Archivos anuales2018

Topic del III Coloquio Internacional John Henry Newman, sus fuentes y comentadores: La educación liberal La educación liberal que propuso John Henry Newman para la Universidad Católica de Irlanda en el siglo XIX sigue vigente. Para él, el fin de la universidad es el saber, y su focus central es la formación de la inteligencia. Lo demás, vendría por añadidura. Entre las habilidades intelectuales que busca desarrollar es el hábito filosófico, sin el cual la capacidad de vincular y dar unidad a los distintos saberes, la búsqueda sincera de la verdad, y la capacidad para resolver problemas teóricos y prácticos se imposibilita. El estudio de la gramática, de la literatura, de la historia, de las diversas lenguas y culturas llegan a armonizarse en la mente gracias a este hábito filosófico. En The Idea of a University, Newman describe lo que él considera que es un verdadero gentleman, más allá de un hombre frío y sereno, como fue el ideal británico a la luz del Capitán Horatio Nelson. El gentleman para Newman es un hombre culto, un hombre sabio, que ha formado y “amueblado” adecuadamente su mente, pero, sobre todo, tiene visión de conjunto, distingue entre lo importante y lo secundario, lo lejano y lo cercano y, sobre todo, el valor de cada persona. Todos estos efectos positivos, por un lado, son manifestaciones del hábito filosófico y, por otro lado, de un adecuado dominio de sí y la forja del carácter, que abren a un conocimiento más acabado de la realidad posibilitando así el conocimiento de Dios a través de la teología. No se trata entonces de buscar un resultado al incluir materias filosóficas o teológicas en los estudios universitarios, sino de crear ámbitos adecuados para el diálogo y la reflexión, la interiorización de lo que otros sabios han propuesto para el mejor conocimiento de sí mismo y de la naturaleza humana que compartimos. Es verdad que la filosofía y la teología son saberes abarcantes de la realidad, que ayudan a esta comprensión de conjunto, pero el hábito se forma con la práctica, con el diálogo, en el debate, en la reflexión y expresión de nuestros pensamientos y en el intercambio entre profesores y alumnos. Este III Coloquio sobre John Henry Newman, sus fuentes y comentadores, tiene como propósito el crear este ambiente de diálogo sobre la educación universitaria.

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CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Fundada el 12 de octubre de 1927 “La Lengua es la Patria” Santo Domingo, República Dominicana

ACTIVIDADES ACADÉMICAS DE SEPTIEMBRE DE 2018

Estimados académicos:
Mediante esta comunicación les remito una reseña de las actividades realizadas en la
Academia Dominicana de la Lengua en el mes de septiembre de 2018.

Con mi distinción y afecto, reciban mis saludos cordiales.

Dr. Bruno Rosario Candelier

Director.-
Dirección postal
Academia Dominicana de la Lengua
Calle Mercedes 204, Ciudad Colonial,
Santo Domingo, República Dominicana

Dirección electrónica
Teléfono 809-687-9197
http:www.academia.org.do

COLOQUIO SOBRE LA POETA COLOMBIANA HELENA OSPINA

En su sede oficial de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, la Academia
Dominicana de la Lengua celebró un coloquio literario sobre la obra de Helena Ospina
Garcés, poeta, ensayista y promotora cultural colombiana, quien fuera correspondiente
de la ADL.
La actividad estuvo presidida por los miembros directivos de la institución,
Federico Henríquez Gratereaux, Manuel Núñez, Juan José Jiménez Sabater y Bruno
Rosario Candelier. Y de Costa Rica, Víctor Valembois, Jorge Chen y Gabriel Quesada,
quienes compartieron con la escritora en la editora Promesa y la Universidad de Costa
Rica.
La administradora de Promesa, Érika Chinchilla, en su mensaje enfatiza el
valioso aporte de Helena Ospina Garcés como gestora cultural en una ardua labor
desplegada por la poeta colombiana mientras residió en San José de Costa Rica. Se trata
de una escritora que abogaba por el cultivo del arte como expresión de la belleza
inspiradora.

Jorge Chen Sham habló sobre “La creación literaria de Helena Ospina Garcés”,
que ilustró con poemas la función emotiva y apelativa del lenguaje. Reiteró que la
poética de esta autora se asienta en esas dos funciones de la lengua. Analizó el poema
"Victoria de Samotracia", del cual destacó la musicalidad en sus versos, fundada en
varios recursos estilísticos como el encabalgamiento, así como en el uso de la rima
asonante. El yo lírico de la autora se siente seguro, afirma Chen Sham, al avanzar en el
poema, como el marinero que llega al puerto al comparar ambas realidades, la textual y
la vida cotidiana. Durante su alocución, el intelectual tico hizo mención de un estudio
que, acerca de la obra literaria de doña Helena, ha realizado la académica Conny
Palacios, compartiendo con ella sus juicios elogiosos sobre la autora homenajeada: "Es
un himno al tú, dado que en una parte del poema, Ospina invoca a la
Divinidad". También analizó otros poemas de Helena Ospina: "De amor herida" y
"Diálogo del alma y el verbo", de los cuales afirmó que están estructurados como una
canción, subgénero lírico bastante asentado en el gusto de las mayorías, aseguró, y
agregó que, "es propio de la canción esa transformación del verso, en estructura
musical, a partir de la valoración de las imágenes, como la sinécdoque, por ejemplo".
Por su parte, Víctor Valembois testimonió su fructífera relación con la escritora, de
quien destacó que contribuyó enormemente a tender puentes entre los escritores de otros
países con los colegas de Costa Rica,  se refirió con gran admiración y respeto acerca de
“Las bellas armas poéticas”, de Helena Ospina. Recalcó que gracias a doña Helena
conoció la literatura dominicana, y a sus escritores, como Manuel de Jesús Galván y
Juan Bosch.
Valembois presentó su disertación en el plano del testimonio, y lo anecdótico
predominó en sus palabras acerca de los lazos fraternos que le unieron a Ospina Garcés,
quien contribuyó a que él pudiese establecer vínculos entrañables con escritores de otros
lares, como el escritor y sacerdote guatemalteco Gustavo González Villanueva, o como
el polaco-colombiano Bogdan Piotrowski y con el dominicano Bruno Rosario
Candelier. La gestora de puentes literarios, Ospina Garcés, marcó la impronta de su
legado en "ese ir más allá, más lejos en la búsqueda de la belleza y lo verdadero o
esencial en el arte".
Esas reflexiones resultaron de sus evocaciones, a propósito de las veces que
doña Helena le impulsó a dictar conferencias -en lugares tan exclusivos como el palacio
de la Zarina, en San Petersburgo, Rusia-, o conocer autores como Victoria Ocampo, o
publicar obras, superando sus dudas sobre la calidad de las mismas. Valembois
concluyó con una enseñanza del papa Juan Pablo II, y que doña Helena le recalcaba
frecuentemente, en la que exhortaba a “constituirse en puentes, en caminos viables para
el progreso espiritual".
El director de la Academia, al tomar la palabra explicó que esta ilustre escritora
colombiana de nacimiento, pero costarricense por elección personal, asumió su
vocación poética a los cincuenta años, semejante al caso de nuestro Premio Nacional de
Literatura 2018, el novelista Manuel Salvador Gautier, quien también es el coordinador
del Grupo Mester de Narradores de la Academia, presente en la actividad. Rosario
Candelier afirmó que Ospina Garcés exaltaba la belleza como principio rector del arte,
como testimonio para canalizar su sensibilidad y su creatividad. En este punto, ella se
declara seguidora de Platón, filósofo griego para quien la belleza encendía los mejores
sentimientos del ser humano hasta elevarlo a la Divinidad: "La poesía es un medio para
alcanzar la comprensión estética y espiritual de la realidad", dijo. En este punto, hizo
referencia a los libros del Interiorismo literario, en los cuales hago hincapié en este
aspecto,  y cuya dimensión mística, espiritual y estética, podemos constatar en las obras
de doña Helena: “La meta de ella, dijo, era alcanzar lo divino, lo trascendente, tanto en

el arte como en el cultivo de la sensibilidad, de su mundo interior, rasgo esencial que le
daba sentido a su existencia”.
El director de la ADL sostuvo que Helena Ospina alcanzó la cúspide de su
vocación como poeta a la edad de 50 años: “Me lancé a escribir para alumbrar la belleza
que presentía desde siempre en mi alma y que descubría también fuera de mí”, es el
pensamiento sobre su concepción del mundo, y añadió el filólogo, quien además decoró
dicho precepto con la idea de que “la belleza, en el mundo espiritual de doña Helena
Ospina Garcés palpitaba en todo lo viviente porque ella partía siempre de la belleza, y
asumía la belleza como base y apelación de su creación. En su obra exalta el concepto
de belleza. No es de extrañar el hecho de que la poeta sea una seguidora de Platón, ya
que dicho filósofo sostenía que la belleza culmina en Dios. Bajo ese influjo, la poeta
colombiana vivió altamente estimulada para canalizar sus motivaciones y sentimientos
más fecundos y todo aquello que la sacudía entrañablemente, pues era una mujer de las
que vienen al mundo con condiciones excepcionales para testimoniar su talento, su
inspiración y su vocación de amor en su creatividad’, expresó Bruno Rosario Candelier,
y añadió que la promotora cultural tenía una alta convicción sobre el poder de la
palabra: “Tuvo la energía suficiente para asumir la palabra y encender la vocación por la
palabra; su poesía era simple y transparente pero con un mensaje luminoso, porque ella
sabía que la palabra poética debía llegar a los demás, y la mejor forma de que llegase a
los demás, no era usando esa forma moderna que usan los poetas actuales, que enredan
y complican el lenguaje, sino que ella procuraba llegar al corazón a través de la
sensibilidad, y a la sensibilidad, a través de la belleza. Asumía la palabra, la experiencia
humana y la cultura como conexión para llegar a lo divino, por lo que, como creyente de
alta espiritualidad y profunda fe, supo hallar la forma de canalizar el sentimiento de lo
divino, que era su mayor aspiración”.
En Helena Ospina el sentimiento de la Divinidad fue asumido desde el amor,
que ilustró con el poema "Queriendo quedar, quedo", inspirado en la obra de san Juan
de la Cruz: "Todo la estremecía, y en todo buscaba concitar en la persona el amor por lo
divino, a través del cultivo de la belleza, como vía de la verdad y la dimensión
espiritual", comentó.
Resaltó la impronta religiosa y mística en el legado de Helena Ospina, tanto a
nivel intelectual como en la vida cotidiana. Por eso, "valiéndose de la poesía y la
espiritualidad, ocupó su vida en tender puentes", razón por la que rendimos este
homenaje póstumo a tan valiosa intelectual, merecedora de este reconocimiento, con
admiración y gratitud.
Al concluir el sentido homenaje a la escritora colombo-costarricense, su nieto
agradeció el noble gesto de la Academia Dominicana de la Lengua, así como de los
intelectuales que participaron en este acto de valoración del legado literario, estético y
espiritual de Helena Ospina Garcés. Santo Domingo, 18 de septiembre de 2018.

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1. Señal de la cruz
2. Lectura y reflexión del texto escrito por Newman
3. Padre Nuestro, Ave María y Gloria

ORACION DE LA NOVENA

Padre eterno, Tú llevaste al Beato John Henry Newman por el camino de la luz amable de tu Verdad para que pudiera ser una luz espiritual en las tinieblas de este mundo, un elocuente predicador del Evangelio y un devoto servidor de la única Iglesia de Cristo.

Confiados en su celestial intercesión te rogamos por la siguiente intención: [pedir aquí la gracia]

Por su conocimiento de los misterios de la fe, su celo en defender las enseñanzas de la Iglesia, y su amor sacerdotal por sus hijos, elevamos nuestra oración para que pronto sea nombrado entre los Santos.Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Día primero

Esto es ser uno de los pequeños de Cristo: dejarse penetrar de Su presencia para que sea nuestra vida, nuestra fuerza, nuestro mérito, nuestra esperanza, nuestra corona; llegar a ser de un modo admirable Sus miembros, los instrumentos o la forma visible, o el signo sacramental del Invisible y siempre presente Hijo de Dios, que  místicamente reitera en cada uno de nosotros los actos de Su vida terrenal, su nacimiento, consagración, ayuno, tentación, conflictos, victorias, sufrimientos, agonía pasión, muerte, resurrección y ascensión. Siendo Él todo en todos, aunque podamos tan poco por nosotros mismos, y tengamos tan escaso valor y mérito como el agua en el bautismo o el pan y el vino en la sagrada eucaristía, sin embargo, somos fuertes en el Señor y en el poder de Su fuerza. (Plain and Parochial Sermons, VI, 1)

Día segundo

Cuando confesamos a Dios sólo como Omnipotente, le conocemos en parte, pues Él es una Omnipotencia que puede al mismo tiempo envolverse en debilidad y llegar a ser cautivo de Sus propias creaturas. Tiene, si puedo hablar así, el incomprensible poder de hacerse incluso débil. Debemos conocerlo por Sus nombres, Emmanuel y Jesús, para conocerlo perfectamente …Ruboricémonos de nuestro orgullo y voluntad propia. Pongamos atención acerca de nuestra impaciencia a las providencias de Dios hacia nosotros, de nuestros anhelos caprichosos tras lo que no puede ser, de nuestros esfuerzos testarudos para revertir Sus justos decretos, de nuestros conflictos con las duras necesidades que nos cercan, de nuestra irritación por la ignorancia o el suspenso acerca de Su voluntad, de nuestra feroz y apasionada testarudez cuando vemos esa voluntad tan claramente, de nuestro deprecio arrogante de Sus mandatos, de nuestra determinación a hacer las cosas sin Él, de preferir nuestra razón a Su palabra, de las muchas, muchas formas en que el viejo Adán se muestra, y una u otra que nuestra conciencia nos dice que es propia. Y recémosle a Él, que es independiente de todos nosotros, pero que se hizo nuestro compañero y nuestro siervo, para que nos enseñe nuestro lugar en Su vasto universo, y nos haga ambiciosos solamente de esa gracia aquí y de esa gloria futura que Él nos ha adquirido con Su propia humillación. (Sermons preached in Various Occasions, VI)

Día tercero

Debe recordarse que las ocupaciones de este mundo, aunque no son celestiales en sí mismas son, después de todo, el camino hacia el cielo, y aunque no son el fruto son la semilla de la inmortalidad, y aunque no son valiosas en sí mismas lo son por aquello a lo que conducen. Pero es difícil darse cuenta de esto. Es difícil darse cuenta de ambas verdades a la vez, y conectarlas, contemplando fijamente la vida futura pero actuando en esta…Mientras Adán fue sentenciado a trabajar como un castigo, Cristo con su venida lo ha santificado como un medio de gracia y un sacrificio de acción de gracias, un sacrificio para ser ofrecido alegremente al Padre en Su nombre… Es muy difícil conducirse entre los dos males: usar este mundo sin abusar de él, ser activo y diligente en los negocios de este mundo pero no por el mundo sino por Dios…¡Quiera Dios darnos la gracia en nuestras diversas esferas y puestos para hacer Su voluntad y embellecer Su doctrina, que ya comamos o bebamos, que ayunemos o recemos, que trabajemos con nuestras manos o con nuestras mentes, que estemos de camino o permanezcamos en reposo, podamos glorificar a Aquel que nos ha comprado con Su propia sangre! (Parochial and Plain Sermons VIII, 11)

Día cuarto

Nosotros estamos acostumbrados a decir que nada está hecho a menos que todo esté hecho. Pero los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni sus caminos los nuestros…Estemos ciertos que unque sean muy grandes los desórdenes de la época presente, y aunque los incrédulos buscan y no encuentran, el Señor Dios de Elías aún se revela a Sí mismo al humilde, al serio de pensamiento y puro de corazón. La presencia de Cristo está aún entre nosotros, a pesar de nuestros muchos pecados y de los pecados de nuestro pueblo. “El espíritu y el poder de Elías” debe ahora estar especialmente con nosotros, pues las señales de su época están entre nosotros… ¿Qué otra cosa necesitamos sino fe en nuestra Iglesia? Con fe podemos hacer todo, sin fe, nada. Si tenemos una duda secreta acerca de ella, todo está perdido, perdemos nuestro ánimo, nuestro poder, nuestra posición, nuestraesperanza. Un frío abatimiento y enfermedad de mente, una tacañería y displicencia de espíritu, una cobardía y una pereza, nos envuelve, nos penetra, nos sofoca. Que no sea así con nosotros. Seamos de buen corazón, aceptemos la Iglesia como el don de Dios y nuestra dote. Imitemos a Eliseo, que cuando “iba por la orilla del Jordán…tomó el manto que se le había caído a Elías, y golpeó las aguas, diciendo, ‘¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías’? (2 Re 2, 13-14). La Iglesia es como el manto de Elías, una reliquia de Aquel que ascendió a lo alto. (Sermons bearing on subjects of the day, XXIV)

Día quinto

Nuestro deber como cristianos reside en correr riesgos por la vida eterna sin la certeza absoluta de tener éxito. El éxito y la recompensa eterna la tendrán los que perseveren hasta el fin…Este es el verdadero significado de la palabra “riesgo”, pues sería un riesgo extraño el que no tuviera nada de temor, aventura, peligro, ansiedad o incertidumbre. Así es de incierto, y en esto consiste la excelencia y la nobleza de la fe. La verdadera razón por la cual la fe se distingue de las otras gracias y es honrada como el medio especial de nuestra justificación es que su presencia implica que tenemos el corazón para arriesgar… Si la fe es, entonces, la esencia de una vida cristiana, y si es lo que ahora he descrito, se sigue que nuestro deber reside en arriesgar lo que tenemos por lo que no tenemos, fundados en la palabra de Cristo. Y tenemos que hacerlo de modo noble, generoso, no con imprudencia o ligereza, sin saber con exactitud lo que estamos haciendo ni a qué renunciamos, ni tampoco lo que ganaremos, sino inciertos acerca de nuestra recompensa, del alcance de nuestro sacrificio, apoyados en Cristo en todo sentido, esperando en El, confiando en que cumplirá Su promesa y nos hará capaces de cumplir nuestros propios compromisos, y procediendo así en todo sin preocupación o ansiedad por el futuro… Arriesgamos nuestra propiedad en planes que prometen ganancia, confiamos en proyectos y tenemos fe en ellos. ¿Qué hemos arriesgado por Cristo? ¿Qué le hemos dado por creer en Su promesa? (Plain and Parochial Sermons, IV,20)

Día sexto

La pregunta es: “¿Por qué no apareció nuestro Salvador después de Su resurrección a todo el pueblo sino solo a testigos elegidos por Dios?”. Y esta es mi respuesta: “Porque era el medio más efectivo de propagar Su religión en el mundo”… Ciertamente es una característica general del proceder de Su providencia hacer que los pocos sean los canales de Sus bendiciones para los muchos…Es evidente que cada gran cambio está llevado a cabo por pocos, no por muchos, por unos pocos resolutos, inmutables y celosos…Uno o dos hombres, de pequeñas pretensiones externas, pero con sus corazones puestos en la obra, hacen grandes cosas. Están preparados, no por una súbita excitación, o por una vaga creencia general en la verdad de su causa, sino por una instrucción profundamente impresa y repetida con frecuencia; y como es de razón que es más fácil enseñar a unos pocos que a un gran número, es evidente que tales hombres siempre serán pocos…También nosotros, aunque no somos testigos directos de la Resurrección de Cristo, lo somos espiritualmente. Con un corazón despertado de entre los muertos, y con nuestros  afectos puestos en el cielo, podemos dar testimonio de que Cristo vive, tan verdadera y realmente como lo hicieron ellos. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo. La Verdad da testimonio por sí misma de su Divino Autor. El que obedece a Dios conscientemente y vive santamente, fuerza a todos los que le rodean a creer y temblar ante el poder invisible de Cristo. Por cierto, no da testimonio a todo el mundo, pues son pocos los que pueden verlo lo suficientemente cerca como para ser conmovidos por su manera de vivir. Él manifiesta la Verdad a sus vecinos en proporción al conocimiento que tienen de él, y algunos de ellos, con la bendición de Dios, recogen el fuego santo, lo aprecian, y lo trasmiten a su vez. Y de este modo, en un mundo oscuro, la Verdad hace su camino a pesar de la oscuridad, yendo de mano en mano. (Parochial and Plain Sermons I, 22)

Día séptimo

Estad seguros, hermanos, que cualquiera de vosotros que esté persuadido de abandonar sus oraciones de la mañana y de la tarde, está entregando la armadura que lo defiende contra los ardides del Demonio. Si renunciáis a cumplir con ellas, podéis caer cada día, y lo haréis sin notarlo. Por un tiempo seguiréis adelante, pareciéndoos que estáis lo mismo que antes…Cuando hayáis dejado la práctica de la oración fija, os volveréis débiles gradualmente sin saberlo…Pensaréis ser los hombres que solíais ser, hasta que de repente llegará el adversario furiosamente, y también de repente caeréis… Los hombres dejan primero la oración personal, luego son negligentes con la observancia del día del Señor (que es un servicio fijo de la misma clase), luego dejan escapar de sus mentes la misma idea de la obediencia a una ley eterna fija, luego incluso se permiten cosas que su conciencia condena, luego pierden la dirección de la conciencia, que siendo maltratada, rehúsa finalmente dirigirlos a ellos….Fijad vuestro corazón en las cosas elevadas, permitid que vuestros pensamientos de la mañana y de la noche sean puntos de descanso para el ojo de vuestra mente, y dejad que sean acerca de la senda angosta, de la bendición del cielo, de la gloria y el poder de Cristo vuestro Salvador…Los hombres en general no sabrán nada de todo esto, no serán testigos de vuestras oraciones personales y os confundirán con la multitud que ellos aceptan. Pero vuestros amigos y conocidos obtendrán una luz y un consuelo de vuestro ejemplo, verán vuestras buenas obras y serán inducidos a rastrear hasta su verdadera fuente secreta: las influencias del Espíritu Santo, buscadas y obtenidas por la oración. (Plain and Parochial Sermons I, 19)

Día octavo

El gran fin que Nuestro Señor tenía en vista al asumir nuestra naturaleza, era hacer santas a las creaturas llenas de pecado, y que nadie que no sea santo será aceptado por Su amor en el último día. Toda la historia de la redención, el testamento de la misericordia en todas sus partes y provisiones, atestigua la necesidad de la santidad en orden a nuestra salvación…Si un hombre sin religión, suponiendo que fuese posible, fuera admitido en el cielo, sin duda alguna, soportaría una gran desilusión. Antes, por cierto, imaginó que podría ser feliz allí, pero al llegar, no encontraría sino aquel discurso que evitó en la tierra, aquellas ocupaciones que aborrecía o despreciaba, nada que lo limitara a buscar algo más en el universo, y lo hiciera sentir en casa, nada en lo cual pueda entrar y descansar. Se vería a sí mismo como un ser aislado y apartado por el Poder Supremo de aquellos objetos que aún se entrelazan alrededor de su corazón. Y no sólo eso. Estaría en la presencia de ese Supremo Poder, a quien invariablemente nunca trajo a su pensamiento cuando estaba en la tierra, a quien ahora consideraría sólo como el destructor de todo lo que era precioso y querido para él. ¡Ah!, no podría soportar el rostro del Dios Viviente. El Dios Santo no sería objeto de gozo para él….Nadie más que el santo puede mirar al Santo. Sin santidad ningún hombre puede soportar ver al Señor…Si quisiéramos imaginar un castigo para alguien no santo, un alma réproba, no se nos podría antojar quizás uno mayor que convocarla al cielo. El cielo sería el infierno para un hombre irreligioso…Dios no puede cambiar Su naturaleza. Santo es por siempre, y mientras es Santo, ninguna alma no santa puede ser feliz en el cielo. (Plain and Parochial Sermons, I,1)

Día noveno

¿Qué es vigilar aguardando a Cristo?…“Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni siquiera una hora?” (Mc 14,37)…Esto es vigilar: apartarse de lo que es presente y vivir en lo que es invisible, vivir pensando en Cristo, cómo vino una vez y cómo vendrá nuevamente, y desear su segunda venida desde nuestro recuerdo afectuoso y agradecido de la primera.  Pero hay quienes no vigilan, por amor al mundo…Sirven a Dios y le buscan, pero miran al mundo presente como si fuera eterno, no una escena meramente temporaria de sus obligaciones y privilegios, y nunca contemplan la perspectiva de ser separados de él… Pueden mejorar en la conducta pero no en el anhelo. Avanzan pero no suben, se mueven en un nivel bajo y si pudieran moverse así durante siglos, no se levantarían por encima de la atmósfera de este mundo…Se sienten muy bien como están, y desean servir a Dios como están. Están satisfechos con permanecer en la tierra, no desean moverse, no desean cambiar…Los años pasan silenciosamente y la llegada de Cristo está cada vez más cerca de lo que estaba…Hermanos, rogadle que os dé un corazón para buscarlo con sinceridad. Rezadle para que os haga vivir seriamente…Decidid no vivir más engañados por “sombras de religión”, por palabras, por discusiones, por nociones, por grandes declaraciones, por excusas, o por las promesas o amenazas del mundo. Rezad para que os dé lo que la Escritura llama “un corazón honesto y bueno”, o “un corazón perfecto”, y sin esperar, comenzad inmediatamente a obedecerle con el mejor corazón que tengáis…Tenéis que buscar Su rostro…¡Que esta sea la porción de cada uno de nosotros! Es duro alcanzarla, pero es lamentable perderla. La vida es corta, la muerte es cierta, y el mundo venidero es eterno. (Plain and Parochial Sermons, VI, 17)

Fuente: http://www.amigosdenewman.com.ar/?page_id=198

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La Newman Assocition of America organiza cada año un encuentro académico en distintos puntos de la geografía de Estados Unidos. Desde hace dos años, la NAA otorga las becas Fr. John Ford para jóvenes interesados en la persona y el pensamiento en John Henry Newman, con el fin de que participen también en estos encuentros que cada vez van siendo más internacionales.

En esta ocasión, uno de estos jóvenes becados fue Robert Kirkendall, quien estudia teología, está casado y tiene una pequeña y encantadora hija. Lo más sorprendente de esta edición de 2018, que se llevó a cabo en el Benedictine College, Kansas, fue que se reunió un nutrido número de intelectuales conversos que habían descubierto la doctrina de la Iglesia Católica a través de su acercamiento a Newman.

Robert comenta que Chesterton, cuando se le preguntaba ¿por qué era católico?, comentaba: Es difícil responder a esta pregunta, pues hay diez mil razones, pero todas ellas se resumen en una sola razón: porque el catolicismo es verdadero (Cf. G.K. Chesterton, “Why I Am a Catholic,” in G.K. Chesterton: Collected Works, Vol. III, San Francisco: Ignatius, 1990, p. 125). Robert nos hace ver que, en nuestra época, resulta aún más difícil responder a esta misma pregunta, porque la gente demanda respuestas inmediatas y explicaciones directas en un minuto, y por si eso fuera poco, lamentablemente olvida en seguida nuestra respuesta.

La unidad de la fe católica es difícil de comunicar por esta razón; por lo tanto, comunicar las razones de la conversión a ella, a través de todos los giros del tiempo, las emociones y la lógica, es aún más difícil. Significa aprehender algo como un todo que, aunque sus partes puedan ser explicadas de alguna manera, en su totalidad elude la comprensión completa y la expresión en palabras. Chesterton describe este fenómeno desde un punto de vista intelectual, al igual que el conocido relato que describió John Henry Newman sobre su conversión al catolicismo en su libro titulado Apología Pro Vita Sua. Las palabras que dejó escritas en el punto 1 del capítulo 4 en el que narra el final de su proceso de conversión entre los años 1841 y 1845, se refieren al papel que jugó, no sólo la inteligencia, la lógica, sino su voluntad:

Toda la lógica del mundo no me habría hecho avanzar más rápido hacia Roma de lo que lo hice; también podrías decir que he llegado al final de mi viaje, porque veo la iglesia del pueblo delante de mí, como aventurarme a afirmar que las millas, por las que mi alma tuvo que pasar antes de llegar a Roma, podrían ser aniquiladas, a pesar de que tenía una visión mucho más clara de la que tenía entonces: Roma era mi destino final. Las grandes acciones toman tiempo.

La metáfora que utiliza Newman para referirse, en este caso, a los actos de la voluntad es la de un viaje: en cada punto del camino, hay un tipo limitado de conocimiento que nos va acercando a nuestro destino. Hay un territorio que debe pisarse, que no se puede apresurar o aislar de la caminata más grande, y sobre el cual se debe pisar con cautela, discerniendo constantemente el camino y la meta. Este es, por supuesto, el viaje perpetuo de todos los hombres que están llamados a la comunión con Cristo.

Robert continúa hablando de su propio camino: “Hacia el año de 2011, yo fui siendo cada vez consciente de que Roma era mi destino, más concretamente cuando conocí a Newman a través de su poesía. En esta andadura, Newman resultó ser un compañero de viaje confiable.

“Fui criado como protestante evangélico, y mi amorosa familia me enseñó a amar a Cristo, a amar a los demás, a dedicarme a las Escrituras y estudiar teología. También desarrollé un gran amor por la poesía, especialmente la de T. S. Eliot, Dante, Hopkins, John Donne, George Herbert y John Milton. Poco a poco descubrí que todos mis poetas favoritos eran católicos o anglicanos (ignorando el sectarismo de Milton).

“Mientras asistía a una universidad bíblica protestante y estudiaba poesía, me topé con el Sueño de Geroncio de Newman. Mirando hacia atrás, comprendo ahora que este poema fue lo primero que picó mi corazón en una dirección católica. Me conmovió e inspiró lo que no sabía en ese momento, pues eran las representaciones del dogma católico: la intercesión de los santos, los Últimos ritos y la extremaunción, el purgatorio, la cooperación del hombre con la gracia de Cristo para la salvación, la penitencia y así sucesivamente. Me llamó especialmente la atención la estructura del cielo, que el alma de Geroncio atraviesa en su camino a Dios después de su muerte: era un palacio formado por coros de ángeles. La misma arquitectura del cielo era alabanza, y el fin y la meta era la unión de un alma individual con Dios, su matrimonio con Dios. Nunca me había sentido tan conmovida por la idea de que cada alma está destinada a la comunión eterna con el Padre de una manera tan real.

En el transcurso de los siguientes cinco años, mientras mi corazón y mi mente se conmovían con las enseñanzas católicas, en la conversación con los amigos católicos y la vida en las parroquias católicas, sentí la necesidad de alinear mi voluntad con mis emociones y mi intelecto, de la misma manera como lo hizo Newman.

Mi esposa y yo éramos anglicanos. Llevábamos tres años de casados. Durante ese tiempo me animaron a estudiar para recibir las Órdenes anglicanas, pues como es sabido, la Iglesia Anglicana permite que el clero no sea célibe. Mientras estaba en el seminario, un día vi el nombre de Newman en una librería y recordé lo conmovido que me había sentido con la lectura de su poema en mis años de la universidad. En otra ocasión, escuché hablar de Newman y su conversión del anglicanismo al catolicismo; en el fondo, yo sabía que ese sería también mi camino algún día. Recogí el libro y me encontré leyendo un ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana, que describe todos los aspectos de la Iglesia Católica; él hace la analogía de que sus enseñanzas son como el conteniendo de una semilla viva, que va crecimiento en Cristo, a través de los Apóstoles, de los Padres de la Iglesia, de los Teólogos medieval, y que sigue creciendo, también en nuestros días. Con Newman, vi claramente que la Iglesia Católica es de hecho la misma Iglesia que Jesucristo instituyó hace más de 2,000 años, y que yo, como anglicana, formé parte de una secta cismática que, aunque conservaba para nosotros gran parte de la gracia de Dios a través de las Escrituras, los mandamientos, las formas eclesiales y la adoración, en última instancia, debíamos estas cosas a la herencia recibida de la Iglesia Católica, manifestadas todas ellas bajo la Sede de San Pedro.

Leer a Newman era como mirar los dominós caer hacia Roma; en la medida en que leo sus escritos, más me alejo de la posibilidad de no ser católico. Leí la Gramática del asentimiento, que me ayudó a explicar mi propia experiencia de asentimiento o aceptación del dogma católico. Leí sus novelas, poemas y sermones, que abrumó mi corazón a las verdades católicas, así como a la persona del Beato John Henry Newman. Leí la Idea de una Universidad, que me mostró las raíces católicas de la universidad y la educación, así como la primacía fundamental de la teología detrás de toda empresa académica y epistemológica. Y, por supuesto, leí la Apología Pro Vita Sua, que hizo que mi amor por Newman fuera más profundo y creció mi gratitud por todas las gracias ofrecidas por Dios a través de la Iglesia Católica. En mi segunda lectura de la Apología de Newman, me di cuenta de que ya no podía, con buena conciencia, hacer votos a las santas órdenes anglicanas, y que tenía que convertirme al catolicismo.

Gloria a Dios, más o menos al mismo tiempo que mi esposa estaba lista para convertirse conmigo, pero esa es una historia diferente. «Los grandes actos toman tiempo». Leer a Newman fue y es como estar acompañado por un buen amigo en un viaje, y espero que este testimonio ayude a la causa de su canonización. Sus libros sacaron de mí lo que yo ya sabía en el fondo de mi alma. Indujeron un «asentimiento real» de mi mente, mi corazón y mi voluntad para acoger la verdad de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, como el Cuerpo y la Esposa de Cristo, esperando la plena comunión de la Resurrección. Si bien hay muchas otras dimensiones en mi conversión, la compañía de Newman sigue siendo vital.

Leer a Newman fue como conocer a un amigo, un amigo con el que me fui uniendo gradualmente, en el vínculo de la caridad con todos los santos. A través de Newman, descubrí que es la amistad con los santos, con hombres y mujeres santos, es lo que abre a la gracia de Dios. ¿Y qué es esta gracia a la que somos llamados, y a la cual nos abrimos gradualmente a través de santas amistades? Es la forma más alta de amistad que podemos imaginar: la unión con Dios, la incorporación a su Hijo. Newman es más apto para describir esto: «El corazón se alcanza comúnmente, no a través de la razón, sino a través de la imaginación, por medio de impresiones directas, por el testimonio de hechos y eventos, por la historia, por la descripción. Las personas nos influyen, las voces nos derriten, las miradas nos someten, las obras nos inflaman. Muchos hombres vivirán y morirán con un dogma: ningún hombre dará su vida como mártir por una conclusión. Una conclusión no es más que un proceso mental; no es una cosa real» que se pueda amar en sí misma. (J. H. Newman, www.newmanreader.org/works/arguments/tamworth/section6.html “Secular Knowledge Not a Principle of Action”, The Tamworth Reading Room in Discussions and Arguments. Pittsburgh, PA: Newman Reader, The National Institute for Newman Studies, 2007.

 

La intuición de Newman ilustra la practicidad de la comunión de los santos y el fin divino hacia el cual se esfuerzan los cristianos. Las personas santas nos animan y nos aguijonean, y las tres Santas Personas de la Santísima Trinidad son nuestra meta. La gracia que Dios nos ofrece es el regalo de su propio Ser, su misma Persona; o, como Newman lo pone en su himno «Alabanza al Lugar Santísimo»: «La Presencia de Dios y su Ser Mismo / Y la Esencia todo divino.» Las amistades santas nos inclinan a esta gracia porque, en una bendita hueste de santos y ángeles, el amor de Dios que es «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Romanos 5: 5) es el vínculo común que une esas amistades. John Henry Newman fue un regalo para mí en su propio yo, y porque me presentó a otras personas santas, y un nuevo panorama de posibilidades en mi viaje hacia la vida eterna.

Traducción y glosa de Rosario Athié

15 de agosto de 2018

 

PARTE 2:

 

“La Eucaristía y mi conversión”
Parte 1: La disponibilidad perpetua de Jesucristo

No fui criado para creer en la verdadera presencia de Cristo en la Eucaristía, ni fui
criado como católico. Sin embargo, como protestante evangélico, siempre tuve un
deseo serio de experimentar verdaderamente a Dios a través de la oración, las
Escrituras y la adoración. Me despertaba en medio de la noche para orar, pasar
largas horas leyendo las Escrituras, asistiendo a estudios bíblicos y tocando
música para los servicios de la iglesia. Cuando tenía cuatro años, mis padres me
ayudaron a rezar una oración que entre algunos protestantes se considera que
garantiza la salvación: aceptar a Jesús en mi corazón.
Cuando tenía siete años, mi padre me bautizó, un recuerdo que siempre aprecio.
Cuando tenía diez años, comencé a sentir un gran temor de que mi oración en la
que deseaba aceptar a Jesús no hubiera sido suficiente para salvarme, o temía
que hubiera pecado ya desde entonces, o que no me lo hubiera tomado lo
suficientemente en serio, así que me arrodillé en mi habitación, en el medio de la
noche, y le pedí a Jesús que volviera a mi corazón, si es que no hubiera servido
mi última oración, o si lo había perdido por algún pecado o error desconocido.
Cuando era joven, me consagré a Dios con el fin de prepararme lo mejor posible
para experimentar la verdadera presencia de Cristo en mi vida, sin embargo, quizá
estos temores me condujeron a una escrupulosidad excesiva, dada la base
puramente subjetiva del enfoque protestante en la salvación mediante una sola
oración, carente de fundamento objetivo de la salvación, mediante la fusión de
voluntades humanas y divinas en la obra del Espíritu Santo, a través de la
recepción de los sacramentos.
Al final de la escuela secundaria y al principio de la universidad, estaba cada vez
más insatisfecho con mi experiencia en las iglesias evangélicas a las que acudía,
especialmente en lo que se refiere al culto. Mi padre era pastor, y me inculcó un
gran amor por las Escrituras, la teología y la oración. Me interesaba especialmente
la idea de la Encarnación, ese gran misterio de Dios convertido en hombre. Sin
embargo, algo comenzó a inquietarme respecto a las iglesias de las que yo era
parte. En respuesta a un misterio tan grande como la Encarnación, el culto se
reduce simplemente a cantar canciones y a escuchar un sermón que se sentía
barato. En el fondo, sentí que faltaba algo. Si Dios verdaderamente se hizo
hombre, me pareció que la gran profundidad de esta realidad debería reflejarse en
las iglesias, especialmente en la adoración, que debería hacerse con una mayor
fuerza. Pero realmente no sabía lo que esto significaba.

En la universidad, pasé por lo que yo llamaría, utilizando el lenguaje de San Juan
de la Cruz, una "noche oscura del alma". Durante los años previos había
disfrutado de una relación con Cristo vívida intensamente. Cuando estaba solo o
daba un paseo, aquellos momentos tenían un sentido vivido, reconfortante y
duradero, percibía que Cristo estaba conmigo, me estaba apoyando, me estaba
hablando en el fondo de mi alma. Pero en la universidad ese sentimiento se
esfumó y en su lugar, especialmente en mi tiempo diario de mi silenciosa oración,
parecía estar ante el silencio helado de un muro blanco y amenazador. Parecía
que Dios había retirado su presencia de mí, y no podía hacer nada más que seguir
los movimientos de mis hábitos diarios de oración y devoción, que comenzaban a
carecer de sentido, vacíos de su presencia.
Unos años más tarde, después de mi graduación y mi matrimonio, las cosas
comenzaron a cambiar lentamente. Mis estudios de historia de la iglesia, la
teología y las Escrituras me ayudaron a profundizar y a tener una mayor
conciencia de la creencia cristiana ortodoxa, así como de la herencia apostólica y
católica, comenzada en Cristo, que se extendió incluso a nuestra propia era. Me
atrajeron especialmente las obras de los Padres del Desierto y la espiritualidad
monástica, y me encontraba cada vez más atraído por poetas, novelistas y
teólogos católicos. Yo seguí experimentando una inexplicable frustración en la
iglesia protestante a la que asistía, pero estaba desarrollando un mejor
vocabulario teológico para describir mi inquietud: comencé a pensar que la lógica
de la Encarnación y el impulso de la historia bíblica deberían afectar la forma del
culto, que debía ser más profundo. Sentía la necesidad de alterar radicalmente la
forma en que, como protestante, fui instruido para ver a la iglesia. Recuerdo
vívidamente una conversación particular que tuve con un líder de adoración con el
que toqué música. Estaba frustrado porque, el domingo anterior, la congregación
no rompió en una adoración más apasionada y emocionada cuando se alcanzó un
clímax dramático y emocional en el coro de una canción en particular. Dijo que
estaba tratando de pensar en una mejor manera de desafiar y consolar a las
personas: llamarlos a un culto más ferviente, sin ofenderlos sugiriendo que no
estaban adorando lo suficiente. Recuerdo que lo que le dije me sorprendió incluso
a mí. Respondí: "Me incomoda la idea de que debamos usar la música para
manipular a las personas en la adoración y que interpretemos si adoran bien o no,
simplemente por sus gestos externos. De hecho, encuentro que lo que realmente
necesito en un domingo, para ser desafiado o consolado, sucede en mí por la
acción de Cristo cuando recibo la comunión”. Mi comentario fue devuelto con
miradas en blanco, y la conversación se desvió rápidamente a otros asuntos. Pero
creo que ese comentario realmente lo hizo Dios hablando a través de mí y
dirigiéndose a una sola persona: a mí mismo. Dios me estaba llevando a una
conciencia más profunda de que la comunión, la Eucaristía, es el verdadero centro
del culto cristiano y la vida cristiana.

En mayo de 2014, las cosas cambiaron drásticamente. Viví lo que podría llamarse
mi experiencia de San Pablo en el camino a Damasco, esta vez con la Eucaristía.
Seguí buscando la presencia de Dios en la oración, en el estudio y en las
Escrituras, y seguí sintiéndome frustrado por mi experiencia en las iglesias
protestantes. Mi viejo amigo James, que fue quien se encargó de la ceremonia de
mi boda, me invitó a quedarme con él en Pittsburgh, donde estaba trabajando en
su doctorado. Disfruté de ver la ciudad y la universidad, y conocer a sus amigos.
Pero nunca podría haber esperado que un acto de fe simple y humilde que James
realizó esa semana cambiaría mi vida. James, procede de una familia practicante
católica y me llevó con él al Oratorio de San Felipe Neri en Pittsburgh para que
pudiera recibir el Sacramento de la Reconciliación. Sin embargo, algo significativo
me sucedió mientras estaba sentado en la capilla esperando que él entrara al
confesionario. Me sorprendí imaginando torpemente a todas las personas que
entraban en el pequeño cubículo de madera oscura y susurraban pecados
privados a un sacerdote. Me pregunté cuán ansiosos debían estar sintiéndose
mientras esperaban en la fila. Las puertas se abrieron y cerraron cuando cada
penitente absuelto salió, y entró un nuevo penitente. Vi a una persona salir de la
cabina del confesionario, y notó que inmediatamente fue a un banco, se arrodilló,
se santiguó y comenzó a orar. Me di cuenta de que esto era algo que yo también
podía hacer: esta capilla era para orar.
Entonces, dirigí mi mirada hacia adelante y comencé a orar. No recuerdo nada por
lo que oré; todo lo que recuerdo es que mis ojos se vieron repentinamente
atraídos por una explosión dorada de sol sobre el altar, una custodia de metal
barroco con rayos dorados y blancos que emanaba de un solo punto, sostenida
por un soporte. Pensé en lo hermoso que era el estallido del sol y miré más de
cerca. Noté que una oblea de comunión blanca descansaba dentro de un círculo
central en medio de la explosión dorada del sol. En ese momento, muchos de mis
estudios sobre la doctrina católica, las lecturas de la teología católica y
especialmente mi lucha de por lograr una vida de oración íntima con Dios llegaron
rápidamente a una frase que, inaudible pero obviamente en lo más profundo de mi
alma, me impresionó. Estas palabras que creo me fueron dadas por Jesucristo
como un regalo: "Siempre estoy disponible para ti aquí". Por alguna razón, esas
fueron las palabras que necesitaba: una expresión de la disponibilidad perpetua de
Dios para el hombre en el Bienaventurado. Sacramento, la Eucaristía. Y, por
supuesto, por "aquí", entendí que no solo quería decir en el Oratorio de Pittsburgh,
sino en todas partes que su verdadera presencia residía en una Hostia
consagrada. En ese momento, fue como si la última pieza de un rompecabezas,
que hacía que el resto del rompecabezas tuviera sentido, se insertara en mi alma,
e inmediatamente sentí que todas las demás enseñanzas católicas deben ser
verdaderas a la luz de la suprema y sublime enseñanza de la presencia real y
sustancial de Cristo en la Eucaristía: los sacramentos, las órdenes sagradas, el
Magisterio, la comunión de los santos, la Santísima Virgen María y otras doctrinas
me parecieron necesarias e integralmente conectadas con las realidades

derivadas de la única realidad de que el mismo Cristo, verdaderamente presente
en el sagrario, es el centro literal de la adoración cristiana.
Durante esa temporada, James asistió a Misa regularmente en este Oratorio, y
también me llevó a Misa allí al día siguiente.
No entendí todas estas cosas en toda su profundidad, y me tomó años de estudio,
oración y conversación para entender completamente lo que me sucedió. Pero en
ese momento, aunque no sabía que me encontraba ante la Adoración del
Santísimo Sacramento, intuí la verdad de la Iglesia Católica, me sentí
ineludiblemente atraído a estar en comunión con el Señor Eucarístico en mi
corazón, y sabía que llegar a ser católico era una parte incuestionable de mi
futuro. Después de ese día, mi corazón latiría más rápido cuando pasaba o
ingresaba a una iglesia católica, sabiendo que el Señor reposaba en el
tabernáculo. Mi corazón saltó de alegría ante la verdad de la Eucaristía, pero me
tomó algunos años más para que mi mente, mi voluntad y mi esposa lo siguieran.
Todavía pasé otros 3 o 4 años asistiendo a las iglesias protestantes; pero, cada
vez que me encontraba desconectado de la adoración del domingo o aburrido por
otro sermón incoherente, presentaba ante mi mente la Custodia con el Señor
Eucarístico, y me encontraba adorando "en espíritu y en verdad". Realmente había
encontrado lo que había hallado lo que faltaba en mi vida con el culto cristiano: la
Presencia Real de Cristo, a lo que los fieles responden con reverencia, servicio y
obediencia. Muchas personas discuten la adoración como si su significado fuera
simplemente: por un lado, una cuestión de estimulación emocional especialmente
a través de canciones; por otro, una cuestión investigación intelectual,
especialmente a través de los sermones. Sin embargo, ambas necesidades se
satisfacen verdaderamente en la Eucaristía, que Romano Guardini, en su libro
Meditaciones antes de la Misa, llama un "acto sagrado".
Dios ratificó lo que Jesús instituyó. Al hombre no le corresponde crear o
determinar, su tarea es obedecer y actuar. Además, la institución de la Eucaristía
se confía a una autoridad especial para su protección y guía. Especialmente en la
adoración, nuestra respuesta a la verdadera presencia de Cristo como Rey, Sumo
Sacerdote y Señor implica una acción y obediencia de importancia primordial. El
signo de nuestra sumisión a la entrega divina es nuestra sincera obediencia a
Cristo nuestro Rey; y Sumo Sacerdote, a través de nuestra participación alegre,
ferviente, correcta, obediente y humilde en la Misa, donde Él mismo ha prometido
venir de nuevo y quedarse entre nosotros.

Conversando con Robert Kirkendall.
“La Eucaristía y mi conversión”
Parte 1: La disponibilidad perpetua de Jesucristo
Parte 2: 'Lo que la Verdad ha dicho, es la verdad sostengo'

En la primera parte he narrado la historia de mi reconocimiento de la verdad de la
Eucaristía; otra historia emocionante es la que las Escrituras cuentan acerca de
cómo Jesucristo vino a eliminar el antiguo sistema de adoración, consagrado en el
sistema sacrificial de Israel, e instituyó la forma de adoración del Nueva Alianza en
el Nuevo Templo de su Cuerpo. De hecho, vale la pena leer toda la historia de las
Escrituras con nuevos ojos a la luz del hecho de que la manera en que los
cristianos adoran, y el don que Cristo nos dio para adorar a su Cuerpo y Sangre
de una manera muy específica, es un componente esencial del Evangelio.
Desde la esencia misma del Evangelio surge la pregunta "¿cómo deberían adorar
los cristianos?" Su respuesta es completamente central en el Evangelio, ya que se
trata de cómo El Rey y Sumo Sacerdote, Jesucristo, desea conducir y ordenar el
culto en su Reino, la Iglesia, y finalmente nos lleva a la adoración celestial eterna,
de la cual nuestra presente adoración es un anticipo.
Al considerar la realidad de la verdadera y milagrosa presencia del Señor en la
Eucaristía, es importante comenzar con una confianza sencilla, de niños, ante la
verdad de las palabras de Jesucristo que están "llenas de Espíritu y vida" (Juan 4:
6-30). Jesucristo dijo muchas cosas que nos pueden resultar extrañas, oscuras y
misteriosas. Algunas de ellas fueron expresadas a través de parábolas que él no
explicó; otras parábolas, en cambio, sí nos llegó su explicación. Muchas cosas las
dijo como actos que expresaban su autoridad, declaraciones divinas, decretos
definitivos: por ejemplo, infundir en sus Apóstoles el Espíritu Santo, predecir la
negación de San Pedro, predecir la traición de Judas, predecir su propia muerte y
Resurrección, al describir los últimos días y el juicio final. Cristo es la Palabra de
Dios; él es el Logos, la misma Eterna Razón Creativa, y ​​las palabras que expresó
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, aunque fueron expresadas como ser
humano, llevan el peso de su gloria divina, especialmente desde que vino a
cumplir la Antigua Alianza establecido con los Israelitas, a través de una Nueva
Alianza con el Padre, siendo Jesucristo su auténtico portador. Sin embargo, un
mensaje especial que Cristo enseñó y que, desde que la pronunció por primera
vez, ha dividido a sus seguidores y ha causado que muchos le abandonen. En el
capítulo 6 de Juan, Cristo pronuncia el discurso del "pan de vida", que incluye una
de las muchas veces que en el Evangelio utiliza la expresión "Yo soy" que los

judíos reconocían como el modo como Dios se denomina a sí mismo. Pero a
diferencia de algunos otros pasajes, termina con una explicación inequívocamente
literal: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y
bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es
carne en verdad; y mi sangre, en verdad, es bebida. El que come mi carne y bebe
mi sangre, permanece en mí y yo en él "(Juan 6: 53-57). Cristo usa un lenguaje
superlativo y repetido que adquiere el carácter de un voto: "amén", "en verdad",
"come", "vida". La palabra griega para "comer" que usa aquí se refiere no a la
digestión en general, sino al acto físico de masticar: fagéin.
Estas palabras guardan una íntima relación con la Institución de la Eucaristía
durante la Última Cena, en la que dijo del pan: "Este es mi cuerpo", y dijo del vino:
"esta es mi sangre", y se los dio para comer y beber, ordenándoles, que lo hicieran
con la frecuencia, que realicen esta cena ritual en su recuerdo (Lucas 22: 19; 1
Corintios 11: 24). La palabra "remembranza" en griego, hebreo y latín no sugiere
un mero acto cognitivo de recordar algo; por ejemplo, la palabra hebrea, zikaron,
para referirse a la Pascua, sugería una recreación real del evento del Éxodo,
sugiriendo que los participantes en la comida ritual de alguna manera
experimentaran ese evento de manera vívida, nueva y espiritualizada. Igualmente,
el lenguaje que utiliza Cristo contienen un mandato de algo que debe realizarse
regularmente, un ritual conmemorativo, un acto en el que los participantes pueden
unirse al evento único de la Pasión de Cristo, su muerte y Resurrección.
Entonces, la participación real en el sacrificio de Cristo, recreada en la Eucaristía,
es el centro de la adoración cristiana. Dios no solo quiere salvar al hombre del
pecado, sino que también quiere devolverlo a la relación correcta con él, que se ve
como adoración, alabanza y adoración en su grado más completo. Es por eso que
el sistema de sacrificios de ofrecer un animal elaboradamente, rociar sangre y
consumir los restos era tan importante para Israel. Pero Cristo vino a cumplir eso,
y a ofrecer una ofrenda nueva y perfecta para ser el centro de nuestra adoración:
Él mismo, su Cuerpo y su Sangre. Su sacrificio en la cruz está disponible, se
ingresa místicamente, cada vez que su Cuerpo y su Sangre se ofrecen como
sacrificio en cualquier Misa en el planeta Tierra. La Eucaristía es la forma de
adoración cristiana que Cristo nos dio. De hecho, es interesante que el único lugar
en los Evangelios cuando Cristo usa la frase "Nueva Alianza" es cuando está
bendiciendo la copa de vino como su Sangre en la última cena: "esta copa es la
Alianza en mi Sangre, que derramada por ti y por muchos "(Lucas 22:20, 1
Corintios 11:25).
A la luz de todos estos textos sagrados hemos de confiar plenamente en las
palabras de Cristo, quien afirma contundentemente que ESTO su Cuerpo. Él sabía
que una enseñanza de tal naturaleza, siendo real y definitivo, resultaría difícil de
comprender, por ello utilizó un lenguaje increíblemente fuerte y no ofreció

entonces otra explicación. Este es el tema de la segunda estrofa de un famoso
himno de Santo Tomás de Aquino, Adoro te Devote:
Visus, tactus, gustus in te fallitur,
Sed auditu solo tuto creditur.
Credo quidquid dixit Dei Filius;
Nil hoc verbo Veritátis verius.
La vista, el tacto, el gusto se equivocan,
más el oído asenso fiel provoca.
Con gran firmeza creo cuanto dijo
la verdad infalible de Dios Hijo.
Después, en el capítulo 6 del Evangelio de San Juan, leemos que Cristo dijo que
uno debe comer su Cuerpo y beber su Sangre para tener vida, y la reacción de su
audiencia fue impresionante, pues aproximadamente la mitad de sus discípulos se
marchan pues interpretaron que se trataba de una ridícula enseñanza caníbal.
Luego Jesús se dirige a sus apóstoles y les pregunta si también se irán; Simón
Pedro responde: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna
"(Juan 6: 68). Cristo, la Palabra, nos dice palabras que son vida, destinadas a
llevarnos a la forma más elevada de adoración: recibir su verdadero Cuerpo y
verdadera Sangre en nuestra lengua. En el misterio de la incorporación a su
Novia, la Iglesia, también nos convertimos en lo que recibimos. Nos convertimos
en Cristo, y llevamos su presencia al mundo en nuestros propios cuerpos, cada
comulgante como una pequeña custodia que lleva la paz y la presencia del Señor
al mundo. Nuestra simple confianza en las palabras de Cristo -que el pan es su
Cuerpo y que el vino es su Sangre- puede generar un inmenso poder espiritual,
puede vencer muchas tinieblas y el mal, y puede abrirnos a una vida presente de
bendición, y a un eterno viaje "de gloria en gloria" (2 Corintios 3:18). Este viaje
tiene el destino final de la unión plena entre Dios y su Esposa, la Iglesia:
incorporación verdadera y perfecta de la humanidad a la Santísima Trinidad, por la
Sangre de Cristo, a través del Espíritu Santo, al Padre.
Pero estas alturas de gloria no se pueden alcanzar sin, primero, el reconocimiento
humilde y simple del Cuerpo de Cristo en forma de pan, su Sangre como vino.
Cristo apareció humildemente como un niño nacido de una pobre Virgen en una
cueva; y aún nos visita con mayor humildad, en silencio, como una pequeña oblea
destinada a ser consumida. Él es el miembro más frágil y humilde que aparece en
nuestra Misa dominical, destinado a ser manipulado, desmayado, comido. De esta
manera, Cristo desea ser, a través de la forma correcta de las oraciones del
sacerdote, siguiendo las instrucciones dadas por Cristo en la Última Cena, y por el
poder del Espíritu Santo, el centro literal de nuestra adoración, presentándonos un
milagro tan glorioso como la creación del mundo, tan glorioso como la

Encarnación misma. La parte del culto cristiano del que carecen los no católicos
es el reconocimiento de la acción milagrosa de Dios que para busca la relación
con el hombre en la Encarnación, que no se detuvo con la muerte de Cristo, sino
que se continúa en la Eucaristía, lo que requiere de nuestro consentimiento
intelectual. Dios continúa buscando al hombre, y lo busca al perfeccionarlo
realmente, al llegar sustancialmente a su cuerpo, a su persona, a la Iglesia, a la
Eucaristía. San Justino Mártir, ya en los 150 d. C., comparó esta enseñanza sobre
la Eucaristía con la Encarnación, en su obra La primera apología, capítulo 66:
Y esta comida es llamada entre nosotros Eucharistia [la Eucaristía], de la cual
nadie puede participar, sino el hombre que cree que las cosas que enseñamos
son verdaderas, y que ha sido purificado con la remisión de los pecados y para la
regeneración, y quien está viviendo como Cristo lo ha ordenado. Porque lo que
recibimos, no es un pan y una bebida comunes, sino se trata de aquello que
Jesucristo dijo nuestro Salvador, quien habiendo sido hecho carne por la Palabra
de Dios, tenía carne y sangre para nuestra salvación, así también nos han
enseñado que el alimento que es bendecido por la oración de Su palabra, afecta
también nuestra sangre y carne mediante la transmutación, pues se nutren de la
Carne y la Sangre de ese Jesús que “se hizo Carne”.
La transubstanciación del pan y el vino en la Carne y Sangre de Cristo es análoga
a la Encarnación de Dios en esa misma Carne y Sangre; El Cuerpo y la Sangre
encarnados de Cristo están disponibles para los fieles cristianos en la Eucaristía.
Dios anhela encarnarse en nosotros, su Cuerpo, siendo consumido en pan y vino.
Como vemos en Juan 6, esta es una enseñanza difícil. Pero Cristo nos deja
garantía bíblicas e históricas para facilitar nuestra fe. Para aquellos que son
curiosos o escépticos, yo recomendaría, para comenzar, de la lectura lenta y
orante de Juan 6, de 1 Corintios 10-11 y los diferentes relatos de la Última Cena.
También se podría considerar la Primera Apología de San Justino Mártir, citada
anteriormente, escrita alrededor del año 155 D.C., como evidencia del desarrollo
histórico de la Eucaristía en el culto cristiano. En el Capítulo 66-67, San Justino
ofrece una descripción clara de cómo era la adoración cristiana más antigua; es
básicamente una descripción de una Misa católica, con un enfoque central en la
Eucaristía. Antes y después de leer estos textos, vaya a la Misa y medite en la
Eucaristía, la "fuente y cumbre de nuestra vida cristiana" (CIC 1324) el más
verdadero "sacrificio de alabanza" (Salmo 49: 14-16, Hebreos 13: 5) en el cual
Cristo, nuestro Cordero Inmaculado, se nos ofrece nuevamente al Padre por
nosotros y está completamente disponible para nosotros, como se expresa en las
bellas palabras del Catecismo:
“En el sacramento más bendito de la Eucaristía "el Cuerpo y la Sangre, junto con
el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo y, por lo tanto, el Cristo
completo es verdadera, real y sustancialmente contenida". "Esta presencia se
llama 'real '- por el cual no se pretende excluir a los otros tipos de presencias

como si no pudieran ser' reales 'también, sino porque es presencia en el sentido
más completo: es decir, es una presencia sustancial por la cual Cristo, Dios y el
hombre, se hace total y completamente presente” (CCC 1374).
¿Por qué Dios hace esto? ¿Por qué se esfuerza tanto para hacerse total y
completamente presente? Por su infinito deseo de salvarnos, de estar con
nosotros, de perfeccionarnos, de darnos vida, de redimir al mundo.

 

Traducción y glosa de Rosario Athié

17 de septiembre de 2018

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John Henry Newman promovió la Universidad Católica de Irlanda (1852–1858) y fue su primer Rector (1854–1858). Su interés fue responder a la pregunta ¿cómo formar la inteligencia de jóvenes laicos con el fin de fortalecer su estructura mental y proporcionarles una visión amplia de la realidad? Su respuesta fue: el saber ha de ser el fin de la universidad, con la promoción del conocimiento de las humanidades, por el gusto de aprender, además de la preparación profesional correspondiente a la disciplina a ejercer. De esta manera Newman logra aunar la educación tradicional con aquella que busca su impacto práctico.

El objeto del artículo es mostrar la trascendencia, por medio de la vida y obra de John Henry Newman, que conlleva una adecuada formación intelectual humanista y el impacto que alcanza una persona culta, en su contexto y en las siguientes generaciones.

1. Introducción

La tesis que se desea defender en el presente artículo es que la adecuada formación intelectual humanista pone en condiciones al universitario para llegar a ser una persona culta, capaz de influir positivamente en favor de sus contemporáneos y de las siguientes generaciones. Dicha tesis parece contraponerse a la tendencia actual de las autoridades que, a nivel global, proponen los lineamientos que ha de seguir la educación universitaria.

El Consejo Europeo y su Parlamento aprobó el año 2012 como fecha límite para que sus Estados miembros adoptaran el nuevo modelo de educación superior, conocido como el Plan de Bolonia. Su objetivo ha sido unificar los criterios de medición y facilitar que los títulos universitarios sean válidos en cualquiera de sus países miembros. Este sistema de créditos se ha ido adoptando paulatinamente en muchos otros países, fuera de Europa. A partir de entonces, los profesores universitarios, especialmente los que imparten asignaturas humanísticas, coinciden con las observaciones y advertencias que se exponen en el libro Adiós a la universidad: el eclipse de las humanidades (Llovet 2011Llovet, Jordi. 2011. Adiós a la universidad. El eclipse de las humanidades. BarcelonaGalaxia Gutemberg. [Google Scholar])1, quien advierte que los fines que proponen desde el Consejo Europeo, deja de lado los estudios de las materias que ayudan a comprender al ser humano y que configuran propiamente a la universidad.

Tomando en cuenta el fin de la educación superior, se distinguen dos concepciones en franca oposición. Por un lado, quienes conciben la universidad como un espacio donde se reúnen profesores y estudiantes para buscar, de manera conjunta, la sabiduría. Se busca como fin el saber universal, por lo que se reflexiona desde las distintas ciencias para luego dialogar y llegar a una mayor comprensión de la realidad. De esta manera la formación intelectual, la habilitación de la inteligencia comprende una visión de conjunto, universal y armónica, que capacita la mente para distinguir lo verdadero de lo falso, lo propio y lo ajeno, lo distinto y lo semejante. De igual manera, se le prepara para la acción prudencial y sagaz en la toma de decisiones, que comprende todas las implicaciones de sus actos. Desde esta perspectiva, las humanidades tienen un lugar, como las demás ciencias, entrando al debate con igualdad de oportunidad la visión teológica, la filosófica y la científica, con una escucha respetuosa de la jerarquía de la realidad y del saber (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]).

En contraposición, se concibe el plantel de la educación superior como un espacio de capacitación para el trabajo con un cierto nivel de estudios para la toma de decisiones reducido a un ámbito inmediato y técnico. Desde esta perspectiva, el fin es el trabajo, mientras que el aprendizaje es sólo un medio, relacionado con los centros económicos que demandarán trabajadores especializados. Los contenidos quedan reducidos a lo que se puede prever para efectos prácticos. La mente de los alumnos se capacita sólo en un ámbito específico, sin el cultivo de su amplia gama de capacidades. Este diseño considera al egresado como un ‘homo faber’, y su valor dependerá de la calidad de su producción, lo mismo aplica en caso de que su actividad sea la de un investigador o de un ingeniero. En tal caso, no le corresponde ya el título de ‘universidad’, sino el de instituto tecnológico (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]).

El debate entre estas dos perspectivas estaba ya presente en Oxford, durante la primera mitad del siglo XIX. Tradicionalmente el conjunto de College vinculados a la Universidad de Oxford se distinguía por el cultivo de las humanidades, unido al desarrollo de las ciencias y las artes. Sin embargo, ante la revolución científica e industrial, así como los cambios sociales y políticos, comenzó a influir también en la enseñanza universitaria una visión más productiva.

Unas décadas después, la postura pragmática en la educación se fue consolidando y ganando terreno. Desde los Estados Unidos, John Dewey (1859–1952)2 centra su atención en los resultados, en la resolución de problemas, en las capacidades para incorporarse a la vida social. Se podría resumir su pensamiento en la expresión: ‘aprender, haciendo’. Si es verdad que trata de evitar la decadente concepción de que aprender es memorizar, desde otra perspectiva, cabe el peligro de reducir la educación y el desarrollo personal de los educandos a la instrucción del saber hacer. A través de la globalización, no sólo se ha unificado la comunicación gracias al uso de la lengua inglesa, sino que a través de ella han llegado también sus paradigmas, incluido el pragmatismo en la academia.

John Henry Newman ofrece una solución armónica que le da a las humanidades la importancia que merecen, sin olvidar el impacto práctico que conlleva. Él se propuso ‘el gran cometido del conocimiento liberal, la razón de ser y auténtico fin de la Universidad. Tal conocimiento es un bien en sí mismo, y por sí mismo debe ser buscado. Y posee también gran utilidad profana, pues constituye la mejor y más alta capacitación del intelecto para la vida social y política’ (Morales 1996Morales, José. 1996. ‘Introducción’ a los Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria, PamplonaEUNSA. [Google Scholar], 10). A través de las siguientes líneas se mostrará la propuesta de Newman respecto a las humanidades, así como la actualidad e incluso la urgencia de dicha propuesta.

La falta de formación intelectual y el rigor mental queda patente en la incapacidad para distinguir lo verdadero de lo ficticio, lo real de la opinión o suposición. Tal situación es objeto de la crítica que ofrece Umberto Eco en su libro Número Cero. Él reúne ideas críticas, vertidas hacia la realidad de la información y de la Internet. La novela presenta a un joven talentoso al que contratan para redactar la experiencia de promover un nuevo ‘diario dispuesto a decir la verdad sobre todo’ (Eco 2015Eco, Umberto2015. Número Cero. MéxicoLumen. [Google Scholar], 27). La propuesta final de Eco está centrada en el aporte del periodismo como un medio para discernir la verdad entre el cúmulo ingente de información que aparece en la Red. La intención del Commendatore, quien promueve la redacción de una novela dentro de la novela de Eco, era ‘entrar en los altos círculos de las finanzas, de los bancos e incluso de los grandes periódicos’ (Eco 2015Eco, Umberto2015. Número Cero. MéxicoLumen. [Google Scholar], 27). El plan consistía en el diseño e impresión de 12 números cero de un periódico llamado Domani para demostrar que él podía poner en apuros a los altos círculos financieros y políticos a través de sus publicaciones; entonces le rogarían que dejara esa iniciativa y, a cambio, obtendría el pase para las altas esferas. La novela recogería, a manera de ficción, el experimento real.

A partir de la propuesta literaria de Eco y mirando el mensaje de fondo que propone el lingüista y novelista, podemos cuestionarnos —por ejemplo—, acerca de la veracidad de la información que circula hoy en la Red, y particularmente sobre el nivel de dominio sobre la propia lengua y de la capacidad lógica de las mentes a las que llega tal información. Asimismo, preguntarnos por la capacidad crítica que tiene o debiese tener un lector para interpretar, asimilar y juzgar sobre su veracidad. Eco comparte el diagnóstico educativo actual que reporta una incapacidad crítica de los lectores para navegar en una sociedad desinformada; y de la misma manera, se une a la propuesta de solución: la formación humanística.

En toda esta discusión, John Henry Newman, no sólo ha tenido el acierto de avizorar y comentar esta necesidad de formación en las humanidades, sino que en su obra The Idea of a University (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]) hace una descripción de cómo puede enfrentarse el reto de la formación intelectual de los universitarios. Su propuesta, la educación liberal, ofrece las claves concretas para la formación de las jóvenes inteligencias con el fin de que sean capaces de reconocer la verdad y contextualizarla. Estas claves las describe principalmente en los Discursosdictados en Dublín, en preparación a la apertura para la primera Universidad Católica de Irlanda. Newman inicia dichos Discursos en el año 1852 (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]), durante los preparativos de su fundación y hasta 1858 en que fungió como su primer Rector, respondiendo a la petición del episcopado local. Tomando como eje dichos escritos, se han redactado las siguientes líneas.

En este artículo, una vez que se expone la noción de Newman de la ‘educación liberal’ (n. 2) y se aborda el tema de la Universidad como lugar donde se promueve la cultura (n. 3), se centra la atención en el tema de la forja del hombre culto (n. 4), porque la asimilación de la cultura no se reduce a un asunto teórico, argumentativo y lógico, sino que la persona educada, además de ser capaz intelectualmente, ha de saber conducirse con libertad, gentileza y acierto, en un mundo complejo, y aún adverso. Por ello, la propuesta educativa de Newman resulta particularmente actual (n. 5).

2. La Educación liberal

La expresión ‘educación liberal’ se refiere en general a un curso o sistema de educación adecuado para el cultivo de un ser humano en tanto que libre. Se basa en el concepto medieval de las artes liberales. Durante la época de la ilustración dicha expresión tomó un sentido que enfatiza más la independencia que en sí la libertad. La ‘Association of American Colleges and Universities’ ha descrito la educación liberal como una filosofía educativa que capacita a las personas con amplios conocimientos y habilidades transferibles, con un mayor énfasis en los valores éticos y el compromiso cívico; se caracteriza por el método de debates sobre asuntos importantes; más que una forma de estudiar que un curso o campo de estudio específico la considera una manera de pensar. Por lo general, de alcance global y plural, puede incluir un plan de estudios de educación general que proporciona una amplia exposición a múltiples disciplinas y estrategias de aprendizaje, además de un estudio en profundidad en al menos un área académica. La educación liberal fue defendida en el siglo XIX por pensadores como John Henry Newman (1801–1890), Thomas Huxley (1825–1895) y Frederick Maurice (1805–1872). Sir Wilfred Griffin Eady definió la educación liberal como educación por sí misma y enriquecimiento personal, con la enseñanza de valores (Hughes 1885Hughes, Thomas1885‘What is a Liberal Education?’ The American Catholic Quarterly Review, Vol. X, January/October. [Google Scholar]).

El declive de la educación liberal a menudo se atribuye a la movilización durante la Segunda Guerra Mundial. La prima y el énfasis puesto en las matemáticas, la ciencia y la capacitación técnica causaron la pérdida de su destacada posición en los estudios universitarios. Sin embargo, se convirtió en el centro de una gran parte de la educación de pregrado en los Estados Unidos a mediados del siglo XX a través de la figura de los College. En los primeros años del siglo XXI, muchas universidades y facultades de humanidades revisaron sus planes de estudios para incluir una educación liberal o para promover una educación universitaria más amplia, impregnada de su espíritu.

Una vez que se han mencionado algunos antecedentes de lo que aquí se va a exponer, se enfoca ahora la atención a las aportaciones de Newman, y en particular aquellas sobre la educación superior que se pueden aplicar a la formación de los nuevos alumnos que llegan a las aulas universitarias. Hoy día sus palabras cobran una importancia central ante la tendencia pragmática de reducir la instrucción a la preparación para el trabajo, dejando en segundo plano lo referente al desarrollo de la inteligencia y del universitario en su propia persona. Tales aportaciones, no sólo se basan en su experiencia como educador, sino que se muestran en él habiendo sido educado como un humanista. Él destacó como un excelente orador y escritor, en tiempo de paz y en épocas de francos ataques a su persona y a sus reflexiones en torno a su forma de pensar y de vivir. Newman no sólo fue polemista, fue un connotado predicador, poeta, teólogo y filósofo, novelista, corresponsal de miles de cartas, lo que le ha convertido en un clásico de la lengua inglesa. Todo ello muestra su esmerada preparación intelectual y sus grandes dotes. La fuerza e impacto de sus palabras iba además avalada por su experiencia, por su convicción, por su compromiso y búsqueda incondicional de la verdad; su estilo y forma era llamativamente amable, poética, enfática, poniendo en juego su amplia y profunda cultura, recibida principalmente durante sus años en Oxford. En sus Discursos Universitarios de 1852–1858, Newman retoma y sistematiza el estilo que le imprimieron esos años como estudiante en Trinity College, y más tarde como profesor en Oriel College (Ker 2010Ker, Ian. 2010. John Henry Newman Una biografía. MadridPalabra. Trad. Rosario Athié y Josefina Santana Villegas. [Google Scholar]).

Este estilo de formación universitaria, basado en la tutoría personal estilo Oxford y enriquecida con su propia reflexión como educador, Newman lo transmite en The Idea of a University(Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]), donde describe lo que él llama ‘la educación liberal’ en la universidad, término tomado de la tradición, que considera a la Filosofía, las Letras y las humanidades en general como estudios libres, de ahí que en muchas universidades se incluya una facultad de Artes Liberales. Esta educación tiene por fin la formación humana a partir de una profunda formación intelectual, cuya consecuencia es la configuración de la persona verdaderamente culta, que Newman denomina como ‘gentleman’, ampliando el concepto de ‘caballero’, que por cierto no tiene una connotación sexista, sino que responde a la usanza de las universidades desde sus comienzos hasta mediados del siglo XX, en donde solo los varones tenían acceso a la educación superior.

Para nuestro autor las personas con una inteligencia habituada a discernir entre la realidad y la verosimilitud, entre la verdad y la falacia, podrán hacer frente a retos semejantes, superando la superficialidad y la credulidad. Alcanzar un nivel mental y moral de tal calidad, supone una larga y constante formación de la inteligencia. Sin embargo, si tal fin está claro, el problema recae en la cuestión de cómo formar a una persona verdaderamente culta.

Dar solución a tal problema es un ambicioso objetivo. No se trata sólo de conocimientos teóricos, sino también de conocimientos prácticos, de habilidades mentales y de actitudes. En su Idea (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]) compara los medios para formar inteligencias humanistas, mentes amplias y profundas. Como sucede en el adiestramiento de los músculos, que a base de ejercicios en un gimnasio y con una disciplina adecuada, el adiestramiento de la mente requiere igualmente de ejercicio y disciplina. Newman ofrece una explicación sobre el cultivo del intelecto y la aprehensión de la verdad en el Discurso 7, número 4, de la Parte I (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]). En la Lecture 4 de la Parte II de Idea (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]), se detiene a explicar cuáles son los elementos básicos de esa formación intelectual: Gramática, composición, escritura latina y conocimiento religioso en general. En otro momento se refiere también a la importancia de la literatura, la geografía, la historia… Lejos estará de esta formación humanista el pretender un aprendizaje impuesto, o atento sólo a cumplir con los contenidos de unos buenos programas. Se trata de aprehender, de hacer propio el mundo en el que nos encontramos, lo que requiere del uso de la libertad e incluso el gusto por el saber. En definitiva, para responder a las dificultades con veracidad y certitud, se requiere, hoy como entonces, de una sólida formación en humanidades. De manera que, para educar realmente, se ha de comenzar desde la cabeza.

Es necesario resolver cómo formar intelectualmente desde las humanidades, hasta lograr una formación íntegra. Importa tener en cuenta que el objetivo que se busca, no solo se alcanza transmitiendo el qué —o los contenidos a enseñar—, sino que Newman hace hincapié en el cómo se forma a los alumnos universitarios. Tal estilo de educación está centrado en el esquema del College. Éstos están diseñados de manera que todo lleva a la mejora de los alumnos en un sistema de internado, con habitaciones amplias y cómodas, con un comedor en común donde las comidas son un momento de encuentro de alumnos y profesores, con un servicio adecuado. En todo momento los alumnos se hallan en un ambiente intelectual que se presta a seguir comentando, de manera cercana y cordial, lo que se ha aprendido, descubierto e incluso ideado en las aulas. También la capilla se considera un lugar de encuentro, en este caso para rezar juntos. La biblioteca es un ámbito privilegiado y central. Los jardines, los salones comunes para tomar el té, también son espacios de diálogo intelectual y de participación de nuevos hallazgos. Pero lo más importante en el modelo educativo de Oxford-Cambridge es la labor tutorial, personal: los alumnos son cultivados uno a uno según sus capacidades. Es necesario destacar que dicho método requiere del previo compromiso, de parte de profesores y alumnos, para favorecer el diálogo abierto y el deseo de crecimiento personal; por ello, se requiere de una estricta selección y la Universidad de Oxford explica a los alumnos interesados en ingresar a sus aulas desde su primer contacto en su página Web: http://www.ox.ac.uk/admissions/undergraduate/why-oxford/studying-at-oxford/tutorials.

Al promover la educación universitaria basada en una visión humanista se pretende evidenciar las herramientas intelectuales y morales que comprometan a orientar a los demás en el hallazgo de la verdad, entre la abundancia de datos y contradicciones. Una mente amplia puede, con visión de conjunto, dar jerarquía y valor a lo que es realmente importante de lo que no lo es. En palabras de Frederick D. Aquino, en An Integrative Habit of Mind, se trata de favorecer la formación humanista cristiana en la perspectiva que John Henry Newman nos propone (Aquino 2010D. Aquino, Frederick. 2010. An Integrative Habit of Mind. IllinoisNIU Press. [Google Scholar]). Si bien este estilo de educación cuenta con una larga tradición en Inglaterra y los países de influencia anglosajona, las necesidades de desarrollo personal de los universitarios de cualquier latitud, requieren de la formación intelectual humanista y del seguimiento cercano de parte de un maestro al que se le pueda considerar como gentlperson.

3. Universidad y cultura

A través de sus nueve Discursos (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]) explica la naturaleza y objetivo de la educación superior. En esos años de mitad del siglo XIX su objetivo inmediato era captar el interés de los católicos de Dublín y fincar las bases del nuevo proyecto universitario. Para las autoridades irlandesas de la Iglesia Católica Romana y gran parte de los irlandeses, este proyecto de Universidad era la única alternativa posible para dar una respuesta educativa a los centros universitarios no-confesionales de Cork y Galway, pues eran considerados como peligrosos para la conservación de la fe de los alumnos católicos. El modelo a seguir era Lovaina, reactivada en 1830. Newman no compartía esta opinión, pues consideraba que si la universidad —la que fuera—, buscaba la verdad, no habría peligro alguno. Esta diferencia de puntos de vista entre los patrocinadores del proyecto y su primer Rector fueron una fuente de tensiones y malos entendidos. La esencia misma de la universidad requiere, insiste Newman, que se otorgue a la ciencia el lugar que le corresponde. Por tanto, la razón de ser del nuevo plantel debía centrarse en la fusión armónica del saber humano y el saber teológico. Ello constituye la matriz de los nueve Discursos (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]), aunando las exigencias del arzobispo Culllen —prelado que encabezaba a los obispos irlandeses en la promoción de la universidad—, y la filosofía educativa de Newman.

Él había de definir con claridad la finalidad de la educación superior que estaba proponiendo. En su mente queda el deber de dar una respuesta humanista a la postura pragmática, presente en el siglo XIX, que reduce los estudios superiores a la capacitación específica en un área del conocimiento, de manera inconexa con el resto de saberes. Dadas las dimensiones del centro educativo que le propusieron, deja de lado la opción de tomar el modelo alemán de universidad como centro de investigación, por lo que, de momento, se plantea sólo la transmisión de los conocimientos. Newman no considera universidad a las instituciones que sólo capacitan para el trabajo, e insiste en que sólo pueden llevar este nombre aquellas cuya existencia tenga por fin la búsqueda del saber en sí mismo y que ofrezcan un conocimiento interdisciplinario y bien articulado. Esta afirmación tiene su explicación en el quinto Discurso de The Idea of a University que se titula ‘El saber como fin en sí mismo’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 123), en el cual expone que el cultivo del intelecto es un fin preciso y suficiente: la amplitud de mente, con unidad y concierto. Con estas palabras expresa cuál ha sido, desde el principio, el fin de la universidad. Esa educación posee un objetivo tangible, real y suficiente, que no puede separase del saber mismo. El saber es capaz de ser su propio fin, porque la mente humana está hecha de tal modo que cualquier clase de saber, si es auténtico, constituye su propio premio (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 126).

Si bien se refiere a todo saber, Newman desea ser más específico al explicar que una ciencia particular y aislada no es suficiente para el cabal cultivo del intelecto. ‘Las ciencias particulares son la base respectiva de actividades concretas, que llevan a resultados tangibles’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 126). Añade que las escuelas profesionalizantes no forman científicos, sino técnicos, que aplican lo que otros han descubierto y desarrollado. He aquí el problema que nuestro autor intentaba enfrentar, dada la segmentación del conocimiento que se producía desde el siglo XIX con la exclusión de un saber más integral, como señalábamos. El saber unitario y abarcante que Newman propone como fin de la universidad, sin excluir la teología, las ciencias y las tecnologías, es lo que él llama hábito filosófico: ‘un hábito de la mente que dura toda la vida, y cuyas características son libertad, sentido de la justicia, serenidad, moderación y sabiduría’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 125).

Newman dedica tres discursos más para exponer en qué consiste esa amplitud mental que se constituye en una potencia, una luz, un amor a la sabiduría. Su Discurso cuarto lo tituló: ‘El saber considerado en relación con la cultura’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 143). La cultura mental se suele asociar a la mera adquisición de conocimientos. Desde luego que sin los conocimientos no existe verdadera cultura (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 129), pues sin ellos ‘la mente más original puede tal vez deslumbrar, divertir, refutar, confundir, pero no llega a un resultado útil o a una conclusión fehaciente’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 147). Sin embargo, es necesario interconectar el conocimiento de las diversas disciplinas. Esto es lo que otorga a la mente una visión más integral de la realidad y, en consecuencia, un conocimiento más completo que se interconecta a su vez con los nuevos descubrimientos. Así el avance del conocimiento es directamente proporcional a la integración de disciplinas.

Newman recuerda que Cicerón consideraba que el saber es el primer objeto al que somos atraídos después de solucionar las necesidades materiales (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 127). Es condición indispensable para la expansión de la mente, más allá de la mera adquisición de conocimientos, una actitud y una intervención activa en el proceso de parte de los alumnos para superar la cómoda posición de ser meros receptores de un cúmulo de ideas nuevas para ellos, de manera que se esfuercen por mantener activa su mente hacia el conocimiento de la realidad. La apropiación del saber es un continuo proceso que supone hacer subjetivamente propios los objetivos de conocimiento, asimilarlos y articularlos con otros conocimientos, pasando a ser parte de nuestra situación mental en la que nos encontramos: captamos que ‘nuestras mentes crecen y se expanden no sólo cuando aprendemos sino cuando referimos lo aprendido a lo que ya sabíamos’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 151).

El resultado es una mente que adopta una visión conexa y armónica de lo viejo y de lo nuevo, lo pasado y lo presente, lo lejano y lo próximo, y que percibe la influencia de todas estas realidades unas sobre otras, sin lo cual no habría ni un todo ni un centro. Este intelecto posee un conocimiento no sólo de las cosas, sino de las relaciones que se dan entre ellas, lo que genera a su vez un mayor conocimiento. Más aún, es la forma normal en que el conocimiento avanza y genera cultura. ‘Es un saber, no sólo considerado como una adquisición cuantitativa, sino como filosófica’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 151).

Para Newman, la Universidad no persigue primariamente la formación técnica —pues la universidad sería entonces una escuela tecnológica—, o la orientación moral, o la promoción del arte o el deber; sino que su función principal es impartir cultura intelectual. Este es el punto capital. Podemos tratar hoy con personas muy informadas, incluso, al día, que van siguiendo determinados acontecimientos, pero no se les puede llamar propiamente personas con cultura intelectual porque ‘sólo es extensión de la mente la capacidad de ver muchas cosas a la vez como una totalidad, de referirlas a su lugar apropiado en el sistema universal del saber, de entender su respectivo valor, y de determinar su dependencia recíproca’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 153).

A pesar de que sus Discursos ocasionaron cierta polémica, Newman quedó satisfecho y han sido expresión de uno de los grandes temas del pensamiento occidental por la nitidez y determinación con que su autor formula sus concepciones (Morales 1999Morales, José. 1999. Teología, experiencia, educación. PamponaEUNSA. [Google Scholar], 140). Años más tarde, en 1863, Newman deja escrito en su Diario lo importante que fue para él su dedicación a la formación intelectual: ‘desde el principio al final, la educación ha sido mi línea’ (Newman 1957Newman, John Henry. 1957. Autobiographical Writtings. New YorkTristam. [Google Scholar], 259).

Siendo la educación un término muy amplio, una manera concreta de educar se ha denominado formación, un concepto clave acuñado en el ambiente intelectual del siglo XVIII como elemento que desarrolla las ciencias del espíritu durante el siglo XIX. Aunque Newman no fue del todo consciente, su pensamiento educativo se sitúa en una tradición que se tradujo con grandes dificultades a la vida práctica, y que en el caso de Dublín sufrió grandes traspiés (Ker 2010Ker, Ian. 2010. John Henry Newman Una biografía. MadridPalabra. Trad. Rosario Athié y Josefina Santana Villegas. [Google Scholar]), no obstante, la relevancia que desde su tiempo han cobrado sus ideas y la valoración intelectual que ha desarrollado su trabajo es clave sobre todo en las últimas décadas.

Existe una correlación entre la formación recibida y el modo en que el conocimiento se alcanza. El adecuado entendimiento, la capacidad de juicio y la inferencia prudencial son elementos esenciales que en cada propuesta formativa necesitan validarse y consolidarse. Esto hace que el conocimiento genere cultura, y posibilita el desarrollo crítico sobre la formación e información recibida. La educación liberal que tiene por objetivo el llevar a los educandos a la forja de una personalidad consolidada por una cultura amplia y profunda tiene un camino que recorrer con unos modos determinados. Sobre ello se comenta a continuación.

4. Para forjar un hombre culto

El fin de la universidad, afirma Newman, es la promoción del saber, de la cultura. Por ello, él afirma que la educación es una palabra más elevada. Implica una acción que afecta a nuestra naturaleza intelectual y a la formación del carácter. Es algo individual y permanente. Esto es lo que hace que el decir de algo o de alguien se manifieste con propiedad. La formación de la mente en la universidad ha de comenzar por lo más básico: saber leer y hablar correctamente y en el contexto adecuado, lo que supone la profundización en la gramática, la literatura y el ejercicio de los debates. Es decir, para pensar con propiedad se han de tener en la mente las herramientas adecuadas: la gramática, el dominio de la lengua y la lógica (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]).

Cuando hablamos de la transmisión del saber como elemento central de la educación, estamos afirmando que el saber es un estado o condición de la mente. Y dado que el cultivo del intelecto es, sin duda, algo que merece la pena por sí mismo, llegamos de nuevo a la siguiente conclusión: las palabras liberal y filosofía, en la terminología de Newman, se utilizan con el fin de enfatizar que ‘un saber es deseable, por ser él mismo un tesoro y un premio suficiente después de años de esfuerzo, aunque nada se derive de él’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 135).

El resultado de la educación, que debe esperarse en los individuos según la medida de cada uno, ha de ser aquella perfección del intelecto, ‘visión y comprensión clara, serena y precisa de todas las cosas, en cuanto pueden ser abarcadas por una mente finita, cada una en su lugar, y con las características propias que le corresponden’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 155). La visión realista de Newman identifica que el inicio de esta formación intelectual comienza con el dominio de la propia lengua. ‘Pensamiento y palabra son inseparables uno del otro. El fondo y la forma son dos partes de lo mismo: el estilo es pensar con palabras’ (Newman 2014Newman, John Henry. 2014. La idea de la universidad. MadridEncuentro. [Google Scholar], 58). Por ello, toda la formación universitaria depende del suficiente aprendizaje previo de los estudios elementales (Newman 2014Newman, John Henry. 2014. La idea de la universidad. MadridEncuentro. [Google Scholar], 109 y ss.) que explica en la Lección 4 de la segunda parte de Idea (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]), primeramente, publicada en la Catholic University Gazette y en My Campaign in Irelandentre 1854–1856. La atención de Newman se centra en la educación del intelecto para pensar con rigor y saber interrelacionar los conocimientos que se van adquiriendo y asimilando.

El primer peldaño para andar el camino hacia el saber es la Gramática o análisis científico de la lengua. Dominar la propia lengua lleva a ser capaz de entender el significado de las frases y su fuerza comunicativa, cuando uno se enfrenta a determinados párrafos. El alumno podrá, entonces, construir una frase o analizarla.

Una vez dominada la Gramática, se puede subir al peldaño de la composición, lo que requiere previamente el haber sido constante en la lectura guiada, con un método apropiado para adquirir rigor, yendo al fundamento y al verdadero sentido de las cosas. Este ejercicio forma en la mente la capacidad de análisis. Para componer, es necesario pensar antes de escribir, y no redactar hasta que se tenga algo que decir. El tema sobre el que se escribe ha de ser concreto y la composición ha de versar sobre el tema, con un enfoque amplio y no sólo una parte del él sin su contexto. Newman enumera los cuatro requisitos para la buena composición de la siguiente manera: ‘buena dicción o corrección de vocabulario, sintaxis, idioma y elegancia. El punto que exige especial atención es la propiedad idiomática. Por idioma se entiende el uso de las palabras que es peculiar a una lengua correcta’ (Newman 2014Newman, John Henry. 2014. La idea de la universidad. MadridEncuentro. [Google Scholar], 139).

Para ello recomienda de nuevo el latín, y su correcta escritura, lo que considera el tercer peldaño para la formación intelectual elemental. Dicho adiestramiento de la mente capacita a quien ha sido universitario a enfrentar la vida social y política con un marco amplio de referencia, y a abordar el estudio de las ciencias específicas con una mente integradora de todos los conocimientos. En la educación que Newman recibió, la cultura latina y por tanto su lengua y literatura se consideraba una pieza esencial en la formación intelectual. Él mismo consideraba que su estilo de escritura en inglés la había aprendido de los textos latinos de Cicerón. El latín es una lengua muy lógica y por ello forma de manera eficaz la mente. A pesar de no ser el inglés una lengua romance, Newman anota como un resultado de buen aprendizaje de la Gramática inglesa el saber traducir una frase inglesa al latín, construyendo una nueva frase, lo que prueba que el alumno ha sabido distinguir entre una construcción latina y una inglesa. En el caso de quienes piensan y hablan en una lengua romance, se impone mucho más el estudio y dominio de la lengua latina para su adiestramiento mental (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]).

Una vez que se ha explicado los elementos básicos que Newman considera para una adecuada formación intelectual en la universidad, nos centraremos en su resultado, es decir, en el perfil del egresado de una universidad que imparte una educación liberal. Newman ofrece la descripción del hombre culto y de cómo se conduce la persona que ha cultivado su inteligencia en el saber —distinto de la erudición o del conocimiento especializado en un tema aislado—, y cuya personalidad le lleva a ser dueño de sí mismo y de cada situación en la que se encuentra. Él utiliza una expresión común en su época, para calificar a una persona cabal: el gentleman(Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 210).

Durante la época victoriana, el hecho de que las personas se supieran conducir como ‘caballeros’ era esencial. El concepto de ‘gentleman’ es una invención esencialmente inglesa. El francés Hippolyte Taine intentó describir el alcance del significado de lo que se considera un ‘gentleman’ (Taine 1872Taine, Hippolyte. 1872. Notes sur l’ Angleterre. ParisLieu d’ edition. [Google Scholar]). Se trata de un constante cultivo del principal de los ideales típicamente ingleses. La clave de la cuestión es que un hombre ha de cuidar su conducta para que siempre y en todo momento se le pueda considerar un caballero, lo que corresponde a decir de las mujeres: ‘es una Lady’. Ello significa un verdadero noble, un hombre apto para mantenerse en pleno dominio de sí, con orden y mando, imparcial, correcto, capaz de exponerse a sí mismo a todos los sacrificios, ser un hombre de conciencia, cuyo generoso instinto es confirmado por su sano juicio, por lo que se comporta siempre bien con toda naturalidad, guiado por sus principios. Con esta imagen se reconoce el modelo de líder, con el típico matiz inglés de su autocontrol, su indefectible mente fría, perseverante en la adversidad, naturalmente serio, de maneras dignas, que rehúye toda afectación o fanfarroneo, que llega al nivel más alto cuando logra reunir las aspiraciones de las personas y su obediencia. El modelo de gentleman inglés queda mejor y elocuentemente retratado en el Duque de Wellington, quien se opuso militarmente a Napoleón y murió en 1852, o en algunos protagonistas prefigurados en las novelas costumbristas de Jane Austen.

Si bien Newman asimila el término inglés y su significado, él imprime a la palabra gentleman un contenido más profundo que el que transmite la figura de Wellington. A través de ‘algunos rasgos del carácter ético formado por un intelecto cultivado’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 212), la mente de Newman podría evocar la figura de William Wilberforce (1759–1833), quien desde el Parlamento británico logró la abolición de la esclavitud, e incluso a una personalidad tan amable, íntegra y sólida, de hombre cabal, como la de Jesús de Nazareth.

Su interés es capital es señalar que el fin de la universidad que propone es el saber en sí mismo, y que su consecuencia subjetiva da como resultado al verdadero universitario, profesor y alumno, que habrá de ser un hombre culto, un gentleman. Haremos a continuación un análisis breve de la descripción de cómo se conduce la persona verdaderamente cultivada.

Newman utiliza las siguientes palabras: ‘Es casi una definición de gentleman decir que es un hombre que nunca infringe dolor. Esta descripción es cuidadosa y, dentro de lo posible, precisa. Un caballero se ocupa, en gran medida, en remover los obstáculos que impiden la actividad libre y desenvuelta de quienes le rodean, y se suma a sus movimientos más bien que tomar él mismo la iniciativa’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 210). Para graficar estas palabras consideremos, en contraste, aquellos medios impresos de información que explotan comercialmente la tragedia de otros. Si por el contrario el editor se detuviera a pensar, antes de redactar una nota, que lo que publicará va a ser leído por la familia de aquel sobre quien informa, sin lugar a dudas cambiaría el tono de la noticia. Al respecto Newman había tomado como máxima el tratar a todos con tal delicadeza que incluso respecto a sus enemigos encontraba la frase amable considerando que quizá algún día podrían llegar a ser sus amigos.

La vasta cultura permite ‘evitar todo enfrentamiento de opiniones, toda colisión de sentimientos, todo retraimiento, recelo, melancolía o resentimiento, porque su gran preocupación es que todos se hallen a su gusto y como en casa. Están pendientes de todos y de cada uno’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 211). Para ello es necesario conocer y tener un profundo respeto por los interlocutores. Ser capaz de entender la posición desde donde otros captan aquella realidad y lograr comprender su postura, para localizar los puntos en los que pueden estar de acuerdo y a partir de ahí, exponer y argumentar. Es decir, el hombre culto ‘sabe bien con quien habla, se guarda de alusiones inoportunas o temas que puedan molestar’ (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar], 211).

Newman expresa una síntesis de lo que se ha dicho cuando menciona la transformación que los nuevos alumnos experimentarán en sus aulas: de ser sólo unos muchachos, pasarán a ser verdaderos hombres. Estas fueron sus palabras durante el discurso inaugural de la Universidad Católica de Irlanda, en marzo de 1854: ‘Un gentleman, si he de mencionar la diferencia entre un niño y un verdadero hombre, debo decir que un niño vive de lo que aún no es y atento a lo que le circunda de manera inmediata, depende de otros que le instruyen y con medidas impuestas; mientras que el hombre se conduce con gran mesura y en sus decisiones depende de sí mismo’. En aquella ocasión, Newman añadió: aquí vendrás a aprender cómo pasar de ser un niño a convertirte en un verdadero hombre’ (Shrimpton 2014Paul Shrimpton2014. The ‘Making of Men’. The Idea and Reality of Newman’s University in Oxford and Dublin. EnglandGracewing. Foreword of Ian Ker [Google Scholar], 177).

5. Actualidad de su propuesta

La educación liberal que propone Newman responde a una serie de debates e inquietudes en la educación superior actual. Siguiendo su punto de vista, es pertinente comenzar por devolver a la palabra ‘universidad’ su sentido original. Es decir, denominar universidad a aquellas instituciones que buscan el saber como fin en sí mismo. Y por ello, desarrollan los distintos ámbitos del saber, no de manera aislada, sino en diálogo constante. Por el contrario, aquellas instituciones de educación superior que no cultiven los ideales y prácticas propias de una verdadera universidad, no deben denominarse como tales, sino que pueden utilizar títulos como el de instituto o tecnológico, centro de educación superior o academia, donde el fin es la profesionalización, la transmisión de conocimientos restringidos a la acción externa de un trabajo. Con ello se dejará claro que, para que se llegue a una verdadera formación intelectual, los jóvenes deberán recibir una ayuda complementaria, con el fin de aprender a reflexionar y ser personas críticas (Newman 1907Newman, John Henry. 1907. The Idea of a University. LondonLongmans, Green and Co. [Google Scholar]).

La universidad debe enseñar a pensar, de otra manera no cumple con su función educativa. El aprender a pensar es una tarea ardua, que perfecciona a quien lo logra, al mismo tiempo tiene un impacto práctico. Así, la educación liberal, el gusto por aprender que propone Newman, es la adecuada respuesta de que los estudios universitarios sean también útiles a la sociedad.

La inclusión de las humanidades en los estudios universitarios no es una cuestión opcional e irrelevante. De ello depende, en buena parte, que la institución pueda llamarse legítimamente una universidad. Las humanidades, si bien son indispensables en la idea o diseño originario de una universidad, hoy día resultan ser una necesidad urgente para la formación de las nuevas generaciones que requieren de un pensamiento crítico para saber discernir lo verdadero de lo falso, lo que concuerda con la realidad y está expresado con suficiente rigor y lo que es verbosidad.

Cabe aclarar que no se trata simplemente de incluir unas cuantas asignaturas más al plan de estudios profesionales. La meta es lograr un conocimiento unitario. No basta abarcar toda la gama de saberes, no es una cuestión cuantitativa, sino que se requiere el diálogo positivo, la formación apropiada para que en la mente del universitario se vayan articulando las distintas facetas de la única realidad. Para ello hace falta la vinculación entre las propuestas de las diversas ciencias hasta armar una formulación verosímil y verdadera de la realidad en la que cada objeto de estudio y enfoque de las ciencias aporta sus propios elementos de ese todo armónico y jerárquico. Finalmente, el universitario reconocerá el lugar que a cada cosa le corresponde. Se requiere entonces la promoción del intercambio interdisciplinario (Newman 1996Newman, John Henry. 1996. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. PamplonaEUNSA. Traducción, introducción y notas de José Morales. [Google Scholar]).

La formación intelectual, la capacitación de la mente, requiere de una guía personal. Porque la formación humanista que ofrecen los libros escritos que transparentan la naturaleza humana, se facilitan con la cercanía de un tutor. Newman se refiere a la acción tutorial. Cuando él comenzó a trabajar como fellow en Oriel College a los 22 años fue Richard Whately, quien le transmitió de manera personal su experiencia en el trabajo intelectual y el uso de las herramientas que desarrollan la mente, por ello dejó escrito que fue él la primera persona que abrió su mente, le enseñó a pensar, a utilizar su razón e imprimió las ideas y principios de conocimiento que le ayudaron a conformar su propia forma de pensar (Ker 2010Ker, Ian. 2010. John Henry Newman Una biografía. MadridPalabra. Trad. Rosario Athié y Josefina Santana Villegas. [Google Scholar]).

Hoy día se puede con facilidad constatar en los egresados de una institución superior si llegaron a ser verdaderos universitarios. Si realmente han logrado ser personas cultas, en quienes se puede confiar por tener criterio, carácter y rigor mental. Se trata de un efecto personal, una condición y una manera de estar en el mundo. Cuánta necesidad se tiene hoy, tanto en el ámbito social como laboral, de personas gentiles, con dominio de sí, que sepan cuál es su verdadero bien y lo que les corresponde decir y hacer en cada momento, conscientes de sus limitaciones y responsabilidades, dispuestos a aportar con generosidad lo que son capaces de hacer por el bien de la sociedad a la que pertenecen.

Así la formación humanista tendrá un rol clave en la universidad, para formar mujeres y hombres cultos, capaces de aportar al mundo postmoderno la verdadera innovación: desde una visión que respeta lo que puede ser de otra manera, sin perder lo que es ineludible.

6. Conclusión

La propuesta de Newman responde al reclamo de devolver a la universidad la orientación que le corresponde, de recordar que su fin es primordialmente el saber universal, objeto de la inteligencia. En el proceso de formación de la inteligencia se comienza por la capacitación de la mente de los estudiantes, con la disciplina que se require, gracias a la promoción de las habilidades que proporcionan las matemáticas, el dominio de la propia lengua y las leyes de la lógica, es posible pensar con rigor, corrección y verdad. Con esta preparación, la mente se abre a la búsqueda del conocimiento de la realidad, articulando las distintas áreas del saber, distinguiendo unas de otras y completando el horizonte que ofrece el mundo natural y el mundo cultural.

La educación liberal, basada en la formación a traves del conocimiento profundo de la realidad humana y de su entorno, posibilita el logro de una visión amplia de lo que es esencial, gracias al diálogo interdisciplinario con los expertos de las distintas áreas de conocimiento y la guía del tutor. De esta manera se alcanzan otros dos objetivos de la educación superior: primero la promoción de la cultura, de la verdadera cultura que proporciona las condiciones para el desarrollo de las personas como tales; y segundo, la promoción de mujeres y hombres cultos que sean dueños de sí mismos, que sepan estar en el lugar que les corresponde y aportar a su entorno lo mejor de sí.

Entonces, como universitarios comprometidos con sus contemporáneos y con las generaciones futuras, sabrán ser ciudadanos participativos, positivamente críticos, no susceptibles de corrupción, ni fáciles presa de quienes pretenden manipularlos. Sólo así se puede hablar legítimamente de democracia y de promoción de la paz, tan urgente en nuestros propios países y en las relaciones con los demás.

 

 

Artículo de Rosario Athié, publicado en la revista Church, Communication and CultureVolume 3 Issue 1, ya está disponible a través de: tandfonline.com

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John Henry Newman dictó el sermón titulado “La abstinencia del tiempo de los Apóstoles, modelo
para el cristiano”. Quedó fechado en la Cuaresma del año 1841, el día 21 de marzo. Por aquel año,
su autor seguía siendo el Rector de la iglesia de St Mary´s, capellanía de la Universidad de Oxford.
Años en que se había separado de la mentalidad evangélica, y sufría serias dudas respecto a la
situación doctrinal de la Iglesia Anglicana a la que pertenecía.
Este sermón, publicado como el número 3 del volumen 6 de los Sermones Parroquiales
(Encuentro, Madrid 2013, p. 53 y siguientes) está centrado en unas palabras del Apóstol Pablo
dirigida a Timoteo, primer obispo de la ciudad griega de Éfeso: “No bebas agua sola: mejor toma
un poco de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes indisposiciones” (1 Tm 5, 23). El
discípulo de Pablo había leído desde niño el Antiguo Testamento, y había escuchado de labios de
Pablo el Nuevo., por ello decía de él: “me ha seguido en la doctrina, en la conducta” (2 Tm 3, 10), y
ambos hacían frecuentes vigilias. Dice Newman: “Así eran los santos en los primeros tiempos. Y
¡qué por debajo de ellos estamos hoy día! ¡Ay de nuestra vida fácil llena de comodidades, de
nuestra cobardía, de nuestra indolencia! ¿Así se gana el reino de los cielos? ¿Es así como San Pablo
combatió el buen combate y consumó su carrera? ¿O fue a base de echarse a la espalda todas las
cosas de la tierra y mirar fijamente al Dios visible? (John Henry Newman. Sermones Parroquiales.
Encuentro, Madrid 2013, p. 55)

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Comentario del autor:

Me complace informarle que la traducción al inglés de mi libro «Introducción al personalismo» acaba de ser publicada por Catholic University of America Press (2018). El libro es presentado por el conocido personalista estadounidense John F. Crosby

Con motivo de esta nueva versión, el trabajo ha sido revisado y ampliado con la exposición del personalismo angloamericano.

 

 

John F. Crosby contesta:

«No conozco ningún texto comparable en inglés que brinde una visión general sistemática del movimiento personalista en filosofía. Burgos se dirige a todas las figuras principales y la mayoría de los menores en el personalismo, presentando no solo aquellos generalmente conocidos por los estadounidenses (como Scheler, Mounier y Maritain) sino también figuras importantes en España y Polonia. El libro es más que simplemente una historia, sin embargo, como en la sección final Burgos ofrece su propia propuesta para una filosofía personalista bien desarrollada. «- Adrian Reimers (Universidad de Notre Dame)

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I would like to talk about a topic which is closely related to the theme of this year: John Henry Newman: Teacher and Minister in a University Setting. The fundamental thesis of my presentation refers to the continuity of Newman’s thought over the years; from his time at Oriel College as a Tutor (1826) to his time at Birmingham in the 1870’s.

Even though he became a Roman Catholic in 1845, the key pieces of his teaching display a coherent development over the years.

This development can be seen in Newman’s University Sermons VII and VIII as well as in his Letter to the Duke of Norfolk. These three texts possess a magisterial value, both academic and pastoral — especially his reflections about temporal matters and matters of the faith.

 

For Newman, temporal matters include education, political organization, civil law and civil authorities. On the other hand, matters of the faith include dogmas, the correct interpretation of Holy Scripture, moral matters, and the legitimate authority of the Church in religious matters.

 

These two spheres are present together in the human beings, specifically in our personal conscience. The harmony between temporal matters and faith-matters ought to be independent in its authority and organization. However, in the life of citizens, and believers, these two spheres ought to be perfectly harmonized. We are responsible for the use of our freedom in both spheres as well as in the cases in which our decisions affect both spheres.

Antecedents

Before discussing the content of the three writings that I have selected, I will briefly

Summarize the context in which Newman wrote these three works.

 

  1. Context of University Sermons VII and VIII

 

Even as a young Anglican clergyman, Newman knew how to combine his roles as pastor and educator — roles which he exercised at Oriel College as well as at St. Mary’s.  Newman had the opportunity to give these University Sermons between 1826 and 1832, when he was named Select Preacher for Oxford University.

 

During this time, University sermons were surrounded by formalities and delivered by preachers designated ad hoc by academic authorities.  Whether such designation was based on a recognition of Newman’s abilities or obtained by the influence of his friends has been variously interpreted.

 

In any case, Newman’s life can be summarized as that of a great pastor and a great academic. This dual effort is perhaps best seen in his role as preacher, where he combined spiritual theology and pastoral concern.  So highly regarded was his pulpit eloquence that  important people attended often attended his sermons.

 

His sermons had a recurrent theme: the relationship between reason and faith. The sermons effectively functioned as a platform for presenting his theological-philosophical reflections. Sermons VII and VIII focused on the abuses of worldliness and irresponsibility. These Sermons seem to respond to Newman’s discovery or a special insight into the mystery of human iniquity.

 

The social-political context of Newman’s sermons is an added factor. In 1828, Irish Catholics requested to be admitted to Parliament. Parliament approved The Emancipation Act because of Daniel O’Connell, a very charismatic lawyer and expert in English law;  O’Connell sought civil freedom for the Irish so that they could also have religious freedom.

 

The presence of Roman Catholics in Parliament was an apparent contradiction.  While Newman felt that every citizen should be represented in Parliament, he did not deem it appropriate that Catholics be members of Parliament because it was also responsible for certain decisions affecting the Church of England.

 

Furthermore, Newman felt that Catholics were not obliged by conscience to support the decisions made by Parliament that favored the interests of the Anglican Church.

 

This contradiction between the right of parliamentary representation and the anomaly of members of one church making decisions affecting another church led Newman to his conviction that Church-State  separation was essential;  in other words, the Church had to be independent from the Government.

 

 

  1. Context of the writing of the Letter to the Duke of Norfolk — 43 Years Later

 

The Letter to the Duke of Norfolk was written in 1875 in light of a concrete problem: relations between civil authority and religious authority.  In 1869, the First Vatican Council was convened by Pope Pius IX.

 

One of the issues discussed at the Council was the definition of the «infallible magisterium of the Roman Pontiff.»  The eventual definition stipulated  the conditions under which the Pope could define a doctrine concerning «faith and morals» ex cathedra.

 

After reading the definition, which was promulgated on 18 July 1870, Newman personally did not consider this definition to be problematic for the Catholics;  he felt that the new definition re-stated what the Church had basically taught for centuries.

 

However, the definition radically affected relations with other churches. Newman soon realized that the definition was being misinterpreted  both by Catholics and non-Catholics. For example, some people interpreted the definition to mean that the Pope could never sin.  However, infallibility is not the same as impeccability.  The declaration on infallibility did not refer to the personal life — and sinlessness — of the  Pope but to papal teaching about the interpretation of revelation in view of his responsibility to safeguard the doctrine given by God to the Church.

 

Even though many Catholic citizens of the United Kingdom felt that a definition might jeopardize their position within the country, a  group known as the Ultramontane, which

Included the Archbishop of Westminster, strenuously supported the definition of the dogma.  Subsequently, however, Newman’s foresight about the potential ill effects of the dogma was confirmed.

 

One of the most serious reactions against infallibility came from William Ewart Gladstone, who in 1874 published an article in the Contemporary Review which stated: “No one can be her (Rome’s) convert without renouncing his moral and mental freedom and placing his civil loyalty and duty at the mercy of another”. In effect, Gladstone’s statement charged that the doctrines of the Roman Church prevented Catholics from thinking and deciding freely in temporal matters. This was a direct attack on the civil loyalty of Catholics.

 

In replying to the former Prime minister, Newman not only had to defend himself but also had to defend the freedom of conscience of the Catholics of his country as well as their freedom to exercise their civic  responsibilities. In January 1875, Newman published A Letter Addressed to His Grace the Duke of Norfolk on Occasion of Mr. Gladstone’s Recent Expostulation. The Duke of Norfolk, a well-known Catholic layman, was the ranking peer of the realm outside the royal family. Newman’s response, intended to refute Gladstone’s accusations, presented a treatment of the nature of conscience.

 

Newman’s Letter emphasized that the Catholic interpretation of church authority in general and infallibility in particular was not identical with that of the small group of Ultramontanes. In particular, Newman insisted that each person is responsible for his/her own words because everyone isl free and so responsible.

 

Gladstone gratefully replied: “Thank you for the genial and gentle manner in which you have treated me” and commented, “Your spirit has been able to invest even these painful subjects with something of a golden glow”.  Newman’s discussion of conscience is still valid today, even though the original context of 1875 is long past.

 

 

Newman’s Doctrine about the Relation between Temporal Matters and Matters of Faith

 

After mentioning the circumstances under which Newman wrote Sermons VII and VIII in 1832 and his Letter to Duke of Norfolk in 1875, it seems helpful to indicate their central theme:

 

   Sermon VII presents the characteristics of a worldly mentality; Sermon VIII describes the operation of conscience; The Letter to the Duke of Norfolk explains the compatibility of acting according to conscience both as a member of civil society and as a member of a religious society.

 

These three aspects can be connected in a philosophy that had been developed through the years under Newman’s influence. In general, from 1832, when he wrote his University Sermons. Newman considered it necessary for the church and the state to be independent from each another.

 

At that time, he referred to the Anglican Church as having its own authority, just as the British crown and Parliament had their supreme authority. Although Newman as an Anglican, opposed the participation of Irish Catholics in Parliament, he recognized the difficulties that derived from the interference of the Crown in religious matters. The arguments he presented in his Letter are basically the same ones that he utilized during the Oxford Movement.

 

The two fundamental assertions of Newman’s thoughts are:

First, in regard to church and state, they must be regarded as two independent institutions with their own objectives and means; each has a right to freedom so that it can fulfill its mission with the means it deems necessary.

 

Second, in the internal conscience of a person loyal both to God and to his/her country, a divided allegiance should not exist;  rather there should be complete harmony. One cannot be a believer of the church and forget about patriotism nor can one be a good citizen and leave religious convictions aside.

 

Thus the principal topics in these texts are freedom and responsibility.

 

 

  1. Independence of Both Church and State in External Matters

 

The issue that Newman discussed as an Anglican preacher at St. Mary’s was treated again 43 years later when he defended the Roman Catholic position in civil matters. Some of the principal points of his exposition clarify what the independence of the church and the state is all about. This independence in external matters allows the freedom of church members in civil matters. Newman’s Letter explains the issues that are important to understand the situation of Catholics in a civil society.

 

 

Newman presumably remembered the events of 1829 and similar events in 1873 when the Irish bishops took steps to oust some Ministers of Parliament. Newman wanted to explain that the bishops had a right to intervene in civil matters insofar as they were exercising their rights as citizens[1]. The bishops did not act in their role as religious authorities; rather they legitimately participated as citizens in the affairs of their country.

 

In regard to the external and real authority of the Pope, Newman explained that his mandate refers to the definitions of  supernatural truth, which ought to be believed. The pope also legitimately interprets natural moral law because the author of this law is God and if the pope is understood as being enlightened by God in interpreting the Holy Scriptures, this teaching becomes easier to understand.

 

One interesting clarification is that the decisions of the Pope in matters of  faith are only about essential doctrinal issues on a theoretical level, not judgments about specific concrete cases. Similarly, in moral matters, the legitimate interpretation of the Church referring to natural law is only theoretical. Newman[2] emphasized that the definition of «the infallible magisterium» of the Pope extends solely to the doctrinal area and not to concrete solutions to problems. This is the reason why it has been said that “the infallibility may affect a theologian, a philosopher or a man of science, but a politician has a distant relation with it’[3]. In practical matters, ecclesial authority and its guidelines do not decrease the freedom of people. On the contrary, people have the liberty to choose responsibly the way they will apply general norms to their concrete circumstances.

 

 

  1. Responsibility as the Harmonizing Element between Temporal Matters and Matters of Faith

 

Newman’s primary interest was to demonstrate that there is no reason for a citizen to have divided loyalties: civic and religious. The nucleus of this issue is found in responsibility. This is the point that harmonizes the diverse spheres of a person as citizen and believer.

 

   Sermon VIII, preached on Sunday December 4, 1832, was entitled “Human responsibility, as independent of circumstances”.

 

Newman takes from Aristotle the notion of actions: all actions are voluntary if we are their ultimate end or their active beginning in one way or another. Consequently, we will receive blame or praise for the results of our actions because of our behavior and not for the circumstances in which these actions occurred[4].

 

In Sermon VIII, Newman pointed out the relation between the responsibility acquired from an act and the circumstances, which are not an excuse to exempt a person from responsibility. In some cases, circumstances can increase or decrease guilt or increase or decrease the motives for praise Each person is the cause of his own improvement or misfortune and not external assistance or obstacles. Newman pointed out that not even divine grace can annul freedom. Each person should carry his/her own load… «Don’t deceive yourself: what you sow is what you reap»[5].

 

The responsibility that Newman referred to in this Sermon is concretized by two factors: first, our freedom does not exclude the dependence on our divine origin since we exist because of God, who is the one who keeps us in existence. Second, the influence of the circumstances on our acts has a secondary importance.

 

Excuses are ways of deceiving our conscience with sophistic reasoning in different situations in life.  Excuses originate when we consider freedom as a synonym for independence and the lack of independence is viewed as slavery.

 

Newman mentioned some of the most common excuses. One excuse is when we imagine that the concrete situation is especially difficult and in order for one to be better and happier, the situation must change. A second excuse is based on the sophism of apologizing on a specific occasion because we felt that we were victims of a particular coincidence of circumstances. Yet another excuse refers to the lack of education to justify a disorderly way of life. The list of excuses and sophisms goes on and on but they all distort reality to one’s own self-satisfaction and to justify the lack of responsibility.

 

To Newman, our imagination can easily assume duties abstractly. The difficult part is understanding and committing oneself to the real and concrete duty. When responsibility is acquired in a precise and effective way, when it comes to us surrounded by problems that must be solved, then this responsibility becomes arduous and distressing.

 

If we apply the doctrine discussed in Sermon VIII to a concrete situation, the issue is very delicate. It is even more delicate when the rights of minority citizens are at stake, especially when society wants to take away their human rights such as freedom of religion and of speech and the right to be represented in civil proceedings.

 

If their freedom is limited in external affairs, it is also possible to attack them with the sophism that their obedience to the Pope is loss of their freedom. However, it is not the obedience but the manipulation and deceit, which unconsciously influence their conduct and limit their freedom. Obedience is identifying one’s will with the will of those who govern. In this case, obedience presupposes liberty and people do not lose their responsibility.

 

When the accusation spread in England that Roman Catholics could not be good citizens because they were “constrained” by the decisions of the Pope, the rumor became stronger when the Catholic Church dogmatically defined the infallible magisterium» of the Pope. However, this definition did not give the Pope more authority, nor did it suffocate the freedom of thought of Catholics[6]. Roman Catholic citizens were still personally responsible for their behavior before civil authority.

 

In his Letter to the Duke of Norfolk, Newman emphasized that good citizens are necessary for society; these citizens should be loyal and committed to their faith. Consequently, Newman pointed out the areas of conscience that are governed by the authority of the church and the areas where Catholics are free to decide on their own. The basic principle of his explanation is that authority informs the conscience and makes it whole without replacing it or ignoring it. When a legitimate authority governs, obedience to its suggestions contributes to the freedom of those who obey that authority.

 

The objective separation of the two authorities — civil and religious — allows sufficient space for those who participate in both;  in a civil society as in a religious society, persons may exercise their freedom completely. Internal harmony is the result of assuming that one’s self is the beginning and cause of his/her own acts, and so responsible for their effects.

 

 

  1. Four Deviations in the Relation between Temporal and External Matters

 

One can consider four vices in regard to temporal and eternal matters.

 

The first two transgress the principle of independence of the authorities who represent each of these areas.

 

The other two transgress the principle of interior harmony in the conscience of a person who is simultaneously a member of civil society and a religious believer.

In regard to the present study, these last two vices are of interest insofar as they were treated directly by Newman in his University Sermons and in his Letter to the Duke of Norfolk.

 

Before treating these tendencies, it may be helpful to recall some historical events that exemplify the collision of the two powers.

In England, some monarchs tried to impose their will over conscience, over the Church, and even over the natural law.  This collision of power resulted in the deaths of Thomas à Becket and Sir Thomas More.  Likewise there have been occasions when church officials have tried to meddle  indiscriminately in matters that come under the competency of the state.

 

Such was the case of the liberators of Mexico, Miguel Hidalgo and José María Morelos, both of whom were parish priests yet rose up in arms to start a war, which was strictly political.

 

The next section will explain the two vices that separate loyalty to the faith and to the Church from patriotism — loyalty to one’s country.

 

Newman spoke extensively of these last two vices that internally separate the temporal and the eternal;  these will be mentioned in the final two points of this presentation.

 

 

  • The Worldly

 

For Newman, «a worldly mentality» is one which is more interested in things of this world than those that are eternal.

 

When worldly interests prevail, our conscience loses its focus.

 

A person who pays more attention to the exterior than the interior gradually becomes restless and disoriented.

 

Newman thoroughly explained «worldliness»: its causes, its different nuances, the sophisms that justify it and the procedures  that help the conscience to overcome the reduction of one’s life to merely temporal goods. This is the central issue of his University Sermon VII, which was preached on Easter Sunday May 27, 1832, with the  title: Contest between Faith and Sight”.

 

The three causes[7] of «worldliness» according to Newman are:

  • The loss or deterioration of the conscience regarding religious and ethical principles which give us the capacity to use our freedom responsibly
  • The obscuring of reality in relation to the effort and resignation that the virtuous way demands
  • The contradiction between life and faith, thereby subverting the interests of society and people toward material goods. In their profession, they act as if they were atheists, but in their families they act as believers.

 

In the end, a «worldly outlook» is privileged because the idea that a revealed religion is a serious handicap to their aspirations becomes fixed in their mind. Since they do not want to abandon their plans, nor do they want to offend other people, they just let life go by[8] When a problem arises, they are doubtful and easily choose immediate gratification in preference to more substantial goods.

 

«Worldliness» has several degrees:

  • First, those who relegate religion to a private sphere of their lives.
  • Second, those who acquire the habit of distinguishing and separating their public and private obligations and passing judgments about them without harmonizing the two obligations.
  • Third, those who theoretically accept a series of affirmations as doctrinal truths but in reality are not convinced enough to be firm and conscientious about the religion they profess.

 

  • Fourth, those who maintain the fundamentals of the faith but lose its importance. They trim dogma in order to seek unity of feelings with others, not in order to achie doctrinal unity.

 

The most frequent sophisms used by worldliness to justify itself are:

  • Evil should be accepted because it exists
  • To consider an elevated morality is extravagant
  • Not to believe that society can be improved and so to live for oneself
  • Religion is an obstacle to free decisions
  • Not to identify any restriction to one’s own plans
  • Each person has the right to create new ideas that will satisfy himself/herself
  • Something cannot be false if it is said all the time and everywhere
  • The number of people who perform an act indicates the dignity of that act until it demands the acceptance of it as a law.

 

This last sophism seems like a prophecy. During the last couple of years, there have been a great number of cases in which if an evil act were committed by an isolated person, it would clearly be robbery or assassination. However, it is considered “good if this same act is supported by  coalitions of different authorities or of the majority”. In other words, worldliness is the result of  darkening reality.

 

As to solutions, Newman returned to a recurrent theme. The influence of imagination in regard to worldliness is an important element to consider because if we focus our imagination on higher goods, we have a concrete and efficient method at hand to overcome worldliness. We have won the battle when we learn to keep our own convictions even if we have to go against the stream. Accordingly, we will not blindly follow the majority. There is one more very efficient solution that is not always considered: do not trust yourself too much.

 

By knowing the causes of the inclination to the worldliness and having the firm determination to overcome them, it is possible to avoid the clouding the vision of reality, to understand the value of what is worthwhile goods and to use other goods only as a means.

 

 

3.2. Ultramontanism

 

The “ultramontane mentality” is the tendency to neglect temporal duties because they are considered to be irrelevant when compared to religious duties. This is another vice. In this case, the word “ultramontane” is being used generically because the “Ultramontanes” that Newman originally knew were a group of English Catholics (usually converts) who unnecessarily exaggerated the conciliar teaching on Infallibility and caused severe social problems in regard to the civil and religious relations of Catholics with people of other religions.

 

However, this term «ultramontane» is more appropriate for those who unnecessarily persist in a matter of faith in detriment to the temporal order. In an excessive form, it can become an injustice and imprudence. It is not the lack of good will but a matter of rigidity.

 

Ultramontanism is the vicious extreme totally opposed to worldliness. It is the situation when the conscience considers temporal matters to be of no importance thus focusing on the interests of ecclesiastical authority. Ultramontanism is an abuse committed by some people, not by the church as a whole. In reality, it cannot be completely achieved because no one can deny that there is a temporal condition to human life.

 

Ultramontanism is more common in people who serve as religious authorities. When they have some authority in religious matters, which may also include some consequences in temporal matters, confusion is caused among their followers because the limits between their civil  obligations and religious responsibilities cannot be defined.

 

Perhaps this extreme position has its origins in the lack of understanding of what the Sovereignty of the Church and the Pope really means. Ecclesiastical sovereignty extends geographically around the world and faith has no frontiers nor is it affected by cultural differences. Accordingly, it can be falsely concluded that this sovereignty has no limits either in the external aspect nor in regard to internal human actions.

 

If Newman vigorously rejected worldliness  from the time he was young, even to the extent of isolating himself from many customs of his colleagues, when he was older he challenged the narrow minds of those who intended to benefit the Church in detriment of its relations with other religions.

 

 

Conclusions

 

First:

The continuity of Newman’s thought in constant development is shown in his comments on the separation of civil and religious authorities.

 

Second:

From an historical perspective, the Irish situation made Newman reflect about these issues. In his youth, he understood the right of all citizens to participate in Parliament, no matter what religion they professed. Later, when he became a Catholic, he understood that the freedom of every citizen should be respected, whether this person was a soldier or an ecclesiastical authority.

 

Third:

Dogmatic and general moral teachings serve as a guide for everyone. In everyday life, each person must make his/her own decisions guided by theoretical norms in relation to a concrete problem.

 

Fourth:

When a person, besides being an authority, acts as a citizen, he/she should respect the rights and obligations of all citizens. He/she may express his/her opinions about civil or religious matters, but not as an authority. Every citizen must take responsibility for his/her own acts without involving third parties. If a bishop of a diocese votes for a certain political party, no one else has to know or even more, imitate him.

 

Fifth:

According to these principles, Newman rejected the confessional state for a country. In a confessional state, there would be discrimination against those who do not share the same faith as the government. Furthermore, aggression against the right to freedom of religion could be fostered.

 

Sixth:

Newman’s concern about moral issues led him to write about abuses of true freedom. A free person knows how to relate to reality. A worldly person attempts to reconstruct reality for personal advantage. An ultramontane tries to universalize her/his vision of reality.

 

Seventh:

Worldliness is associated with a lax conscience just as ultramontanism is associated with a scrupulous one. In the former case, religious goods are considered subordinate to temporal goods by the conscience while in the latter, the conscience is willing to sacrifice important temporal goods for the sake of a religious ideal that may not be all that relevant.

 

Eighth:

Worldliness seeks efficiency, immediate results and gratifications in accordance with pragmatism, superficiality and comfort. Ultramontanism forgets the importance of historical realities.

 

Ninth:

Both these deformations of the soul are overcome by a right conscience, which is personally responsible for the use of  freedom in making decisions, both common and spiritual ones.

 

Tenth:

Truly free decisions conscientiously search for and achieve harmony between the temporal and the eternal. This is the teaching that Newman offered to his contemporaries in Oxford and in Birmingham. He fulfilled his ministry of preaching and teaching in a way that is still applicable.

 

[1] Cf. NEWMAN, J. H., Carta al Duque de Norfolk, Rialp, Madrid 1996, pp. 33-35.

[2] Cf. NEWMAN, J. H., Carta al Duque de Norfolk, Rialp, Madrid 1996, p. 108

[3] NEWMAN, J. H., Carta al Duque de Norfolk, Rialp, Madrid 1996, p. 111.

[4] Cf. ARISTÓTLE, Éth. Nic.

[5] Cf. NEWMAN, University Sermon VIII, n. 6 & ss.

[6] Cf. NEWMAN, J. H., Carta al Duque de Norfolk, Rialp, Madrid 1996, pp. 110-111.

[7] NEWMAN, J. H., University Sermon VII, n. 8.

[8] NEWMAN, J. H., University Sermon VII, n. 9.

 

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Rosario Athié [1]

John Henry Newman nació en la ciudad de Londres, Reino Unido, el 21 de febrero de 1801. Es el mayor de seis hermanos, hijos del banquero John Newman y de Jemima Fourdrinier, quienes los bautizaron en la Iglesia Anglicana.

El primero de mayo de 1808, ingresa en la Escuela de Ealing, donde el Director del plantel lo consideró el mejor alumno que hubiera pasado por sus aulas.

El 8 de marzo de 1816, su padre sufre una crisis financiera que le obligó a vender sus posesiones y reducir considerablemente el gasto familiar.

Durante el curso escolar de 1816, Newman recibió la influencia evangelista del Rev. Mayers y experimenta una profunda conversión espiritual en la que decide tomarse en serio su relación con Dios, definiendo que lo único importante para él a partir de ese momento serí­a Dios y su alma.

El 14 de diciembre de ese mismo año, se matricula en Trinity College, Oxford, con gran esfuerzo por parte de su familia. Su padre tení­a la ilusión de que su hijo mayor fuera abogado. Cursó bien sus estudios, pero decide hacerse clérigo anglicano y dejar la abogací­a. Continuó sus estudios en el mismo College.

El 12 de febrero de 1822, es elegido Fellow de Oriel College tomando en consideración su gran talento. Este cargo académico le facilitó los recursos económicos que necesitaba, le acercó a un grupo de intelectuales destacados en el ámbito filosófico y teológico de Oxford y le ofreció el medio para influir positivamente en sus alumnos.

El 16 de mayo de 1824, trabajó temporalmente en la parroquia de San Clemente, con el fin de darse cuenta en qué consistí­a el trabajo propio de un clérigo.

El 13 de junio de 1824, recibe la ordenación diaconal en la Iglesia Anglicana. En septiembre de ese mismo año, muere su padre a consecuencia de las preocupaciones económicas. Newman se hace cargo de sacar adelante los estudios de sus hermanos y el sustento de su madre y sus hermanas.

En 1825, colaboró con artí­culos sobre Cicerón, los milagros y Apolonio de Tyana, para la Enciclopedia Metropolitana, en medio de su trabajo pastoral y docente. El 29 de mayo de ese mismo año, es ordenado sacerdote anglicano. A pesar de la costumbre de la clerecí­a anglicana de tomar esposa, y particularmente en esos momentos, él decide dedicar su tiempo y su corazón por completo al ministerio, viviendo el celibato por el Reino de los Cielos.

El 21 de marzo de 1826, fue nombrado Tutor de Oriel College, con un mejor sueldo y una mayor influencia académica entre sus colegas y alumnos.

Entre los meses de octubre y noviembre de 1827, le aqueja una grave enfermedad que le hace temer por su vida. Al año siguiente, el 5 de enero de 1828, muere repentinamente su hermana menor, Mary, de un apendicitis. John Henry tení­a gran afinidad con ella por lo que sufrió aún más que con la muerte de su padre.

El 8 de diciembre de 1832 se embarca hacia Italia con los Froude, padre e hijo. De esta manera conoce Roma y otros lugares de interés, impresionándole grandemente la solidez que manifestaba la Iglesia Católica Romana aun en sus edificios. Permanece en Italia varios meses donde enfermó de nuevo. Volvió a Inglaterra decidido a dar solidez doctrinal a la Iglesia Anglicana. Su amigo Hurrell Froude pertenecí­a a la High Church[2], y tenía la costumbre de rezar el breviario de los sacerdotes católicos, siendo sacerdote anglicano, pues ambos amigos tení­an un gran deseo de promover una liturgia más piadosa. Hurrell murió al poco tiempo y le heredó a Newman su breviario.

El 14 de julio de 1833, fundaron el Movimiento de Oxford, Newman, John Keble y Edward B. Pusey. El modo como dieron difusión a sus propuestas fue publicando unos pequeños folletos llamados Tract of the Times. Con estas publicaciones, los miembros del Movimiento daban a conocer de manera sencilla las conclusiones de sus investigaciones teológicas; continuaron hasta 1841.

El 8 de julio de 1833, Newman publicó su primera obra: Los arrianos del siglo IV, lo que muestra sus investigaciones sobre los debates sobre temas cristológicos y las respuestas a las herejí­as basado en el estudio de los Primeros Padres de la Iglesia.

Entre los años 1834 y 1834, trabajó en una explicación sobre la verdadera Iglesia de Cristo. La solución dada en La ví­a media de la Iglesia Anglicana era que la Iglesia original tení­a tres ramas: la Anglicana, la Ortodoxa y la Católica Romana.

Los sermones compendiados bajo el tí­tulo Parroquial and Plain Sermons los escribió entre los años 1834 y 1842, en los que se recoge su predicación como párroco de la Iglesia de St. Mary’s en Oxford, cargo que ocupó desde 1828. Este nombramiento era un reconocimiento, no sólo a su ministerio, sino a su capacidad intelectual pues sus sermones debí­an tener una alta calidad académica. La parroquia atendí­a tanto a los miembros del claustro de la Universidad de Oxford, como a los habitantes de las poblaciones de Oxford y Littlemore, de humilde condición.

En 1838, publicó dos obras que también eran compendio de su trabajo académico: Lectures on Prophetical Office of the Church y Lectures on Justification.

Con la guí­a del estudio y profundización de los escritos de los Primeros Padres de la Iglesia, Newman fue dándose cuenta que la Iglesia Anglicana no habí­a conservado í­ntegro del depósito de la fe que habí­a recibido la Iglesia primitiva, por lo que pasó por una crisis respecto a sus convicciones religiosas entre los años de 1839 y 1841, lo cual comenzó a vislumbrarse en sus escritos, particularmente en los Tract. Hasta que al escribir el Tract 90 recibió una amonestación de parte de su obispo.

En abril de 1842 le pidió permiso a su obispo de pasar una temporada de oración y estudio para retirarse a Littlemore, a nueve kilómetros de Oxford. Con un grupo de amigos que pasaban por una situación similar, conforma una especie de comunidad. Mientras tanto, muchos de sus alumnos que habí­an seguido el proceso intelectual de su profesor, avalado por la profundizar en la doctrina de los Padres de la Iglesia, habí­an decidido incorporarse a la Iglesia Católica Romana.

En Littlemore pasó Newman más de tres años. Ahí­ revisó los Sermones universitarios y Ensayo sobre los milagros. El 18 de septiembre él es removido de su cargo como párroco de St. Mary’s.

El año de 1844, fue un año muy atormentado, pues teniendo claro desde el punto de vista teológico que la única Iglesia que habí­a conservado í­ntegra la doctrina de Cristo era la Iglesia Católica Romana, mantení­a una serie de objeciones sobre las prácticas piadosas y el papado. Ese mismo año escribió y publicó La vida de los santos ingleses.

Un trabajo de investigación notable durante sus años en Littlemore fue El desarrollo del dogma, en el que fue mostrando la unidad entre el depósito de la fe y la necesidad de definir dogmas por motivos pastorales concretos, de manera que se fueran aclarando con precisión lo que la Iglesia ha creí­do desde el principio. Este trabajo resultó ser también una aportación para la Iglesia Católica Romana en el ámbito de la Teologí­a y concretamente sobre la Eclesiologí­a y la Dogmática. Terminó el libro en 1845.

El 8 de octubre de 1845, recibió en Littlemore la visita de Domenico Barberi, sacerdote Pasionista italiano. Newman habí­a despejado ya toda duda y le pidió que escuchara su confesión general y en los albores del dí­a 9 de octubre hizo la profesión de fe en la Iglesia Católica Romana. El 22 de febrero se trasladó a Oscott, Maryvale, donde se encontraba el obispo Wiseman para ponerse a sus órdenes y entregarle su escrito sobre el desarrollo del dogma con la disposición de que le objetaran; sin embargo, su investigación no tení­a ningún inconveniente respecto a la fe católica. El obispo lo envió a estudiar a Roma, al Colegio de Propaganda Fidei junto con Ambrose Saint John, un discípulo suyo, converso, que habí­a compartido sus dí­as de estudio en Littlemore. La estancia en Roma fue de unos meses entre 1846 y 1847 con el fin de que completaran los estudios necesarios para recibir el orden sagrado. Newman se encontró con que sus estudios teológicos no eran superados por sus profesores y sólo con un jesuita halló con quien debatir.

El 30 de mayo de 1847, recibió la ordenación sacerdotal y celebró su primera Misa. El Papa Pio IX le sugierió que fundara en Inglaterra el primer Oratorio de San Felipe Neri, por lo que también pasó una temporada como novicio. Se trata de sacerdotes seculares, sin votos, que viven en comunidad para rezar y trabajar pastoralmente juntos. Este estilo de vida era similar a lo que Newman habí­a vivido en los college de Oxford y en Littlemore. Una vez que estudió los estatutos del Oratorio, se trasladó a su paí­s.

El dí­a 1º de febrero de 1848, fue la fecha de fundación del Oratorio de San Felipe Neri en Maryvale. Al año siguiente se trasladó con otros sacerdotes a Birmingham. Poco después publicó la novela Perder y ganar en la que, con notas autobiográficas, narra la conversión de un estudiante de Oxford.

Su obra Discourses Addressed to Mixed Congregations la publicó en 1849. Ese mismo año inicia otro Oratorio en Londres. En 1850 recibe una llamada de atención de parte de la jerarquí­a católica por un mal entendido que le hizo sufrir mucho. A pesar de todo, publicó también Lectures on Difficulties Felt by Anglicans y Lectures on Present Position of Catholics in England.Y recibe del Papa el título de Doctor en Sagrada Teología.

Al año siguiente, los obispos irlandeses solicitaron a Newman que promoviera la primera universidad católica en esa Isla. A manera de preparación, dictó nueve conferencias sobre su propuesta educativa: la naturaleza y fin de la universidad. Dichas conferencias las pronunció sucesivamente entre el 2 de noviembre de 1851 y el 12 de noviembre de 1958. El tí­tulo que los compendia es Discourses on Scope and Nature of University Education, que constituyen la primera parte de lo que más tarde tituló Idea of a University. Los Office and Works of University Newman los escribió entre 1854 y 1858, mismo años en que fue el Rector de la Universidad Católica de Irlanda. En 1856, publicó su segunda novela, Callista: A Sketch of the Third Century en la que expone la vida y las dificultades por las que pasaron los primeros cristianos.

En 1857, publica Sermons Preached on Various Occasions. En los dos años siguientes, 1858 y 1859, sufrió una serie de problemas por artí­culos publicados en la revista Rambler, de la que fue su editor ese último año. Entonces publicó también lo que serí­a la segunda parte de Idea of a University: Lectures and Essays on Uniersity Subjects, así­ como otro compendio de estudios teológicos: On Consulting the Faithful in Matters of Doctrine.

A partir de las dificultades en la revista, tomó la decisión de pasar oculto. Así­ se conocen sus años de silencio entre 1859 y 1864 hasta que las acusaciones públicas a su persona y sus correligionarios de parte de Charles Kingsley le obligaron a hacer también una pública defensa. Escribió por este motivo una serie de folletos en los que narraba la historia de sus convicciones religiosas y, en consecuencia, su personal proceso de conversión en el que hací­a ver su rectitud de intención en la búsqueda de la verdad. El resultado de este trabajo agotador, porque en ocasiones escribí­a hasta 18 horas seguidas, fue su Apologia pro vita sua, que le ganó la simpatí­a de muchos anglicanos de buena voluntad. Pero también dio pié a la serie de controversias que tuvo que mantener con miembros de la Universidad de Oxford.

En 1866, publica El sueño de Gerontio en el que habla de la muerte y la vida eterna. Entre los años 1868 y 1870, reflexiona sobre la certeza de la fe hasta la publicación de su Gramática del asentimiento, en el que explica el proceso gnoseológico por el cual se llega hasta el acto de fe.

En 1872, publica Historical Sketches y al año siguiente le publican la versión definitiva de The Idea od a University, Defined and Illustrated.

El año de 1874, lo dedica a hacer una detallada revisión de todas sus obras y escritos. En 1875 debe enfrentar a una nueva controversia con Gladstone. El fruto de tal polémica fue su obra sobre la conciencia: Letter to the Duke of Norfolk, donde se refiere también a la infalibilidad del Papa y los ámbitos a los que este principio se refiere.

Después de una vida en la que tuvo que enfrentar tantas controversias y dificultades, recibió el reconocimiento que mayor alegrí­a habrí­a de concederle, siendo nombrado Fellow Honorario de Trinity College, donde habí­a sido estudiante cincuenta años atrás, lo que le dio la oportunidad de volver a su amado Oxford con el reconocimiento de sus antiguos amigos y colegas.

Otro merecido reconocimiento le otorgó la Iglesia a la que habí­a servido la segunda mitad de su vida y el 12 de mayo de 1879 el Papa León XIII entrega su primer palio cardenalicio en la persona de Newman, nombrándolo cardenal diácono, tí­tulo honorí­fico por sus méritos. Dad su avanzada edad, no ejerció como tal ni se quedó a vivir en Roma. Su lema fue «Cor ad cor loquitur».

En 1884, publicó Obligations of Catholics Concerning the Inspiration of Scripture.

Pasó sus últimos años en el Oratorio que él fundó en Birmingham y murió, siendo ya muy anciano, el 11 de agosto de 1890. Se le enterró en Rednal, a las afueras de aquella ciudad donde había servido tantos años a los intelectuales y a los más pobres. En su epitafio dejó escrito: «Ex umbris et imagí­nibus in veritatem» (Pasó de las sombras y las imágenes, a la Verdad).

En 1991, fue declarado Venerable por Juan Pablo II, una vez que se comprobó que John Henry Newman habí­a vivido heroicamente todas las virtudes en grado heróico. En el año 2005, se le atribuyó y confirmó el milagro de una curación en la ciudad americana de Boston. El 19 de septiembre de 2010, fue beatificado por el Papa Benedicto XVI en Inglaterra, en medio de gran expectación dado que supone un acontecimiento histórico para la Iglesia Católica en Gran Bretaña. El día de su celebración en la Iglesia Católica se fijó el día 9 de octubre, fecha de su conversión. El segundo milagro reconocido se realizó en la ciudad de Chicago, lo que hizo posible que la canonización se llevara a cabo en Roma el domingo 13 de octubre de 2019.

[1] Profesora de Filosofí­a Social en la Universidad Panamericana (Guadalajara, México) durante 40 años. Presidenta y fundadora del Círculo Newman.

[2] Dentro de la Iglesia Anglicana existen tres tendencias: la High Church, que son los anglicanos cercanos a la doctrina católica; la Low Church, con una clara tendencia protestante; y aquellos anglicanos que viven una religiosidad oficial.

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