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Palabras de Fr. John Ford, Guadalajara, México el 9 de octubre 2015

Teología

Como clérigo anglicano, Newman buscó no solo la revitalización espiritual de aquellos a quienes predicaba, sino también la renovación doctrinal de la Iglesia de Inglaterra a través de un retorno a las enseñanzas y prácticas de la Iglesia Apostólica. Este llamado a una “nueva reforma”, que se convirtió en un principio impulsor del Movimiento de Oxford, planteó implícitamente la cuestión de la relación entre la Iglesia Apostólica y la Iglesia Anglicana en el siglo XIX. Como hipótesis eclesiológica de trabajo, Newman consideraba que la Iglesia de Inglaterra ocupaba el término medio (a través de los medios) entre las disminuciones doctrinales del protestantismo y las distorsiones devocionales del catolicismo romano.

Una vez que Newman hubo demostrado satisfactoriamente, al menos para sí mismo en el Tratado 85, que el protestantismo había diluido la doctrina cristiana a través del principio de Sola Scriptura, dirigió su atención a los presuntos engrandecimientos del catolicismo romano. Inevitablemente, se encontró con un problema: si iba a rechazar los desarrollos doctrinales evidentes en el catolicismo romano, por la misma razón, tendría que repudiar los desarrollos paralelos dentro de la Iglesia de Inglaterra. Por tanto, el problema no era simplemente el hecho del desarrollo —el hecho de que la doctrina se hubiera desarrollado a lo largo de los siglos parecía innegable— sino los criterios para el desarrollo. ¿Cómo se pueden distinguir los desarrollos que son auténticos de los que son falsos? En términos más explícitos, ¿cómo se puede distinguir la doctrina genuina de la herejía?

Newman intentó formular una explicación convincente en Un ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana, una explicación eclesiológica lo suficientemente convincente para él, que decidió ingresar a la Iglesia Católica Romana. En la primera edición de 1845, consideró una “hipótesis para explicar una dificultad”, una explicación del hecho de que las enseñanzas de la Iglesia Apostólica se han convertido a lo largo de los siglos en las doctrinas enseñadas por la Iglesia Romana en la actualidad. Para fundamentar su hipótesis, propuso siete criterios o “pruebas” para demostrar que la Iglesia, como organismo vivo, debe desarrollarse o morir. Como resumió memorablemente su discusión sobre la forma en que “una gran idea debe ser debidamente entendida”:

[Una gran idea] cambia con ellos [eventos históricos] para permanecer igual. En un mundo superior es otra cosa, pero aquí abajo vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado muchas veces.

En el siglo XXI, las ideas de “cambio” y “desarrollo” son tan comunes que es difícil apreciar cuán innovadora fue la “hipótesis” teológica de Newman a mediados del siglo XIX. A modo de comparación, se podría señalar el asombro suscitado y la controversia creada por la publicación de El origen de las especies de Charles Darwin (1809-1882) casi una década y media (1859) después del trabajo de Newman sobre el desarrollo de la doctrina. En cualquier caso, cuando Newman publicó la tercera edición de su Ensayo sobre el desarrollo en 1878, ya no hablaba de “probar” una “hipótesis” utilizando siete criterios, sino de presentar siete “notas” como características de un proceso orgánico de desarrollo.

Al igual que su Apología, el Ensayo sobre el desarrollo de Newman se puede leer desde varias perspectivas. El primero es biográfico: la redacción de este Ensayo le permitió responder a su personal pregunta eclesiológica: ¿dónde está hoy la Iglesia de los Apóstoles y de los Padres? Una vez que se dio cuenta de que la Iglesia Católica Romana era su respuesta, por así decirlo terminó el Ensayo y lo envió para su publicación, aunque reconoció que el trabajo estaba inconcluso. En segundo lugar, su Ensayo, como sugiere la palabra, fue un “intento” seminal de dar cuenta de los desarrollos en la enseñanza doctrinal de la Iglesia a lo largo de los siglos mediante un contrapeso creativo de continuidad y cambio. Desde Newman, el “desarrollo doctrinal” se ha convertido en un pilar del pensamiento teológico, considerado un hecho más que una hipótesis. En particular, las imágenes de una bellota que se convierte en roble o de un niño que madura como adulto se han convertido en formas pastorales útiles para explicar cómo se desarrolla la enseñanza de la Iglesia.

Lamentablemente, el cuidado teológico de Newman para equilibrar el cambio y la continuidad no siempre ha sido apreciado adecuadamente. Algunos han tendido a usar las notas de Newman de una manera bastante mecánica, como si el desarrollo doctrinal siempre debiera seguir una “secuencia lógica” demostrable. Otros han tratado de usar las notas de Newman en forma de pronóstico, como si pudieran legitimar propuestas teológicas actuales o incluso predecir tendencias futuras en la Iglesia. En el mundo de la ciencia, una hipótesis puede probarse con criterios erróneos; en la música, siempre es posible tocar las notas equivocadas. De manera similar, las «pruebas» y las «notas» de Newman se han aplicado o leído mal con demasiada frecuencia.

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Palabras de Fr. John Ford, Guadalajara, México el 9 de octubre 2015

Autobiografía

“A fines de diciembre de 1863, Newman recibió una copia del número de enero de Macmillan’s Magazine, que contenía una reseña de dos volúmenes de la Historia de Inglaterra de James Anthony Froude. La reseña, firmada “C.K.”, incluía una calumnia gratuita que proporcionó a Newman una “llamada” para escribir:

La verdad, por sí misma, nunca ha sido una virtud entre el clero romano. El padre Newman nos informa que no es necesario y, en general, no debería serlo; esa astucia es el arma que el Cielo ha dado a los santos para resistir la fuerza bruta masculina del mundo malvado que se casa y se da en matrimonio. Ya sea que su noción sea doctrinalmente correcta o no, lo es al menos históricamente.

Después de un intercambio de correspondencia con el crítico que se negó a disculparse por su alegato, que resultó ser Charles Kingsley (1819-1875), clérigo anglicano y profesor de historia moderna en Cambridge (1860-1869), Newman decidió escribir una “defensa de su vida”.

La Apologia pro Vita Sua de Newman, que se publicó originalmente como una serie de folletos, presentaba una “historia” de sus “opiniones religiosas”. Los lectores victorianos quedaron fascinados con el relato de Newman sobre su fe y los desafíos que experimentó en su viaje teológico-espiritual de la religión bíblica a la postura evangélica y luego al anglicanismo de la Alta Iglesia (High Church) y finalmente al catolicismo romano. 

La descripción de Newman de su viaje personal de fe fue simultáneamente: 

  1. un registro de las actividades y eventos de su vida anglicana (1801-1845);
  2. un reconocimiento de su deuda teológica y espiritual con la Iglesia de Inglaterra en general y con sus amigos anglicanos en particular; 
  3. una justificación de su decisión de convertirse en católico romano; 
  4. y por último, pero no menos importante, una invitación implícita a sus lectores a seguirlo en la Iglesia Católica Romana. 

Aunque muchos de sus lectores anglicanos permanecieron en la Iglesia de Inglaterra, la Apología de Newman fue un hito en el cambio efectivo de las actitudes populares hacia los católicos romanos en general y en la restauración de la reputación de Newman en la Inglaterra de fines del siglo XIX en particular.

Aunque la Apología de Newman se ha considerado durante mucho tiempo un clásico de la autobiografía victoriana, es decididamente un desafío para los lectores estadounidenses contemporáneos. El primero es el idioma: el inglés británico del siglo XIX es considerablemente diferente del americano del siglo XXI. Como señaló George Bernard Shaw hace décadas: “Inglaterra y Estados Unidos son dos países divididos por un idioma común”. El segundo es la historia: muchos estadounidenses no solo no están familiarizados con la historia británica en general, sino que están aún menos familiarizados con Inglaterra y el anglicanismo en el siglo XIX. La tercera dificultad es la teología: comparativamente, pocos lectores de hoy están familiarizados con las controversias doctrinales, tanto patrísticas como reformadas, discutidas en la Apología de Newman como parte de la motivación multifacética que finalmente lo llevó al catolicismo romano. Sin un conocimiento de estas controversias, es difícil, si no imposible, entender las “opiniones religiosas” que marcaron el camino del viaje de fe de Newman.

Y si esta situación se presenta, por motivos de lenguaje y cultura entre Newman y la mentalidad actual de Estados Unidos, respecto a los mexicanos de hoy, la distancia es aún mucho mayor. Sin embargo, el interés por este autor y la admiración de su coherencia de vida puede acercarnos a su mente y corazón.

Antes de comprometerse a leer la Apología de Newman, los lectores pueden encontrar útil, incluso aconsejable, leer una biografía de Newman de una autor que haya sabido comprender a su autor y lo pueda explicar. Pero, dado que actualmente hay docenas en el mercado y muchas más en los estantes de las bibliotecas, ¿cuál debería leer? Una de las mejores biografías introductorias cortas que ilustra la vida de Newman con citas de sus obras es Beato John Henry Newman del canadiense Keith Beaumont, que fue escrito en la víspera de su beatificación. Otra breve biografía ilustrada, escrita desde una perspectiva británica, que se ha mantenido popular durante más de tres décadas es John Henry Newman: His Life and Work de Brian Martin. Y aquellos que aman leer por puro placer deben estar encantados con la biografía en dos volúmenes del prolífico autor británico Meriol Trevor (1919-2000): Newman: The Pillar of the Cloud (1962) yNewman: Light in Winter (1963) —o la versión abreviada: Newman’s Journey (1974).

Sin embargo, para aquellos que desean un conocimiento profundo de Newman, la biografía absolutamente esencial, que está magistralmente sintetizada a partir de los escritos de Newman, especialmente de su correspondencia, es John Henry Newman: A Biography de Ian Ker. En cuanto a la lectura de la Apología misma, hay muchas ediciones; particularmente útil es el editado por David J. DeLaura, quien no solo proporcionó un útil prólogo sino también un útil conjunto de notas que identifican a las personas y los eventos mencionados en el texto. Una atracción adicional en la edición de DeLaura son diez ensayos que destacan varias dimensiones de la vida y obra de Newman.

En español se pueden encontrar en la BAC, en Ediciones Encuentro, en la Editorial El Buey Mudo, en Ediciones Fax. Quizá sea especialmente interesante el Prólogo de J. Ratzinger que incluyó esta última versión. Existen opciones tanto impreso como el e-Book.

El libro consta de un Prefacio que Newman firmó el 2 de mayo de 1865 y cinco capítulos, que van narrando progresivamente su vida respecto a sus convicciones religiosas. El primero llega hasta 1833; el segundo abarca del 1833 a 1839; el tercero, de 1839 a 1841; el cuarto, de 1841 a 1845; para terminar con un capítulo que titula “Mi postura desde 1845”. Algunas ediciones incluyen también una serie de Notas sobre temas relacionados.

Se podría decir que en la primera parte, Newman narra su acercamiento a la Biblia y su gusto por la lectura de la Sagrada Escritura, que aprendió de memoria desde joven; narra su primera conversión en un marco evangélico y su desilusión por esta postura protestante. En el segundo capítulo nos encontramos con el alma del promotor del Movimiento de Oxford, que deseaba la revitalización de la Iglesia Anglicana. Este periodo fue de profundización en las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y narra su proceso de descubrimientos teológicos a la luz de estos primeros y más cercanos pensadores de la Iglesia. El tercer capítulo narra sus dudas sobre la Iglesia Anglicana. El cuarto, sus luchas interiores, su profundo estudio hasta comprender que sólo en la Iglesia católica se había conservado la fe íntegra de la Iglesia primitiva, hasta aclarar todas sus dudas para decidirse definitivamente a profesar en la Iglesia católica.

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En sus Escritos autobiográficos, Newman comentó: “Ahora, desde el principio hasta el final, la educación en este amplio sentido de la palabra ha sido mi línea…”. Esta autoevaluación fue del todo cierta en sus años anglicanos, comenzando con sus estudios en la escuela primaria en Ealing (1808-1816), donde “ningún niño había recorrido la escuela, de abajo hacia arriba, tan rápido como John Newman”. Su éxito académico continuó como estudiante universitario en el Trinity College (1816-1820), donde su talento fue recompensado con una beca, aunque al final, esta etapa estudiantil se vio empañada por su deslucido desempeño en sus exámenes de licenciatura, que apenas logró aprobar. Ocurrió un giro providencial en su carrera cuando se convirtió en un candidato exitoso para una beca altamente competitiva en Oriel College, Oxford. En sus propias palabras, a partir de entonces su futuro parecía asegurado:

‘En cuanto al señor Newman, siempre sintió que este doce de abril de 1822 fue el punto de inflexión de su vida, y el más memorable de todos los días. Lo elevó de la oscuridad y la necesidad, a la competencia y la reputación. Nunca deseó nada mejor o más elevado que, en palabras del epitafio, «vivir y morir como un compañero de Oriel»’.

A los años inmediatamente posteriores a su elección como miembro de Oriel, vieron su ordenación, primero como diácono (1824) y luego como sacerdote (1825) de la Iglesia de Inglaterra. Posteriormente fue nombrado Tutor del Oriel College (1826). Aunque los tutores universitarios eran normalmente clérigos anglicanos, no se esperaba que supervisaran la formación religiosa de sus estudiantes. Newman pensó que él deberían hacerlo. Además, como una «escoba nueva», trató concienzudamente de barrer a los estudiantes de bajo rendimiento, mientras dedicaba especial atención a los más brillantes. Sus esfuerzos por promover los logros académicos y la integridad moral eventualmente derivaron en una disputa con el rector de Oriel, Edward Hawkins (1789-1882), quien se negó a asignarle a Newman más estudiantes para que en un par de años, cuando sus estudiantes se graduaran, no  tuviera estudiantes a quienes darles clases. Su despido, aunque vergonzoso, resultó ser una bendición disfrazada. Si Newman hubiera permanecido manos de obra de manera intensa en su labor tutorial, probablemente habría tenido poco tiempo para involucrarse en el Movimiento de Oxford.

Después de 1845, año el que Newman se convirtió en católico romano, se presentó una oportunidad inesperada para una nueva participación en la educación superior, cuando la jerarquía irlandesa lo invitó a ayudar en el establecimiento de una Universidad Católica en Dublín. Newman fue nombrado Rector de la nueva institución el 12 de noviembre de 1851 y dedicó un esfuerzo increíble durante los siguientes tres años a una variedad de tareas asociadas con el lanzamiento de la nueva institución académica que requerían mucho tiempo: diseñar el plan de estudios, reclutar profesores, recaudar fondos y lo más importante y sobre todo, tratando de convencer a obispos y laicos, padres y alumnos, del propósito y promesa de tal empresa. Después de tres años de intensos esfuerzos, la Universidad abrió sus puertas el 3 de noviembre de 1854. Sin embargo, si la planificación había sido difícil, la implementación fue frustrante: durante los dos años siguientes, Newman experimentó una secuencia aparentemente interminable de problemas y en marzo de 1857 informó a los obispos que había decidido próximamente entregar su renuncia como rector.

Aunque el servicio de Newman en la Universidad Católica de Irlanda duró relativamente poco, su influencia en la educación superior continúa hasta el presente, a través de su libro La idea de una universidad. Este volumen, que tiene una redacción bastante complicada, consta de dos partes: 

Parte 1: Enseñanza universitaria, que incluye nueve conferencias o discursos que se dictaron originalmente en 1852, luego se revisaron y se volvieron a publicar en 1873. 

Parte 2: Materias Universitarias, que contiene diez presentaciones o Lectures que fueron preparadas para diversas ocasiones para miembros de la Universidad Católica y publicadas en 1858 como Lecciones y Ensayos sobre Materias Universitarias.

La “idea” de Newman de una universidad ha provocado una discusión considerable, tanto a favor como en contra, desde que se propuso por primera vez. James Arthur y Guy Nicholls han escrito recientemente un tratamiento perspicaz de sus puntos de vista sobre la educación. Dos monografías más antiguas y más grandes también son útiles para la visión de la educación de Newman: Newman’s University: Idea and Reality de Fergal McGrath y The Imperial Intellect de A. Dwight Culler.

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Hemos iniciado el curso repasado cronológicamente, por un lado la vida y por otro las obras de John Henry Newman. Hemos analizado sus dos poemas más conocidos que, además, han sido musicalizados. Abordamos el estudio de la primera obra de investigación histórico-teológica de envergadura: Los arrianos del siglo IV, que fue el inicio de una investigación magna sobre los concilios en la Iglesia que dio por resultado su importante estudio sobre El desarrollo del dogma (1845) y que le valió el que recibiera el título de Doctor en Sagrada Teología otorgado por el Papa Pio IX (1850).

En esta quinta sesión, nos referiremos a sus dos novelas. John Ford, en la introducción al primer “Coloquio Internacional John Henry Newman, sus fuentes y comentadores”, que es llevó a cabo en la ciudad de Guadalajara, México el 9 de octubre de 2015, comentando la prolífica obra de Newman, dijo:

“Tras las exitosas novelas históricas de Sir Walter Scott (1771-1832), la mitad del siglo XIX fue testigo de una verdadera profusión de novelistas ingleses, incluidos escritores tan populares como Charles Dickens (1812-1870), Anthony Trollope (1815- 1882), junto con las hermanas Brontë: Charlotte (1816-1855), Emily (1818-1848) y Anne (1820-1849). La larga lista de novelistas menos conocidos también debería incluir a Newman, quizás para sorpresa de muchos.

“El ímpetu de la primera novela de Newman, Loss and Gain: The Story of a Convert, (Perder y ganar: la historia de un converso”) parece haber sido su forma de ayudar al ‘editor, James Burns, que recientemente se había convertido al catolicismo y, en consecuencia, estaba en riesgo de perder su negocio’. También pudo ser una manera de responder a quienes habían dejado la Iglesia Católica Romana, así como a aquellos que esperaban que Newman regresara a la Iglesia de Inglaterra. 

Aun siendo anglicano, Newman había alentado a varias personas a escribir novelas en apoyo del Movimiento de Oxford, por lo que no sorprende que hiciera lo mismo en favor del catolicismo. Además, Loss and Gain, que fue escrito en 1848 mientras se preparaba para la ordenación como sacerdote católico romano, parece haber sido una distracción en ausencia de otros proyectos urgentes.

En términos de trama, Loss and Gain ocupa un nicho único en la Inglaterra post-Tractariana al describir la búsqueda religiosa de su personaje central, Charles Reding, un estudiante de Oxford e hijo de un clérigo anglicano. Dado que la novela sigue a Reding en su consideración de varias opciones religiosas antes de que finalmente decidiera convertirse en católico romano, los lectores casi inevitablemente se preguntan cuánto de la novela de Newman era autobiográfica. En cualquier caso, como sucedió con su Apología, los lectores pueden detectar fácilmente la invitación implícita a seguir a Reding en su caminar hacia la Iglesia Católica Romana. Lo que los lectores de del siglo XXI pueden no saborear tan fácilmente es la combinación de ironía y humor con la que Newman satirizó algunas de las creencias y prácticas religiosas más esotéricas de su época.

Tras el inesperado éxito de Loss and Gain, Newman optó por escribir otra novela, Callista: A Tale of the Third Century, que se publicó en 1855. Esta novela, un «Romance de la Iglesia Primitiva», un género que reflejaba el interés de Tractarianos en el cristianismo primitivo. Otros ejemplos de novelas de esa época fueron Hypatia o New Foes with an Old Face (1853) de Charles Kingsley y Fabiola or the Church of the Catacombs (1854) del cardenal Nicholas Wiseman. 

Calista de Newman se ambienta en Sicca Veneria (Túnez), donde una plaga de langostas incitó la ira popular contra los cristianos. Durante la persecución del emperador Decio (249-251), Calista se negó a ofrecer incienso a los dioses y fue martirizada. Dejando a un lado los eventos dramáticos, gran parte de Calista está dedicada a argumentos filosóficos y teológicos que muchos lectores encuentran poco interesantes, si no incomprensibles. De hecho, Newman lo sospechaba: «No creo que los católicos hayan hecho nunca justicia al libro [Calista], lo leen como un mero libro de cuentos, y creo que es más probable que los protestantes obtengan algo de él».

Estas palabras de Ford son una excelente introducción para acercarnos a conocer estas dos obras de Newman.

Conviene tener en cuenta que, para Newman, la imaginación en el conocimiento en general tiene un papel primordial a la hora de acercar la mente a la comprensión de la realidad concreta. Por ello, las historias, las narraciones, que ilustran vidas, ayudan mucho a la mente a captar e incluso a identificarse con los personajes y sus luchas. Ambas novelas contienen temas religiosos. Y si bien se trata de narraciones imaginativas, el contenido de fondo está enraizado en la vida de muchos otros conversos o mártires reales, y por ello tiene un gran potencial para imaginar lo sucedido y trasladarlo a nuestra propia existencia.

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Vida y obras de John Henry Newman

Clase 3

Los dos poemas más conocidos de Newman.

Después de haber repasado cronológicamente, por un lado la vida y por otro las obras de John Henry Newman, comenzaremos este recorrido selecto por sus obras comentando dos de sus poemas.

John Ford, en la introducción al primer Coloquio Internacional John Henry Newman, sus fuentes y comentadores, que es llevó a cabo en la ciudad de Guadalajara, México el 9 de octubre de 2015, comentando la prolífica obra de Newman, dijo:

“John Henry Newman fue un autor increíblemente prolífico. Publicó decenas de libros durante su vida, dejando a la posteridad una enorme cantidad de manuscritos, diarios y cartas que se han ido publicando a partir de su muerte. Dada la gran cantidad de material escrito por Newman, muy pocas personas han logrado leer todo lo que escribió. Al desafío de la cantidad, se suma el hecho de que escribió sobre diversas áreas de conocimiento. En consecuencia, la mayoría de los lectores hacen bien en leer lo que escribió en una o dos áreas, pero no están familiarizados con todo su corpus; por ejemplo, las personas interesadas en la historia y la literatura a veces desconocen su pensamiento filosófico y teológico y viceversa.

Además, muy pocos autores logran escribir un libro “clásico”, una obra sobresaliente de la más alta calidad tanto en estilo como en contenido, que siga siendo una lectura valiosa mucho después de la época en que fue escrita. Aún más raros son los autores que escriben más de un “clásico”; los que lo hacen, por lo general escriben todos en el mismo campo; Charles Dickens, por ejemplo, escribió varias novelas clásicas. En contraste, Newman es excepcional al escribir «clásicos» en al menos media docena de campos diferentes: autobiografía, filosofía, teología, literatura, educación y espiritualidad. Sin embargo, a diferencia de los autores profesionales que a menudo planean una serie completa de éxitos de ventas proyectadas, Newman generalmente escribía respondiendo a una necesidad, a una «llamada»:

“Lo que he escrito ha sido en su mayor parte lo que puede llamarse oficial, trabajos hechos por algún cargo que o compromiso que tuve. . . o ha sido por alguna llamada especial, o invitación, o necesidad o emergencia. . . .

 Tal necesidad o emergencia “llamó” a Newman a escribir su autobiografía”.

Al referirse a Newman como poeta, comentó:

“Newman también escribió poesía; uno de sus primeros poemas, «Soledad» (Solitude), data de sus días como estudiante en el Trinity College de Oxford. 

Su interés por la poesía fue evidente en uno de sus primeros ensayos, más tarde retitulado “Poesía, con referencia a la Poética de Aristóteles” (Poetry, with reference to Aristotle’s Poetics.).

Al menos desde una perspectiva cuantitativa, su período más productivo en la escritura de poesía fue durante su viaje al Mediterráneo (diciembre de 1832-julio de 1833), cuando se comprometió a contribuir con una serie de poemas para la multi-autoría Lyra Apostolica, que fue un compañero poético de las ideas teológicas del Movimiento de Oxford. 

Sin duda, el poema más famoso de Newman es «El pilar de la nube» (The Pillar of the Cloud), más comúnmente conocido por sus palabras iniciales, «Guíame, amable Luz» (Lead, Kindly Light), que fue escrito durante su viaje de regreso del Mediterráneo y se le ha puesto música en más de dos docenas de variaciones. 

Texto en inglés:

https://newmanu.edu/about-newman/history-of-newman/lead-kindly-light#:~:text=Lead%2C%20Kindly%20Light%2C%20amid%20the,Lead%20Thou%20me%20on.

Texto en español:

https://caminitoespiritual.blog/2018/12/04/guiame-luz-amable/

Video, con la música y canto en su versión más conocida:

Finalmente, su poema más largo, “El sueño de Gerontius” (The Dream of Gerontius), publicado en The Month en dos partes en mayo y junio de 1865, registra los pensamientos de un moribundo que se prepara para el purgatorio. Edward Elgar (1854-1934), quien es bien conocido por generaciones de estudiantes estadounidenses como el compositor de sus marchas de graduación «Pomp and Circumstance», puso música a «The Dream» en 1900.

Texto completo del poema en inglés:

Marzo 10 de 2013: Video con la música: https://www.youtube.com/watch?v=9Bg52cVVmTc

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A partir de aquel verano del 2010, en el que el Vaticano anunció que el Papa Benedicto XVI viajaría a Inglaterra con el fin de beatificar al cardenal John Henry Newman (1801-1890), el interés por este personaje ha ido creciendo exponencialmente, más allá del mundo anglosajón. “Él llegó a una síntesis excepcional entre fe y razón, que para él eran como dos alas sobre las cuales el espíritu humano alcanza la contemplación de la verdad”, dejó escrito el Papa Wojtila en 2001, durante el centenario del nacimiento de Newman. Una muestra más de esta atención a Newman es la inclusión en el libro de Vittorio Messori titulado en castellano Hipótesis sobre María. Hechos, indicios, enigmas. A continuación, vamos a recoger algunas ideas que él transmite en su capítulo 52: “Newman: de anglicano a cardenal (I)”.

El motivo de esta inclusión, aun tomando en cuenta su época anglicana (1801-1845), es “la búsqueda autorizada, vigorosa (y ¡racional!) para demostrar que es totalmente legítima, conforme a la fe evangélica, la doctrina de la Iglesia de Roma sobre la Virgen, incluidos los dogmas paso a paso proclamados. Y que está plenamente justificada la devoción que el pueblo que tributa, a pesar de las exageraciones y quizá abusos debidos al temperamento de cada país, pero que no se refiere a la doctrina de la Catholica”.

Newman, desde sus años como ministro anglicano, estaba convencido, gracias a su agudo análisis de los textos del Nuevo Testamento, sin dejar de lado la revelación del Antiguo, que la Madre de Dios debía ser inmaculada desde el primer momento de su existencia, pues el pecado no podía haber poseído nunca a quien fuera depositaria del Inocente, del Hijo de Dios, quien debía redimirnos del pecado. Esta verdad fue para Newman el punto central de su reflexión sobre María. En primer lugar, la segunda Eva debía ser inmaculada, como la fue Eva al ser creada por Dios. Esta expresión era utilizada por los Padres de la Iglesia, a quien estudió con gran atención desde 1828, lo que intensificó al impulsar el Movimiento de Oxford, que tenía por fin el revitalizar a la Iglesia anglicana a la luz de la tradición. Todos los cristianos están de acuerdo en afirmar que Eva no tenía pecado y que estaba adornada con la gracia, pues no es propio de Dios crear a los primeros padres en enemistad suya, consecuencia del pecado. Para Newman, así como Eva colaboró con Adán en nuestra caída del estado de gracia, María cooperó con Cristo para devolvernos los privilegios que habíamos perdido por el pecado. La Virgen María había de desempeñar un papel clave en la obra de la redención, como Madre del Salvador, derrotó al tentador obedeciendo por fe y canceló así el mal que había causado la transgresión y la caída de Eva. Por consiguiente, dice Newman, María debía tener por lo menos los mismos dones que Eva. Sólo hay paralelismo entre María y Eva, si Desde luego, desde la reflexión de la maternidad divina, la Concepción Inmaculada era la apropiada preparación para la mujer que iba a ser la Madre del Dios encarnado. Para Newman era lógico y conveniente. Sin embargo, en su predicación anglicana no se atrevía a utilizar esta expresión, pues no estaba reconocido como verdad en el credo de la Iglesia de Inglaterra. Para una mayor profundización en estos temas, Monte Carmelo publicó una recopilación del pensamiento mariológico de Newman en 2002 bajo el título María. Páginas selectas.

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En esta lista larga de personas que han descubierto la Luz en la Iglesia Católica gracias al influjo y ejemplo de John Henry Newman, encontramos todo tipo de perfiles: mujeres casadas, estudiantes, sacerdotes, obispos… En esta ocasión hablaremos sobre Ambrose St. John.

Ambrose St. John nació 1815. Creció en Hornsey, Middlesex -actual Hornsey, al norte de Londres. Era hijo de Henry St. John, descendiente de los barones St. John de Bletso, y nieto de Andrew St John, decano de Worcester. 

Fue educado en el anglicanismo en Westminster School y Christ Church, Oxford, donde se graduó de Master of Arts. Lingüista y traductor. Fue ordenado sacerdote anglicano. En 1841 colaboró como capellán coadjutor de Henry Wilberforce, primero en Walmer y luego en East Farleigh. 

Por aquellos años el Movimiento de Oxford había acercado a muchas personas al conocimiento de la Iglesia primitiva y comenzaron a ver con buenos ojos a la Iglesia católica. El deseo de este grupo de teólogos y eclesiásticos era que la Iglesia de Inglaterra recuperara sus tradiciones más antiguas ante un creciente secularismo. Por aquellos años de inquietud, cuando la iglesia anglicana había sido desposeída de sus escaños en el Parlamento. John Henry Newman, fuertemente influido por un famoso sermón del teólogo y poeta John Keble del año 1833, National apostasy, decidió distribuir panfletos en los que defendía una concepción renovada del anglicanismo, y muchos otros lo apoyaron.

Por estos panfletos o tracts, el Movimiento de Oxford fue conocido como Movimiento Tractariano (Tractarian Movement) tras una serie de publicaciones en Tracts for the Times (1833-1841). Los tractarianos también fueron llamados «puseyites» en alusión a uno de sus líderes, Edward Bouverie Pusey, Profesor Regius de hebreo en la Iglesia Cristiana de Oxford. Otros prominentes tractarianos incluían a John Henry Newman, un profesor de Oriel College, Oxford y vicario de la Iglesia de la Universidad Santa María la Virgen; John Keble, Henry Edward ManningRichard Hurrell Froude, el poeta Gerard Manley HopkinsRobert WilberforceIsaac Williams y Sir William Palmer.

Newman fue siguiendo la trayectoria histórico-teológica desde el siglo IV de la Iglesia católica, buscando fundamentar de esta manera los principios de la Iglesia de Inglaterra. Hacia 1841 comenzó a vislumbrar desde el punto de vista teológico, que el depósito completo de la fe sólo se encontraba en Roma. Con esas dudas se retiró a Littlemore, a las afueras de Oxford para rezar y estudiar, e invitó a amigos y discípulos a pasar temporadas ahí para hacer un curso de retiro o estudiar. Entre ellos se encontraba también St. John. Newman les había pedido que podrían estar con él con la condición de que no fueran a hacerse católicos, pues él aún no se decidía. St. John se retiró también y poco después fue recibido en la Iglesia católica, aproximadamente un mes antes de la conversión de Newman, en octubre de 1845. Después de pasar un corto período con Newman en Maryvale, donde vivía Wiseman, el primer obispo de Inglaterra después de restablecerse las relaciones entre el Vaticano y la corona británica, rotas desde Enrique VIII. Wiseman decidió enviar a St. John y a Newman a Roma, para que se prepararan a recibir las órdenes sagradas dentro de la Iglesia católica. Ambos recibieron la ordenación sacerdotal el 30 de mayo de 1847.

Pio IX sugirió a Newman que conociera la espiritualidad de San Felipe Neri. Después del noviciado, el mismo Papa encargó a Newman que fundara el primer Oratorio de San Felipe Neri en Inglaterra. Se unieron al proyecto otros sacerdotes jóvenes también conversos. Posteriormente comenzaron los apostolados de la congregación del Oratorio de San Felipe Neri en Birmingham (1847), siendo después trasladados al suburbio de Edgbaston, en 1852. Otro grupo se fue a Londres y comenzaron ahí otro Oratorio.

En ese lugar, St. John trabajó como misionero y profesor, destacando como académico clásico y lingüista, tanto en lenguas orientales como europeas. Sus labores en el Oratorio de Birmingham duraron 28 años. Murió en el Oratorio de San Felipe Neri, Birmingham Inglaterra el 24 de mayo de 1875, mientras trabajaba en la traducción del libro de Josef Fessler sobre la infalibilidad papal. Newman tenía una capacidad increíble de trabajo y delegaba en St. John parte de ese trabajo, también académico. Al parecer, St. John murió de agotamiento y Newman sufrió pensando que había sido su culpa.

A la muerte de San Juan, en Edgbaston, Birmingham, Newman continuó su trabajo en la traducción del libro de Fessler, publicado como La verdadera y falsa infalibilidad de los papas en Londres en 1875, una defensa de la doctrina de la infalibilidad tal como la enseñaron los italianos, en un momento de controversia con William Ewart Gladstone. Por este motivo, Newman había encargado con urgencia este extenuante trabajo a St. John, quizá sin percatarse de lo que le estaba suponiendo.

Este 10 de enero de 2020 tuvo lugar en la capilla de Notre Dame University la Misa de funeral del tan querido P. John Ford, de la Congregación Santa Cruz.

La noticia nos ha llenado de pena, aun teniendo la intuición de que goza ya del Cielo. Un hombre entregado completamente a su vocación como pastor y maestro, al servicio de Dios a través de cada persona que de alguna manera pasaba a su lado.

Yo le conocí a través de Katherine Tillman, profesora emérita de la Facultad de Artes Liberales de Notre Dame University. Yo había terminado mi tesis doctoral y para su publicación le pedí que la prologara. Declinó la invitación, pero me recomendó que escribiera a Fr. John Ford pues él había aprendido español para dar clases a los alumnos extranjeros de la Universidad de Washington, donde trabajó muchos años como profesor de Teología y Estudios Religiosos. Aunque finalmente el libro lo prologó quien fungió como mi director de la tesis, Dr. Mauricio Beochot, fue la ocasión gracias a la cual me encontré no sólo con un gran experto en John Henry Newman, lo que ha sido nuestro mutuo interés, sino un gran amigo.

Detrás de muchos de mis proyectos relacionados con Newman ha estado presente Fr. John Ford. A él le consultaba su conveniencia, me hacía sugerencias de bibliografía o de enfoque, e incluso me pedía que se los enviara. Amablemente leyó y revisó, de un día para otro, más de alguna de mis publicaciones, haciendo puntuales y oportunas sugerencias. 

Nuestras anuales reuniones sobre Newman me dieron la oportunidad de escucharle y dialogar con él. Siempre atento a hacer cualquier favor que se le presentara, especialmente para dar a conocer la figura del santo inglés. Sus intervenciones en los congresos mostraban su gran conocimiento, hasta detalles poco difundidos. Él buscaba siempre el modo de que los asistentes no sólo le escucháramos, sino que la pasáramos bien y nos dejara una positiva enseñanza. Destacaba por su bien humor, su estabilidad de ánimo y su tendencia a pasar desapercibido a menos que se requiriera su participación.

Cuánto agradecemos a Dios nos haya permitido conocerle. Esperamos aprovechar su ejemplo de vida y sus muchos conocimientos.

A continuación transcribimos la traducción del Obituario que se publicó en línea el 4 de enero de 2022 en South Bend Tribune 

Obituario 

El reverendo John T. Ford, C.S.C. (21 de noviembre de 1932 – 29 de diciembre de 2021), murió a los 89 años en Holy Cross House, Notre Dame, Indiana, el 29 de diciembre de 2021, después de una breve enfermedad.

Fr. Ford nació el 21 de noviembre de 1932 en Dallas, Texas, hijo único de Thomas y Leonara (Senn) Ford, quienes le precedieron en la muerte.

P. Ford asistió a la escuela primaria en St. Vincent’s School, dirigida por las Sisters of the Holy Cross en Logansport, Indiana, y se graduó de High School también en Logansport en 1950. 

Mientras asistía a la Universidad de Notre Dame, John escuchó el llamado a servir a Dios como sacerdote de Holy Cross. Ingresó al noviciado de Holy Cross en Jordan, Minn., el 15 de agosto de 1951. Pronunció sus votos perpetuos el 16 de agosto de 1955 y fue ordenado sacerdote de Holy Cross el 10 de junio de 1959. 

Después de graduarse de la Universidad de Notre Dame en 1955 como Licenciado en Filosofía, asistió a Holy Cross College en Washington, DC para obtener su Maestría en Teología en 1959. En 1962, el P. Ford, obtuvo su Doctorado en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma.

A partir de ese año, el P. Ford comenzó a enseñar Teología en la Universidad de Notre Dame. Más tarde fue prefecto en Cavanaugh Hall. Posteriormente se incorporó como profesor en Holy Cross College en Washington, DC hasta 1967. A la par, en 1964, fue nombrado Asistente Superior en el Seminario de Misiones Extranjeras y posteriormente se desempeñó como Superior hasta 1968. De 1968 a 2018, fue profesor de teología y coordinador de estudios hispanos/latinos en la Universidad Católica de América en Washington, DC, donde escribió más de 100 ensayos, 680 reseñas de libros y unos 50 prefacios, introducciones y artículos misceláneos. En 2018, se jubiló y ofreció asistencia parroquial y ministerial con personas de habla castellana hasta que se mudó a Holy Cross House, Notre Dame, Ind. en 2021.

El P. John Ford ha sido reconocido como uno de los principales académicos de John Henry Newman en los Estados Unidos y en todo el mundo. Fue miembro durante mucho tiempo del Instituto Nacional de Estudios Newman (NINS), incluso como miembro de su Junta Directiva durante más de una década; fue cPresidente de la Asociación y Director del Programa para la conferencia anual durante muchos años, y se desempeñó como el editor fundador del Newman Studies Journal. Por su trabajo sobre Newman, el P. Ford fue el ganador inaugural del Premio Gaillot del Instituto Nacional de Estudios Newman de la Universidad Duquesne del Espíritu Santo.

La Misa de funeral se llevó a cabo a las 15:30 horas, el lunes 10 de enero de 2022 en la Basílica del Sagrado Corazón, Notre Dame, Indiana, que se transmitió en vivo a través https://campusministry.nd.edu/mass-worship/basilica-of-the-sacred- corazón/funeral-live-stream/. En seguida fue el entierro en el cementerio comunitario de Notre Dame, South Bend, Indiana.

Las contribuciones conmemorativas en apoyo de la misión y los ministerios de la Congregación de la Santa Cruz se pueden hacer a: United States Province of Priests and Brothers, Office of Advancement, P.O. Box 765, Notre Dame, IN 46556-0765 or online at https://donate.holycrossusa.org 

0 2017

Hoy, Jueves Santo, celebramos la institución de dos grandes sacramentos. En primer lugar, Jesús instituyó los primeros sacerdotes en aquella última Cena. Y gracias a ello, pudo poner en sus manos el Gran Sacramento de la Eucaristía, poniéndose Él mismo en sus manos. Glosando al obispo James Conley (lincolndiocese.org) vamos a recordar algunos hechos de la vida de Newman en relación con su sacerdocio.

Desde adolescente, Newman se dio cuenta que Dios le había llamado a servirlo en el estado célibe, y optó por este estilo de vida como clérigo anglicano. Así, dejó escrito poco después, que “los que entran en las Órdenes Sagradas prometen lo que no saben, se comprometen sin saber con cuánta profundidad, se descartan de los caminos del mundo, no sabe con cuánta intimidad, encuentran que deben cortarles la mano derecha, sacrificar el deseo de sus ojos y el movimiento de sus corazones al pie de la Cruz, mientras que pensaban que, en su simplicidad, estaban eligiendo la vida tranquila y fácil de los ‘hombres sencillos que moran en las tinieblas’”. Newman comprendió desde el principio que la vida del sacerdocio es una vida de sacrificio desinteresado, y su propio sacerdocio, aun durante su periodo anglicano, fue una especie de martirio silencioso, consciente que debía dar su vida al pie de la Cruz.

La observación común entre los estudiantes de Oxford en la parroquia universitaria de St. Mary´s, era: “cuando el Dr. Newman predica, “es como si me estuviera hablando a mí personalmente. Ha hablado directamente a mi corazón.” Durante ese periodo, Newman entendía la importancia de confesar los pecados ritualmente y pedir perdón. Por lo que abogó por un mayor uso de la confesión en las iglesias anglicanas.

El joven Newman tenía un gran amor por la liturgia. Fue miembro fundador del Movimiento Anglicano de Oxford — una asociación de anglicanos que promovió una hermosa liturgia en la Iglesia Anglicana. De hecho, llegaron a ser conocidos como “altos” anglicanos debido a su énfasis en el culto litúrgico. Newman comprendió la profunda formación que viene de una liturgia rica en simbolismo, belleza y empapada en las Sagradas Escrituras.

Newman fue uno de los más grandes predicadores de la historia cristiana. Y predicó bellamente, mucho antes de convertirse a la fe. Sin embargo, Newman no era conocido como un predicador dramático. Cuando predicaba los domingos por la noche en las Vísperas Solemnes, los diversos College de Oxford se veían obligados a retrasar la hora de la cena, porque sus estudiantes abarrotaban la iglesia de St Mary´s para escuchar la predicación del Dr. Newman. 

La decisión definitiva de Newman de hacerse católico se dio aquel 9 de octubre de 1845, cuando el italiano sacerdote pasionista y misionero Dominic Barberi le recibió en aquella estancia de Littlemore, a las afueras de la ciudad de Oxford, Inglaterra. En un principio, sabiendo que tal decisión le acarrearía la enemistad con todo el mundo anglicano que le había seguido y admirado, Newman pensó ser laico y asumir los embates, protegiendo a la Iglesia Católica Romana. Pero el obispo Wiseman le hizo ver que su vocación era claramente al sacerdocio. Recibió la confirmación incluyendo otro nombre: John Henry Maria Newman. Tan solo un año y medio después, recibió en Roma el orden sagrado, el día 30 de mayo de 1847. 

Newman reflexionó sobre la elección voluntaria de Cristo de elegir a hombres pecadores para que actuaran in persona Christi en la mediación de su misericordia. Por contraste, a su Madre, la Santísima Virgen, la eligió y la preservó del pecado original y fue concebida inmaculadamente, por su misericordia. Pero Jesús eligió “hombre, no ángeles” para ser sus ministros, “vulnerables a la enfermedad y la tentación”, para otorgarles la gracia inmerecida de Dios, de la perseverancia final. Eligió a los pecadores como sacerdotes, para dar testimonio de la redención del pecado. Porque la pecaminosidad del sacerdote le hace hermano de todos los hombres, y para que quedara patente la evidencia de la gracia en la vida de aquellos a quienes convirtió sus corazones a Jesucristo. 

Después de su ordenación, su amor por la sagrada liturgia se transformó. Le explicó a un amigo que antes miraba con entusiasmo la celebración de la liturgia anglicana. Pero que nada se comparaba con la experiencia de hacer presente a la Eucaristía — la presencia real de Jesucristo — en el Santo Sacrificio de la Misa. “Nada es tan consolador, tan penetrante, tan emocionante, tan abrumador como la Misa. Podría asistir a Misas para siempre, y no estar cansado. No es una mera forma de palabras — es una gran acción, la mayor acción que puede haber en la tierra. Él se hace presente en el altar en carne y sangre, ante el cual hacen venia los ángeles y tiemblan los demonios.”

 La presencia de Cristo en el altar lo cautivó y lo sobrecogía. Sus colegas recordaron que cuando él elevaba la sagrada Hostia, permanecía en oración mucho más tiempo de lo que cualquiera pudiera haber esperado. 

Newman conocía el poder de la vida sacramental. Y cultivó un sentido de profunda reverencia por el misterio, al que llamó la “vida de nuestra religión”. Pasaba horas, cada día, en el confesionario. Observaba: “una cosa era escuchar los pecados como un clérigo anglicano; muy otra era absolverlos con el poder de la Iglesia de Cristo. Por eso llamó a la confesión la “tranquilidad penetrante y subyugadora” de su vida sacerdotal. La vida sacramental alimentaba a Newman porque rezaba diariamente por la gracia de celebrar los sacramentos con alegría y con un nuevo entusiasmo. Luchó contra la tentación de dar por sentados los sagrados misterios. Pidió a la Santísima Virgen que le diera la visión de Dios, quien le concedió ver en la penitencia y en la Eucaristía el regocijo del cielo por la salvación de los pecadores.

De esta manera, Newman vivió su sacerdocio de manera profunda y auténtica, experimentó la vida y el ministerio sacerdotal sin preconceptos, ni falsedades, ni pretensiones. Comprendió su pecaminosidad y buscó la santidad con vigor. Y se apoyó en la gracia de celebrar la vida sacramental con plena conciencia de la profunda realidad del misterio.

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