia definitiva”, con la que caracteriza al pensador personalista.

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A John Henry Newman se le conoce por su condición de cardenal y, sobre todo, por ser el converso del anglicanismo al catolicismo más destacado y por la influencia que ha ejercido en y desde la intelectualidad británica, proyectada a todos los países de habla inglesa. En el mundo católico de habla española se le ha dado a conocer más a partir de la visita del Papa Benedicto XVI a Inglaterra con el fin de ponerlo como ejemplo a los intelectuales católicos, por lo que hoy se le conoce como el Beato John Henry Newman.

A nivel universitario, esta influencia queda patentizada en el hecho de que, desde hace muchos años, en las universidades del mundo anglosajón se han erigido las capellanías católicas bajo el nombre de Newman House o Newman Club, lo que comenzó en Estados Unidos, se ha propagado por Irlanda, Inglaterra, Escocia, Australia, Sudáfrica, India, Hong Kong, Kenia y muchos países más.

Elementos principales de la propuesta educativa universitaria de Newman

Las ideas fundamentales sobre las que él propone se edifiquen las universidades, son principios de tipo humanístico, a lo que él llamó Liberal Education, haciendo referencia a las Artes Liberales. Se podrían resumir sus palabras de los 9 Discursos con los que planteó su propuesta educativa para la futura primera Universidad Católica de Irlanda en unas cuantas pinceladas:

Se basa en una visión unitaria de la realidad, donde no hay un rompimiento entre los distintos niveles de conocimiento, sino que busca una armonía y una complementariedad entre los distintos saberes. Él muestra la necesidad de que los alumnos tengan un conocimiento igualmente abarcante y amplio de la realidad, por lo que habrán de tener un profundo conocimiento filosófico y teológico. Pero ello, no debe hacerse de manera separada de los demás conocimientos, sino en diálogo con las demás ciencias, pues mucho es lo que aporta la teología y la filosofía a las demás ciencias, así como estos dos conocimientos amplios se alimentan de las aportaciones de las ciencias particulares. De manera que los profesores de ciencias deben profundizar en los temas de su especialidad que guardan relación con la filosofía y la teología, así como los profesores de estas ciencias, deberán estar al día en los debates de las demás ciencias. Solamente así se puede hablar de un verdadero saber.

Previo a ese nivel de conocimiento, habrá que preparar las mentes con hábitos intelectuales y una estructura mental suficientemente fuerte como para distinguir entre los verdaderos argumentos y las vagas opiniones. Para ello, es necesaria una sólida preparación en la gramática, la lógica, las matemáticas y la música. Ello se comienza desde la más temprana edad.

También conforma su propuesta educativa el hábito de las buenas lecturas, especialmente de los clásicos greco-romanos y de los clásicos universales. La promoción de lecturas de autores relevantes de la propia lengua es importante para adquirir un apropiado manejo del idioma con la que uno piensa y disponer de un vasto vocabulario. Para ello, Newman propone conocer suficientemente la lengua latina y las raíces etimológicas de nuestro idioma.

La centralidad del buen manejo del lenguaje es capital, puesto que es el vehículo a través del cual pensamos y nos comunicamos con los demás. Para ello es básico tener dominio de la Gramática que es la puerta para un desarrollo intelectual lógico. Newman, de hecho, es un clásico de la lengua inglesa y ha influido en poetas y escritores ingleses. Y también ha sido un maestro en la retórica y el debate, en un tono de cordialidad, a la par que asertivo y convincente.

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