Archivos anuales2015

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Artículo elaborado por la Universidad Panamericana

«Creer en Dios no tiene que ver nada con la fe religiosa, la verdadera fe religiosa no consiste en sentimientos, consiste en el cumplimiento», doctor en filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Rodrigo Figueroa.

Se llevó a cabo en el Aula Panamericana la conferencia “El papel de los sentimientos en la fe religiosa, desde el pensamiento de John Henry Newman”; fue impartida por el doctor en filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Rodrigo Figueroa. El conferencista es también licenciado en Filosofía por la Universidad de los Andes y tiene un Magister en la Universidad de Chile.

¿Cómo resumiría el pensamiento de John Henry Newman? «Newman reconoce la importancia y el papel del sentimiento en la vida de la persona,  también en la creencia religiosa; pero pone el énfasis en el tema de la fe religiosa; los sentimientos no son lo principal, sino que lo principal son las conductas, es decir, la coherencia entre la fe que decimos profesar y la vida que sea concordante con esa fe”.

“Los sentimientos despiertan el ánimo, favorecen una cierta disposición respecto de algo pero si el sentimiento no se manifiesta en una acción concreta ese sentimiento se diluye y se vuelve inútil. Entonces, la fe religiosa según Newman, no puede sustentarse en los sentimientos, porque estos son oscilantes, transitorios, muy variables y al mismo tiempo frágiles; una fe sustentada en sentimientos sería una fe frágil. Entonces la fe religiosa tiene que sustentarse en obedecer el mandato divino de llevar la fe a la práctica, en cierto sentido superando el papel de los sentimientos.» Puntualizó el doctor Rodrigo Figueroa.

¿Por qué John Henry Newman y no otro autor? «Newman es un autor muy importante en el siglo XIX desde el desarrollo de su obra y en este tema es un autor significativo, es decir, sus escritos han dejado huella, incluso a Newman se le considera un antecedente del Concilio Vaticano II; en la historia de la Iglesia es un autor significativo a tal punto que unos estiman que puede ser el próximo doctor de la Iglesia. Es una figura relevante en el pensamiento católico de habla anglosajona, en Inglaterra había muy pocos autores católicos.»

 

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Artículo elaborado por la Universidad Panamericana

“Cada vez son más los que abandonan la práctica religiosa y posteriormente la fe, porque no encuentran razones de credibilidad en todos los factores”. Presbítero Juan Carlos Mayorga, autor del libro.

Se llevó a cabo en nuestra casa de estudios en el Aula Magna la presentación del libro «No le digas adiós a Dios”, por el doctor en filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Rodrigo Figueroa. El doctor es también licenciado en Filosofía por la Universidad de los Andes y tiene un Magister en la Universidad de Chile.

Presentaron también la obra, el autor, presbítero maestro Juan Carlos Mayorga, sacerdote Diocesano de la Arquidiócesis de Guadalajara y profesor de la Universidad Panamericana y el Presbítero doctor Mauricio Albornoz miembro de la asociación latinoamericana de literatura, estética y teología.

Este evento fue apoyado por el CRAI de la Universidad Panamericana Campus Guadalajara. El presbítero Juan Carlos Mayorga dio una introducción sobre el libro: «El título de la obra No le digas a adiós a Dios es sugestivo y atractivo pues se presenta como una especie de provocación en una sociedad que parece prescindir cada vez más de Dios. Efectivamente cada vez son más los que abandonan la práctica religiosa y posteriormente la fe, porque no encuentran razones de credibilidad en todos los factores. Ellos se plantean este tipo de preguntas ¿Si hay tanto mal en el mundo existe Dios? ¿Si cada religión adora a su propia divinidad, existe realmente un único Dios verdadero? ¿Ante tantas mentiras y manipulaciones de la verdad de parte de las instituciones gubernamentales, civiles e incluso religiosas, se puede esperar que haya una verdad sobre Dios?”.

“Los motivos para que se presenten este tipo de interrogantes son múltiples. Sin embargo, no podemos negar que ciertas prácticas religiosas, oscurecen el carácter racional de la fe haciendo más difícil su credibilidad”, dijo el catedrático de  la Universidad Panamericana.

El Doctor Rodrigo Figueroa, comentó que el autor sigue fielmente el pensamiento del beato y gran pensador inglés John Henry Newman, quien no fue un intelectual que creyó; más bien y antes que nada fue un creyente que también escribió. Un hombre de temperamento reflexivo que delibero inteligentemente en beneficio de su fe a costa de un gran esfuerzo y de haberse visto enfrascado en controversias incluso con amigos y parientes».

El Presbítero Mauricio Albornoz comentó por su parte: «Estamos frente a una obra con una clara orientación académica de carácter más bien filosófica, la pretensión se encamina en la búsqueda y comprensión de la creencia religiosa y su justificación racional si bien, el modo en que el autor va desarrollando sus ideas recoge una perspectiva de difusión bastante sencilla en un lenguaje mayoritariamente coloquial. El escrito juega con la tensión de pasar de lo general abstracto a lo particular concreto, dinámica que podríamos sospechar que hubiese planteado y usado hoy el beato John Henry Newman».

Para finalizar se le cedió la palabra al autor del libro, el cual agradeció a la UP por darle la oportunidad de presentar su libro, confesó, que el libro tenía otro título y lo cambio por recomendaciones de su editorial “se llamaba sobre la razonabilidad de la creencia religiosa, una reflexión temática con especial consideración de la teoría de John Henry Newman”. Dijo, que al momento de hacer un trabajo de esta naturaleza -una tesis doctoral- “más que elegir la temática en la cual trabajar, no es que uno vaya espejeando el bosque de posibilidades temáticas sino que éste mismo, va mostrando la ruta por la cual conviene seguir, en consecuencia, el asunto a tratar en una investigación de esta índole se nos impone de una manera más bien espontánea”.

 

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Artículo elaborado por la Universidad Panamericana

La Universidad Panamericana (UP) campus Guadalajara fue sede del primer Coloquio Internacional John Henry Newman, en donde los especialistas se reunieron durante tres días para compartir y dialogar la vida y obra del beato en relación a los desafíos contemporáneos que enfrenta la sociedad.

Esta convención es uno de los frutos de la sociedad John Henry Newman fundada el 21 de febrero de 2015 por expertos de diferentes nacionalidades apasionados en el tema. Este grupo tiene como finalidad la difusión del estudio de Newman, además de enlazar estos temas con los problemas actuales; por ello, están trabajando en traducciones del inglés al español de algunas tesis doctorales que se han realizado sobre el beato.

También, trabajan en las propuestas enriquecedoras que Newman dejó acerca de la educación y que “dan respuesta a nuestros problemas actuales”, aseguró la doctora Rosario Athié, organizadora del evento y quien fue la encargada de reunir a los especialistas que conforman la sociedad. Precisamente fue en este evento donde todos los integrantes del grupo se conocieron de manera formal.

La doctora Athié comentó para Prensa UP que Newman ayuda de referencia a nuestra Casa de Estudios para seguir por un buen camino, ya que es una Universidad humanista con enfoque cristiano.

“No es suficiente con realizar tareas y pasar un examen, la estudiosidad es interesarse por un tema y profundizarlo por la propia cuenta, porque la inteligencia tiene hambre de verdad, entonces hay que interesarse un poco más”, afirmó la doctora.

4-2Para la académica, uno de los legados más importantes que dejó Newman fue su coherencia de vida, la búsqueda de la verdad. Asimismo, comentó que hay muchos desafíos que se enfrentan actualmente entre ellos la violencia, pero ésta comienza por la mente, así como muchos de los problemas, “si uno empieza por su mente, las cosas cambiarían”, comentó.

Dentro del Coloquio realizado en el Aula Magna se llevó a cabo la conferencia “J. H. Newman y los desafíos contemporáneos. Figura y pensamiento”, impartida por la doctora Athié, en donde expuso el camino que recorrió Newman a lo largo de su vida.

En la ponencia, a la que asistieron en su mayoría adultos, la doctora detalló el momento en que Newman se convirtió al catolicismo, puesto que en un principio pertenecía a la Iglesia Anglicana. Además destacó la actitud de estudio por parte del beato, así como su búsqueda continua por encontrar la verdad.

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Artículo elaborado por la Universidad Panamericana

La conferencia “Hacer Avanzar el Pensamiento”,  fue impartida por  Helena Ospina de Universidad de Costa Rica, es catedrática de literatura de la facultad de letras, ha dedicado varios artículos con el tema de la familia, es de la Academia Dominicana de la Lengua y de la Editorial Promesa.

El subtítulo que le da a este trabajo es la unidad entre pensamiento y palabra; desde el año 1996 sigue un proceso de investigación sobre el concepto de unidad y vida. La primera comunicación que presentó en ese sentido, fue en la Universidad de Navarra, implicaciones de la noción y de la realidad unidad de vida de San Josemaría Escrivá en la persona y en la obra del artista. Todos sus trabajos  los han presentado en foros internacionales, se inspira en la idea de Newman  “hacer avanzar el pensamiento”.

Lo que Helena recomienda es seguir estudiando y plantearse una serie de situaciones, porque hoy por hoy se ha ido olvidando la formación de la persona; la conferencista, dijo, le interesa popularizar la enseñanza de la Literatura en la Universidad.

“No se puede separar el pensamiento de la palabra, no es solo palabra si no que hay una persona detrás”, Helena piensa que con la tinta que escribe es como la sangre de la persona o del escritor. Ella, es poeta y escritora es por eso que le interesa basarse en estos conceptos;  “La historia de un autor es la historia de sus obras” comentó Helena.

 

La visión de Newman en la enseñanza de la literatura es formar personas, en la sociedad, historia y literatura. Newman define la Universidad como el lugar donde se enseña el conocimiento universal, la argumentación más memorable en esta obra es la que muestra sobre la educación e instrucción, entre educación liberal y la que se ocupa de instruir para una profesión. La universidad tal como la concibe Newman esta para formar a la persona, porque contribuyen activamente a la sociedad.

Concluye con el enfoque personalista de Newman sobre la literatura, en que las letras son asunto serio no son cuestión de “verborrea” ya que el escritor ha de prepararse para su oficio porque es “la voz” de su tiempo, para bien o para mal. “John Henry Newman es la carta cabal de este cometido que a todos nos espera”.

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Artículo elaborado por la Universidad Panamericana

El Dr. Mauricio Albornoz explicó en una cátedra ante los presentes en el Aula Magna de Nuestra Casa de Estudios, las realidades humanas de sentimentalismo y racionalidad como factores humanos para vivir y comprender la fe.

El catedrático de la Universidad Católica del Maule, Chile, realizó un estudio temático de los sermones parroquiales (1824 – 1843) del Beato John Henry Newman. El tema recurrente fue la tensión de la puesta en práctica de la fe y la conceptualización.

Para desgranar tal realidad el escritor del libro La fe como interpretación de la cultura dividió su reflexión en tres momentos: la experiencia religiosa; entendida como la expresión real de lo que se cree. El credo definido; es decir un dogma. Y por último, la simpatía antropológica; el afecto de la fe con la condición humana.

La experiencia religiosa en la época de Newman, estaba debilitada culturalmente debido al afán de la Iglesia por no ceder a las exigencias del racionalismo. Así pues la fe se concentró en un espiritualismo puramente afectivo, y todo lo que designara obligaciones por el credo fue rechazado. Newman intentó liberar a los creyentes de una religión abstracta e irreal, enunciaba el Presbítero.

“(…) la religión que debe vivir el creyente tiene que ser de obras, y no de improvisaciones afectivas, sentimientos momentáneos o meras atracciones”, mencionó el catedrático.

2-2La segunda reflexión de la cátedra: el credo definido, fue palpada por el público cuando el Dr. Mauricio explicó que el hombre, debido a su condición humana, necesita medios que visibilicen lo invisible creer. Solo así la experiencia religiosa verdadera acontecerá. Se debe pasar de una abstracción a algo real. Por ejemplo: la Palabra de Dios o la vida eclesial.

La dualidad del sentir y entender, de la razón y el sentimiento, fue el continuo dúo mencionado por el exponente. El cual justificó, basado en los sermones de Newman, que no es suficiente la religión del corazón o la religión de la cabeza, sino la convivencia de ambas. De no ser así, la abstracción religiosa ocurriría.

Así pues, para cerrar con la tercera reflexión de la cátedra, la simpatía antropológica, el Presbítero explicó que la fe está a nuestro alcance, sin importar nuestra naturaleza. “(…) no podemos creer como los ángeles. Creemos como humanos, con nuestras limitantes.”

Al fin el sentimentalismo y racionalismo, tan presentes en cada persona, encontraban un punto de encuentro al ser necesarios para creer. Con la interacción de ambos, anunció el ponente, se  obtiene la gracia de Dios a través de las formas, las cosas externas que alimentan a la fe desde la práctica de la misma. Pues no basta con que el creyente sienta correctamente, sino que debe obrar correctamente.

Los aplausos del público no se hicieron esperar cuando el Doctor Mauricio Albornoz finalizó su conferencia y levantó los ojos de las hojas con las cuales apoyó su cátedra. También, se abrió un espacio de preguntas y respuestas para que exponente y audiencia aclararan dudas antes de comenzar la siguiente exposición, esta vez en manos del Presbítero Juan Carlos Mayorga Enríquez.

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Artículo elaborado por la Universidad Panamericana

Como parte del Coloquio Internacional John Henry Newman, en donde nuestro campus fue sede, se celebró una misa dedicada al beato.

En punto de las 12:30 hrs., hora acordada para la celebración de la Santa misa encomendada al beato, Newman, por las puertas siempre abiertas de nuestra capilla, ingresaron los asistentes que por tres días nos visitaron para profundizar la vida y obras del filósofo y teólogo inglés, converso del anglicanismo al catolicismo.

Sotanas blancas, trajes sastre y vestidos acordes al evento portaban los asistentes a la celebración de la eucaristía, quienes ponian su atención hacia el altar bajo la iluminación blanca; mientras el coro de la Universidad Panamericana recitaba cánticos al compás del piano.

El Pbro. Juan Carlos Mayorga de la UP Guadalajara; Fr. John Ford de Washington; y Pbro. Mauricio Albornoz de Chile, fueron los sacerdotes que concelebraron la eucaristía. El concelebrante chileno fue el encargado de emitir el sermón a los fieles que escuchaban atentos.

Con su marcado acento, el presbitero comentó: “los desafíos que se presentan actualmente, así como las situaciones en las que se está en desventaja, se debe actuar desde la perspectiva del Evangelio”.

Indicó, que el encuentro suscitado en el coloquio, “no es sólo para divagar teorías o interactuar ideas sino lo que se pretende, con humildad, al hacer memoria de Newman es  acoger una palabra que sea centro y vida de una acción que se transforme en la vida de cada una de las personas.

1-2“Jesús tiene enemigos; hombres y mujeres que cuestionan su Ser, su actuar y su identidad, eso es parte de la historia de la vida cristiana, pero esos enemigos se pueden transformar en amigos en la medida en que hacemos de sus críticas y sus cuestionamientos una oportunidad para interactuar con ellos y dar una respuesta; de ese modo anunciamos a Jesucristo”.

Al finalizar la homilía, los presentes disfrutando de la celebración religiosa mantenían su mirada hacia el Sagrario, el cual se encuentra entre dos cuadros. Uno de ellos es una representación de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, en donde Dios hijo es acompañado por la Santísima Virgen y el Señor San José. Y el segundo en el cual está presente Monseñor José María Escrivá de Balaguer.

Luego de las oraciones finales, el sacerdote impartió la bendición y junto a él salieron los concelebrantes. Finalmente el coro de nuestra universidad interpretó “Lead Kindly Linght”, poema compuesto por Newman y que fue preparado ex profeso para la ocasión.

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Newman comentó en 1869 que ya se podía morir al concluir una obra que le costó 19 años de reflexión que finalmente tituló Gramática del asentimiento religioso, porque desea desentrañar las claves de este acto humano, ciertamente poco conocido. Sin embargo, Newman comprendió, después de la lectura de Tomás de Aquino, que la fe no es una certeza, sino un asentimiento.

La obra inicia haciendo algunas distinciones. Las proposiciones pueden ser interrogativas, condicionadas o categóricas. Los actos mentales que corresponden a estas proposiciones son la duda, la cual se expresa en una pregunta; la inferencia, que se expresa en un silogismo o argumentación, y el asentimiento, el cual se expresa en la afirmación. Newman deja de lado la duda para centrarse en el asentimiento y la inferencia. Ahora bien, las proposiciones y la manera de aprehenderlas son de dos tipos. Por un lado, cuando las proposiciones contienen términos comunes, abstractos y universales. Newman escribe: “A estas proposiciones yo las llamo nocionales y a la aprehensión por la que las inferimos o asentimos a ellas la llamo aprehensión nocional”[1]. En cambio, hay proposiciones que versan sobre cosas concretas. “A esas yo las llamo proposiciones reales y a la aprehensión de las mismas aprehensión real”[2]. Ahora bien la aprehensión real es más fuerte que la nocional, pues las cosas concretas impresionan más que las cosas abstractas. Al respecto Newman escribe: “No quiero decir con esto que la aprehensión real en sí misma empuje más a la acción que la nocional, pero sí que estimula los afectos y las pasiones al presentarnos hechos como causas motivas”[3].

Así pues, la clave de la obra newmaniana es la distinción entre asentimiento real y asentimiento nocional, ya que ambos son incondicionados por ser asentimiento, pero uno se refiere a cosas mientras que el otro se refiere a nociones. Con estas distinciones, Newman se opone a una tradición epistemológica típicamente inglesa. Ya Locke había afirmado que el objeto de la fe sólo podía afirmarse en la medida de la validez de las pruebas que puedan presentarse en su favor. Por otra parte, Whately, con quien Newman colaboró algún tiempo, había declarado que “todo razonamiento en cualquier materia es siempre un proceso idéntico, que se podrá expresar claramente en forma de silogismo”[4]. Pero Newman ve claramente que con esta manera de pensar la fe se reduciría a la razón y Dios a un objeto más del pensamiento racional. Josep Vives comenta que “contra la afirmación de Whately, Newman mantendrá precisamente que: A) <no todo razonamiento es siempre un proceso idéntico>, y B) <no todo razonamiento es reductible a silogismo>”[5]. Aquí, Newman no hace más que retornar al principio del realismo, ya que es imposible captar la infinita riqueza de lo real por medio de proposiciones lógicas. Por eso Newman distingue claramente entre asentimiento nocional, el cual es más afín a la inferencia formal, y el asentimiento real, que capta la verdad de lo real concreto. Así pues, escribe Vives:

La certeza en cuestiones de fe habría de pensarse así: la fe reclama certeza y asentimiento absolutos, pero este asentimiento no descansa en una deducción estricta a partir de unas premisas previas supuestas y más ciertas, sino en otra forma de percepción más totalizadora y más penetrante de la realidad en toda su complejidad. Este fundamento de la certeza, que no es de carácter deductivo o demostrativo, Newman lo llama inicialmente, siguiendo a Butler, <probabilidad>. Pronto explicaría que no se refería a probabilidades débiles e insuficientes para tener certeza, sino de probabilidades acumuladas y emergentes de tal manera que no pueden dejar de provocar un asentimiento incondicionado y sin reservas[6].

Por supuesto, muchos pensadores han objetado inmediatamente a Newman que la certeza no puede tener como base lo <probable>. Esta objeción es, a primera vista, muy seria[7]. Incluso, Newman fue un tiempo acusado de afirmar que en materia religiosa no se puede ir más allá de la probabilidad. “Newman respondió que él no entendía <probable> como lo contrario a aquello que es cierto, sino como contrario a lo demostrable (demonstrative) a partir de una estricta demostración lógica formal, ya que lo estrictamente demostrable ya no es objeto de la fe, sino del conocimiento deductivo”[8]. Esto es algo que había pensado y sostenido desde su juventud, como afirma en su Apología:

La certeza absoluta que podemos alcanzar en el caso de las verdades de la teología natural o en el caso del hecho de la revelación, es el resultado de un <assemblage> de probabilidades concurrentes y convergentes, lo cual es conforme tanto a la constitución del espíritu humano como a la voluntad de su creador; la certeza es un hábito del espíritu, la evidencia es una cualidad de las proposiciones; probabilidades que no alcanzan evidencia lógica pueden ser suficientes para la certidumbre intelectual y la certidumbre así lograda puede igualar en medida y fuerza a la certeza creada por la más rigurosa demostración científica[9].

Todo esto significa simplemente que la fe no es reductible a la razón, pero tampoco la contradice. No es reductible a la razón como pretendía en su tiempo la Evidential School, cuyos representantes sostenían que el creyente “estaba obligado a ir más a la raíz de su investigación, y convencerse a sí mismo de la verdad del cristianismo mediante un cuidadoso examen de las pruebas o garantías (Evidences)”[10]. Pero tampoco contradice a la razón, como hacía la tendencia evangélica, cuyos seguidores saldaban la cuestión de manera tajante: entre fe y razón no hay relación posible. Nótese nuevamente como estas dos tendencias están más que presentes en nuestro tiempo.

Que la fe no es reductible a la razón, pero que tampoco la contradice, lo muestra Newman simplemente analizando la realidad. Es un hecho que no sólo las certezas religiosas, sino la mayoría de las certezas de nuestra vida diaria, no las obtenemos por medios de la inferencia formal, pues ésta trabaja con nociones, y las nociones son abstractas y universales, mientras que en nuestra vida ordinaria nos las habemos con hechos concretos. Así pues, Newman devela una facultad que va más allá de la lógica formal, y conoce la certeza por medio de las probabilidades convergentes. A esta facultad la llama Newman sentido ilativo: “A este poder de juzgar acerca de la verdad y del error en materias concretas lo llamo yo sentido ilativo”[11].

Este sentido ilativo tiene un cierto paralelismo con la phronesis aristotélica en cuestiones morales. Es claro, pues, que los principios generales, en cuestiones concretas, sólo pueden guiarnos a la probabilidad y no a la certeza, porque la realidad no se deja aprisionar en proposiciones. De aquí que Newman atribuya el sentido ilativo al ‘hombre concreto’. Por medio del sentido ilativo “se da una especie de experiencia directa de la multiplicidad de datos en la complejidad de sus relaciones e implicaciones, inmediatamente enriquecida y matizada, corregida o reforzada a través de la memoria experiencial y de la razón intuitiva y comparativa inmediata, sin la necesidad de pasar explícitamente al nivel abstracto y menos todavía a la formulación, en este nivel, de proposiciones universales”[12]. De aquí que Newman diga claramente que el sentido ilativo tiene un eminente carácter personal: “…no hay nada en lo que he afirmado sobre el carácter instrumental o extensión del sentido ilativo que sea incompatible con su cualidad de don personal o hábito, como he dicho; puesto que, por hallarse de hecho siempre presente en alguna materia determinada, es personal, ya que el discernimiento de los principios relacionados con esta materia es también personal”[13]. En casos concretos, el sentido ilativo “parece proceder de la percepción directa de una <convergencia de probabilidades> que se refuerzan mutuamente hasta llegar a producir una certeza, superadora de toda duda razonable”[14]. Josep Vives resume el sentido ilativo de la siguiente manera:

Guiarse por esta percepción directa y existencial de la realidad concreta y compleja, aunque no la podamos expresar en fórmulas de estricta lógica, es algo propio del hombre y de la mente sana y bien constituida; es algo plenamente razonable y racional. El cerrarse a acoger mas de lo que formalmente puede probarse (suponiendo que tal cerrazón fuera posible) mutilaría penosamente su capacidad de percepción de la realidad y de relación con personas y cosas[15].

Respecto al contenido de la fe, cuestiones como la existencia de Dios, la divinidad de Jesucristo o la realidad de la Iglesia, tenemos que “estas realidades no se deducen ni se <prueban> a partir de unos principios más universales y más ciertos, sino que son reconocidas en su singularidad única por el <hombre entero> que intenta acogerlas tal como se le ofrecen y se le imponen en su compleja riqueza de aspectos y manifestaciones”[16]. El Papa emérito Benedicto XVI lo afirma de la siguiente manera: “el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia”[17]. Por ejemplo, al presentar el misterio de la Trinidad, Newman afirma lo siguiente:

“Las palabras Padre, Hijo, Espíritu, Él, uno, etcétera, no son términos abstractos, sino concretos y adecuados para excitar imágenes. Estas palabras tan simples y tan claras están integradas en proposiciones igualmente simples, claras, y breves. No hay nada abstruso ni en los términos ni en su composición. Naturalmente, no sucede lo mismo en los tratados teológicos sobre esta materia dogmática. En ellos se encuentran palabras como sustancia, esencia, existencia, forma, subsistencia, noción, circumincesión; y aunque estas palabras son mucho más fáciles de entender de lo que a primera vista pudiera parecer, sin embargo, se dirigen indudablemente al entendimiento y no pueden reclamar más que un asentimiento nocional”[18].

Así pues, como afirma Vives: “La garantía que debe buscar el asentimiento religioso no ha de ser la de una deducción formal abstracta, sino la de la percepción de lo concreto y complejo mediante el <sentido ilativo>”[19].

La razón y la fe son dos ámbitos del único hombre total, las cuales deben ser aplicados según la naturaleza propia del objeto al que se dirigen. Newman lo resume de la siguiente manera:

“De la misma manera que en matemáticas estamos justificados por el dictamen de la naturaleza en no dar nuestro asentimiento a una conclusión de la cual aún no tenemos una conclusión lógica estricta… así no estamos justificados en el caso de un raciocinio sobre cosas concretas, y especialmente en el caso de una investigación religiosa, a esperar hasta que obtengamos una demostración lógica, sino que, al contrario, en conciencia estamos obligados a buscar la verdad y adquirir certeza por métodos de prueba que, al ser reducidos a proposiciones formales, no llegan a cumplir los requisitos estrictos de la ciencia”[20].

Newman encontró una imagen muy adecuada para expresar la diferencia entre la inferencia formal y el sentido ilativo. En una carta de 1964 escribe a un amigo suyo:

“la mejor ilustración de lo que sostengo es la de un cable formado por un gran número de distintos hilos separados, cada uno débil en sí mismo, pero que juntos son tan duros como una barra de acero. Una barra de acero representa la demostración matemática o estricta; un cable representa la demostración moral, que es un ensamble de probabilidades, insuficientes para la certeza si están separadas, pero juntas son indestructibles. Un hombre que dice ‘no puedo confiar en un cable, debo tener una barra de acero’ sería, en ciertos casos, irracional e irrazonable: así también es un hombre que dice que debe tener una demostración rígida, no moral, de la verdad religiosa”[21].

Con su manera de entender las relaciones entre la fe y la razón, Newman pone de manifiesto la inutilidad de las apologías entonces, y desgraciadamente aún hoy, convencionales. Pues al tratar de responder al racionalismo con apologías racionalistas no hacían sino caer en la trampa a la cual querían escapar: reducir la fe a un objeto inferencial. Al mismo tiempo, Newman presenta claramente que los objetos de fe tienen su dinámica y su método propio para ser abordados, dinámica y método que son racionales, pero que no se identifican con el silogismo formal propio de otros objetos de estudio. También rescata la realidad como el principio primordial del cual debe partir nuestro conocimiento: no de proposiciones o conceptos abstractos, aunque después tenga que llegarse a ellos necesariamente, sino de hechos y realidades concretas. Y nos recuerda que la religión no es un conjunto de postulados o proposiciones, sino un sistema de hechos reales que afectan la existencia total de la persona humana y no sólo su capacidad de raciocinio.

Y por supuesto, la doctrina de Newman no se quedó en ello, sino que se hizo real en sentido newmaniano, se hizo vida. La beatificación de Newman, que fue considerada por muchos como un gran avance en las cuestiones ecuménicas, afirma claramente que toda la vida del cardenal oratoriano fue un vivir heroicamente las virtudes y que Newman llegó a ser un campeón de la fe en su tiempo. Así se cumplen las palabras del Papa que tuvo la dicha de beatificarlo: “Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin”[22].

 

1. NEWMAN, JOHN HENRY, El asentimiento religioso, tr. Josep Vives, p. 43.

2. Ibíd., p. 44.

3. Ibíd., p. 45.

4. VIVES, JOSEP, La sombra nos hace ver la luz…, p. 17.

5. Ibídem.

6. Ibíd., pp. 14-15.

7. Ian Ker menciona las cuatro grandes objeciones al planteamiento de Newman: 1) la diferencia entre asentimiento e inferencia no siempre ha sido claramente comprendida, 2) el carácter intelectual del sentido ilativo no siempre ha sido completamente apreciado, 3) la teoría de la probabilidad de Newman no se ha entendido suficientemente, 4) la certeza es indefectible. Ian Ker, John Henry Newman. Una biografía, Tr. Rosario Athié y Josefina Santana, Palabra, Madrid, 2010,  pp. 653-655.

8. Ibíd., p. 14.

9. NEWMAN, JOHN HENRY, Apología pro vita sua. Historia de mis ideas religiosas. Trad. RUIZ BUENO, DANIEL, BAC, Madrid, 1977, p. 19.

10. NEWMAN, JOHN HENRY, La fe y la razón, Introducción, 29.

11. NEWMAN, JOHN HENRY, El asentimiento religioso…, p. 312.

12. VIVES, JOSEP, La sombra nos hace ver la luz…, pp. 25-26.

13. NEWMAN, JOHN HENRY, El asentimiento religioso…, pp. 319-320.

14. VIVES, JOSEP, La sombra nos hace ver la luz…, p. 26.

15. Ibíd., p. 26.

16. Ibíd., p. 25.

17. BENEDICTO XVI, Porta Fidei, n. 10.

18. NEWMAN, JOHN HENRY, El asentimiento religioso…, p. 134.

19. VIVES, JOSEP, La sombra nos hace ver la luz…, p. 27.

20. NEWMAN, JOHN HENRY, El asentimiento religioso…, p. 359.

21. NEWMAN, JOHN HENRY, Letters and Diaries, XXI, p. 146.

22. BENEDICTO XVI, Porta Fidei, n. 15

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Newman en Francia (1898-1908)1

Todavía en vida el pensamiento de J. H. Newman fue conocido en Francia a través de la traducción al francés de algunas de sus obras. Por ejemplo el Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana fue traducido y publicado en 1846 por Madeame Louise Boyeldieu-d’Auvigny; y una traducción de los Sermones Universitarios hecha por el Rev. Léopold Dèferriere y autorizada por el mismo Newman apareció cuatro años más tarde. Desafortunadamente la traducción del Ensayo no era muy buena, con decir que hasta el nombre de Newman estaba mal escrito. En cambio la traducción de los Sermones era buena, pero al ser casi lo único que se conoció de Newman, los lectores se llevaron la impresión de que Newman era simplemente un apologista.

Luego como afirma Philip Callaghan, tras el Concilio Vaticano I (1870) y la Guerra Franco-Prusiana (1871) el interés por Newman se fue apagando, al menos en Francia2; de tal suerte que al comenzar el nuevo siglo “las obras de Newman en francés era casi imposible encontrarlas, ni siquiera en las librerías de libros usados”3.

Pasados unos ocho años tras la muerte del Cardenal Newman, vieron la luz en Francia una serie de publicaciones sobre el pensamiento de Newman. Quizás la más importante fue la de Paul Marie Thureau-Dangin, La Renaissance Catholic en Angleterre au XIXe siècle, la cual fue publicada periódicamente a partir de 1898 hasta abarcar tres volúmenes4. A partir de aquí tuvo lugar la reaparición de Newman en Francia, pero de la mano de Alfred Loisy y de otros autores que protagonizaron la llamada crisis modernista. Así que uno debe comprender que en las primeras décadas del siglo XX el nombre de Newman tanto en Francia como en otros países de Europa quedó vinculado al modernismo.

El modernismo y Alfred Loisy

“El término modernismo, derivado del término modernidad, que conservó durante poco tiempo un sentido polivalente, acabó asumiendo una connotación negativa, una acusación contra alguien”.5 El modernismo fue de hecho un término con el que se quiso señalar a todos aquellos, principalmente teólogos, que ponían en tela de juicio los dogmas de la Iglesia. En los primeros años del siglo XX se habló del modernismo negativamente y “Pío X lo definió como ‘compendio y veneno de todas las herejías’”, mientras que el jesuita Enrico Rosa lo consideró “el sistema herético más perverso y complejo de la historia de la Iglesia”.6

Uno de los argumentos fuertes de los modernistas consistía en decir que los dogmas no eran perennes, sino que estaban sometidos a la ley de la evolución y del desarrollo, de tal manera que uno no podía considerar ninguna verdad de fe como algo innamovible, sino por el contrario como cosas pasajeras ligadas a las circunstancias de la época y a los condicionamientos históricos de cada generación. En este contexto y a propósito del desarrollo el nombre de Newman fue invocado por los autores, especialmente por Loisy, para sustentar sus propias posiciones.

Alfred Loisy (1857-1940), publicó en noviembre de 1902 el libro titulado El Evangelio y la Iglesia, dicha publicación desencadenó la crisis modernista. No sólo en este libro, sino en publicaciones previas Loisy citaba textos de Newman, principalmente tomados del Ensayo sobre el Desarrollo, a fin de desplegar sus propios puntos de vista en torno a la evolución del dogma.

Debe decirse, de todas formas, que cuando Loisy citaba a Newman no era para dar a conocer el pensamiento del Cardenal, sino para avalar una serie de tesis que él mismo ya tenía en mente7. Así que de hecho sólo tomó de Newman lo que servía a sus propios intereses. Claro está que al obrar así dejaba fuera muchos párrafos importantes de Newman. Ahora bien, como apunta Callaghan, “es preciso notar que para muchos esta presentación de Newman, era su primer encuentro con Newman el teólogo. Si ese era tal cual el pensamiento de Newman, por supuesto que no querían saber nada de él”8.

Más adelante Ferdinand Prat escribió que quizás la palabra ‘desarrollo’ era lo único común entre Loisy y el Card. Newman9. Así y con todo no se piense que Loisy quiso distorsionar deliberadamente el pensamiento de Newman, pero lo cierto es que al ser Loisy un protagonista de la controversia modernista, el pensamiento de Newman quedó atrapado en ella. De hecho cuando el papa Pío X con la encíclica Pascendi (1907) condenó el Modernismo, muchos aseguraban que el pensamiento de Newman había sido condenado con ella10.

Otro actor en la crisis modernista fue Édouard Leroy (1870-1954), quien también involucró a Newman en controversia sobre el dogma y el desarrollo. En su artículo Qu’est-ce qu’un dogme? (1905), Leroy afirmaba que Newman mismo sostenía que el dogma era un asunto práctico y nada tiene que ver con la razón o la verdad filosófica. Sin embargo párrafos aducidos por Leroy que están tomados de los Sermones Universitarios de Newman estaban sin lugar a dudas sacados de contexto. Mas como señala Callaghan “no hace falta un gran esfuerzo para colocar esos párrafos en su contexto adecuado”11.

Otros autores y otras interpretaciones del pensamiento de Newman podrían mencionarse, como por ejemplo del lado católico los nombres de Friedrich Von Hügel y de Maurice Blondel, y del lado protestante el de Auguste Sabatier12. En todo caso con esto que hemos dicho uno se da una idea de como el nombre de Newman quedó vinculado a la herejía modernista13.

Estando así las cosas resulta claro que durante las primeras décadas del siglo XX el nombre de Newman estaba marcado por la controversia y en segundo lugar es evidente que sólo se conocía a Newman parcialmente a través de pasajes selectos en manos de modernistas, las más de las veces sacados de contexto. En su momento Maurice Nédoncelle, un especialista en Newman podía decir, que fuera cual fuera la valoración que se hicera del Modernismo, lo cierto es que Newman llegó a Europa por el camino del Modernismo.14 Fue por ello que este autor junto con otros sintieron la necesidad de volver a introducir a Newman en Francia, pero esta vez al verdadero Newman.

 


1. Cfr.  Philip Callaghan, «Newman and Newmanism in France (1898-1908). An Aspect of the Development of the Modernist Crisis» (PhD diss., Institut Catholique de Paris, 1965).

2. Cfr. Ibid., 84.

3. Ibid., 206.

4. Paul Thureau-Dangin, La Renaissance Catholique en Angleterre au XIXe siècle, 3 vols. (Paris: Plon-Nourrit, 21923). El primer volumen trata sobre Newman y el Movimiento de Oxford. En conjunto esta obra fue bien recibida.

5. Maurilio Guasco, El Modernismo. Los hechos, las ideas, los personajes, Tr. Patricia Alonso, (Bilbao: Desclée de Brouwer, 2000), 23.

6. Ibid.

7. Cfr. Ibid., 155-58.

8. Ibid., 160.

9. Cfr. Ferdinand Prat, «Au Fond d’un Petit Livre,» Ètudes 97 (1903): 318-319.

10. Nicolas Lash, Newman on Development. The search for an explanation in history (Sheperdstown WV: Patmos Press, 1975), 147; Cfr. Lawrence Barmann, Baron Friedrich Von Hügel and the Modernist crisis in England (London: Cambridge University Press, 1972), 204, n. 5.

11. Callaghan, «Newman and Newmanism,» 186.

12. Auguste Sabatier, Esquisse d’une Philosphie de la Religion (Paris: Fischbacher1897).

13. Véase Chuck Talar, «Newman in France During The Modernist Period: Pierre Batiffol and Marcel Hébert,» Newman Studies Journal 2/1 (2005): 45-57.

14. En la primera edición de su Introducción a la versión francesa de la Apologia Nédoncelle escribió: “La teología de Newman, empero, ejerció un influjo inesperado a través de F. Von Hugel en los círculos modernistas, especialmente en el caso de George Tyrrell y de Alfred Loisy. Se trata de un asunto todavía reciente, tan delicado y controvertido, que prefiero simplemente señalar su existencia. Hablar de ello superficialmente sería una injusticia. Pero es históricamente cierto que el Modernismo fue uno de los principales caminos por los que Newman fue conocido en el Continente y adquirió allí su reputación”. Maurice Nédoncelle, Introduction a Apologia pro vita sua, por John Henry Newman (Paris: Bloud et Gay, 1939), 68.

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